Cómo crear a un futuro campeón. Análisis del actual deporte escolar
Resumen
En primer lugar, deseo mostrar mi satisfacción personal por tener la oportunidad de participar en el “II Congreso Internacional de Ciencias del Deporte. IV Seminario Nacional de Nutrición, Medicina y Rendimiento del Joven Deportista”. Por ello agradezco al Comité Organizador el haberme cursado la invitación para poder intervenir en el mismo. El título de la ponencia que voy a desarrollar es la de “Cómo crear a un campeón. Análisis del actual Deporte Escolar”. Particularmente es un tema que me agrada y que me sugiere gran cantidad de reflexiones. En este sentido, no pretendo que mi opinión e interpretación personal sea compartida por todos los congresistas. Es más, parto de la base, como es lógico, de que surgirán desacuerdos en algunos de los puntos de vista que transmita, máxime cuando me respaldaré en la experiencia acumulada, al menos en una parte de mi intervención, en los últimos 35 años de mi vida. Durante este periodo en que llevo vinculado al deporte, asumiendo diferentes funciones y responsabilidades, se va conformando una posición y opinión, que es la que yo les deseo transmitir.
Introducción al marco conceptual
En primer lugar, deseo mostrar mi satisfacción personal por tener la oportunidad de participar en el “II Congreso Internacional de Ciencias del Deporte. IV Seminario Nacional de Nutrición, Medicina y Rendimiento del Joven Deportista”. Por ello agradezco al Comité Organizador el haberme cursado la invitación para poder intervenir en el mismo. El título de la ponencia que voy a desarrollar es la de “Cómo crear a un campeón. Análisis del actual Deporte Escolar”. Particularmente es un tema que me agrada y que me sugiere gran cantidad de reflexiones. En este sentido, no pretendo que mi opinión e interpretación personal sea compartida por todos los congresistas. Es más, parto de la base, como es lógico, de que surgirán desacuerdos en algunos de los puntos de vista que transmita, máxime cuando me respaldaré en la experiencia acumulada, al menos en una parte de mi intervención, en los últimos 35 años de mi vida. Durante este periodo en que llevo vinculado al deporte, asumiendo diferentes funciones y responsabilidades, se va conformando una posición y opinión, que es la que yo les deseo transmitir. En cualquier caso, tendrán ustedes oportunidad, al finalizar mi intervención, de rebatirlos durante el turno de preguntas y comentarios. Esta posible divergencia es tremendamente saludable, no solamente en cualquier congreso sino en el día a día, ya que el debate y la confrontación de ideas deben formar parte de la esencia de nuestra sociedad. Y de manera más acentuada en un tema que suscita tanta controversia como el Deporte Escolar y el enfoque de la planificación de jóvenes deportistas, buscando en un futuro el máximo rendimiento. Inicialmente, creo necesario clarificar el concepto de campeón. Admite reflexiones y consideraciones. El Diccionario de la Real Academia Española lo define como: 1. “Persona que obtiene la primacía en el campeonato”; 2. “Persona que defiende esforzadamente una causa o doctrina”; 3. “Héroe famoso en armas” y 4. “Hombre que en los desafíos antiguos hacía campo y entraba en batalla”. Respetando el título de la ponencia, preferimos englobar en el concepto campeón/a a todas aquellas personas que tienen actuaciones deportivas sobresalientes, independientemente de si se clasifican o no en primer lugar en un determinado campeonato. Por lo tanto, con esa expresión lo que pretendemos es identificar a cualquier deportista de alto nivel. Por su parte, y realizando una mirada retrospectiva, el término del Deporte Escolar surge inicialmente en el contexto restringido de la escuela. Lo identificamos como aquella actividad deportiva del niño, totalmente voluntaria, que se desarrolla durante el período escolar, al margen de las clases obligatorias de Educación Física y como complemento de éstas. Considerando que el deporte, como fenómeno social, ha superado las propias fronteras de la escuela para penetrar en todo el tejido social en la actualidad se le reconoce como “toda actividad físico deportiva realizada por niños/as y jóvenes en edad escolar, incluyendo la desarrollada en el seno de los clubes o de otras entidades públicas o privadas, considerando, por tanto, Deporte Escolar como sinónimo de Deporte en Edad Escolar” (Gómez y García, 1993). Desde un punto de vista cronológico, existe coincidencia entre el Deporte Escolar y el Deporte en Edad Escolar, sin embargo,”en el primer caso nos referimos al deporte que se desarrolla en el entorno de un centro escolar, sometido a su estructura y con una incidencia directa del profesorado del centro. Mientras, el deporte en edad escolar es un concepto más amplio que recoge todas aquellas actividades deportivas ofrecidas al niño dentro de un periodo temporal más o menos concreto” (Moreno, 1998) Aclarados ambos conceptos, los contendidos de esta ponencia bien podrían ser abordados en dos conferencias distintas. Por un lado la de “Cómo crear a un campeón” y por otro la del “Análisis del actual Deporte Escolar”. Inicialmente pueden parecer contextos distintos, con objetivos diferenciados. Al referirnos a un “campeón” estamos ubicándonos en el campo de la competición, del rendimiento deportivo, sin paliativos, mientras que el “Deporte Escolar” representa un escenario más orientado “a la educación integral del niño/a y al desarrollo armónico de su personalidad” (Blázquez, 1995). Pero esta última diferencia que acabo de realizar desnuda una constante que azota a nuestra sociedad actual: La tendencia a etiquetar en exceso o a simplificar la enorme complejidad del comportamiento del ser humano. Llegado a este punto, cabe preguntarnos: ¿Por qué la competición no puede ser también educativa?. En este sentido hay que recordar que “El deporte no posee ninguna virtud mágica, puede despertar el sentido de la solidaridad y cooperación como engendrar un espíritu individualista”, …”puede educar el respeto a la norma como fomentar el sentido de la trampa. Depende del educador y de la forma de enseñar, que se fomenten o no los valores educativos que indiscutiblemente posee el deporte” (Parlebas, 1969). Según este autor, cuya opinión comparto, los valores educativos del deporte no se adquieren con la mera práctica sino a través de que el educador y/o entrenador los incorpore a sus objetivos de enseñanza. Esta realidad potencia, una vez más, la figura del educador o entrenador en el futuro del deporte. Fundamentalmente, de ellos y de sus deportistas, dependerá una parte relevante de la imagen que se transmita del deporte a la sociedad, aunque tampoco debemos olvidarnos de las actuaciones de otros estamentos y dirigentes deportivos. Personalmente siempre he defendido que los entrenadores, deben también ejercer de educadores, en especial cuando dirigen a jóvenes deportistas. No son incompatibles ambas funciones. En cualquier caso, aunque particularmente estemos en contra de la búsqueda de rendimientos prematuros, en la realidad existen también niños campeones en los programas de las Comunidades Autónomas del denominado Deporte Escolar que suele finalizar cada año, sólo en algunos deportes, con la disputa del Campeonato de España Escolar en el que acuden las mejores selecciones. Prosiguiendo con el marco conceptual, considero conveniente indicar la concepción que tiene el Consejo Superior de Deportes (2008), por la influencia que ejerce sobre el enfoque del Deporte Escolar en las Comunidades Autónomas del Estado Español. Concepto: Se denomina Deporte en edad escolar a todas aquellas actividades que, de forma organizada se celebran fuera del programa de la asignatura de Educación Física en los centros escolares, clubes, asociaciones, etc. y en las que participan estudiantes en edad escolar. Lugar y regulación de participación: Estas actividades se pueden realizar en diversos lugares en el mismo Centro Escolar, a través de los diferentes Ayuntamientos o en los Clubes deportivos y en consecuencia, bajo diferentes formas de regulación y organización, por lo que no siempre han de consistir en unas competiciones excesivamente regladas. En dichas actividades además del Consejo Superior de Deportes, forman parte activa en las mismas las Comunidades Autónomas y las Federaciones Deportivas. Objetivos: Los principales objetivos son, además de contribuir a una mejor formación Integral de la persona, enseñando al estudiante el valor de la cooperación y el trabajo en equipo, ayudar a un desarrollo físico más sano y armonioso como asimismo a emplear el tiempo de ocio de forma divertida. Competiciones: El Consejo Superior de Deportes convoca anualmente los Campeonatos de España en edad escolar por selecciones autonómicas. Todo lo relacionado con esta convocatoria (normativa, resultados, memorias de actividades, etc) se puede seguir en las diversas páginas web de este de este mismo canal de Deporte Escolar, que se actualiza según se vayan produciendo las novedades. Asimismo, España es miembro de pleno derecho de la Federación Internacional de Deporte Escolar (I.S.F.), y como tal, participa anualmente en algunas de las competiciones internacionales que ésta convoca. Es importante destacar el enfoque que tiene el Consejo Superior de Deportes en relación al Deporte Escolar, en el que plantea un modelo mixto: visión educativa, paralelamente al desarrollo de la vía competitiva.
Aclarando posiciones
Parto de la base de que la naturaleza y significado de la expresión competición es una cuestión controvertida. En contraposición a algunos organismos de gran responsabilidad en el deporte competitivo, como las Federaciones Deportivas, que defienden y ensalzan los valores de la competición deportiva, surgen colectivos que se manifiestan totalmente contrarios rechazando a la competición deportiva y excluyéndola de cualquier programa. Esta segunda línea de pensamiento, liderada por “sociólogos radicales” (Blázquez, 1995), consideran que la competición es intrínsecamente inmoral y que ensalza el egoísmo reforzando valores sociales indeseables. A continuación, resumiré algunas de las posiciones existentes en la actualidad en relación al Deporte Escolar. Autores, como Fraile Aranda y Raúl de Diego (2006) matizan que la actividad físico-deportiva que se realiza a través del deporte escolar puede atender a dos tipos de modelos: uno de carácter lúdico-recreativo, sin grandes exigencias técnicas, donde lo cooperativo prima sobre lo competitivo y la participación sobre la selección, mientras que el otro se relaciona con las prácticas deportivas federativas, donde se priorizan los resultados, la eficacia, la búsqueda de rendimiento, etc. Según un estudio de Fraile et al. (1999), el uso de las situaciones competitivas, tiende a jerarquizar y a crear rivalidad entre los participantes, además de la situación de discriminación que ello produce entre los escolares menos capacitados. Sin embargo, algunos autores como Hahn (1982), Añó (1997), Petrus (1997) y Solar (1997), entre otros, defienden que el afán de competir entre los escolares es innato y que son los educadores los que deben canalizar esa tendencia para que el deporte se convierta también en un instrumento educativo. Hay quien considera, como Trilla (1998), que si bien la competitividad puede ser una virtud en el mundo empresarial, no es aplicable al mundo educativo, a pesar de que los profesores de Educación Física utilizan en sus clases prácticas competitivas para incrementar la motivación y la eficacia de los alumnos. Por su parte, Devís (1996) critica los supuestos valores educativos intrínsecos que se atribuyen tradicionalmente al deporte. Profundizando en esta línea, Fraile y otros (2001) definen el modelo actual de deporte escolar como excesivamente competitivo, por considerar que en estas primeras edades debería primar lo lúdico sobre lo agonista. Como aspectos negativos destacan la baja edad con la que los escolares comienzan a competir, en especial en aquellas actividades deportivas que exigen altos niveles de exigencia física, ya que todavía han alcanzado poco grado de desarrollo corporal, social, afectivo y emocional. Otros autores no cuestionan tanto la competición sino las consecuencias de los resultados, como los premios otorgados. Por ello Deci y otros (1981) consideran que en las actividades competitivas el premio debería vincularse a la propia acción de ganar, por lo que plantean la necesidad de eliminar las recompensas (medallas, trofeos, etc.), propias del ámbito federativo y utilizados en la competición tradicional. Esta última visión es también compartida por García Ferrando (1986) que considera que disminuye la motivación intrínseca de participar libremente, perjudicando con ello el hábito hacia una práctica saludable y para el tiempo de ocio, entre aquellos competidores que se habitúan a la búsqueda del premio, como uno de los fines de la práctica deportiva. Cree que, una vez que no consiguen estos premios se provoca el abandono de la práctica deportiva. Sobre esta cuestión, los resultados de un estudio de Fraile et al. (1999), demuestran que los entrenadores creen necesario la entrega de los premios en función de los resultados deportivos. Sin embargo, para los educadores las actividades deportivas deben ser lo suficientes atractivos como para que los escolares encuentren motivación sin depender de premios. Por su parte, Martínez y Buxarrais (1999) analizan el papel de la competición desde dos visiones antagónicas. Por un lado, resaltan lo negativo de la competición, cuando no se respetan las normas, rompiendo la equidad que inicialmente se establece y que debe marcar filosóficamente estas prácticas. Pero, por otro lado, resaltan la competición, cuando se enmarca en una lucha consigo mismo como superación personal, en cuyo caso responderá a los objetivos educativos, ya que reforzará el sentimiento de auto confianza en las posibilidades de cada practicante. Para finalizar el repaso a algunas posiciones, diversos trabajos de García Ferrando (2001) demuestran que la mujer participa menos en el deporte escolar hasta el punto en que los hombres la duplican en número. Por su parte las investigaciones de Dubois (1986) recogidas por Gutiérrez (1995), demuestran que las chicas expresan menos aspiraciones hacia el éxito/triunfo en las actividades deportivas que los chicos, motivado por su menor grado de competitividad. Personalmente, rechazo esta línea de pensamiento hostil hacia el deporte de competición. Reitero mi creencia en que no es incompatible el lícito deseo de victoria con cultivar los valores educativos. Es más, a veces la derrota es incluso más educativa que la victoria. En cualquier caso, no siempre es fácil definir las fronteras entre vencedores y ganadores, en especial en ciertos deportes en los que, aparte de la clasificación existen registros o marcas que valoran las actuaciones (atletismo, natación… etc). De tal manera que no siempre hay que clasificarse en primer lugar para sentirse tremendamente satisfecho por la actuación. No obstante, también debe reconocerse que los valores educativos emanados de la práctica deportiva competitiva pueden eclipsarse cuando los enfoques no son los adecuados. En este sentido, es preciso disponer de profesionales cualificados.
La voluntariedad en el deporte ¿siempre es positiva?
Pero, reconociendo la necesidad de que los entrenadores asuman tareas formativas, debemos preguntarnos ¿cuál es la cualificación técnica de las personas que están dirigiendo en primera instancia a los practicantes del Deporte Escolar?. Sus dotes educativas, si son docentes, son las más idóneas. Pero desde un enfoque técnico, ¿Tienen los conocimientos y cualificación adecuada para realizar con éxito las sesiones y planificación deportiva?. Sobre esta cuestión, hay que recordar que una de las funciones del Estado es potenciar las actividades físico deportivas como un servicio cultural y educativo, a la que deberán tener acceso todos los escolares de forma gratuita, desde un principio de igualdad de oportunidades, la Administración deberá disponer de profesionales cualificados que intervengan en el desarrollo físico-motriz, afectivo, emocional y social de los escolares, con los que atender dichas actividades (Faile y De Diego, 2006). Sin embargo, esta pretensión no se cumple en un porcentaje altísimo de colegios, en especial de la esfera pública, dejándose al arbitrio de la mera voluntariedad de algunas personas la dirección técnica de los deportistas, sin exigencias previas en su formación. Llegado a este punto, se plantea también la necesidad de definir el perfil de los técnicos deportivos que trabajan con los niños en el Deporte Escolar o Deporte en Edad Escolar. ¿En cuántos colegios públicos y privados se desarrollan actividades deportivas complementarias a la Educación Física?. En caso positivo, ¿se involucran los profesores de Educación Física?. Y, si no son ellos, ¿quién asume esa responsabilidad?. Si realmente se pretende un Deporte en Edad Escolar de calidad debemos tener al frente del mismo a técnicos profesionales cualificados y no sólo a personas voluntariosas.
Las federaciones, ¿adulteran en Deporte en Edad Escolar?
Existe una corriente de pensamiento, alimentada en sectores educativos, que defiende la separación del Deporte Federado del Escolar. Es decir, se pretende realizar una competición “pura” en la que los niños escolares, que no se preparan de manera tan intensa como los integrados en los clubes, no lleguen a participar juntos en competiciones por la gran desigualdad que existe entre ellos. Particularmente no veo ningún riesgo en una competición mixta (colaboración conjunta entre las estructuras del deporte escolar y las federaciones), tal y como sucede en la actualidad en la oferta del Deporte en Edad Escolar de la Xunta de Galicia, siempre y cuando se cumplan los objetivos previstos: “As actividades vencelladas á actividade físico – deportiva deben fundamentar os valores educativos a través da iniciación na práctica de varias modalidades deportivas co obxectivo fundamental de fomentar o hábito deportivo. A proposta da Dirección Xeral para o Deporte fundaméntase no programa deporte na escola, como camiño para o acceso a practica deportiva ao tempo que o programa de competicións deportivas en idade escolar, en colaboración coas federacións deportivas galegas, define o itinerario no ámbito da competición deportiva” Sucede lo mismo con la filosofía que transmite el Consejo Superior de Deportes al indicar que: “Los principales objetivos son, además de contribuir a una mejor formación Integral de la persona, enseñando al estudiante el valor de la cooperación y el trabajo en equipo, ayudar a un desarrollo físico más sano y armonioso como asimismo a emplear el tiempo de ocio de forma divertida”. Considero que históricamente se han producido hechos, gestados en el seno de las estructuras federativas, que han perjudicado a los practicantes, por un exceso de afán competitivo. Probablemente se sigan cometiendo estas agresiones, ya que es muy difícil su erradicación. Sobre esta cuestión hablaremos en la segunda parte de la ponencia. Pero, no soy partidario de establecer fronteras entre el deporte escolar y federado, en la oferta que hacen en la actualidad las Comunidades. Pienso que es conveniente justamente lo contrario: potenciar su unificación. Y lo cero porque no percibo riesgos psicológicos para los que supuestamente se encuentran en inferioridad deportiva, siempre y cuando no se instrumentalicen los resultados deportivos. Y para ello, insisto, hay que poner al frente de los escolares a personas cualificadas.
Los objetivos claros en el Deporte en Edad Escolar
El principal problema que afecta en la actualidad al deporte escolar, no se refiere a la oferta de competiciones que las administraciones realizan, sino a que no existe la figura institucionalizada, dentro del propio colegio o escuela, que se responsabilice de activar la práctica deportiva escolar, ya que los profesores de Educación Física, por diversas circunstancias, no suelen asumir estas competencias. Esta situación está originando un empobrecimiento notorio del Deporte Escolar. En estos casos, las estructuras federativas, como los clubes, suelen paliar estas carencias a través de su intervención en el Deporte en Edad Escolar. Sabido es que la tasa de abandonos deportivos en nuestro país es enorme. No es objeto de esta ponencia analizar las causas de ello, pero sin duda el enfoque de una adecuada iniciación deportiva va a ser determinante en este sentido. El marco conceptual de la iniciación deportiva adquiere una cierta complejidad cuando se analiza con rigor sus principales rasgos y características. Desde un punto de vista genérico, representa un proceso cronológico en el transcurso del cual un sujeto toma contacto con nuevas experiencias regladas sobre una actividad física-deportiva. ”Tradicionalmente, se conoce con el nombre de iniciación deportiva el período en el que el niño empieza a aprender de forma específica la práctica de uno o varios deportes” (Blázquez, 1986). También se entiende por Iniciación deportiva el proceso que “permite al individuo tener una operatividad básica sobre alguna de las modalidades de la actividad deportiva en la situación real de la competición” (S. Bañuelos, 1984). Un aspecto relevante en el concepto de iniciación deportiva, que adquiere proyección de futuro, lo aporta Álvarez del Villar (1987) al indicar que “la iniciación en cualquier deporte debe buscar una variada formación de base sobre la cual poder fundamentar un rendimiento máximo posterior”. En el proceso de formación de un deportista existen una serie de etapas presididas por el aprendizaje de una gama de elementos o modelos técnicos y el desarrollo de aspectos condicionales, tácticos y psicológicos, de manera adaptada a la particular situación biológica del individuo. Este progresivo enriquecimiento le permitirá avanzar de forma programada, racional y pedagógica, a la vez asegurarle una eficacia en el proceso seguido. Durante una iniciación deportiva se produce un primer contacto del practicante con la especialidad elegida, representando un punto de arranque hacia su formación deportiva. Sin duda el futuro estará condicionado, entre otras cuestiones, por el bagaje experimental de esta primera aproximación. En cualquier caso, la práctica deportiva en Edad Escolar deberá estar presidida por un permanente interés de conseguir en los niños una formación integral, por encima de cualquier otra pretensión, lo que obliga a ser muy selectivos a la hora de elegir al responsable técnico (educador, entrenador o monitor). Entre los objetivos destacaríamos: • Fomentar la educación integral de los practicantes • Potenciar la salud. • Favorecer una cierta emancipación, autonomía y toma de decisiones individuales. • Propiciar un aumento de practicantes deportivos • Favorecer el aprendizaje de las técnicas deportivas específicas. • Enriquecer el acervo motor con diversas habilidades y ejercicios. • Propiciar el aprendizaje de los reglamentos deportivos básicos. • Potenciar la socialización y el trabajo en equipo. • Conseguir un compromiso con la práctica deportiva regular. • Experimentar en competiciones las posibilidades individuales. Una vez definidos los principales objetivos trazados en el desarrollo del Deporte en Edad Escolar, se relacionan diez derechos básicos que presiden la actividad deportiva a edades tempranas. La idea primitiva de este decálogo surge de la carta de los derechos del niño que enuncia Wein (1995) y de la declaración de derechos de Martens et al (1989) y que, particularmente, adaptamos al atletismo, siguiendo la filosofía del Código de Ética Deportiva (Giménez y Sáenz-López, 1997): • Derecho de practicar, disfrutar y gozar de la competición. • Derecho de ser tratado como niño y adolescente. • Derecho de ser entrenados por personas cualificadas. • Derecho de ser atendidos con la misma dignidad e interés, independientemente del talento, capacidad o resultados en la competición. • Derecho de no ser explotados, buscando actitudes precoces. • Derecho de competir con reglamentos adecuados a las necesidades específicas de los jóvenes. • Derecho de competir con jóvenes de su edad. • Derecho a que se respeten los principios pedagógicos, didácticos, metodológicos, y de entrenamiento. • Derecho de descubrir sus propios aprendizajes. • Derecho de no ser campeón
Hacia una Ley de Protección del Deporte en Edad Escolar
En los últimos años la “epidemia de sedentarismo” de nuestra sociedad ha avanzado inexorablemente hacia unas cotas que inducen a la preocupación. Estudios recientes demuestran que la obesidad infantil y juvenil se ha triplicado en los últimos 20 años, al pasar del 5 al 14 por ciento de la población española. Al margen de una inadecuada alimentación, se constata una falta de actividad física. Además, un 89 por ciento de la población infantil ve la televisión todos los días, durante una media de 2,5 horas. También se sabe que la mitad de población española tiene exceso de peso, pero además la situación se agrava al ser una tendencia “ascendente”. Los niños españoles son los que practican menos ejercicio en horario extraescolar de toda la Unión Europea. Expertos de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC) alertan de que en España a la edad de 13 años ya se adopta un estilo de vida sedentario, sobre todo en el caso de las niñas. La situación en Galicia, es todavía más preocupante. El Dr. Tojo, catedrático en Pediatría, demostró con sus estudios que en 1991 la obesidad afectaba al 8,8% de los niños gallegos, si bien en la actualidad se ha llegado al 20,5%. Galicia, tal y como afirma el Dr. Ovidio Vidal, jefe del servicio de Endocrinología del Complejo Hospitalario Universitario Juan Canalejo, se encuentra en el fondo de la tabla, junto a Canarias, muy lejos de los mejores resultados registrados en comunidades como Cataluña, donde los índices son del 9% entre los hombres y del 14% entre la población femenina. Por otra parte, el abandono de la actividad física al acabar la enseñanza obligatoria es un hecho generalizado en toda Europa, pero en España alcanza unos datos estadísticos preocupantes. La práctica atlética se convierte en un instrumento tremendamente valioso ante la alarma social y un servicio indispensable que debe darse al ciudadano Una de las consecuencias de la situación expuesta es el descenso de la condición física de los escolares que sufren este problema. Esta realidad, unida a la enorme oferta lúdica y recreativa que reciben los jóvenes, contribuye a ralentizar el acceso a la práctica deportiva de compromiso en aquellas modalidades que exigen una mayor carga de esfuerzo físico. El Comité de Deporte y Ocio del Consejo Internacional de Ciencias del Deporte y Educación (Committee on Sport and Leisure of the International Council of Sport Science and Physical Education, ICSSPE) organizó en 1993, en Estocolmo, el seminario internacional, denominado Niños, juventud y deporte – una comparación multinacional con la intención de analizar la evolución y tendencias del deporte internacional en los jóvenes. En sus conclusiones destacan: 1. El aumento sustancial de oportunidades de practicar deporte en los últimos 10 años (1983-1993). 2. La institucionalización del deporte, apreciándose una menor espontaneidad en la práctica deportiva, que tiende a desaparecer, por ejemplo, en deportes de equipo. 3. El contraste entre jóvenes que practican algún deporte varias veces por semana o diariamente y quienes no realizan actividades físicas en su tiempo libre. 4. La disminución de la edad de iniciación deportiva. En muchos países la mitad de la población infantil comienzan a practicar deportes a los 7 u 8 años. 5. El descenso del interés y de la práctica en deportes tradicionales, como el atletismo y la gimnasia. 6. El hecho que se esgrima con más frecuencia, por parte de quienes no practican deporte, como excusa la falta de tiempo. De hecho, existe en general un descenso del número de practicantes atléticos en todas aquellas sociedades instaladas en el denominado estado del confort y bienestar. Esto sucede en Europa y en todas las comunidades españolas, incluida Galicia, en especial en las categorías inferiores. Considerando, las transferencias realizadas a las Comunidades Autónomas, en relación a las competencias deportivas, considero necesario impulsar desde el Consejo Superior de Deportes una Ley de Protección del Deporte en Edad Escolar que asegurase unos “mínimos” en su desarrollo. En especial, en la cualificación de las personas que impulsan su desarrollo. Sin duda, la medida más eficaz para potenciar el Deporte Escolar sería la de incrementar la carga lectiva de la asignatura de Educación Física, y no reducirla como parece ser la voluntad actual.
¿Cómo crear un campeón?
Llegado a este punto de la ponencia y tras haber introducido el tema, será necesario que definamos a qué campeón estamos refiriéndonos. Queremos un campeón infantil?, cadete?, juvenil?; júnior?. O acaso pretendemos formar a un practicante para que destaque entre los mejores deportistas absolutos?. La respuesta a esta pregunta va a ser clave en el enfoque de la planificación. Personalmente estoy en contra de la búsqueda de resultados prematuros que hipotequen el futuro deportivo. No todos los practicantes pueden ser campeones Es necesario criticar la concepción de que “cada niño es un campeón en potencia”. Esta idea, que fue extendida de forma popular durante más de una década, coincidiendo en España en los años 70, simbolizó la instrumentalización del deporte por parte del sistema político ávido de éxitos deportivos para adquirir prestigio internacional. Por ello, se trasladó a la población la argucia de que para ser un campeón o un héroe deportivo bastaba solo con desearlo. Pero, obviamente, no todos los niños pueden ser campeones, por mucha voluntad que pongan en el empeño. En este sentido, la responsabilidad y competencia técnica, supuesta, de los entrenadores debe aclarar las posibilidades reales de cada niño deportista. Ya sabemos que no es posible predecir quien va a ser un campeón. Pero hoy día se puede disponer de la información suficiente para saber quien no va a serlo. Y, en este sentido, debemos ser realistas con los jóvenes y sus familiares. Una cuestión es la prudencia y otra crear expectativas deportivas que no corresponden a las potencialidades de los sujetos. ¿Se ha elegido el deporte que mejor se adapta a nuestras características? Hoy día sabemos por los estudios de genética que son aproximadamente unos 5.000 genes los que influyen en el rendimiento deportivo. Ser campeón es muy difícil pero serlo en una disciplina para la que no se poseen las condiciones necesarias es sencillamente imposible. Las fases de la formación atlética: pensando en el futuro Es necesario que las actuaciones de los entrenadores vayan dirigidas a cimentar una correcta formación deportiva en los jóvenes practicantes. No se pretende describir solamente las diferencias existentes entre niños y adultos, que justifican una actuación metodológica distinta en ambos casos, sino profundizar en propuestas que consoliden la adecuada formación atlética. En la actualidad ya se dispone de una información mucho más rigurosa sobre las respuestas fisiológicas y conductas psicopedagógicas de los jóvenes, lo cual permite actuar metodológicamente con una menor carga empírica y un mayor rigor científico. Sin embargo, todavía es preciso investigar con mayor profundidad en las repercusiones que el entrenamiento o la práctica deportiva regular tiene en las etapas de formación, ya que probablemente sea una de las áreas peor documentadas. No hay que olvidar, tal y como indica Peter Tschiene (1992), que no existe una concepción global precisa de los principios de entrenamiento que podemos aplicar al deporte de los niños y adolescentes. Es preciso reflexionar sobre la gran cantidad de casos de jóvenes atletas, con una aparente y brillante proyección de futuro que, por una gran diversidad de motivos, provocan abandonos prematuros o que no llegan a alcanzar las metas previstas. Al margen de otras consideraciones, tampoco se puede minimizar ni ocultar errores de cálculo de los entrenadores o responsables técnicos, quizás por no conocer lo suficientemente bien las peculiaridades y rasgos de los jóvenes atletas, o bien por no respetar de manera apropiada las diferentes fases de formación, buscando rendimientos prematuros. Un error en la actuación metodológica que afecte a un atleta senior ya formado, tiene unas repercusiones negativas en su rendimiento que fácilmente se manifiestan, ya que la relación causa-efecto puede ser inmediata; pero en el caso de atletas pertenecientes a las categorías inferiores, las consecuencias pueden ser mucho más graves, no solamente hipotecando su futuro deportivo o arriesgándolo, sino poniendo en riesgo su salud. El proceso de elaboración de un atleta es largo y complejo, ya que requiere manejar y considerar gran cantidad de factores de diversos ámbitos. Por ejemplo, uno de los principales problemas al que el entrenador tiene que enfrentarse es determinar la carga que debe utilizar con los jóvenes, en función de su edad y madurez. La tendencia que a veces se observa en el atletismo es la de entrenar más tiempo, más intenso y en edades cada vez más tempranas. Esta realidad estimula el eterno debate entre la especialización prematura y la formación multifacética. En cualquier caso, los riesgos también son cada vez más evidentes cuando se superan los límites fisiológicos o psicológicos de los practicantes, generando alteraciones imprevisibles en su futuro deportivo y personal. Ante ello es preciso recordar constantemente que el objetivo principal de toda formación atlética es la de contribuir al mejor desarrollo general de los jóvenes deportistas y conseguir que, en función de su talento y capacidad de trabajo, alcancen las mejores prestaciones deportivas en el momento oportuno, sin precipitar los acontecimientos. No debemos olvidar que “el cuerpo humano está preparado para ser entrenado a cualquier edad, si bien con diferente eficiencia” (Nadori, 1.987: 13). Pero tampoco es menos cierto que, en ocasiones, el temor del entrenador a “pasarse” puede situarle en el otro lado de la moneda, imposibilitándole aprovechar las potencialidades de sus atletas a largo plazo, al expresar una conducta de inhibición a la hora de solicitar esfuerzos físicos apropiados. Gran cantidad de profesionales vinculados a la infancia del niño coinciden en afirmar que el desarrollo del niño no es un proceso que se rija por una progresión matemática, sino que es heterocrono , es decir no todos los sistemas y las capacidades funcionales se desarrollan al mismo tiempo y a la misma velocidad. Cada capacidad tiene una “fase crítica o sensible” durante la cual el entrenamiento se vuelve sumamente eficaz. “Son etapas relativamente cortas del período evolutivo en las que se pueden entrenar sólo algunas cualidades” (Grosser et. al. 1.989: 205). La totalidad de estas fases sensibles se localiza temporalmente entre la niñez y la adolescencia, etapas de la vida deportiva que polarizan la atención de esta obra. Reforzando el anterior argumento, es preciso considerar que si se descuida el entrenamiento y el estímulo adecuado de una cualidad en su fase sensible traerá como consecuencia un déficit en el desarrollo potencial de esa capacidad en particular y de todas las prestaciones motrices en general. Un entrenamiento posterior nunca podrá alcanzar los mismos resultados. Además, el desarrollo de las distintas capacidades está interrelacionado de modo que la mejora de una cualidad favorece o limita el desarrollo de las otras. Por ejemplo la mejora de las capacidades coordinativas es requisito necesario para el desarrollo de la fuerza (Nadori, 1.987: 13). Difícilmente si se ignora la existencia de las fases sensibles para el desarrollo de las diferentes capacidades funcionales se podrá alcanzar altos niveles en las disciplinas que las requieran. Estas ideas deben de estar muy presentes en el pensamiento del entrenador, a la hora de abordar el proceso de la iniciación y formación atlética. Por lo tanto, es fácil entender que el técnico podría limitar las posibilidades de los atletas, salvo que actúe de manera apropiada, bien por un exceso de celo al someterlo a un trabajo intenso e inapropiado, o bien, por defecto o descuido, al manifestar un desmedido proteccionismo. Son numerosos los factores que pueden condicionar la construcción y formación de un “gran atleta”. Muchos de ellos no están bajo el control del entrenador, pero es preciso que el conocimiento, el estudio, la experiencia y la intuición, en relación al resto, permitan aumentar el dominio del responsable técnico, evitando errores de cálculo o al menos minimizarlos. Por encima de la perspectiva competitiva y de la búsqueda de rendimiento del atleta, no se debe olvidar que las características de la relación que se establece entre entrenador y el joven practicante obligan a que el técnico se convierta en un responsable directo de la formación integral de ese niño como ser humano. Para finalizar esta introducción, recuperamos una frase escrita en el siglo XVIII por Jean Jacques Rousseau (1712-1778) en su famoso “Emile”, que muestra de manera clara la preocupación por la infancia: “la naturaleza quiere que los niños sean niños antes de ser hombres. Si pretendemos invertir este orden, no produciremos más que frutos verdes, sin jugo ni firmeza: jóvenes sabios y niños viejos” (Jean Jacques Rousseau, 1.971: 35). Por otra parte, existen muchos factores que van a condicionar el rendimiento deportivo del niño pero, entre ellos, pueden destacarse los genéticos, sociales y pedagógicos. A nivel genético los aspectos étnicos van a mediatizar las características físicas y, consecuentemente, el mayor o menor éxito en determinadas disciplinas. Piénsese, por ejemplo, en los atletas de Kenya, especialmente dotados para las carreras de fondo, en los que se ha encontrado que sus niveles de lactato se acumulan más lentamente en su sangre, en comparación con corredores europeos. Pero también va a ser decisiva la propia herencia genética individual, que es intransferible en relación a otros individuos. Variables como la talla, constitución, porcentajes de fibras, etc adquieren una enorme importancia en el rendimiento deportivo. Pero también las influencias sociales son determinantes en el futuro deportivo de los niños. Parece que las costumbres sociales condicionan la práctica deportiva. A medida que una sociedad transita hacia un estado de confort, los deportes con una mayor exigencia física, como el atletismo o el ciclismo se resienten. También las exigencias académicas, cada vez más acentuadas, limitan las posibilidades de practicar deporte con regularidad, así como la mayor oferta cultural y recreativa, con menos compromiso. Las campañas de captación de talentos pierden validez, por la falta de respuesta de los jóvenes. La planificación a largo plazo: sin prisas pero sin pausas Los principales apartados que permiten explicar, de forma cronológica, el proceso seguido sobre la planificación y programación del entrenamiento y competición, desde una perspectiva general, ya que son comunes a cualquier especialidad deportiva, son los siguientes: 1. Análisis de la especialidad deportiva. 2. Diagnóstico del nivel actual de rendimiento y entrenamiento. 3. Determinación de objetivos. 4. Programación del entrenamiento y competición. 5. Realización del entrenamiento y competición. 6. Controles de entrenamiento y competición. 7. Análisis del proceso y posibles correcciones Durante la presente exposición se desarrollarán los aspectos más importantes de cada uno de los apartados, considerando que la planificación estará dirigida a poblaciones de jóvenes deportistas. En cualquier caso, se deberán cumplir las siguientes premisas: • La necesidad de planificar a largo plazo. • Asegurar un entrenamiento saludable • Respetar las fases sensibles del organismo • Adaptar las cargas al grado de maduración biológica • Iniciar la especialización tras una formación polifacética • Aplicar modelos, según las anteriores variables
1. Análisis del deporte
Representa un aspecto básico en la planificación deportiva. En este apartado se consideran aquellos aspectos más importantes que afectan a la disciplina deportiva a nivel de aspectos biomecánicos que afectan a la disciplina; los aspectos fisiológicos, tales como fuentes energéticas protagonistas en cada una de los deportes, recuperación y supercompensación de las fuentes bioenergéticas, fisiología muscular y nerviosa. También los aspectos anatómicos, como los grupos musculares implicados en cada fase; sus principales características; su entrenabilidad… etc. Sin embargo, en deportistas jóvenes aparece el histórico debate entre el grado de preparación general y especial que hay que realizar en su formación deportiva. Iniciar la especialización tras una formación polifacética El proceso de planificación deportiva es largo y complejo, ya que requiere manejar y considerar gran cantidad de factores de diversos ámbitos. Uno de los principales problemas al que el entrenador tiene que enfrentarse es determinar la carga que debe utilizar con los jóvenes, en función de su edad y grado de madurez. La tendencia que a veces se observa en el deporte es la de entrenar más tiempo, más intenso y en edades cada vez más tempranas. Esta realidad estimula el eterno debate entre la especialización prematura y la formación multifacética. En cualquier caso, los riesgos también son cada vez más evidentes cuando se superan los límites fisiológicos o psicológicos de los practicantes, generando alteraciones imprevisibles en su futuro deportivo y personal. Aparece entonces el agotamiento deportivo. Una de las fases básicas en el proceso de preparación deportiva a largo plazo se refiere al desarrollo multilateral que permita crear las bases para una posterior y adecuada transición hacia la especialización. Por ello la multilateralidad representa una de las claves del trabajo diseñado a largo plazo. La base de la pirámide, que por analogía debe considerarse como el fundamento de cualquier programa de entrenamiento, consiste en el desarrollo multilateral (Navarro, 1.994). No obstante, hay que tener en cuenta que un máximo de ofertas multilaterales (ejercicios de muchos tipos de deportes para los más jóvenes no es la garantía para lograr un máximo progreso deportivo (Tschiene, 1.988). En el caso del atletismo existe una gran coincidencia en manifestar que durante el período de preparación básica (Navarro, 1.994), dentro de una planificación a largo plazo, el atleta debe de practicar varias disciplinas, con el fin de efectuar un proceso de especialización gradual.
Tabla 1. Proceso de especialización gradual en diferentes modalidades de los jóvenes atletas. (PLP: Planificación a Largo Plazo); (tomada de Navarro, 1.994).
Ilustración 1. Proceso a largo plazo, adaptado a la especificidad del entrenamiento (Bompa, 2005).
La filosofía del entrenamiento queda de manifiesto en la tabla siguiente (Bompa, 2005), al comparar las variables de la especialización temprana y de un trabajo multilateral.
Es de vital importancia adecuar el volumen de trabajo y sus contenidos, propiciando un desarrollo multilateral a las etapas de preparación a largo plazo, según las diferentes fases deportivas (ver tabla de (Tschiene, 1.985).
Tabla 2. Fases de formación y preparación deportiva; (tomada de Tschiene, 1.985).
Partiendo de la base de la gran diversidad de situaciones deportivas generalizadas que existen, un modelo general que relaciona el trabajo especializado con el desarrollo multilateral se indica en el siguiente gráfico (Bompa 2005). Los efectos del trabajo general se mantendrán durante más tiempo, aunque el rendimiento inicial sea menos acusado.
Ilustración 2. Relación entre el desarrollo multilateral y la preparación especializada, según las edades del deportista (Bompa, 2005).
Ilustración 3. Efecto de la preparación general y especial en el tiempo.
Un sector relevante de entrenadores defiende la conveniencia de fomentar las escuelas deportivas de niños que practican y dominan 3 ó 4 especialidades deportivas a la vez. Ver ejemplo de la distribución del trabajo en la tabla siguiente, seguido en la antigua República Democrática Alemana.
Ilustración 4. Ejemplo de distribución de cargas en una Escuela Deportiva de Atletismo en la antigua República Democrática Alemana.
Puede apreciarse la importancia que debe concederse a una formación polifacética. Se distinguen dos tipos de preparación física (general y específica), cuyas características respectivas se indican en la tabla 3.
Tabla 3. Aspectos básicos de los rasgos de la preparación física general y específica.
2. Diagnostico del nivel actual del joven deportista
Este apartado representa el primer paso práctico al que debe enfrentarse el entrenador y consiste en la valoración del estado del atleta mediante la realización de los oportunos tests clínicos, físicos o condicionales y técnicos. Valoración funcional o clínica La primera preocupación que debe solventar el entrenador es la de asegurarse de que su joven atleta dispone de los suficientes niveles de salud para someterse a un proceso continuado de entrenamiento y competición. En este caso, serán los profesionales de la medicina los que establezcan las oportunas valoraciones. En el supuesto de que el atleta exprese posibles descompensaciones musculares deberán ser tratadas y corregidas de manera prioritaria. Los tests clínicos de laboratorio suponen una ayuda relevante hacia el entrenador, ya que, desde la perspectiva anatómico, fisiológica y funcional, contribuyen decisivamente a conocer con más detalle las respuestas fisiológicas de los jóvenes, lo cual permitirá diseñar con más realismo el trabajo individualizado. Por añadidura, representan un instrumento muy valioso para seguir avanzando en un mejor conocimiento científico de cada modalidad deportiva. Por dicho motivo, la valoración funcional, a través de las correspondientes pruebas de esfuerzo así como las genéricas que detecten su “nivel de salud” deben suponer una constante en la planificación deportiva de cada temporada. En este sentido, la contribución de los profesionales de la medicina deportiva es también indispensable en la planificación y programación del entrenamiento y competición. Valoración de la condición física Al margen de la consideración de algunos entrenadores que sostienen que “el mejor test para un atleta es competir en su prueba”, lo cierto es que cada técnico debe seleccionar una batería específica que cuantifique con la mayor precisión posible los aspectos que condicionan el rendimiento, desde una perspectiva más analítica que la que ofrece la competición, en la que se manifiestan muchas cosas (globalidad). En el caso de los deportistas jóvenes esta parte de la planificación recobra un especial interés para poder detectar a posibles talentos deportivos. Valoración técnica Es importante detectar los posibles errores técnicos que pueda tener un joven deportista para aprovechar las fases sensibles del aprendizaje y poder corregirlos o minimizarlos al máximo. Se supone que el entrenador está perfectamente cualificado para detectar estas incorrecciones técnicas, para lo cual debe conocer en profundidad el modelo. Hoy día es fácil poder efectuar una grabación de vídeo de cada uno de los deportistas, lo cual va a permitir al entrenador efectuar un análisis riguroso de cada situación. Es importante que, al margen de que se filmen sesiones de entrenamiento también se hagan extensivas a la propia competición. Esto permite contrarrestar los problemas surgidos de la observación directa. El hecho de poder analizar fotograma a fotograma ofrece unas informaciones muy relevantes al entrenador. También es interesante utilizar modelos de observación técnica ya que ayudan a precisar el error y centrarlo en la parte específica de la carrera. Para ello, el entrenador debe construir sus propias planillas. Dentro de los niveles técnicos que es preciso dominar por parte del deportista, no solamente hay que hacer mención a las técnicas específicas (modelos), sino también a los diferentes ejercicios que debe efectuar el deportista en el entrenamiento.
3. Determinación de objetivos (a largo plazo)
Los principales objetivos se centran en los parámetros fundamentales que se deben desarrollar en cada especialidad deportiva. Tal y como se indicó anteriormente los objetivos en el entrenamiento con jóvenes deportistas deben establecerse a largo plazo. Sin embargo también es importante intentar prolongar el mayor tiempo posible (años de práctica deportiva) el máximo rendimiento del deportista. Por consiguiente, los objetivos incidirán sobre los aspectos condicionales, coordinativos y cognitivos de los atletas. En otro orden de cosas, los objetivos deben plantearse a corto, medio y largo plazo, lo que permitirá al entrenador diseñar una estrategia individualizada para cada deportista, en función de su edad, motivación, capacidades, etc. Por otra parte, la determinación de objetivos debe realizarse dentro de cada una de las áreas que condicionan el rendimiento deportivo: • Objetivos en la preparación técnica • Objetivos en la preparación física • Objetivos en la preparación táctica • Objetivos en la preparación psicológica • Objetivos en la preparación biológica La necesidad de planificar a largo plazo con deportistas jóvenes Existe coincidencia generalizada en que el proceso de planificación del entrenamiento con jóvenes debe realizarse a largo plazo. Los programas de entrenamiento desarrollados en la infancia y adolescencia deben propiciar que el deportista alcance las cotas más altas de rendimiento futuro. Lo importante no es llegar antes sino llegar lo más lejos posible. Durante los últimos años se ha podido comprobar con mayor precisión que el acceso al máximo rendimiento deportivo requiere ya desde las etapas de formación deportiva unas bases sólidas para ello. Por dicho motivo, es preciso no acelerar las etapas antes de tiempo y evitar la anticipación de los resultados prematuros. Un modelo de entrenamiento deportivo con jóvenes debe respetar este requisito. La planificación del entrenamiento con niños debe de tener en cuenta además algunos factores que muchas veces son ignorados y que van a tener importantes consecuencias en el resultado final: • La evolución tecnomotriz de capacidades y destrezas que son la base del la optimización del rendimiento. • Los factores de ejecución (fuerza, velocidad, flexibilidad, resistencia) como fundamento general psicomotriz. • Las capacidades coordinativas como amplia base de actuación motriz. • La motivación como mecanismo regulador dirigido por los intereses y actitud del joven deportista. • La lógica y comprensión mental que ayuda a integrar la actividad deportiva dentro del marco de evolución y educación personal. • La autonomía que le ayude a encontrarse a si mismo y su propia identidad. El modelo básico de planificación deportiva con jóvenes debe propiciar un adecuado desarrollo general de los deportistas, que permita la prevención de trastornos ortopédicos por malas posturas o debilidades posturales y favorezca que, en función de su talento y capacidad de trabajo, alcancen las mejores prestaciones deportivas en el momento oportuno, sin precipitar los acontecimientos. El objetivo no debe responder a un incremento demasiado rápido del rendimiento deportivo, a pesar de que pudiera ser posible, ya que, al margen de los efectos sobre la salud del practicante, tendría poca duración puesto que pronto se presentaría una sobresaturación por el deporte No debemos olvidar que el cuerpo humano está preparado para ser entrenado a cualquier edad, si bien con diferente eficiencia (Nadori, 1.987). Pero tampoco es menos cierto que, en ocasiones, el temor del entrenador a “pasarse” puede situarle en el otro lado de la moneda, de tal manera que se imposibilita el aprovechamiento de las potencialidades de sus deportistas a largo plazo, al expresar una conducta de inhibición a la hora de solicitar esfuerzos físicos apropiados. Hay que evitar que los modelos de entrenamiento de los adultos, aunque sean eficaces para éstos, sean transferidos a las poblaciones de jóvenes deportistas, ya que tristemente es un error habitual en entrenadores poco formados. El objetivo fundamental debe dirigirse a preparar a lo largo de los años al deportista para que se adapte a los parámetros de entrenamiento característicos de la etapa de máxima realización de sus posibilidades. De nada sirve intentar que esta realización se haga efectiva antes de tiempo a base de copiar los métodos de entrenamiento de deportistas de edad y nivel superior. Este entrenamiento forzado puede permitir que el deportista tenga éxito en competiciones en categorías menores (infantiles, cadetes, juveniles…) pero difícilmente este espejismo podrá mantenerse y se estará hipotecando su futuro deportivo en la edad adulta. El deportista joven, que utiliza en su entrenamiento unos estímulos muy duros, se adapta a estos medios y gasta las capacidades de su organismo en crecimiento (Platonov, 1.992). Si se analizan las tablas que reflejan datos estadísticos genéricos sobre el tiempo que transcurre desde que comienza la práctica habitual del entrenamiento de un determinado deporte hasta que se alcanzan los máximos resultados, se comprueba fácilmente que son necesarios, al menos una década de trabajo continuado (ver tabla siguiente). Y en algunas determinadas especialidades, más de 15 años. Sin embargo, debido a la gran cantidad de abandonos prematuros, muchos jóvenes jamás alcanzarán la edad necesaria para obtener sus máximos resultados posibles. En la actualidad, los entrenadores que trabajan con poblaciones juveniles sufren los desencantos de comprobar cómo deportistas con excelentes posibilidades de rendimiento futuro se alejan de la práctica deportiva.
Tabla 4. Edades estimativas de comienzo, especialización y consecución de máximos rendimientos en algunos deportes: (tomada de Bompa, 1.983).
Sin embargo, esta realidad no debe provocar diseños erróneos en la planificación del entrenamiento. El ciclo vital mas sintéticamente expresado, es el de nacer, crecer, reproducir y morir. Durante este proceso, las etapas de la vida periodizables para el entrenamiento se asocian a las de crecimiento y reproducción, que coinciden con la juventud y la fase adulta. Surge, de esta forma, el megaciclo, considerado como la unidad de trabajo más prolongada dentro del diseño de la Periodización Deportiva, ya que comprende todas las etapas de la vida del “homus-sportivus”, utilizando el término de Cagigal, desde el momento de la iniciación deportiva hasta el final de la practica deportiva. Las bases biológicas del Síndrome General de Adaptación exigen muchos años de trabajo continuado para que el ser humano optimice la capacidad de adaptación a la naturaleza de los estímulos que reciba. Por ello debe ser planificada en todo su megaciclo, teniendo en cuenta que esa planificación, lejos de estar “cerrada” en todo su desarrollo, debe ser dinámica, fruto de la observación, análisis y respuestas concretas a los problemas que vayan surgiendo. En este sentido, los objetivos del megaciclo se resumen en (Alarcón, 2000): • Formación y desarrollo del organismo. • Aprendizaje de ejercicios generales y especiales. • Aprendizaje de las técnicas. • Desarrollo gradual de las cualidades físicas. • Garantizar el grado de coordinación en situaciones de “stress”. • Educar las cualidades morales y volitivas. • Calificar deportivamente al individuo. • Capacitar en conocimientos sobre higiene, medicina y nutrición. • Desarrollar la capacidad de control y equilibrio emocional. • Orientar la madurez, la que implica toma de decisiones en situaciones límites. En cualquier caso el proceso de preparación deportiva a largo plazo, depende de diversos factores. Entre ellos podemos citar a: • La estructura de la actividad competitiva. • Las leyes de formación de la maestría deportiva y de los procesos de adaptación a los sistemas funcionales más importantes para cada disciplina. • Las particularidades individuales, sexuales, el ritmo de maduración,… etc. Estos factores van a determinar el tiempo necesario y la edad a la que se puede alcanzar altos resultados que, como se aprecia en la tabla anterior, son variables según la especialidad deportiva. En las fases de entrenamiento de los jóvenes deportistas es imposible desarrollar una estructura de planificación definida como en el caso de los adultos, ya que la diversidad de objetivos, tareas y condiciones, así como las transformaciones que se producen en el organismo del joven, debido a la evolución de sus procesos fisiológicos, tienen una amplitud e importancia tales que no permiten construir ciclos de entrenamiento plurianuales que repitan su estructura fundamental (Navarro, 1.994). Algunas de las ventajas que proporciona la planificación deportiva son muy claras. Entre las mismas podemos citar: Libera al entrenador para la resolución de tareas no previstas. Otorga una mayor seguridad al equipo de trabajo (se conoce aquello que se pretende). Facilita un mayor control del proceso, es decir, hay menos cuestiones que no se controlan. Permite rentabilizar el tiempo, el espacio y las condiciones materiales Estas ideas deben de estar muy presentes en el pensamiento del entrenador, a la hora de establecer un modelo de planificación deportiva con jóvenes a largo plazo. Sobre esta cuestión, existen gran cantidad de ejemplos que demuestran cómo los programas de entrenamiento periodizado provocan mayores ganancias de rendimiento Son numerosos los factores que pueden condicionar la planificación deportiva en los jóvenes. Algunos de ellos no están bajo el control del entrenador, pero es preciso que el conocimiento, el estudio, la experiencia y la intuición, en relación al resto, permitan aumentar el dominio del responsable técnico, evitando errores de cálculo o al menos minimizarlos. Por encima de la perspectiva competitiva y de la búsqueda de rendimiento, no se debe olvidar que las características de la relación que se establece entre entrenador y el joven practicante obligan a que el técnico se convierta en un responsable directo de la formación integral de ese niño como ser humano. Gran cantidad de autores defienden esta postura de planificar a largo plazo en las etapas de formación, hasta la consecución del máximo rendimiento. En cualquier caso, siguiendo el modelo de Bompa (1983), la identificación de deportistas talento es un paso previo para poder acceder al alto rendimiento deportivo.
Ilustración 5. Sistema secuencial del entrenamiento (Bompa, 1.983)
Por otra parte, el entrenador de jóvenes deberá incluir en su planificación deportiva una serie de actuaciones que contribuirán a que reducir el alto grado de abandonos prematuros en la actualidad. Siguiendo a Snyder (1996), las siguientes orientaciones son válidas para que los jóvenes sigan practicando deporte: Recompensar el éxito y el esfuerzo de los deportistas. Buscar también la complicidad de los padres para evitar que se sobredimensionen los resultados y valorar positivamente los avances que vayan consiguiendo sus hijos. Responder con ánimos e instrucciones técnicas precisas cuando los deportistas cometan un error (Cruz, 1987), matizando que un error no es un fracaso. Hay que encontrar en cada actuación algo satisfactorio (Snyder, 1996), independientemente de los resultados. Transmitir instrucciones técnicas de forma positiva, evitando las acciones punitivas y el castigo, salvo que fuese estrictamente necesario (Cruz, 1987). Asumir el rol de educador, estimulando en los jóvenes el fair play, tanto en la victoria como en la derrota. Establecer objetivos que puedan ser asociados a los progresos obtenidos. En cualquier caso, los objetivos deberán ser realistas, al alcance de los deportistas, y mantener una actitud clara ante ellos, inclusive sus familiares, sobre sus posibilidades reales. Hacer participe a los deportistas de la justificación y efectos que provocan en sus organismos los diferentes tipos de entrenamiento para generar en éstos una mayor motivación (Tejero, 2003). Estimular otros aspectos y facetas sociales del deportista (estudios, trabajo, inquietudes…) que deben propiciarle en su vida deportiva el equilibrio necesario para que no se estanque y desmotive (Martin, 1997). Un reciente estudio sobre abandonos de jóvenes nadadores españoles (Salguero, Tuero, y Márquez, 2003), sobre 66 casos estudiados demuestra que la edad media del abandono fue a los 18 años, respaldando otras investigaciones. A esta edad, el comienzo de los estudios universitarios, que exigen una mayor dedicación; el cambio (posible) de residencia para proseguir sus estudios y la falta de una adecuada coordinación entre las estructuras deportivas y académicas, favorecen el abandono de la práctica. Pero existen muchos estudios que demuestran el rol tan relevante que tiene el entrenador en el ámbito del abandono y/o motivación deportiva (Snyder, 1996a; 1996b; Cruz, 1997). Asimismo, la pérdida de diversión también se considera un factor que favorece la retirada, la elevada exigencia temporal y el tener “otras cosas que hacer”. Desde una perspectiva general, se expone una secuencia cronológica de planificación del entrenamiento a largo plazo basado en diversas fases (Seirul’lo, 1.994): 1. Práctica regular inespecífica (5-7 años). 2. Formación general polivalente (8-10 años) 3. Fase de preparación multilateral orientada (11 a 13 años) 4. Fase de la iniciación específica (14 a 16 años). 5. Fase de la especialización (17 a 19 años). 6. Fase del perfeccionamiento (20 a 23 años). 7. Fase de la estabilidad y alto rendimiento (24 a 28 años) 8. Fase de la conservación del rendimiento (29 a 34… años) 9. Fase de adaptación compensatoria a la reducción del rendimiento (35 a 38 años) 10. Fase de la readaptación funcional para el rendimiento no competitivo (30 a 41… años) Con respecto a las fases de formación indicadas, correspondientes a las etapas infantiles y juveniles, es preciso apuntar diversas consideraciones: 1. Es difícil determinar con exactitud la terminación de una etapa de desarrollo y el inicio de otra. Aparte de ello, cada individuo se desarrolla individualmente y tiene su propio “ritmo” de maduración. 2. A medida que transcurren las fases, la práctica atlética se convierte en menos global y en más específica. Es decir, al principio tendrá más importancia el trabajo polivalente (condicional y coordinativo). 3. Una parte importante de los objetivos propios de cada fase, deben conseguirse en las clases de Educación Física, por lo que habrá que llevar un control de lo que el niño hace en las mismas para coordinarlo adecuadamente.
4. Programación del entrenamiento
La denominación de los diferentes periodos que componen la programación del entrenamiento deportivo suscita diversas diferencias entre algunos autores. Por ello es positivo clarificar previamente esta cuestión. En la siguiente tabla se ofrece una relación de términos, algunos idénticos y otros distintos, que definen periodos, desde los más pequeños (sesión) a los de mayor duración (macrociclo).
Tabla 5. Distribución temporal de las diferentes partes de la programación del entrenamiento según diversos autores. (De Fernando Navarro, 1994).
Ilustración 6. Distribución cronológica de las fases de mayor a menor duración de la planificación del entrenamiento.
Al margen de estas diferencias terminológicas, lo realmente importante será saber exactamente qué objetivos son precisos alcanzar en cada una de estas fases. La propuesta que se formula por nuestra parte transcurre desde la unidad más básica hasta la más extensa: sesión, microciclo, mesociclo y macrociclo. Su significado se indica a continuación. Al margen de los periodos indicados en la figura anterior existe el plan plurianual o planificación que puede varias temporadas, especialmente válido para jóvenes. A medida que el deportista es más joven es preciso respetar los períodos de descanso académico (Navidades, Semana Santa, verano) para provocar también un descenso de las cargas deportivas. En la siguiente ilustración se ofrece un modelo de preparación deportiva escolar adaptada del autor alemán Tschiene. No es especialmente relevante adquirir altas cotas de forma, sino propiciar experiencias satisfactorias que permitan la continuidad del joven en la práctica deportiva. Los resultados de las competiciones no deben instrumentalizarse en ningún sentido.
Ilustración 7: Modelo básico de programación para deportistas escolares.
El rendimiento deportivo no se puede manifestar a un nivel constante durante toda la temporada, sino que describe una curva rítmica a causa de los procesos biológicos y psicofísicos. Por dicho motivo en todos los deportes el entrenamiento se debe estructurar en base a las fases del proceso de adaptación: 1. Aumento del nivel de entrenamiento (adaptación) durante varias semanas o meses. 2. Forma deportiva (capacidad máxima de trabajo) o fase de rendimiento relativamente estable, la cuál debe de coincidir con la mayoría de las competiciones y en especial con las más importantes. 3. Reducción del nivel de entrenamiento (readaptación) o descenso del La readaptación se entiende como “la pérdida de la capacidad máxima de trabajo debido a la superación del límite de la capacidad de adaptación” (Verjoshansji, 1990). Estos procesos de adaptación coinciden con: 1. Periodo de preparación: Cuyo objetivo es crear las bases para desarrollar la forma deportiva, desde dos etapas o fases diferenciadas. En la primera fase existe un predominio de la preparación general o condición general. En la segunda etapa predominan más la preparación específica, en dónde disminuyen los volúmenes de entrenamiento y se incrementa la intensidad del mismo. 2. Periodo de competiciones: En esta fase es preciso afinar la forma deportiva con la participación en las competiciones regulares. La intensidad de los esfuerzos realizados durante las competiciones estimula el desarrollo y la estabilización del período de gran forma. 3. Periodo de transición: En este período se debe provocar la recuperación activa y regeneración del deportista; Se produce un descenso de su forma física como consecuencia de la regresión muy baja del volumen e intensidad del entrenamiento. La práctica en este período de deportes complementarios a unos niveles moderados contribuye no solamente a evitar un descenso exagerado de la capacidad de rendimiento del atleta, sino también a provocar una recuperación activa. En la actualidad la duración de este periodo tiende a acortarse. En realidad estos periodos no significan que sean compartimentos cerrados ya que en la fase de preparación, por ejemplo, también se efectúan competiciones. A través de los años estas fases de evolución alcanzarán un nivel creciente de entrenamiento hasta llegar al rendimiento máximo previsto. En relación a las cargas con jóvenes, cuyo volumen e intensidad deberá ser claramente inferior al utilizado en las poblaciones adultas, por lo que precisan también objetivos propios. Inicialmente, antes de los 12 años, los niños deportistas deben desarrollar una formación física general polivalente, basada en el fomento de las capacidades coordinativas, fuerza en general, resistencia de base y flexibilidad. También es preciso el desarrollo de las técnicas básicas deportivas. Cuando los niños no han desarrollado estas capacidades, ya que comienzan la práctica deportiva más tarde de los 12 años, se aconseja: • No comenzar la especialización demasiado temprano. • Fomentar las capacidades coordinativas antes que un desarrollo intenso de las condicionales.
Ilustración 8: Evolución de las capacidades coordinativas y condicionales (Adaptado de Grosser y col, 1989).
En relación a la posible preocupación por la forma deportiva, es preciso tener en cuenta los siguientes principios: – Si la velocidad de adquisición de la forma deportiva es muy intensa (se adquiere en poco tiempo), más deprisa se pierde. La forma deportiva representa un estado que permite al atleta responder de la mejor manera posible en el plano físico, técnico, táctico y psíquico a las exigencias de la modalidad deportiva, durante un determinado tiempo. – Cuanto más tiempo se dedique a desarrollar la forma deportiva en el período preparatorio, más tiempo se podrá mantenerla en el transcurso del período de competiciones (dentro de unos límites que no provoquen saturación psíquica en los atletas). – Cuanto más corto sea el período preparatorio, más específica debe ser la preparación, pero el efecto de las cargas durará menos tiempo. Por ello, es necesario en determinadas fases de la época utilizar ejercicios más generales para evitar los estados de acumulación del efecto de las cargas de gran intensidad (sobreentrenamiento). – En caso de necesidad imperiosa de competir, cuanto menos tiempo se disponga para la preparación de un atleta, más importancia adquieren los ejercicios especiales. – Cuanto más tiempo se quiera mantener a un atleta en forma, menor podrá se el nivel absoluto de forma conseguida. – A medida que se está más alejado del periodo de competiciones, más se justifica un trabajo separado de los diferentes componentes del entrenamiento (físico, técnico, táctico y psicológico). Por el contrario, cuando se aproximan las competiciones, todos estos componentes del entrenamiento deben ser realizados de una forma integrada. – Cuanto más se pretende desarrollar de forma separada las cualidades físicas (fuerza, velocidad, resistencia y flexibilidad), menor número de ejercicios específicos podremos utilizar, con la consiguiente pérdida de transferencia a la competición. – Una atención más importante al volumen de trabajo sobre la intensidad, conllevará un alejamiento del nivel de forma de los atletas. – Cuando se utilizan ejercicios de carácter general, también se aleja el estado de forma deportiva, por lo que hay que realizarlos cuando las competiciones no están próximas. – En los períodos en donde la intensidad es superior al volumen (entrenamientos más cortos y más exigentes), existe un incremento o estabilización de la forma. – En aquellas fases de construcción o reconstrucción de la forma deportiva, el volumen debe prevalecer sobre la intensidad, utilizando ejercicios más generales. Durante los períodos de mantenimiento de la forma, la intensidad sobrepasa al volumen y los ejercicios deben ser específicos. Durante el deterioro de la forma deportiva, los atletas podrán descansar algunos días y realizar descansos “activos” mediante la realización de ejercicios de carácter general o prácticas de otros deportes. En cualquier caso, para los niños de menos de 14 años la periodización deportiva anual no es necesaria (Grosser y cols., 1989). Ellos se ponen rápidamente en forma. Posteriormente, el desarrollo del rendimiento es preciso efectuarlo de acuerdo con esta periodicidad de índole biológica, es decir, cada ciclo anual presenta unas estructuras específicas de cargas y contenidos del entrenamiento, el cuál está condicionado por el calendario de competiciones.
5. Realización del entrenamiento y competición
Asegurar un entrenamiento saludable Tal y como se indicó en la introducción, se deben establecer las pautas necesarias para que el entrenamiento deportivo con jóvenes sea saludable. Una programación inadecuada del entrenamiento deportivo con jóvenes puede derivar en situaciones de riesgo para su salud. Existen gran cantidad de estudios que así lo confirman. Según las investigaciones más recientes, la mitad de las lesiones que afectan a deportistas infantiles son causadas por sobrecargas inadecuadas, es decir, por un exceso de entrenamiento. En torno a esta cuestión, se considera que el grado de presión ambiental ejercida sobre el niño es excesivo. La explicación parece centrarse en la utilización de cargas fuertes, tanto a nivel de volumen como de intensidad. El respetar los momentos de inicio, desarrollo, intensificación de las cargas, según el estadío evolutivo del joven deportista será determinante para evitar problemas de sobrecargas. La tabla 7 de Tschiene (1985) es aclaratoria sobre la cuestión También es preciso adecuar la naturaleza de las cargas considerando los factores limitantes y el riesgo de lesión que puede conllevar (tabla 8).
Tabla 6. Fases de formación y preparación deportiva; (tomada de Tschiene, 1.985).
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Tabla 7. Grado de utilidad de diferentes tipos de entrenamientos para jóvenes, según los factores fisiológicos, morfológicos y riesgo de lesiones (De Keul, 1982, en Navarro, 2005).
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Pero también existe un riesgo por sobrecarga, es decir por acciones repetidas continuamente. Considerando la fragilidad articular, ligamentosa y ósea de los niños estas lesiones son más problemáticas en ellos que en poblaciones adultas por el efecto que pueden tener sobre el crecimiento óseo. Los riesgos pueden aumentar durante las fases de máximo crecimiento. Por ello, los entrenadores de estos deportistas deben analizar la evolución de las curvas de crecimiento y vigilar de forma especial a aquellos atletas que estén experimentando un incremento muy pronunciado en su estatura, ya que en estas etapas los riesgos aumentan. En general, las chicas experimentan su máximo crecimiento a los 12 años y los chicos a los 14 años. Las zonas más vulnerables en las poblaciones juveniles son rodilla, codo y tobillo, y en ellas se producen microtraumas con facilidad. En algunos deportes de moda, como el snowboard, se provocan 3 lesiones por cada 100 practicantes, las más relevantes en los tobillos, muñecas y hombros. Por ello se aconseja que se adopten una serie de medidas previas, aparte de disponer del adecuado equipo, como un acondicionamiento cardiovascular, muscular, articular… Tampoco se puede olvidar los calentamientos inadecuados y ejecuciones incorrectas, como causas de lesiones importantes. También el grado distinto de maduración entre niños o jóvenes puede contribuir a aumentar el riesgo de lesiones, por ejemplo cuando hay importantes diferencias de estatura y peso entre niños de la misma edad y participan juntos en deportes de contacto. Por ello, a medida que van desarrollándose y haciéndose más fuertes, el riesgo de lesiones también se incrementa, por su mayor nivel de fuerza muscular. Existe coincidencia en reconocer que el estado de agotamiento deportivo resulta de de una compleja interacción de factores medioambientales, en los que se incluye un stress crónico prolongado, y los propios rasgos del joven practicante. No debe tampoco olvidarse la excesiva presión que algunos padres y entrenadores ejercen sobre los jóvenes, llegando a crear una ansiedad por el triunfo a cualquier precio. Sería preciso que los entrenadores de jóvenes deportistas, a través de la aportación de la psicología deportiva, tuvieran la capacidad de identificar el perfil de los practicantes excesivamente estresados. Estos jóvenes, suelen responder a un alto grado de ansiedad competitiva; tienen una baja autoestima y unas expectativas de registros personales bajos; se divierten poco con el deporte y tienen pocas satisfacciones, preocupándose bastante del fracaso y del juicio de los adultos (Gould, 2006). Respetar las fases sensibles del organismo Gran cantidad de profesionales vinculados al mundo infantil coinciden en afirmar que el desarrollo del niño no es un proceso que se rija por una progresión matemática, sino que es heterocrono, es decir no todos los sistemas y las capacidades funcionales se desarrollan al mismo tiempo y a la misma velocidad. Cada capacidad tiene una “fase crítica o sensible” durante la cual el entrenamiento se vuelve sumamente eficaz. “Son etapas relativamente cortas del período evolutivo en las que se pueden entrenar sólo algunas cualidades” (Grosser et. al. 1.989). La totalidad de estas fases sensibles se localiza temporalmente entre la niñez y la adolescencia, etapas básicas en la formación deportiva.
Tabla 8: Edades correspondientes a las categorías atléticas oficiales en España, hasta la júnior, y su equivalencia estimada al curso académico y grado evolutivo de maduración.
Reforzando el anterior argumento, es preciso considerar que si se descuida el entrenamiento y el estímulo adecuado de una cualidad en su fase sensible traerá como consecuencia un déficit en el desarrollo potencial de esa capacidad en particular y de todas las prestaciones motrices en general. Un entrenamiento posterior nunca podrá alcanzar los mismos resultados. Además, el desarrollo de las distintas capacidades está interrelacionado de modo que la mejora de una cualidad favorece o limita el desarrollo de las otras. Por ejemplo la mejora de las capacidades coordinativas es requisito necesario para el desarrollo de la fuerza (Nadori, 1.987). Difícilmente si se ignora la existencia de las fases sensibles para el desarrollo de las diferentes capacidades funcionales se podrá alcanzar altos niveles en las disciplinas que las requieran. Tanto el desarrollo tanto de las capacidades coordinativas, como de los factores de ejecución o capacidades condicionales deberá respetar las fases sensibles. El objetivo general del entrenamiento debe adaptarse a los objetivos específicos de cada una de las etapas del desarrollo del niño, desde los presupuestos iniciales en donde el entrenamiento es inexistente, hasta la época de culminación de todo el proceso donde sólo un entrenamiento especializado conseguirá el máximo rendimiento. La entrenabilidad representa la influencia relativamente marcada mediante estímulos exteriores ejercida sobre las capacidades motrices básicas y su rendimiento en relación al sistema cardiovascular, la respiración y el metabolismo de los músculos estimulados, igual que sobre componentes psicofísicos. (Erwin Hahn, 1.988). Por dicho motivo, teniendo en cuenta que el nivel de entrenabilidad de las cualidades físicas esta condicionado, en primer lugar, por el estado de madurez de las funciones físicas implicadas en cada caso, se suscribe que el entrenamiento de jóvenes no debe ser un entrenamiento de resultados. Los niños no son adultos en miniatura. Sus organismos se encuentran sometidos de forma dinámica a una serie de transformaciones anatómicas, fisiológicas y psicológicas que lo hacen vulnerable a ciertos tipos o formas de entrenamientos de atletas adultos. Por consiguiente es preciso adaptar el trabajo con los niños a sus propias características evolutivas. En la siguiente tabla se ofrece un ejemplo de cargas, según edades.
Tabla 9. Distribución de cargas de condición física, según las fases sensibles y estado evolutivo supuesto de los/as niños/as pertenecientes a las categorías oficiales atléticas vigentes en España. (* Iniciación: 1-2 sesiones/semana; ** Desarrollo: 2-3 sesiones/semana; *** Entrenamiento habitual: 3-4 sesiones/semana. (Isidoro Hornillos, 2005).
Estas posibilidades orgánico-funcionales del niño son lo que justifica que una parte muy significativa de los contenidos que integran las actividades docentes (Educación Física) o las emanadas del deporte escolar o federativas (prácticas deportivas regladas) se encuentren protagonizadas por una mayor atención hacia la esfera coordinativa, antes del comienzo de la pubertad. Adaptar las cargas al grado de maduración biológica Los programas de entrenamiento desarrollados en cada una de estas etapas deben asociarse y diseñarse según el grado de maduración de cada individuo y no a su edad exclusivamente cronológica, ya que puede haber diferencias significativas entre niños de la misma edad aparente. En este sentido, son frecuentes los casos de jóvenes adelantados en su nivel de maduración biológica que muestran en sus inicios rendimientos deportivos espectaculares. Sin embargo existen muchos más ejemplos que demuestran que los niños de maduración tardía obtienen los mejores resultados en el futuro. Por consiguiente, es necesario no dejarse deslumbrar por este aparente talento en las previsiones y expectativas de rendimiento futuro. Sobre esta cuestión hay investigaciones que demuestran que los jóvenes de maduración tardía tienden a lograr una altura ligeramente mayor y llegan a ser más fuertes que los más adelantados, cuando llegan a la edad adulta (Carmichael, 1990). Al abordar cada fase hay que considerar que no siempre la edad cronológica tiene una exacta correlación con su maduración biológica. Existen individuos que maduran más rápido que otros. Puede haber diferencias de tres años o más. Ello es de particular importancia en el período puberal, es decir, en el período de la maduración sexual (12-15 años), el cual se caracteriza por una profunda reestructuración en la actividad de las glándulas de secreción interna, en la regulación neurohumoral de las funciones, por sensibles incrementos de las dimensiones totales del cuerpo (estatura, masa, etc.). A esta edad puede cambiar provisionalmente las correlaciones de los parámetros biodinámicos que determinan la coordinación de los movimientos y decelerarse los ritmos de incremento de la capacidad de trabajo. Por ello en este período el pronóstico suele ser dificultado. Así, a los 11-12 años, los cambios en la capacidad física de trabajo son bastante estables, lo que permite realizar un pronóstico confiable. A los 13-16 años, debido a que los cambios en la capacidad de trabajo son menos estables, el pronóstico resulta menos seguro. (Volkov y Filin, 1.989). En un grupo deportivo podemos encontrarnos niños con escaso desarrollo físico con una edad biológica rezagada de la cronológica en 1-2 años. Contrariamente otros casos de adolescentes con elevado desarrollo físico con una edad biológica que puede aventajar a la “certificada” en 1-2 años. Podemos considerar tres referencias importantes en torno a esta cuestión: 1. Desarrollo antropométrico, es decir, hay que analizar si se han producido estirones o fases aceleradas de crecimiento, tanto en altura como en desarrollo muscular. 2. Desarrollo hormonal. El organismo segrega en unos períodos determinados una serie de hormonas que afectan al crecimiento. La aparición de los caracteres sexuales secundarios como el cambio de voz, el crecimiento del bello en la zona próxima a los genitales, el desarrollo de los pechos y la primera menstruación son indicadores claros de estos hechos. 3. El grado de osificación. La maduración del nivel de desarrollo óseo, mediante radiografías de la muñeca, puede determinar el nivel de crecimiento del niño y pronosticar sus posibilidades. Asimismo, hay que tener en cuenta en la edad cronológica si el joven atleta ha nacido a finales de Diciembre o principios de Enero, ya que “oficialmente” hay un año de diferencia pero, en realidad, pueden ser pocos días o semanas. A veces los responsable técnico del joven podría limitar las posibilidades de los deportistas, bien por un exceso de estimulación al someter al practicante a un trabajo intenso e inapropiado, o bien, por defecto o descuido, al manifestar un desmedido proteccionismo. Por ello es preciso identificar un modelo claro y personalizado de planificación deportiva. Hay también que considerar que el éxito del deporte competitivo no es una consecuencia de lo que se hace en el momento sino también de lo que se haya hecho en el pasado (Counsilman, Counsilman, 1991). En esta línea adquiere una gran importancia el “efecto residual”, basado en que una amplia estimulación física y técnica recibida a través del entrenamiento facilita la posibilidad de que pueda mantenerse durante periodos posteriores un cierto grado de rendimiento, a pesar de que haya cesado la estimulación recibida. Algunos efectos residuales se indican en la siguiente tabla:
Tabla 10: Efectos residuales del entrenamiento. Tipos, características y tiempo de desentrenamiento (Issurin, Lustig (2004), adaptado por Navarro (2005).
En relación al calentamiento con jóvenes se les deberá enseñar un modelo concreto, adaptado a cada una de las tareas a realizar en la sesión, considerando que deberá ser siempre un proceso individual. Cada deportista requiere un proceso muy personal que puede no coincidir con el resto de los atletas. Por dicho motivo, dentro de los objetivos cognitivos del entrenamiento, se debe posibilitar al atleta, en especial en las edades de formación deportiva, la suficiente información para que sepa en cada caso: – Cuándo debe comenzar “su” calentamiento – Cuál debe ser la rutina de ejercicios que mejor se adapte a sus características. – El “ritmo” que debe imponer al calentamiento. – Cuándo debe finalizar el mismo. – Qué tiempo debe transcurrir desde que lo acaba hasta el comienzo de la competición o entrenamiento. – Qué debe de hacer, en caso de que la competición se retrase. – Elegir la indumentaria más apropiada para efectuarlo en cada caso. – Cómo conservar mejor los efectos si tiene que intervenir en otra competición en un breve espacio de tiempo. – Etc.
6. Control del entrenamiento y competición
Los objetivos básicos del control del entrenamiento son: 1. Registrar todos los datos reales (no siempre coinciden con los previstos) para cuantificar con exactitud las cargas empleadas. 2. Analizar los efectos del entrenamiento a través de una serie de tests. Las competiciones del período de especial (precompetitivo), en realidad, pueden considerarse como tests que contemplan la suma de las capacidades condicionales, coordinativas y tácticas, es decir representa un test complejo. Cuando se pretende realizar un control sobre las cualidades físicas será suficiente con que se repitan cada 4 o 5 semanas. En el caso de la coordinación (técnicas específicas), será preciso que se realicen con una mayor frecuencia, prácticamente cada pocos días. Ello es especialmente importante en el caso de los jóvenes deportistas. En relación a las correcciones que pudieran afectar a la parte técnica, incluidos los ejercicios de preparación condicional, normalmente se basan en las propias observaciones subjetivas del entrenador. A veces se cometen errores al observar secuencias deportivas muy rápidas a pesar de tener una contrastada experiencia. Por consiguiente será preciso recurrir a una tecnología de medición que elimine la parte subjetiva de la observación. Cómo crear a un campeón. Análisis del actual deporte escolar Dr. D. Isidoro Hornillos Baz 37 El proceso de información que el entrenador debe suministrar a los atletas para corregir las anomalías debe realizarse durante y después de la ejecución. Según Grosser y colab. (1989) este debe ser el proceso: – Información sincronizada o inmediata: durante o inmediatamente después de la realización del movimiento. – Información rápida: poco después de acabar el ejercicio (después de unos 5 segundos hasta 25-30 segundos), mientras perduren claros rasgos del movimiento en la memoria (información propia). – Información tardía: fuera de la presencia, subjetivo-perceptiva del movimiento.
7. Análisis del proceso y posibles correcciones
El análisis representa una valoración objetiva entre el valor real (rendimiento obtenido) y el previsto al principio de temporada (objetivos iniciales). Esta valoración debe ser: – Global, a nivel de todo el grupo de atletas o equipo deportivo. – Individual, dirigida hacia cada uno de los miembros que conforman el grupo de entrenamiento. En el caso de detectar anomalías en el rendimiento de los atletas por una deficiente preparación deportiva, como consecuencia de una programación errónea, ya que también pueden existir otras muchas causas, es preciso rectificar el programa una vez identificados exactamente los errores. Lo importante con deportistas jóvenes es conseguir continuidad. Los abandonos prematuros están al orden del día, a veces por recibir un exceso de presión ambiental durante la temporada. No se debe instrumentalizar los resultados hacia ningún lado a estas edades.
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