La cultura física del pueblo íbero.
La cultura física del pueblo íbero.
RESUMEN COMUNICACIÓN/PÓSTER
Los íberos dominaron la Península Ibérica durante el periodo comprendido entre el siglo VI A.C y el siglo I. La finalidad de esta investigación era analizar vestigios que se conservan sobre el pueblo íbero y que representan actividades propias de su cultura física. La primera parte de este estudio, la introducción, está dedicada a justificar y fundamentar la investigación. Una vez definidos los objetivos y las fuentes históricas utilizadas para la obtención de datos, se expone la metodología de investigación. Posteriormente se muestran y analizan los resultados obtenidos en el estudio, los cuales indican que los íberos practicaban muchas actividades físicas de carácter lúdico, como la caza y la equitación. Finalmente, en el último epígrafe, no sólo se presentan conclusiones propias del ámbito deportivo, sino que superando a éste se reflejan realidades y características propias de esta cultura, que aún es tan desconocida desde el punto de vista de la historia del deporte.
Los íberos ocuparon entre los siglos VI y I A.C una franja entre Andalucía y el Languedoc, paralelamente al Mediterráneo en el que se centraban entonces las grandes culturas occidentales que influyeron notablemente sobre la cultura ibera, sobretodo griegos, púnicos y fenicios. Los íberos eran un conjunto de pueblos pertenecientes a una etnia común, según Pellón (2000), procedían del centro de Europa y entraron en la Península Ibérica por el sur de Francia. Su diversidad consistía en aspectos tales como su preferencia por los gobiernos monárquicos en el sur (donde a los reyes se les atribuía un origen divino) y de carácter aristocrático-oligárquico en el este (donde las tribus eran comandadas por un caudillo, asistido por un consejo); por las actividades agrícolas en los valles y mineras o ganaderas en las montañas; por las variantes decorativas en cerámicas o por las tipologías constructivas. En cambio su unidad se manifestaba en el carácter sincrético de su religión, donde los diferentes panteones de dioses tienen parecidas características propiciatorias y relaciones con la naturaleza (practicaron el culto al Sol, a la Luna y al Toro); en el ritual funerario de incineración y depósito de los restos en urnas; en la iconografía artística de estos pueblos, de carácter animalista y antropomorfo; en la lengua no indoeuropea que hablaban; en su vocación guerrera y en las relaciones de tipo clientelar, de los que cartagineses y romanos se sirvieron para concertar pactos y enrolar mercenarios como tropas auxiliares. Por todo ello se puede hablar de un universo cultural común, a pesar de los innumerables matices (Bendala, 2000).
Algunos de los pueblos íberos más destacados eran los turdetanos en el valle del Guadalquivir, herederos de la tradición tartésica; los bastetanos, los oretanos, los mastienos y los deitanos, que ocupaban desde las proximidades de Cádiz hasta el sur de la actual Comunidad Valenciana; los contestanos y los edetanos desde el río Júcar al norte de Castellón; los jacetanos en las zonas pirenaicas y el norte costero de Cataluña; los sordones en el Rosellón, etc. Dentro de la historia del deporte el pueblo íbero ha sido una de las grandes culturas olvidadas. Así pocos son los estudios existentes sobre la cultura física de este pueblo, los cuales han tenido un carácter genérico y casi testimonial. Ello se debe, muy posiblemente, a la escasez de vestigios al respecto y, sobretodo, a la lengua preindoeuropea propia de esta cultura, la cual aún no se ha logrado descifrar en la actualidad (Tovar, 1987). No obstante, el periodo de apogeo del pueblo íbero coincidió con el esplendor de otros pueblos de gran riqueza en el campo de las actividades físicas de carácter lúdico, como es el caso de los griegos, con los que mantuvieron mucha relación, sobretodo de tipo comercial, lo cual dio lugar a un gran intercambio cultural (Bendala, 2000). El problema que se plantea ante esta situación remite a la necesidad de realizar un estudio sobre la cultura física de los íberos, entendiendo a ésta en el sentido que lo hace Pereira (1988), toda la parcela de la cultura que comprende ejercicio físico, como la educación física, el entrenamiento, la recreación físico-activa, la danza, etc. Para ello será fundamental el análisis de los vestigios históricos existentes en la actualidad respecto a esta civilización.
Objetivos.
El objetivo de esta investigación es analizar fuentes históricas de carácter primario en torno la civilización íbera, las cuales remitan a la cultura física de dicha civilización. Todo ello con la finalidad de caracterizar las prácticas que componían el bagaje físico de esta civilización. Fuentes de la investigación. La investigación histórica se basa en el estudio y análisis de fuentes, entendiendo a éstas como todo aquello que puede interpretarse como indicio de la presencia/actividad del hombre que nos precedió (Marrou, 1968). El problema de las fuentes históricas sobre la civilización íbera estriba no sólo en su escasez con respecto a otras culturas, sino en el carácter preindoeuropeo de su lengua lo cual la hace difícil de traducir e interpretar; de hecho hoy día no existe una postura común de los investigadores al respecto (Tovar, 1987). No obstante, en base a las aportaciones de investigadores como Quesada (1997) o Pellón (2006), es posible afirmar que las principales fuentes de datos sobre la civilización íbera se encuentran en los restos arqueológicos, numismáticos e iconográficos de esta cultura, así como las referencias literarias aportadas por autores grecolatinos, dentro de los cuales destaca Estrabón. Por todo ello las fuentes históricas de esta investigación son las siguientes:
• Los vestigios históricos que sobre la cultura íbera se hallan en los siguientes museos, los cuales destacan por la su riqueza al respecto:
o Museo Arqueológico Nacional.
o Museo Arqueológico y Etnográfico de Granada.
o Museo Arqueológico de Sevilla.
o Museo Arqueológico de Liria.
o Museo Provincial de Bellas Artes de Jaén.
• Las obras literarias de los siguientes autores grecolatino, en las cuales existen referencias al pueblo íbero:
o Ora marítima de Avieno.
o Geografía. Libro III de Estrabón.
Método.
El método histórico es el utilizado en este estudio, según Bisquerra (1989) se trata de un tipo de investigación descriptiva que estudia la conexión entre los hechos que han ocurrido en el pasado a partir del análisis de fuentes históricas. Como este mismo autor indica la investigación histórica significa interpretar, en el caso de este estudio ello implica analizar los vestigios históricos sobre el pueblo íbero desde la perspectiva de la historia del deporte, área de conocimiento que escasamente ha estudiado esta cultura. El diseño de investigación propuesto para este estudio posee tres partes bien diferenciadas. En primer lugar se realiza la crítica de fuentes a partir del Análisis Documental de las mismas, una vez asegurada la fiabilidad y validez de los datos contenidos en estas fuentes, se les aplica la técnica de Análisis de Contenido, definida por Bardin (1986) como el análisis de documentos, imágenes, objetos, etc. utilizando procedimientos sistemáticos y con una finalidad descriptiva del contenido. Finalmente la última parte de este diseño de investigación consiste en la triangulación de los datos obtenidos en cada una de las fuentes documentales estudiadas. Análisis y discusión de los resultados.
Los resultados obtenidos en esta investigación, a tenor de los datos existentes en las fuentes estudiadas, indican que la civilización íbera poseía una amplia cultura física, dentro de la cual destacan las siguientes prácticas.
-Equitación: Los équidos jugaron un papel muy importante en la sociedad íbera, en la economía doméstica, en el ámbito de la religiosidad, en el de la guerra y, por último, como símbolo de status social, ya que era un importante elemento de prestigio, la principal posesión de la aristocracia guerrera (Pellón, 2006). Dentro de esta cultura se desarrollaron como clase dominante las elites guerreras, surgidas a partir de un ideal heroico proveniente de las influencias mediterráneas, siendo el caballo su principal atributo. Esta característica de la sociedad íbera queda reflejada, por ejemplo, en los relieves monumentales de Osuna (Sevilla) y de Cipo de Jumilla (Murcia); también son destacables los exvotos funerarios, como los del Santuario del Collado de los Jardines (Jaén) y la decoración de los calatos o vasos, que tan frecuentemente aludían a la equitación como práctica aristocrática, como es el caso del de San Miguel de Liria (Valencia) o el de Archena (Murcia). Desde el siglo VI hasta el III A.C es poco probable que existiera un cuerpo de caballería, puesto que los caballos eran costosos de adquirir y mantener; por lo que, como ya se ha indicado, sólo la clase dominante los poseía. No obstante, a partir de la Segunda Guerra Púnica (219-201 A.C), se desarrollo sobremanera la caballería íbera, perdiendo paulatinamente el carácter de símbolo aristocrático pero ganando en eficacia militar (Ruíz, 1995). Según Estrabón (1992), los jinetes íberos montaban a caballo de dos en dos y uno de ellos actuaba como peón en el momento de la lucha. Por último hay que destacar que, según Pellón (2006), los jinetes íberos formaban un ejército temible y durante la Segunda Guerra Púnica lucharon como mercenarios tanto del lado romano como del cartaginés.
-Caza: Los bosques en Iberia ocupaban en tiempos de los íberos extensas zonas arbóreas, en ellos vivían ciervos, venados, jabalíes, osos, lobos, conejos, liebres aves,…que se convirtieron en los objetivos de los cazadores. La caza llegó a ser tan importante dentro de esta cultura que, tras la agricultura, era la principal fuente de sustento económico. No obstante esta práctica no sólo se realizaba como medio de subsistencia, ya que los nobles, sobretodo los jóvenes, se ejercitaban asiduamente en esta actividad (Olmos, 2005), utilizándola como forma de recreo y parte de su formación guerrera. Sirvan como ejemplos el relieve del Museo Arqueológico de Sevilla, en el que se representa a dos jóvenes que junto a su perro se disponen a ir de caza, la fíbula de plata de Chiclana de Segura (Jaén) o las esculturas de cazadores, uno con una liebre como presa y otro con perdices, del yacimiento de Cerrillo Blanco en Porcuna (Jaén). Finalmente hay que resaltar que la presa más valiosa para el íbero era el jabalí, puesto que no se cazaba sólo para conseguir alimento, sino también con un sentido ritual; sus colmillos se utilizaban como talismán en colgantes que tenían una función protectora (Pellón, 2006).
– Lanzamiento con honda: Los honderos baleares fueron muy famosos en la antigüedad y varios son los elogios que hablan de la gran destreza que poseían (Hernández, 2003). Según Estrabón (1992) los honderos se presentaban al combate con una jabalina endurecida al fuego, un escudo de cabra y tres hondas de junco negro que variaban su longitud en función de la distancia de lanzamiento para la que se utilizaban (las más largas para lanzamientos más lejanos). Dicho escritor afirma que desde niños recibían un adiestramiento concienzudo en la utilización de esta arma, lo cual implicaba una ejercitación diaria. Esta idea es también defendida por Hernández (2003), según el cual para adquirir el nivel de destreza necesario para hendir corazas y cascos metálicos con facilidad, los honderos debían entrenarse de forma continuada y sistemática.
-Lucha Íbera: Las elites guerreras de la sociedad íbera practicaban, como parte de su formación y entrenamiento, un tipo de lucha que queda manifiestamente representada en una de las esculturas encontradas en el yacimiento de Cerrillo Blanco. En ella dos oponentes, con pies desnudos, entrelazan sus brazos y cruzan sus piernas. Uno y otro tratan de agarrarse al cinturón del compañero para tirarlo al suelo. Según Olmos (2005) el pueblo íbero practicaba también los combates con armas (lanza, falcata y escudo). Afirma este autor que ello queda reflejado en una escultura hallada en Cerrillo Blanco, en la que un jinete desmontado alancea a un enemigo que yace en el suelo. Sin embargo, no existen otro tipo de hallazgos que justifiquen la existencia de estos combates; es más otros autores como Pellón (2006) y Bendala (2000) defienden que, los vestigios en los que aparecen representados combates con armas, simbolizan la idealización de la casta dominante de esa sociedad. Añaden que los guerreros sólo portaban sus armas en público cuando realizaban desfiles o danzas ejemplarizantes para los ciudadanos, en las que exhibían sus habilidades con éstas y el caballo.
-Ritos iniciáticos: En época íbera se practicaban en Iberia varios tipos de ritos, como los religiosos, los funerarios y los de iniciación (Pellón, 2006). El objeto de estos últimos era el comienzo de la actividad guerrera de los jóvenes. En el caso de los pueblos íberos el joven guerrero debía adentrarse en el bosque y dar muerte a un animal de gran tamaño, cuya lengua debía traer como prueba de su hazaña (Chapa, 1985). La heroicidad que acompañaba a esta práctica queda patente en restos arqueológicos como la “Grifomaquia”, del conjunto escultórico de Cerrillo Blanco, en la que un guerrero íbero es representado en plena lucha contra un grifo. La intención que subyace a esta representación es la de ensalzar al joven aristócrata, rodeándolo de un aura de heroicidad al luchar contra un animal mitológico.
– Ritos taurinos de tipo religioso: Como se indicó con anterioridad los íberos practicaban ritos religiosos, dentro de los cuales destacaban los relacionados con el toro. Estrabón (1992) habla de la gran cantidad de toros que habitan en las tierras de Iberia y, según Fernández (2003), desde el siglo VII A.C existen referencias, dentro de la cultura íbera, de rituales encaminados a utilizar el toro como elemento de sacrificio a los dioses. Esta afirmación se constata por las numerosas esculturas de este animal que han llegado hasta hoy día, como es el caso de los toros de Osuna o los berracos de piedra hallados en las provincias de Córdoba, Salamanca y Ávila. También hay que destacar los vasos de Liria en los que se representan escenas en las que uno o varios hombres se enfrentan a un toro con la ayuda de un escudo. Al respecto hay que añadir que Ángel Álvarez de Miranda (citado por Hernández, 2003) señala que en la muralla de Clunia se encontró el relieve de un toro enfrentado a un hombre armado con escudo y espada. Por tanto, se trataba de una práctica religiosa en la que guerreros íberos se enfrentaban a uno o varios toros, siendo este tipo de combates una ofrenda a los dioses. La relación existente entre este ritual y el desarrollo posterior de la tauromaquia en la Península Ibérica es patente y así es defendida por varios autores (Fernández, 2003; Hernández, 2003).
– Danzas: Las danzas íberas se reflejan con gran detalle en la decoración de las vasijas de cerámica de Liria. Los tipos de danzas que aparecen ilustrados son los siguientes:
-Danzas guerreras al son de la música, en las que normalmente el choque de los escudos se utilizaba para marcar el ritmo. Estas danzas tenían como objetivo instruir al pueblo sobre la valía del guerrero íbero.
-Danzas fúnebres, que solían realizarse en los entierros de personajes muy destacados dentro de la sociedad íbera (Pellón, 2006).
-Danzas festivas, en las que, según Hernández (2003), destacaron las bailarinas turdetanas. Los bailes que realizaban tenían un carácter festivo aderezado con cierta lascivia, lo que les proporcionó una gran popularidad por todos los pueblos del Mediterráneo.
Los artistas íberos representaban con gran detalle a los danzantes, gracias a ello es posible determinar que siempre actuaban en grupos, a diferencia del pueblo celta en el que primaban las danzas individuales. Los participantes, vestidos con ricos ropajes, se daban la mano y existía una serie de movimientos de pies que quedan claramente detallados en la decoración de las vasijas. Por último, indicar que los instrumentos musicales más usuales, con los que acompañaban a los cánticos, eran la flauta y el oboe; aunque también utilizaban otros como la llamada trompeta larga o el bastón como instrumento de percusión.
Conclusiones.
El estudio realizado ha permitido caracterizar la cultura física del pueblo íbero. No obstante, hay que reseñar la necesidad de realizar más investigaciones al respecto; ya que se trata de una cultura escasamente estudiada desde la perspectiva de la historia del deporte y aún existen muchas fuentes históricas que pueden aportar referencias sobre las prácticas físicas de carácter lúdico propias de esta civilización. Los participantes en estas actividades eran fundamentalmente hombres de la nobleza, a las mujeres de esta misma clase social sólo se les permitía participar en las danzas. Sin embargo, hay que resaltar que el papel de la mujer íbera, aunque pudiera parecer secundario (suele aparece representada en los restos arqueológicos portanto abanicos o dedicadas a labores de ovillo, huso o telar), no lo era en realidad. De hecho eran las responsables de una faceta social de capital importancia, la religiosidad, ejerciendo como sacerdotisas, de las que tenemos un claro ejemplo en la Dama de Elche. Las finalidades que se perseguían, con la práctica de estas actividades físicas de carácter lúdico, eran muy variadas. En primer lugar servían como medio de preparación para la guerra (objetivo que, a lo largo de la historia, ha sido muy común en las actividades de este tipo que se han practicado en diferentes épocas y contextos), intención que queda de manifiesto con prácticas como la caza, la equitación o la lucha. En segundo lugar, existían actividades con un sentido de adoctrinamiento del pueblo llano sobre la superioridad de la clase dominante, como era el caso de las danzas de guerreros. Finalmente existían prácticas con una finalidad ritual asociada a la religiosidad, como ocurría con las danzas que servían de ofrenda a los dioses, las que se realizaban en las ceremonias fúnebres y los rituales taurinos.
A tenor de los resultados obtenidos se puede concluir que los íberos eran un pueblo bélico, en el que la clase dominante estaba conformada por elites ecuestres, es decir, por jinetes guerreros. El rasgo distintivo de estas elites no eran las armas, ya que la mayoría de los íberos las portaban, sino el caballo. Este animal era el principal elemento de prestigio, la principal posesión de la aristocracia guerrera. Hay que destacar el contraste entre la escasez de bocados y espuelas encontradas en los yacimientos arqueológicos y la frecuencia con que el caballo aparece representado en la iconografía. De hecho, según un estudio realizado por Quesada (1997), sólo en un 6.6% del total de las 700 tumbas ibéricas con armas que fueron investigadas, aparecen arreos de caballo, y estas tumbas son por término medio las de mayor riqueza y complejidad del ajuar. Además este autor afirma que es muy raro encontrar un elemento de arreo sin armas que lo acompañen, lo que indica la íntima asociación de ambas categorías de objetos. Todo ello demuestra la existencia de estas elites ecuestres, una clase social pequeña pero dominante en la sociedad íbera. La nobleza íbera, al igual que la griega, exaltó el esfuerzo y las hazañas de sus mejores representantes. Este hecho queda patente en el arte, por ejemplo en las numerosas representaciones de guerreros y de las hazañas de éstos; o en las danzas que, con una finalidad instructora y moralizante, ensalzaban la valía e importancia de estos personajes; incluso en los ritos de iniciación del guerrero, los cuales guardan una gran similitud con los de otros pueblos bélicos de la antigüedad como los espartanos o los celtas, en los que el joven aristócrata aparece luchando contra bestias mitológicas. Este contexto dotaba a la elite ecuestre de un aura de heroicidad y de superioridad sobre el resto de la población. Para salvaguardar esta situación preeminente en la sociedad íbera, la aristocracia buscaba con ahínco destacar en gestas bélicas, pues el objetivo último era ser el mejor guerrero, ser el más poderoso. Todo ello con la finalidad de mantener la superioridad de esta casta sobre el resto y justificar así su papel como clase dominante.
Sin embargo a partir del siglo III A.C el caballo empezó a utilizarse como montura y aparecieron las primeras compañías de jinetes guerreros. Este ejército luchó frecuentemente como mercenario, tanto del lado cartaginés como del romano, durante la Segunda Guerra Púnica. Hay que destacar que, según varias fuentes históricas, las temibles cargas de los jinetes íberos estaban inspiradas tanto en el frenesí guerrero como en el consumo de alcohol, puesto que el uso y abuso del vino y la cerveza por parte de los guerreros íberos era muy común. En esta sociedad, cada vez más compleja, el estatus guerrero de las oligarquías ecuestres desapareció, constituyéndose en sistema censatario basado en los impuestos y en la acumulación de riquezas y joyas. Por tanto la clase dominante ya no se diferenciaba del resto por su valía en el combate, sino por sus posesiones y tesoros. No obstante esta nobleza mantuvo su imagen ecuestre, así en las ciudades para poder aspirar a un cargo administrativo o una magistratura era necesario poseer un caballo. Además las monedas de esta época, emitidas por la aristocracia, poseían en la mayoría de los casos imágenes de jinetes.
Referencias
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