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31 May 2011

Aportaciones teóricas en la concepción del entrenamiento deportivo moderno

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EL ENTRENAMIENTO DEPORTIVO COMO PROCESO ADAPTATIVO:

EL ESTÍMULO Y LA CARGA COMO ELEMENTOS PRINCIPALES PARA EL AUMENTO DE LA PRESTACIÓN DEPORTIVA.

En el entrenamiento deportivo el estímulo y la carga por un lado, así como la adaptación por otro, son tres conceptos que están interrelacionados y que muchas veces llegan incluso a suscitar cierta confusión. A priori parece evidente que la adaptación es más bien el resultado de un proceso de entrenamiento en el que se han aplicado una serie de agentes físicos, químicos, mecánicos o de cualquier otro tipo. En la literatura específica se suele hablar en muchos casos de estímulo y de carga como precursores de dicha adaptación, estableciéndose una similitud entre ambos términos que pueden dar lugar a un uso indistinto de uno u otro.
A pesar de la relación que pueda existir entre el estímulo y la carga, cada uno de ellos tiene sus propias connotaciones que los diferencia y que a la vez, bajo una serie de premisas que trataremos más adelante, los equipara. En los sucesivos apartados analizaremos cada una de estas particularidades.

Los estímulos dentro del proceso de adaptación.

El entrenamiento en el deporte de alto rendimiento suele estar orientado, como venimos diciendo, al desarrollo de situaciones óptimas capaces de aprovechar el potencial máximo de prestación del deportista en competición (Satori y Tschiene, 1988). Este hecho es lo que Verkhoshansky (2002) califica como perfeccionamiento del deportista, el cual implica necesariamente, según el autor, una preparación deportiva basada en la actividad motriz intensiva y especializada.

entrenamiento de fuerza

Según Zhelyazkov (2001) el entrenamiento deportivo afecta directamente y en grado máximo a los procesos biológicos, provocando transformaciones dinámicas o duraderas, funcionales y estructurales en el organismo. Precisamente Manno (1991) afirma también que el objetivo del entrenamiento dentro de la preparación deportiva es desarrollar las adaptaciones que el organismo necesita para poder realizar un esfuerzo adecuado a la especialidad deportiva que se practica. Este mismo autor asegura que el hecho principal que debe suceder para que se produzcan adaptaciones es la existencia de estímulos, ya sean ambientales, naturales o artificiales con los que de forma puntual y no sistemática, o mediante una programación en el tiempo, se induzca la capacidad de respuesta del organismo. De igual forma Hedegüs (1981) asegura que para que se produzcan verdaderos procesos de adaptación es necesario que los estímulos aplicados estén interrelacionados a través de aspectos cuantitativos, cualitativos y temporales.

Manno (1991) define el estímulo como todas las modificaciones, tanto del ambiente natural o social como de los órganos internos del individuo o de su psiquis, que producen excitaciones o modificaciones. Refiriéndose más concretamente a los estímulos de entrenamiento, el autor los describe como acciones motrices de características múltiples (breves, cortos, continuos, irregulares, etc.) que se realizan para conseguir objetivos de entrenamiento concretos y que se corresponden con las diferentes formas de ejercicio físico (Manno, 1991; Tschiene, 1987). Estos estímulos tienen una serie de particularidades que, como veremos, guardan una estrecha relación con las características cualitativas y cuantitativas de la carga.

De acuerdo con la definición expuesta anteriormente, conviene matizar que el estímulo de entrenamiento, desde una aproximación más abierta, probablemente no deba estar representado únicamente por variables identificadas con acciones motrices. Basándonos en Lehnert (1996) y Martín-Acero y cols. (2003), podemos decir que resulta necesario tener en cuenta otro tipo de estímulos que pueden afectar al desempeño del individuo, y que a través de su control en condiciones potencialmente entrenables, se puede llegar a provocar una adaptación en el sujeto. Como ejemplos citar los estímulos relacionados con las condiciones climáticas, la humedad, la altitud, la temperatura, el tipo de instalación deportiva, etc.

Los elementos que desde el punto de vista del entrenamiento identifican los estímulos, según algunos autores (Grosser y cols., 1988; Harre, 1987; Weineck, 1988), son los siguientes:

  1. Especificidad: esta cualidad viene determinada por las características del estímulo y depende de la estructura del movimiento, es decir, de si en él se implican los músculos, sistemas metabólicos, sistemas funcionales y sistemas orgánicos de forma específica y durante el tiempo necesario en base a la naturaleza del deporte.
  2. Intensidad: es la cualidad que se identifica con el nivel de rendimiento solicitado al sujeto durante la aplicación del estímulo en relación a su capacidad potencial máxima de desempeño físico, o dicho de otra forma, la “fuerza” con la que incide dicho estímulo sobre el deportista en relación a sus posibilidades de rendimiento. Existe un rango de intensidad efectivo, que es aquél en el que el estímulo, en condiciones razonables, podría provocar adaptaciones en el organismo. En principiantes este rango suele ser más amplio que en deportistas experimentados, en los cuales disminuye y se aproxima a valores elevados.
  3. Duración: es el tiempo empleado en la realización del esfuerzo físico durante cada estímulo, el tiempo total en las series de estímulos en el trabajo acíclico (fuerza) o el tiempo en una fase de carga en el trabajo cíclico (resistencia). En los trabajos de fuerza y velocidad, por lo general, el estímulo debe tener una duración que no permita una disminución del rendimiento por cansancio, mientras que en los trabajos de resistencia, la duración debe ser tal que el deportista, aún habiendo aparecido los síntomas de cansancio, pueda emplear todo su empeño para continuar el ejercicio.
  4. Volumen: es el resultado numérico obtenido tras multiplicar la duración de cada estímulo por el número de repeticiones en las que se emplea ese estímulo. Generalmente en el entrenamiento de resistencia el volumen del estímulo se equipara a su duración, por tanto, hay pocas repeticiones y una gran continuidad en el tiempo. El volumen de la carga puede ser subdividido en rangos de intensidad. La carga únicamente será efectiva cuando, en función de la intensidad que se desarrolle, se llegue al volumen total correspondiente. En este momento el deportista debería mostrar síntomas de cansancio e incluso un tiempo después de haber terminado el entrenamiento.
  5. Densidad: es la relación que existe entre el tiempo que dura el estímulo y el tiempo de reposo entre estímulos. Esta característica va a depender del objetivo de entrenamiento perseguido. Un valor óptimo asegura la efectividad de la carga y evita que se presente la fatiga prematura. Generalmente en los deportes de resistencia la densidad del estímulo es mucho mayor que en deportes de fuerza o velocidad, ya que en el primer caso la continuidad del estímulo asegura una adaptación de los sistemas implicados en ese trabajo, mientras que en el segundo, las altas intensidades de trabajo impiden una densidad elevada al necesitar mayores recuperaciones.

Según Harre (1987) la capacidad de rendimiento deportivo se desarrolla en un primer momento a través de estímulos motores. Solamente cuando estos estímulos se aplican de tal forma que tienen un efecto de entrenamiento, o dicho de otro modo y en palabras del propio autor, contribuyen a desarrollar, consolidar o conservar el estado de rendimiento, es cuando se puede hablar de carga de entrenamiento.

Manno (1991) igualmente establece una equiparación entre carga de trabajo y estímulo físico al afirmar que el conjunto de estímulos que se aplican en el entrenamiento con la intención de provocar una modificación, estabilización o recuperación de un nivel de rendimiento constituyen lo que se conoce como carga física de trabajo. Zhelyazkov (2001) por su parte entiende también que el conjunto de ejercicios que componen una prueba constituyen una única carga de trabajo.
Como hemos visto hasta ahora, no podemos afirmar que cualquier estímulo o ejercicio aislado suponga una carga de trabajo (a pesar de que se produzca adaptación), sin embargo cuando se aplican de forma intencionada y sistemática para la consecución de un determinado fin es cuando ambos términos se equiparan y podrían considerarse como una carga de trabajo.

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