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4 May 2006

“Iniciación deportiva: educación o rendimiento”

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El título de este debate no es descabellado, son muchos los que opinan que la iniciación deportiva es educación y otros, también muchos, que es rendimiento. Si me dieran a elegir, es evidente que por mi formación y dedicación profesional elegiría el término educación para definir a la iniciación deportiva.

 
Autor(es): Dr. José Palacios Aguilar
Entidades(es): Profesor de Juegos en el Departamento de Educación Física y Deportiva de la Universidade da Coruña
Congreso: I Congreso Internacional de las Ciencias Deportivas
Pontevedra– 4-6 de Mayo de 2006
ISBN: 84-611-0552-4
Palabras claves: Iniciación deportiva, educación, rendimiento

Resumen

El título de este debate no es descabellado, son muchos los que opinan que la iniciación deportiva es educación y otros, también muchos, que es rendimiento. Si me dieran a elegir, es evidente que por mi formación y dedicación profesional elegiría el término educación para definir a la iniciación deportiva. Pero desde el principio añadiría que la iniciación deportiva es, sobre todo, juego. O, al menos, así debería ser, ya que de lo contrario se comienza desde la incorrección y dicha iniciación deportiva sin juego estaría condenada al fracaso, en todos los sentidos, pero principalmente en todo lo que se refiere a la persona que se inicia en el deporte.

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INTRODUCCIÓN

El título de este debate no es descabellado, son muchos los que opinan que la iniciación deportiva es educación y otros, también muchos, que es rendimiento. Si me dieran a elegir, es evidente que por mi formación y dedicación profesional elegiría el término educación para definir a la iniciación deportiva. Pero desde el principio añadiría que la iniciación deportiva es, sobre todo, juego. O, al menos, así debería ser, ya que de lo contrario se comienza desde la incorrección y dicha iniciación deportiva sin juego estaría condenada al fracaso, en todos los sentidos, pero principalmente en todo lo que se refiere a la persona que se inicia en el deporte. Está reconocido y aceptado que el juego es mucho más que un medio para la iniciación deportiva. El juego es patrimonio de la humanidad, origen de la cultura según Huizinga; actividad común y universal en el ser humano, en la que Cagigal afirmaba que comulgan niños y adultos; espacio único e imprescindible de experiencias y vivencias motrices, cognitivas y afectivas; derecho de los niños según contempla la Declaración Universal de los Derechos del Niño desde 1959; contenido de la Educación Física en primaria y secundaria según establecen los Diseños Curriculares. El juego es mucho más: “Hay que regresar hacia la esencia del deporte: el hombre que juega y se esfuerza corporalmente. Juego y esfuerzo físico que están en la base de una radical renovación humana” (Cagigal, 1981). “Por lo tanto, hemos decidido tomar el juego en serio. No es una apuesta carente de riesgos. Tendremos que aceptar someter la fantasía lúdica, sus travesuras y sus espontaneidades, a la pesadez de un aparato de investigación que no siempre podrá olvidarse. Harán falta una elaboración conceptual rigurosa, resultados controlables y reproducibles, modelos matematizados, en fin, una sumisión a las servidumbres metodológicas tradicionales”. (Parlebas, 1988). En Educación Física, una de las posturas que tradicionalmente se han adoptado respecto al juego (Julián Miranda, 1989) es, precisamente, la de considerarlo como actividad para la iniciación deportiva. Es una postura cierta, pero incompleta, y que no puede fundamentarse en el razonamiento tradicional siguiente: “al jugar los niños se preparan para actividades más serias y rentables, como es el deporte”. Esta forma de pensar refleja un punto de partida muy equivocado y que está haciendo mucho daño al propio juego y, sobre todo, al deporte. Es una postura que demuestra un desconocimiento generalizado sobre la educación, sobre el juego y sobre el deporte. A los que opinan de forma tan parcializada y limitada es necesario recordarles que el deporte no ha dejado de ser juego y que si lo ha hecho ha sido para convertirse en trabajo, perdiendo así todo su valor humanitario. En cuanto al rendimiento me gustaría dejar claro que lo considero positivo, pero siempre y cuando vaya acompañado de educación. De poco debería valer todo tipo de rendimiento (no sólo en el deporte) si va acompañado de la ilegalidad, las trampas o la violencia. El rendimiento, unido siempre al afán humano de superación, debe ser una actitud humana en la que prime el respeto a las normas y el respeto a los demás, ya sean árbitros, adversarios o compañeros. Todas estas ideas se pueden resumir en una frase sencilla y directa: si la iniciación deportiva es juego también será educación y no sólo rendimiento.

EL VALOR DEL JUEGO EN INICIACIÓN DEPORTIVA

Aprender jugando es lo más sencillo y, a la vez, lo más lógico y normal en el niño. El juego es la primera expresión del niño, la primera asignatura de la vida (Feslikenian, 1974); quizás, si no la única vía, sí la más efectiva para que logre aprender a percibir e interpretar el mundo, su entorno, todo lo que le rodea, y, en consecuencia, se eduque. En el adulto, aunque no se puede afirmar rotundamente que el juego es la mejor forma de aprender, sí es cierto que es una de las actividades que realiza para facilitar la adquisición de una vida más equilibrada, lo que redunda de forma decisiva en sus aprendizajes y en su educación. En Educación Física el juego representa todo un mundo de posibilidades educativas y está aceptado universalmente que es el medio ideal para conectar al niño, al joven o al adulto, con una práctica divertida de la actividad física. Para disfrutar haciendo ejercicio físico no hay nada mejor que realizarlo en forma de juego. Y cuando el juego se convierte en deporte resulta mucho más agradable y participativo si es practicado con un carácter lúdico y competitivo, que si únicamente prima el rendimiento y los resultados. Además, no podemos olvidar que el juego representa el origen de casi todas las especialidades deportivas, tanto a lo largo de la historia, como en la vida de cada persona. Los diferentes y numerosos deportes no nacieron tal y como están configurados en la actualidad, sus orígenes casi siempre son juegos espontáneos que se van complicando paulatinamente y se van definiendo y delimitando con reglas y normas hasta perder su carácter de naturalidad y espontaneidad para convertirse en deportes institucionalizados. De igual forma, en la vida del individuo, de niño se comienza jugando y, poco a poco, se pasa a practicar el deporte (reglamentado e institucionalizado), que debería seguir realizándose como un juego, incluso por los propios profesionales. El deporte es, ante todo, juego. Cagigal insistió siempre en esta idea, señalando que para ir a practicar cualquier deporte se dice: “vamos a jugar” (al fútbol, al hockey, al baloncesto, etc.); de un deportista el público y la prensa dicen: “jugó muy bien” o “juega muy bien”, y casi nunca oímos o leemos que trabaja bien; el acontecimiento deportivo más importante de nuestro tiempo se llama: “juegos olímpicos”; a una buena acción deportiva se la denomina: “buena jugada”; en las explicaciones docentes sobre técnica y táctica de un deporte se analizan: “características del juego”; hasta se habla de: “jugadores profesionales”. Para Cagigal (1975), todos estos usos y acepciones, cuyos ejemplos podrían ser incrementados interminablemente, no son metafóricos, sino reales y directos; y por todo esto él cree que tiene razón Bouet cuando afirma que el deporte no es ya sólo juego, es mucho más que juego, y ha incorporado significaciones muy ajenas al mismo: “Pero es, aún hoy, una de las grandes formas de juego que conserva la sociedad”. Pronunciándose en este sentido autores tan relevantes como Carl Diem, Johan Huizinga, Roger Caillois, y el propio José Mª Cagigal. Por todo esto podemos afirmar que introducir a los niños en particular, y a todas las personas en general, en las técnicas deportivas complejas mediante el juego, es la forma más lógica y también la más fácil para tener éxito en la iniciación deportiva. Es absurdo plantear una iniciación deportiva basada en términos técnicos, en los que prime el rendimiento y los resultados por encima de todo. Para entender mejor estas ideas conviene que repasemos un esquema que explica la evolución desde el juego al deporte, a través de diversas formas que todos conocemos:

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EL DEPORTE ES JUEGO

Aunque ya se ha tratado en el apartado anterior, conviene insistir aún más en un principio que no debería abandonarse nunca: el deporte es juego y si no es juego tampoco es deporte. Han sido muchos los teóricos de la educación física y del deporte (Huizinga, Cagigal, Parlebas entre los más conocidos) que han defendido la esencia y el carácter del deporte centrado en el juego. A pesar de todo, existe una corriente deportiva que, equivocadamente, se aparta de la esfera del juego, lo que ya fue avisado por Johan Huizinga en 1938, cuando escribía en su Homo ludens: “El deporte se va alejando cada vez más en la sociedad moderna de la pura esfera del juego, y se va convirtiendo en un elemento sui generis: ya no es juego y, sin embargo, tampoco es algo serio … El deporte ha consumido lo mejor de su contenido lúdico”. Esta orientación, que está llegando en la actualidad a cotas muy elevadas, me parece, no sólo errónea, también perniciosa para el propio deporte, para el juego y, por supuesto, para la educación. José María Cagigal (1979) en el capítulo “Deporte y Educación” de su libro Cultura intelectual y cultura física, llegó a una conclusión que adquiere enorme valor en este tema: “El deporte será tanto más educativo cuanto más conserve su calidad lúdica, su espontaneidad y su poder de iniciativa. Por ello no es más educativo el deporte superclasificado, llevado a extremos de tecnicismos, modelizado y estereotipado. El perfeccionismo técnico en la ejecución deportiva posee sus valores, pero no los originalmente educativos anteriormente señalados… El educador deportivo deberá afrontar, entre otras tareas, la lucha contra algunos gremios técnicos del deporte”. La solución es sencilla, pasa por considerar al deporte como juego y, eso sí, como un juego colectivo de la mayor trascendencia en la sociedad actual, integrado plenamente en la esfera de la educación, representando en nuestra cultura el elemento lúdico en su grado máximo. Pero todos sabemos que el deporte es más que un juego; y lo es, principalmente, por su carácter colectivo, institucional e internacional. El deporte ha sido, precisamente, la actividad que más ha unido a colectivos diferentes en sexo, raza, religión, condición social, procedencia geográfica, país, etc., hasta el punto de ser indispensable la cooperación de una enorme y amplísima colectividad mundial para instaurar la normativa que regula cada especialidad deportiva. Como vemos, también es importante saber diferenciar el juego del deporte, está claro que no son lo mismo. Aunque compartan similitudes también tienen sus diferencias, motivo que nos obliga a presentar un cuadro comparativo para profundizar en este análisis. Se comparan las formas de juego y deporte que vimos anteriormente, atendiendo a diferentes características descritas por Huizinga y por Cagigal, y utilizando valoraciones que pueden entenderse con facilidad: total para cuando la característica se cumple siempre, nulo para cuando nunca se cumple y variable para cuando la característica puede o no cumplirse en función de otros factores.

Cuadro comparativo – Del juego al deporte profesional.

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CONCLUSIÓN: LOS BENEFICIOS DEL JUEGO EN LA INICIACIÓN DEPORTIVA

Me gustaría finalizar detallando los beneficios que, en mi opinión, aporta el juego a la iniciación deportiva, que son los que deberían primar para conseguir que los iniciados, ya sean niños o adultos, se relacionen con el deporte de una forma divertida y respetuosa, con educación y, por qué no, con posibilidad de llegar al rendimiento. Estos beneficios se resumen en dos puntos: 1. La motivación, como consecuencia directa de la variedad y las posibilidades de aplicación que tiene el juego. El juego es una actividad que se hace porque apetece y divierte, por eso es tan fácil llegar a concentrarse en él y dejarse llevar por su magia, que no es otra que la diversión. Este estado de total entrega y concentración es lo que algunos autores llaman “tensión del juego”, que suele ser mayor, cuanta más incertidumbre posee, y que no deja de ser motivación hacia una actividad fuera de lo corriente y procuradora de enormes beneficios. 2. La facilidad de adquirir mediante el juego capacidades, habilidades y actitudes que influyen directamente en el rendimiento, tales como llegar al conocimiento más completo de uno mismo para hacer posible el espíritu de superación, descubrir las posibles relaciones con los demás (amistad, confianza, respeto), adaptarse al entorno, fomentar la imaginación y la creatividad, mejorar la concentración, establecer y mejorar la relación social, el trabajo en equipo y la cooperación, y otros muchos beneficios que se encuentran presentes en los auténticos juegos.

Bibliografía

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