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14 Jun 2012

Efectos de un programa de aeróbic sobre el perfil lipídico y el tejido graso de mujeres pre y postmenopáusicas.

Al realizar una exploración de la columna vertebral se encuentra, con relativa frecuencia, una correcta disposición sagital del raquis en bipedestación, pero con un incremento significativo de la curvatura torácica en flexión máxima del tronco (cifosis funcional), que supone una desalineación dinámica del raquis.

Autor(es): Pedro Ángel López Miñarro, Fernando Alacid Cárceles, Manuel Isorna Folgar
Entidades(es): Universidad de Murcia, Universidad de Vigo
Congreso: II Congreso Internacional de Ciencias del Deporte
Pontevedra 2008
ISBN:9788461235186
Palabras claves: raquis, torácico, bipedestación, flexión máxima del tronco.

Efectos de un programa de aeróbic sobre el perfil lipídico y el tejido graso de mujeres pre y postmenopáusicas.

RESUMEN COMUNICACIÓN/PÓSTER

Al realizar una exploración de la columna vertebral se encuentra, con relativa frecuencia, una correcta disposición sagital del raquis en bipedestación, pero con un incremento significativo de la curvatura torácica en flexión máxima del tronco (cifosis funcional), que supone una desalineación dinámica del raquis. El objetivo de este estudio fue valorar la frecuencia de casos de cifosis funcional en piragüistas jóvenes. Para ello participaron un total de 65 piragüistas de categoría infantil (13-14 años) seleccionados para la concentración nacional de Zamora 2006 por la Federación Española de Piragüismo. A estos, se les valoró mediante un inclinómetro ISOMED Unilevel, la disposición de la curva torácica en bipedestación relajada y al realizar una flexión máxima del tronco en sedentación con rodillas extendidas. Los valores de referencia de la curva torácica que se utilizaron para categorizar los valores angulares de la cifosis torácica en bipedestación fueron los aportados por Santonja (1993): rectificación dorsal: < 20º, normal: 20º – 45º, hipercifosis leve: 46º – 60º e hipercifosis moderada: 61º – 80º. Para clasificar los valores de la cifosis torácica en flexión máxima del tronco se utilizaron las referencias de Pastor (2000), que sitúa la normalidad en valores inferiores a 67º, el morfotipo cifótico leve en valores entre 67 y 76º y el morfotipo cifótico moderado en valores superiores a 76º. De los piragüistas valorados, un total de 53 deportistas (81.5%) presentaban una cifosis torácica normal en bipedestación. De estos, el 30.2% y un 7.5% presentaban un morfotipo cifótico leve y moderado, respectivamente, en la posición de máxima flexión del tronco. El restante 62.3% tenían un morfotipo torácico normal. En conclusión, la disposición sagital del raquis en bipedestación relajada tiende a la normalidad, mientras que cuando se valora la disposición del raquis en flexión máxima del tronco se observa una relativa frecuencia de morfotipos cifóticos. Por esta razón, es necesario incluir en el control y seguimiento médico de los piragüistas, una valoración de columna que incluya la disposición sagital del raquis en flexión máxima del tronco para detectar la presencia de desalineaciones dinámicas del raquis.

I. INTRODUCCIÓN.

Durante la menopausia se producen numerosos cambios, que provocan un empeoramiento de la salud de la mujer, siendo uno de estos cambios el empeoramiento del perfil lipídico. Se sabe que los estrógenos protegen contra las enfermedades cardiovasculares y que cuando faltan, en la postmenopausia, aumenta su incidencia. La base bioquímica parece radicar en que los estrógenos disminuyen el colesterol total y el LDL-c y aumentan el HDL-c, al contrario que los andrógenos y los gestágenos. Tras la menopausia, se produce un incremento de triglicéridos (TG) y del cociente LDL/HDL, que junto con la hipertensión favorecen la ateromatosis. Notelovitz (1988) informó de aumentos del colesterol relacionados con la edad y la menopausia. Las causas de las enfermedades cardiovasculares, que son la principal causa de muerte de la mujer postmenopáusica, distan mucho de estar claras, ya que se observan muchos factores influyentes. Lo que sí está ampliamente demostrado es que las dislipemias y la obesidad son claros factores de riesgo para las enfermedades cardiovasculares, y que dichos factores se ven favorecidos por la menopausia. Desde el ámbito de la salud, no sólo es importante valorar el porcentaje total de grasa, sino que además es muy relevante valorar la distribución regional de la grasa y las modificaciones que ésta sufre, ya que se considera que es más importante la distribución regional de la grasa que la cantidad de tejido adiposo total (Kissebach y cols, 1982) para predecir el riesgo de sufrir ciertas enfermedades. Esto es así porque ha sido comprobado que una mayor distribución de la grasa en la zona abdominal se relaciona, en mayor medida, con la posibilidad de sufrir hipertensión, diabetes y cardiopatía isquémica, si comparamos con una distribución predominantemente glútea (Kissebach y cols, 1982). Respecto al perfil lipídico y las modificaciones que puede sufrir al realizar un programa de ejercicio físico encontramos una gran controversia, no estando claros los efectos que produce cada actividad física concreta sobre los lípidos sanguíneos, en mujeres y mucho menos en postmenopáusicas (Durstine y cols, 2001) En este estudio pretendemos valorar la influencia de un programa de aeróbic sobre el perfil lipídico y la composición corporal, estudiando tanto la cantidad total de masa grasa como su distribución regional, en mujeres pre y postmenopáusicas.

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II. MATERIAL Y MÉTODOS.

Contamos con la participación de un grupo de mujeres sedentarias (n=15), que serán divididas premenopáusicas (n=15) y postmenopáusicas (n=15) (tabla1). Participan voluntaria y consentidamente en un programa de aeróbic de 6 meses de duración, con una frecuencia de 3 horas semanales, y una intensidad del 65-75% de su frecuencia cardiaca máxima, realizándoles una valoración previa y posterior al programa de intervención. Todas las participantes cumplían los requisitos de inclusión propuestos para formar parte del estudio, siendo sedentarias, no padecer ninguna enfermedad que pudiera impedir la realización de la actividad y no tomar medicación alguna que pudiera influir sobre los resultados y las variables analizadas. Se incluyen además otros requisitos para aquellas que forman parte del grupo de mujeres postmenopáusicas, como presentar más de 12 meses de amenorrea y no estar bajo tratamiento de terapia hormonal sustitutiva. Para el propósito de este estudio, se les realizó una valoración previa y otra posterior al período de entrenamiento, realizando análisis de la composición corporal así como el estudio del perfil lipídico de las participantes. La valoración de la composición corporal, y una medición de los distintos componentes establecidos según el modelo tetracompartimental, utilizamos como material una báscula de la marca Seca, con una precisión de ±100 gr.; un tallímetro de la misma marca y con una precisión de ± 1mm.; un plicómetro de la marca Holtein, con una precisión de ±=,2mm.; una cinta antropométrica inextensible, con una precisión de ± 1 mm.; junto a una hoja de cálculo para realizar las operaciones pertinentes. Gracias a este material obtenemos las siguientes variables: peso corporal, talla, 6 pliegues cutáneos, 3 diámetros óseos y 2 perímetros musculares. La fórmula utilizada para calcular el porcentaje de peso graso, así como el porcentaje de peso óseo, es la fórmula de Yuhasz, mientras que para la obtención del peso residual hemos utilizado la ecuación de Wurch. Para la valoración del perfil lipídico, se les realizó a todas las participantes una extracción sanguínea tras el período normal de ayuno nocturno, para realizar una analítica y obtener los datos referentes al metabolismo lipídico: triglicéridos, colesterol, HDL-C y LDL-C. Este proceso vuelve a repetirse al concluir el período de actividad física. Se realizó un análisis estadístico de los datos, gracias al paquete informático SPSS versión 15.0. Tras comprobar la normalidad de los datos, se aplica una prueba T para muestras relacionadas, o muestras independientes, según el caso.

Tabla 1. Physical activity and tobacco consume in Portuguese adolescents

Contenido disponible en el CD Colección Congresos nº 8

III. RESULTADOS.

Tras comprobar la normalidad de los datos, ser realiza una prueba T para muestras relacionadas, comparando, dentro de cada grupo, los valores iniciales con los finales. Los resultados obtenidos se muestran a continuación (Tabla 2).

Tabla 2. Physical activity and tobacco consume in Portuguese adolescents

Contenido disponible en el CD Colección Congresos nº 8

En ninguna de las variables estudiadas, referentes a la composición corporal, se encuentran diferencias significativas (p>0,05). No se observan cambios significativos en ninguno de los pliegues cutáneos estudiados, ni en los valores porcentuales de masa grasa. Obtenemos los siguientes resultados referentes al perfil lipídico de nuestras participantes (Tabla 3)

Tabla 3. Physical activity and tobacco consume in Portuguese adolescents

Contenido disponible en el CD Colección Congresos nº 8

En el grupo de mujeres premenopáusicas observamos un mantenimiento de los niveles de HDL-C y triglicéridos, mientras que los valores de LDL-C y colesterol total aumentan sin que este aumento sea significativo, encontrándose dentro de los valores normales. En el grupo de mujeres postmenopáusicas, encontramos un descenso significativo de los niveles de HDL-C, junto a cambios no significativos en el resto de valores: ligero descenso en los niveles de LDL-C, ligero incremento en los niveles de triglicéridos y prácticamente un estancamiento en los valores totales de colesterol.

IV. DISCUSIÓN.

Está comúnmente establecido que la participación en deportes aeróbicos, por lo menos tres veces por semana, a un 70-80% de la frecuencia cardiaca máxima, es el mínimo para mejorar la función cardiovascular; sin embargo a la hora de provocar cambios en el perfil lipídico, no parece estar todo tan claro, y mucho menos si nos referimos a mujeres, que a lo largo de su vida sufren grandes modificaciones hormonales, que afectan a sus niveles de lipoproteínas (Krauss, 1994). Se ha sugerido la existencia de un umbral de intensidad que es necesario superar para que la actividad física afecte positivamente a los niveles de HDL-C (Cauley y cols, 1986). Esta afirmación se ve apoyada por el hecho de que sólo en el 25%, aproximadamente, de los trabajos realizados con el objetivo de valorar modificaciones del perfil lipídico con el ejercicio físico, obtengan disminuciones de los niveles de triglicéridos y de LDL-C (Durstine y cols, 2001) En numerosos estudios se han encontrado modificaciones muy positivas en los niveles de lípidos sanguíneos de mujeres postmenopáusicas, obesas y con graves dislipemias iniciales, cuando se combinan con el ejercicio la dieta o la terapia hormonal sustitutiva (Asikainen y cols, 2004). Sin embargo, en otros estudios en los que las participantes no son obesas, no se encuentran modificaciones en el perfil lipídico (Asikainen y cols, 2004). Ante tanta diversificación de los resultados encontrados en la bibliografía, y por encontrar pocos estudios con muestra y programa de ejercicio similar al que planteamos, vamos a comparar nuestros resultados con los aportados por Rodríguez, J.M. (1996). Respecto a los valores de colesterol total, en el grupo de postmenopáusicas se observa un estancamiento de los niveles, mientras que las mujeres premenopáusicas aumentan sus valores, sin sobrepasar los valores normales. Este aumento coincide con lo observado por Rodríguez (1996) en ambos grupos con un protocolo de ejercicio aeróbico, en donde pre y postmenopáusicas sufren aumentos no significativos de sus niveles de colesterol total. Pero resulta más interesante conocer las distintas fracciones de lipoproteínas, en donde encontramos para el HDL-C una disminución significativa en el grupo de mujeres postmenopáusicas. Rodriguez (1996) encontró un estancamiento de estos valores para este mismo grupo, y en la bibliografía es difícil encontrar estudios en los que se consiga una mejora de los niveles de HDL-C en postmenopáusicas (Durstine, 2001). Esto podría estar relacionado con el umbral de intensidad mínimo, del que hablábamos al inicio de la discusión, ya que hay que tener en cuenta que, aunque la frecuencia semanal de ambos programas, el nuestro y el citado por Rodríguez (1996), es la misma, la duración de las sesiones y la intensidad difieren, siendo más largas y de menor intensidad en el segundo caso. En el grupo de las mujeres premenopáusicas, tan sólo conseguimos un estancamiento de los niveles de HDL-C, mientras otros autores (Rodríguez, 1996) observan un aumento significativo de los niveles de HDL-C en un grupo de premenopáusicas. Este hecho viene a reforzar aún más que la intensidad y la duración del programa propuesto no son los adecuados para conseguir un cambio en el perfil lipídico. Al valorar los resultados obtenidos para el LDL-C encontramos un ligero descenso, aunque no significativo en las mujeres postmenopáusicas, así como un ligero incremento en las premenopáusicas, que tampoco llega a ser significativo. La ausencia de modificaciones significativas concuerda con la bibliografía encontrada, que nos habla de la dificultad para observar modificaciones en el perfil lipídico únicamente con el ejercicio (Durstine y cols, 2001), y en el caso de se produzca alguna modificación, son muy bajas, tanto que con el ejercicio físico sólo cabe esperar una disminución de los niveles de LDL-C de 4mg/dl aproximadamente (Halbert y cols, 1999). Ese ligero incremento sufrido en las premenopáusicas, podría ser interpretado como consecuencia de las modificaciones que sufre la mujer durante la menopausia, ya que teniendo en cuenta la edad de este grupo (46,22±3,49 años), se encuentra en los años previos al declive hormonal. Se ha observado como la perimenopausia influye en el perfil lipídico, ocurriendo durante ésta aumentos progresivos del colesterol y LDL, mientras que las HDL y los triglicéridos no se alteran en esta etapa, y sí lo hacen de manera gradual en los dos primeros años tras la menopausia. Estos cambios que suceden en los años previos a la menopausia son consecuencia de la edad y no se pueden atribuir al inicio del declive hormonal (Jensen, 1990). En el caso de los triglicéridos se observa un estancamiento en el caso de las mujeres premenopáusicas y un ligero incremento, aunque no significativo, en el grupo de las postmenopáusicas, encontrándose en todos los casos dentro de los valores normales. Esto se corresponde con lo expuesto por Graf-Iversen y cols (2008), ya que parece ser la menopausia provoca un aumento de los niveles de triglicéridos. Por tanto, nuestro programa de ejercicio, tampoco mejora los niveles de triglicéridos, pero no llega a ocurrir lo observado por Rodríguez (1996), que encuentra aumentos significativos de los triglicéridos en ambos grupos. El autor lo explica argumentando que dicho aumento se debe a una mayor movilización de los mismos desde los adipocitos, inducida por el ejercicio, con indica la disminución de los pliegues cutáneos y el porcentaje de grasa que muestran sus participantes tras el ejercicio. Como comentábamos anteriormente, la intensidad propuesta en nuestro programa es superior a la establecida por este autor, por lo que la utilización de las grasas como sustrato energético durante la actividad será menos predominante. Además, nosotros no encontramos diferencias significativas en el porcentaje graso, ni en los pliegues cutáneos, cosa que sí le ocurre a este autor, por lo que nuestros niveles de triglicéridos se mantienen para las premenopáusicas, que apenas modifican sus pliegues cutáneos, y se elevan ligeramente para las postmenopáusicas que muestran una ligera tendencia descendente en los valores de los pliegues cutáneos. Respecto a la valoración antropométrica y la distribución regional de la grasa, no encontramos diferencias significativas en ninguno de los grupos y en ninguna de las variables. Por tanto, un programa de estas características no es el indicado para provocar una reducción del peso en mujeres de estas características. Estos resultados concuerdan con los obtenidos en la mayoría de estudios realizados con mujeres menopáusicas, en los que se observa una pequeña reducción del peso y la masa corporal. Los mejores resultados se obtienen combinando dietas con programas de ejercicio, y en personas obesas. Los mejores resultados para perder masa grasa se obtienen con programas de baja intensidad y una frecuencia de 3-5 días por semana (Asikainen y cols, 2004). Esto puede explicar que un programa de aeróbic, como el nuestro, no modifique la masa grasa de las mujeres pre y postmenopáusicas. La intensidad puede ser ligeramente elevada, si queremos conseguir este objetivo y la duración de las sesiones no sería la óptima para lograr una reducción de la masa corporal. En estudios con la misma frecuencia semanal, pero de menor intensidad y con una mayor duración por sesión (Rodríguez, 1996) sí se han obtenidos reducciones significativas en el porcentaje graso de mujeres menopáusicas tras seis meses de ejercicio, así como disminuciones significativas de varios pliegues cutáneos. Habría que señalar para finalizar que hemos elegido la práctica del aeróbic por ser la actividad que con mayor frecuencia realizan las mujeres, de estos grupos de edad, en nuestra zona. Es la actividad que se oferta con mayor frecuencia en la mayoría de las instalaciones, y por ello pretendíamos evaluar qué efectos tiene este tipo de práctica sobre las mujeres pre y postmenopáusicas que, en ocasiones, buscan reducir sus niveles de grasa corporal y mejorar su perfil lipídico

V. CONCLUSIONES

Como conclusiones generales podríamos decir que un programa de ejercicio de estas características (3 días a la semana, con una intensidad entre el 65-75% de su frecuencia cardiaca máxima y una hora de duración) no provoca cambios positivos en la composición corporal y el perfil lipídico de mujeres pre y postmenopáusicas sedentarias, y generalmente sanas. Parece ser que la intensidad de la actividad no es la adecuada, tal vez sea demasiado alta, y la duración de las sesiones, que se ve reducida por el propio desarrollo de la clase, tampoco es la idónea para generar cambios.

 

Referencias

Asikainen, T.M.; Kukkonen-Harjula, K.; Miilunpalo, S. (2004)Exercise for health for early postmenopausal women: a systematic review of randomised controlled trials. Sports Medicine; 34(11):753-78

Cauley, J.A.; La Porte, R.E.; Sandler, R.B.; Orchard, T.J.; Slemenda, C.W.; Petrini, A.M. (1986) The relationship of physical activity to high denstity lipoprotein cholesterol in postmenopausal women. J Chronic Disease; 39(9)

Durstine, J.L.; Grandjean, P.W.; Davis, P.G.; Ferguson, M.A.; Alderson, N.L.;

DuBose, K.D.(2001)Blood lipid and lipoprotein adaptations to exercise: a quantitative analysis. Sports Med; 31(15):1033-62

Graff-Iversen, S.; Thelle, D.S.; Hammar, N.(2008) Serum lipids, blood pressure and body weight around the age of the menopause. Eur J Cardiovasc Prev Rehabil; 15(1)

Halbert, J.A.; Silagy, C.A.; Finucane, P.; Withers, R.T.; Hamdorf, P.A. (1999) Exercise training and blood lipids in hyperlipidemic and normolipidemic adults: a metaanalysis of randomized, controlled trials. Eur J Clin Nutr;53(7)

Jensen, J.; Nilas, L.; Christiansen, C. (1990) Influence of menopause on serum lipids and lipoproteins. Maturitas 12: 321-331.

Kissebah, A.H.; Vydelingum, N.; Murray, R.; Evans, D.J.; Hartz, A.J.; Kalkhoff, R.K.; Adams, P.W. (1982) Relation of body fat distribution to metabolic complications of obesity. J Clin Endocrinol Metab; 54(2).

Krauss, R.M. (1994) Lipids and lipoproteins and effects of Hormone Replacement. Treatment of postmenopausal women. Cap 21: 235-242. Raven Press Ltd, ed.

Noteloviz, M. (1988) The menopause. In M.A. Shangold and G. Mirkin (Eds). “Women and exercises: physiologic and sports medicine” Pags 156,177. Philadelphia; F.A. Davis

Rodríguez, J.M. (1996) Efectos del ejercicio físico en mujeres postmenopáusicas. Tesis Doctoral, Doctor en Medicina y Cirugía, Badajoz, España.

Rosano GM, Vitale C, Marazzi G, Volterrani M (2007) Menopause and cardiovascular disease: the evidence. Climateric; Suppl 1:19-24

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