¿QUÉ FUE DE JOAQUÍN HEREDIA GUERRA? : SELECCIONADOR NACIONAL DE FÚTBOL. PROTOTIPO DE PASEADO” DE LA”
ISBN: 978-84-92438-47-1
Editorial: LOBO SAPIENS, S.L.
Sinopsis: Prólogo
Preámbulo
I. Heredia en la óptica de Victoriano Crémer
y de Hipólito Romero Flores
II. La vida carcelaria en León
III. Biografía
IV. Heredia, seleccionador nacional de fútbol
V. Detención
VI. Heredia, presidente del Comité Local
de la Cruz Roja
VII. Otros avales
VIII. Persecución de la Masonería. Heredia,
supuesto masón
IX. Muerte y enterramiento
X. Conclusiones
Apéndice gráfico
Fuentes documentales
Fuentes bibliográficas
Prólogo:
Tenemos la enorme desgracia de vivir todavía en un país cainita y, a la vista de lo que se oye, se lee y se escribe, aún habrá de persistir tan enloquecida actitud durante mucho tiempo para desgracia de este país sin ventura en el que no resulta difícil toparse de nuevo con desaforados oradores y escribidores de fortuna que apuestan peligrosamente por la confrontación. Este permanente espíritu belicoso refleja bien el guerra civilismo español al que se refería el escritor Francisco Umbral como una de nuestras constantes y más lamentables señas de identidad.
Hablar o escribir sobre cualquier tema relacionado con la Guerra Civil con independencia de lo que se diga y de cómo se diga nos convierte automáticamente en rojos resentidos incapaces de asumir nuestra derrota o en fascistas resentidos incapaces de asimilar nuestra victoria. Por consiguiente nuestro destino manifiesto no puede ser otro que el ser reos del correspondiente pelotón de fusilamiento o darnos el preceptivo paseo político o moral hacia la muerte sin la menor posibilidad de hacerse oír y denunciar tan enloquecida actitud al nuevo inquisidor o maniqueo de turno.
No estoy en absoluto dramatizando por mucho que las alusiones al paseo macabro y al brutal ajusticiamiento puedan dar esa falsa impresión. Por supuesto que la España de los años treinta no tiene nada que ver con la de nuestros días a Dios gracias y nadie en su sano juicio admitiría estar abriendo conscientemente de nuevo la senda de la Guerra Civil. Pero la tradición de este país consistente en dirimir tales conflictos por la contundente vía de eliminar al oponente (física o socialmente), no parece acabar de remitir relegándola de una vez por todas al más firme de los olvidos. ¡Que le peguen cuatro tiros!, sentenciaba el Franco legionario a la menor muestra de indisciplina. Es una muy práctica manera de acabar con cualquier discusión u oposición. ¿No dicen los franquistas o neo-franquistas más pertinaces que Franco fue sobre todo un gran pragmático? Desde luego que lo fue. Y nada más práctico que despejar el camino de cualquier obstáculo que se oponga a nuestra desaforada ambición.
Resulta completamente inútil tratar de razonar, de limitarse a describir apenas hechos probados y hacerlo con la mayor de las consideraciones tratando por todos los medios de no herir susceptibilidades y tomando distancia de hechos, ya históricos perfectamente documentados, apenas con la intención de obtener alguna enseñanza que nos pueda ser útil al día de hoy. Pero no, el contradictor, adversario o enemigo (?) estando en plena posesión de La Verdad Absoluta siempre exigirá nuestra completa renuncia a lo que somos, a lo que pensamos, a lo que legítimamente aspiramos.
La historia sigue siendo así un arma de combate, y esto lo sabe bien todo el conjunto de mal llamados revisionistas que acusan a los pretendidos rojos de querer ganar la guerra a destiempo (guerra que quedó definitivamente sentenciada en 1939) cuando más bien sucede que son ellos los que siguen queriendo hacer caja a cualquier precio a costa de la nefasta II República en la que se miraría el pérfido Zapatero o exaltando la santa cruzada de 1936 que acabó con ella a modo de excelente guía para liquidar definitivamente la obra de gobierno de los nietos de la ira (Ricardo de la Cierva dixit aludiendo al abuelo militar de Zapatero fusilado por defender el orden constitucional) que osan, ley de Memoria Histórica en la mano, mitigar tan absurdas diferencias e injusticias al día de hoy.
Cuando se cuestionan abierta y contundentemente los mitos y falacias sobre los que tantos han vivido del cuento tanto tiempo, tocan a rebato y llaman de nuevo a la reconquista del solar patrio, antes usurpado por comunistas, judíos y demás ralea y ahora por masones, progres y sociatas completamente desnortados que porfían por llevarnos de nuevo a la ruina.
Da igual lo que digamos en cualquier circunstancia o lugar, quién lo diga y qué títulos le amparen para ello, se nos aplicará sin dilación el eufemístico bando de guerra. ¿Pero no dicen que la guerra terminó hace ya 71 años?, que se dice pronto. Siempre habrá no uno más o menos loco sino cien voluntarios dispuestos a darnos el paseo sin que les tiemble el pulso y menos aún se permitan la menor duda sobre la absoluta justicia de sus desaforadas acciones. Todo por la Patria y Con la Patria [la suya exclusivamente] con razón o sin ella.
Me vienen todas estas reflexiones a la cabeza a propósito del autor de estas páginas, don José Luis Gavilanes Laso, un brillante escritor, un profesor respetado por sus alumnos pero, sobre todo y antes que nada, una buena persona inteligente y dotado de un agudo sentido del humor y una no menos excelente prosa. Sin embargo, he tenido ocasión de leer en las cloacas de la red y en otros medios pretendidamente serios verdaderas barbaridades sobre él pues, a diferencia de lo que ocurre en la superficie exterior, las aguas fecales no corren debidamente entubadas sino parejas con el agua limpia y cristalina que mana de las mentes más lúcidas que se adentran por semejante pradera sin ley. Y ya se sabe, en el viejo y lejano Oeste, antes de que llegara la ley y el orden de la mano de políticos honestos campaban por sus respetos matones tipo Liberty Valance como nos muestra John Ford en uno de los mejores western de la historia jamás filmados.
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Alberto Reig Tapia