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4 May 2006

Autoconcepto físico en escolares de 6 curso de primaria Con y sin problemas de coordinación

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Numerosos estudios sugieren que los niños con problemas evolutivos de coordinación motriz presentan una menor competencia percibida comparados con sus compañeros sin ningún tipo de dificultad (Shoemaker y Kavelboer, 1994; Skinner y Piek, 2001).

 
Autor(es): Esmeralda Mata Gómez de Ávila, Luís Miguel Ruiz Pérez, y Marta Gómez García
Entidades(es): Facultad de Ciencias del Deporte, Universidad de Castilla La Mancha, España.
Congreso: I Congreso Internacional de las Ciencias Deportivas
Pontevedra: 4-6 de Mayo de 2006
ISBN: 84-611-0552-4
Palabras claves: problemas evolutivos de coordinación motriz, escolares, autoconcepto físico (developmental coordination disorder, children, physical self-perception).

RESUMEN

Numerosos estudios sugieren que los niños con problemas evolutivos de coordinación motriz presentan una menor competencia percibida comparados con sus compañeros sin ningún tipo de dificultad (Shoemaker y Kavelboer, 1994; Skinner y Piek, 2001). Por ello el objetivo del estudio es analizar el impacto de los problemas de movimiento en la dimensión psicológica de los participantes, más concretamente en el auto-concepto corporal y la competencia motriz percibida. Participaron 111 escolares de entre los 11 y 12 años de edad. La competencia motriz se evaluó utilizando la Batería Motriz “Movement ABC” (Movement Assessment Batery for Children) de Henderson y Sugden (1992). Para medir el autoconcepto físico se empleó el cuestionario Physical Self-Perception Profile de Fox y Corbin (PSPP, 1990) adaptado al castellano por Gutiérrez, Moreno y Sicilia (1999), que proporciona una medida multifactorial de la percepción física. Los escolares con problemas evolutivos de coordinación motriz se percibían significativamente peor en la dimensión de condición física, mientras en la percepción física global no hubo diferencias significativas. Lo cual no coincide en su totalidad con la mayoría de la literatura al respecto e indica la falta de consciencia objetiva sobre su competencia motriz manifiesta.

Introducción – Fundamentación teórica

Una de las primeras constataciones que se puede realizar en las sesiones de Educación Física o de aprendizaje deportivo es que son en esencia sesiones de logro, de logro motor en el que la coordinación y la competencia es una de sus claras expresiones. En este sentido, la realidad muestra la existencia de niños con problemas evolutivos de coordinación motriz (PECM). Son niños que presentan un proceso diferente al de sus compañeros en la evolución de su desarrollo (Hulme, Smart, Moran, & McKinlay, 1984). Presentan problemas al realizar acciones motrices pero no tienen un diagnóstico médico definido. Existen muchos términos en la literatura para describir las dificultades de movimiento en niños, en función del área académica o del país se utilizan unos u otros, aunque la terminología que compite en la actualidad incluye: D.C.D (Developmental Coordination Disorder; APA, 1987; 1994) y S.D.D-M.F. (Specific Developmental Disorder of Motor Function; WHO, 1992). En relación a la prevalencia, y teniendo en cuenta la problemática existente en cuanto a la identificación con distintos instrumentos de medición, la estimación dada varía de un 2% a un 20% en niños de edad escolar (Gubbay, 1975; Kadesjo y Gillberg, 1999; Ruíz, Graupera, Gutiérrez y Mayoral, 1997; Parker y Larkin, 2003). Investigaciones recientes han mostrado que tales dificultades de movimiento tienen consecuencias a largo plazo (Losse y col., 1991; Cantell y col.., 1994; Rasmussen y Gilberg, 2000) y que incluso, pueden persistir hasta la edad adulta o a lo largo de la vida (Kirby y Drew, 1991; citado por Parker y Larkin, 2003). De ahí, la importancia de la identificación e intervención temprana. Según Ruiz (1994) el desarrollo de la competencia viene determinado por la interacción de diferentes dimensiones: la perceptivo-cognitiva, motriz, psicológica y social de los sujetos a lo largo de su ciclo vital. De ahí que la torpeza motriz no esta constituida simplemente por un componente físico o motor, sino que también, es fundamental el ámbito afectivo y social del alumno. De hecho son muchos los estudios que sugieren que la falta de pericia en el terreno motor conlleva consecuencias negativas en el terreno psicológico y social, siendo su impacto mayor o menor en función del valor que el niño, su entorno y su cultura, atribuyan al factor de competencia motriz (Henderson, May y Umney, 1989; O´Dwyer, 1987; Shaw, Levine y Belfer, 1982; Van Rossum y Vermeer, 1990; Kalverboer, De Vries y Van Dellen, 1990; Causgrove y Watkinson, 1994; Causgrove, 2000; Roberts y Treasure, 1992; Schoemaker y Kalverboer, 1994). La propia definición del término PECM por la American Psychiatric Association (1994) expone, como característica específica de la condición, que la falta de pericia motriz deriva en daño significativo sobre el ámbito social del niño. El sentirse competente, la percepción del niño sobre su eficacia en la acción, se convierten en un factores fundamentales para el aprendizaje y realización de tareas motrices. Basados pues, en las teorías de competencia percibida de Harter (1978) y de la auto-eficacia de Bandura (1977), según las cuales, los niños con sensaciones negativas hacia la práctica o baja competencia percibida evitan practicar por falta de motivación, es de esperar que la percepción de competencia física de los niños con PECM sea baja, y que diminuya con la edad y con la gravedad de los problemas de movimiento (Causgrove Dunn y Watkinson, 2002). De este modo, son varias las investigaciones que muestran que los niños con PECM tienen menor competencia percibida en relación a su habilidad física que los niños sin ningún tipo de dificultad (Losse et al., 1991; Cantell et al., 1994; Shoemaker y Kavelboer, 1994; Piek y Edwards, 1997; Rose, Larkin y Berger, 1997; Piek, Dworcan, Barret y Coleman, 2000; Skinner y Piek, 2001; Cantell, Smyth y Ahonen, 2003; Gómez, 2004), lo que sugiere que, verdaderamente estos niños son conscientes de su falta de destreza motriz. Sin embargo, la variedad de estudios existentes no siempre muestra datos análogos en referencia a las cuestiones comentadas anteriormente (Van Rossum y Vermeer, 1990; Causgrove Dunn y Watkinson, 1994; Kirby y Lisk , 2005). Lo que unido a la carencia de estudios sobre este colectivo en España y en edades más avanzadas, hace preciso continuar indagando sobre este particular. De ahí, que la finalidad del estudio propuesto sea la de analizar la competencia motriz y el auto-concepto físico en escolares con y sin problemas evolutivos de coordinación motriz.

MATERIAL Y MÉTODOS

La muestra de esta investigación esta constituida por 111 escolares pertenecientes tanto a centros públicos como privados ubicados en la provincia de Toledo, de los cuales, 55 son chicos (49,5%) y 56 chicas (50,5%); con edades comprendidas entre 11 y 12 años, (con una media de 11,32 y una desviación típica de 0,467) de sexto curso de educación Primaria. Los instrumentos empleados fueron los siguientes: En relación al componente motor se administró la Batería Motriz “Movement ABC” (Movement Assessment Battery for Children) de Henderson y Sugden (1992) para niños y niñas de 4 a 12 años. Consta de 8 tareas motrices, diferentes para cada tramo de edad estudiado (de 4 a 6; de 7 a 8; de 9 a 10 y de 11 a 12 años). Las áreas que abarcan dichas pruebas se dividen en tres: destreza manual, habilidades de balón, y equilibrio. El resultado se expresa con una única puntuación total para cada área motriz evaluada y el sumatorio de las tres áreas da como resultado una puntuación final: el cociente motor, que hace referencia a la puntuación global de la batería en su globalidad. El ABC refleja el consenso general de la teoría e investigación en el ámbito psicológico y educativo en cuanto a los puntos de corte para considerar la existencia o no de problemas de movimiento. Así, una puntuación de percentil 5 o por debajo indica que tales niños, definitivamente, muestran problemas de coordinación, mientras que el percentil 15 se considera como el punto limite para considerar riesgo de PECM. En cuanto a los factores psicológicos, se empleó el Cuestionario Physical Self- Perception Profile de Fox y Corbin (PSPP, 1989,1990) adaptado al castellano por Gutiérrez, Moreno y Sicilia (1999). El PSPP se basa en los trabajos de Harter (1985, 1986) y la adaptación se ha elaborado a partir del cuestionario de Fox (1990) y Fox y Corbin (1989) con el objetivo de conseguir una medida multifactorial del auto-concepto físico. Consta de treinta ítems que engloban un total de cinco factores, cuatro de ellos miden dominios específicos: percepción de competencia deportiva, atractivo corporal, fuerza física y la condición física, y una quinta sub-escala que explora la percepción global de la competencia física general. Los ítems se presentan en forma de escala tipo Liker con puntuaciones del 1 al 4 donde los sujetos indican su grado de acuerdo o desacuerdo con cada enunciado, siendo el 1 “totalmente en desacuerdo” y el 4 “totalmente de acuerdo”.

RESULTADOS

Siguiendo los datos del test motor los escolares quedaron divididos en tres grupos: sin problemas de coordinación (N=55: H=27; M=28), grupo de sintomáticos (N=19: H=10; M=9) y problemáticos (N= 37: H=18, M=19). De los 111 escolares que participaron en el estudio, un total de 108 cumplimentaron el cuestionario PSPP (Fox y Corbin, 1989), los cuales se encuentran divididos al 50% por género (54 chicas y 54 chicos). Los datos descriptivos para cada uno de los factores en función del sexo y el nivel de competencia motriz de los sujetos se muestran en la siguiente tabla:

Contenido disponible en el CD Colección Congresos nº

Según los resultados, observamos que los chicos tienen puntuaciones algo superiores a las de las chicas en todos los factores de auto-concepto físico a excepción de la imagen corporal, donde las chicas se perciben mejor. Sin embargo, sólo se establecen diferencias significativas en cuanto al género en las dimensiones de competencia deportiva percibida a nivel de p < 0,01, y en la condición física percibida a nivel de p < 0,05. Siendo los chicos los que obtienen mayor puntuación en ambos casos. En relación al nivel de competencia motriz y tendiendo a los datos descriptivos, en todas dimensiones del test los escolares sin dificultades de movimiento puntúan por encima de aquellos con algún tipo de dificultad. Sin embargo, el análisis multivariado de la varianza indica que no existen diferencias significativas en ninguno de los factores del auto-concepto físico entre los tres niveles de competencia motriz. En este sentido destacamos, la interacción significativa entre sexo y nivel de competencia motriz en el factor de competencia deportiva percibida (p=0,010). Si consideramos dos grupos, con y sin dificultades de coordinación motriz, siendo éstos últimos como el conjunto de sintomáticos y problemáticos, vemos que el análisis de la varianza es significativo en cuanto a la condición física percibida (p=0,019). Los escolares con PECM se perciben significativamente peor, en cuanto a condición física, que sus compañeros.

DISCUSIÓN

Los resultados expresados sugieren que el total de la muestra presenta unas opiniones sobre su propia competencia física bastante buenas, tanto en general, como en particular, en cada una de las dimensiones evaluadas por el test PSPP. A pesar de que las puntuaciones en la mayoría de los factores del test son favorables a los chicos, estas diferencias son significativas tan sólo en dos dimensiones: en la competencia deportiva y condición física percibida. Datos que coinciden con el estudio de Gómez (2004), según la autora estas diferencias pueden atribuirse al influjo sociocultural. Del mismo modo, al analizar el auto-concepto motor de los sujetos en relación a su competencia motriz real, comprobamos que los alumnos con PECM dan puntuaciones algo inferiores en el cuestionario. Sin embargo, el análisis estadístico refleja que estas discrepancias son significativas tan sólo en uno de los factores evaluados, correspondiente a la condición física percibida entre escolares con y sin PECM, y no en relación a ningún otro factor específico, ni tampoco en relación al factor que evalúa la percepción de competencia física global. Esto nos lleva a considerar que el nivel de competencia motriz real de los sujetos no se corresponde, en general, con la opinión que ellos mismos tienen sobre su propia competencia física. Estos hallazgos no apoyan en su totalidad los resultados de varias investigaciones (Gómez, 2004; Cantell, 1998; Maeland, 1992, Piek et al., 2000; Rose et al., 1997; Van Rossum y Vermeer, 1990; Cantell et al., 2003; Losse et al., 1991; Shoemaker y Kavelboer, 1994; Kirby y Lisk, 2005) que apoyan la teoría de Harter (1978) afirmando que los niños y adolescentes con PECM tienen percepciones de competencia física significativamente más bajas que aquellos sin dificultades de movimiento. Pero en cambio, coinciden con otros autores que testifican que no todos los niños con esta problemática son realmente conscientes de su baja y manifiesta competencia física (Causgrove Dunn y Watkinson, 1994). Estos autores sugieren la posibilidad de que este colectivo desarrolle algún tipo de estrategia para evitar que sus percepciones se vean afectadas, y mantener su motivación y percepciones positivas. La clave según los estudiosos, puede estar en las fuentes de información usadas por los alumnos para establecer sus juicios de competencia así como en las atribuciones causales de éxito o fracaso al aprender. Conclusiones. Aunque los niños con PECM muestran una competencia percibida significativamente más baja en una de las dimensiones del auto-concepto físico, esto no tiene un impacto sobre su percepción global en el ámbito motor y físico. Por tanto, en general, los sujetos no son conscientes ni objetivos en sus percepciones sobre su competencia motriz real o manifiesta.

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