RETIRADA DEPORTIVA vs JUBILACION LABORAL (I)
Retirada Deportiva vs Jubilación Laboral: Semejanzas y Diferencias (1ª parte)
La retirada deportiva es un fenómeno que, en cuanto proceso, guarda muchas concomitancias con la retirada o jubilación laboral de cualesquiera otros trabajadores, pese a las críticas de algunos autores que se comentan más adelante. La diferencia probablemente más destacada estriba en que la retirada deportiva se produce –en la práctica totalidad de los casos- a una edad en la que el resto de los trabajadores son perfectamente productivos y aún los propios deportistas lo son en otras muchas actividades de la vida. Pero también hay algunas concomitancias, como se puede apreciar a continuación.
Ciertas diferencias
- Edad.
- Tipo actividad.
- Búsqueda (deportistas) / No búsqueda de nuevo empleo (trabajadores).
- Satisfacción trabajo anterior: mayoría de deportistas y algunos trabajadores.
- Insatisfacción trabajo anterior: algunos deportistas y mayoría de trabajadores.
- Contexto socio familiar permanece: deportistas / no permanece: trabajadores.
Ciertas semejanzas
- Cese actividad profesional (a veces, de 100% a 0%).
- Disminución (incluso pérdida) de ingresos.
- Estatus social devaluado.
Veamos en primer lugar lo que se refiere a la jubilación propiamente dicha para luego acometer lo que se refiere a la retirada deportiva.
Vosotros pensáis que la vida acaba con el fútbol y es cuando empieza”
(J.M. Baquero y B. Toshack)
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Algunas características del proceso de jubilación laboral
En las sociedades llamadas desarrolladas, la jubilación laboral es una conquista social de la clase trabajadora que, por un lado, pone fin a la etapa productiva de una persona y, por otro, le proporciona un cierto sustento –a menudo insuficiente– como compensación a los años trabajados. Este momento no es percibido de la misma forma por todos los afectados: hay quienes acogen ese momento con verdadero júbilo –el término tiene esa raíz– y hay quienes lo viven como un verdadero trauma. Esto dependerá de algunos factores que veremos más adelante. El caso es que más tarde o más temprano a todos los trabajadores les llega ese momento en su vida, siempre que la duración de la misma lo permita. En España, la edad más o menos obligatoria (en la actualidad) es alrededor de los 65 años, si bien existen numerosas excepciones –por arriba y por abajo– a este punto de corte. Cada vez son más las empresas e instituciones que jubilan o prejubilan a sus empleados antes de esa edad, bien por cuestiones económicas, bien por deseos de rejuvenecer la plantilla. Y por otra, en algunos casos (las universidades, por ejemplo) permiten la continuación de la actividad hasta los 70 años y más.
Ese nuevo estatus de jubilado produce efectos tanto positivos como negativos en las personas afectadas. Como positivos se suelen señalar el no tener que trabajar, tener más tiempo libre, realizar actividades que no se podían llevar a cabo mientras se trabajaba, aliviar el estrés laboral, dedicarse más a la familia, en definitiva, otro tipo de vida. Por el contrario, también existen efectos negativos, algunos de los cuales tienen que ver con el inadecuado manejo de los que hemos citado como positivos, lo que puede derivar en inadaptación a un nuevo tipo de vida, donde no se sabe ocupar el tiempo libre, no hay unas actividades alternativas a realizar, no hay familia, es muy reducida o está lejos, no se sabe estar sin trabajar, hay problemas de salud, etc.
Para el individuo que se jubila, los cambios psicológicos pueden consistir, básicamente, en dos tipos de hechos:
- Uno más objetivo, como es el cambio de hábitos; de repente, el jubilado va a encontrarse con que un determinado número de actividades –de las que antes se ocupaba necesariamente– desaparecen casi por completo de la noche a la mañana (salvo excepciones);
- Otro más subjetivo y que, por consiguiente, no todas las personas viven de igual modo, como es la sensación de una posible inutilidad derivada de la mentalidad productiva generalmente inculcada como valor del trabajo.
Ante la jubilación laboral y lo que comporta pueden generarse comportamientos adaptativos o no adaptativos. La forma en que la jubilación laboral afectará a una persona depende, según Vega (1984), de:
- Las actitudes previas (y) el deseo o no de retirarse.
- El efecto de la disminución de los ingresos económicos.
- Los cambios en la autopercepción.
- Las actitudes generales de la sociedad ante el jubilado.
- Las circunstancias y relaciones familiares.
Unas personas se adaptarán mejor que otras en función de factores psicológicos tales como el deseo o no de retirarse y la satisfacción o decepción por haberlo hecho. Si el trabajo era sólo un medio de ganarse la vida, sin demasiados alicientes intrínsecos, probablemente se anhele la jubilación laboral, mientras que costará dejar un empleo que proporcione satisfacciones y posibilidades de desarrollo, per se y/o por las circunstancias que le rodeen. Y no sólo dependerá del tipo de trabajo, sino del modo como se vincule el sujeto al trabajo. Para decirlo de una forma gráfica si el individuo está “casado” con su trabajo, dejarlo equivaldrá a un “divorcio” o, tal vez, una “viudedad”. Atchley (1977) delineaba cinco fases por las que pasará un buen número de jubilados: 1º) Pre-retiro, 2º) Luna de miel, 3º) Desencanto, 4º) Reorientación, 5º) Estabilidad.
En la 1ª se tienen expectativas –más o menos irreales– acerca de lo que será la vida una vez jubilado. En la 2ª se planea y se intenta hacer todo lo que no se ha hecho antes, y todo al mismo tiempo. En la 3ª se puede producir una decepción mayor o menor según se hayan cumplido o no las aspiraciones que se tenían. Si se consigue alcanzar la cuarta y/o quinta fases, generalmente se logra un buen ajuste.
Vega (o.c.) predice –en función de ciertos rasgos de personalidad– un buen ajuste para las personas maduras, más bien pasivas y algo conformistas pero que tratan de mantenerse activas. En una línea similar, desde el Centro de Psicología Gerontológica (1985, p. 302), se indica que “el envejecimiento satisfactorio implica actividad física, social y laboral”. En consecuencia, el ajuste será peor en los casos de individuos insatisfechos, que no han llegado a alcanzar metas y que tienen una visión muy negativa de la vejez.
La persona que se jubila no puede ni debe resignarse a una actitud pasiva ni sucumbir a un proceso de generalización por el hecho de tener algún tipo de déficit. Los modelos etápicos (Erikson, Piaget, Zazzo, etc.), han hecho mucho daño a la Psicología al postular un desarrollo (evolutivo e involutivo) uniforme en cada fase de la vida. Así el niño (todos los niños y niñas) de 3-a 6 años hace tal y tal y, lo que es peor, aún NO pueden hacer cual y cual. El desarrollo es asimétrico; no todas las personas hacen y no hacen o dejan de hacer las mismas cosas en los mismos momentos de sus vidas, ni psicológica, ni social ni incluso biológicamente. En el ámbito de la motricidad también se suele dar esta mentalidad etápica y se piensa que los niños no pueden llevar a cabo determinadas destrezas antes de una edad concreta, pero Roca demostró hace ya algún tiempo (1983), enseñando el ascenso y descenso de escaleras a niños que supuestamente no estaban aún suficientemente preparados por su edad. Del mismo modo, estimar que las personas de 60-70 años pierden tales o cuales capacidades, de 70-80 otras tantas pérdidas, etc. y todas sufren el mismo deterioro en los mismos momentos, es una falacia semejante. La evolución es multidimensional; frente a un desarrollo ligado a una supuesta pre-programación –tanto en lo biológico como en lo psicológico- debemos adoptar un punto de vista más flexible y realista y más acorde a la evidencia. No todas las personas de 60, 70, 80 ó 90 años están en las mismas condiciones ni biofisiológicas, ni mentales, ni en todos los aspectos están en el mismo nivel. Como ya se dijo, debe enfocarse el desarrollo de esta fase de la vida de manera positiva, valorando lo que se conserva y, sobre todo, desarrollando conductas saludables a lo largo de todo el ciclo vital, la mejor forma de prevenir los posibles déficits en la adultez y senectud y de enlentecer el envejecimiento, añadiendo, como ya se dice de forma estándar, si no años a la vida, vida a los años.
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El caso de los deportistas
En principio, consideramos que gran parte de lo que se refiere al proceso de jubilación laboral descrito hasta ahora, es aplicable al proceso de la retirada deportiva. Esta manera de verlo disiente de las críticas al modelo sociogerontológico que así plantean algunos autores como Blinde y Greendorfer (1985) y posteriormente Sinclair y Orlick (1994) y que suscriben –apoyándose en los anteriores- González y Bedoya (2008). Tales críticas posiblemente se debieran al desconocimiento del modelo de jubilación laboral basado en las competencias que, sin embargo, Fernández-Ballesteros (1985), describiera ese mismo año. Peor aún nos parece otro modelo mediante el que se trató de explicar la retirada deportiva, el llamado (algo siniestramente) modelo tanatológico o de muerte social (Rosenberg, 1982), de corte negativo, por el que el grupo excluye al miembro que ha salido fuera de él (González y Bedoya, 2008).
Una de las principales diferencias entre la jubilación laboral de las personas que llegan a una edad provecta, marcada socialmente por el fin de la productividad laboral, y los deportistas que han de retirase en un momento concreto, radica precisamente en la edad a la que éstos cesan en su actividad. Habitualmente, un deportista profesional, de más o menos élite, se retira hacia los 30-35 años, aunque existe una enorme variabilidad en función del tipo de deporte, de las condiciones del deportista y de otros factores diversos. Nos encontramos, por tanto, con personas jóvenes que ya no están tan capacitadas para la actividad deportiva de rendimiento pero que sí lo están para otros muchos tipos de actividad, física, mental y de (casi) todo tipo. Sin embargo, muchos de estos deportistas no saben o no pueden manejar esa nueva vida, lo que da lugar a situaciones a las que los ex–deportistas son incapaces de adaptarse y desenvolverse con la eficacia deseable. Uno de los factores responsables de esta no adaptación a las nuevas circunstancias es la falta de formación.
Los deportistas de alto nivel son personas que suelen llegar jóvenes a la cima: del éxito, del dinero, de la popularidad, de las relaciones sociales y otras más. Pasan por unos años en los que son tratados de una manera muy especial y muy irreal, con respecto a lo que es la vida de un ciudadano corriente. En este sentido, comentaba hace poco un periodista que son personas que en su vida han tenido que hacer una cola. Presentan muchas carencias en habilidades cotidianas de las demás personas; un colega hacía ver que estos deportistas, cuando acaban su vida de “figuras”, no saben cómo sacar un billete de avión o tren o hacer una reserva de hotel (aunque ahora las cosas son algo distintas debido al buen manejo de internet que suelen tener). Estos ejemplos anecdóticos reflejan con claridad, creemos, parte de la indefensión en la que quedan cuando se les acaban los días de gloria: inermes ante lo que para otros es lo usual.
Próximamente: Retirada Deportiva vs Jubilación Laboral: Semejanzas y Diferencias (2ª parte)
REFERENCIAS
- Atchley, R.C. (1977). The social forces in later life. (2ª ed.). Belmont, CA: Wadsworth.
- Bayés, R. (2009). Vivir: guía para una jubilación activa. Barcelona: Paidós.
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- Lorenzo, M. (2010). Diagnóstico de la empleabilidad ante la retirada deportiva en jugadores profesionales de un club de fútbol. Tesis de Master. Universidad de Sevilla (no publicada).
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- Vega, J.L. (1984). Psicología evolutiva. Madrid: UNED.
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