Beneficios de la práctica de ejercicio físico en la obesidad infantil
Hay toda una serie de circunstancias que de una u otra forma vinculan la reducción de la actividad física con los problemas de sobrepeso u obesidad. Las causas de la obesidad infantil se han relacionado de forma directa con los hábitos alimenticios de los niño/as…
RESUMEN
Hay toda una serie de circunstancias que de una u otra forma vinculan la reducción de la actividad física con los problemas de sobrepeso u obesidad. Las causas de la obesidad infantil se han relacionado de forma directa con los hábitos alimenticios de los niño/as: exceso del consumo de bollería industrial, consumo de embutidos con mucha frecuencia, exceso de sedentarismo, con especial incidencia de la televisión, ha incrementado la aparición de estos problemas. El número de niño/as obeso/as determinará el número de adultos obesos y consecuentemente de enfermos crónicos. En España la obesidad afecta al 13,9% de los niño/as y jóvenes y el sobrepeso se ha detectado en el 12,3% del mismo sector de población. Estos datos afectan sobre todo a los niño/as entre 6 y 12 años, siendo la prevalencia de la obesidad superior en hombres (15,6%) que en mujeres (12%). Para evitar que un niño/a se convierta en obeso/a es importante conseguir una alimentación adecuada, la práctica de ejercicio físico y cierta terapia que cambie la conducta a la hora de comer. Lo que pretendemos es informar y ayudar a conocer este mundo en el que tantos pequeños sufren.
OBESIDAD INFANTIL
La palabra obesidad deriva del latín obesus que quiere decir “persona que tiene gordura en demasía”. Se manifiesta por un incremento de peso mayor al 20 por ciento del peso ideal esperado según edad, talla y sexo. Puede definirse como la acumulación excesiva de grasa en el cuerpo, aunque en realidad es una enfermedad que implica mucho más que eso: dificultades para respirar, ahogo, interferencias en el sueño, somnolencia, problemas ortopédicos, trastornos cutáneos, transpiración excesiva, hinchazón de los pies y los tobillos, mayor riesgo de enfermedad coronaria, diabetes y asma son todos problemas asociados al exceso de peso. En la mayoría de los casos el médico, los padres y el niño niña están más preocupados por los problemas sociales que la obesidad origina, que por las alteraciones y complicaciones físicas que ésta puede ocasionar. Existen dos grandes consecuencias de la obesidad infantil: o La primera está relacionada con cambios psicológicos: – Baja autoestima. – Bajos resultados en el colegio. – Cambio en la autoimagen, particularmente durante la adolescencia. – Introversión, a menudo seguida de rechazo social. o La segunda consecuencia guarda relación con el aumento del riesgo de desarrollar diversas patologías, como: – Aumento en la presión arterial (hipertensión). – Aumento de los niveles del colesterol general (hipercolesterolemia), especialmente del “colesterol malo”. – Altos niveles de insulina en la sangre (hiperinsulinemia). – Problemas respiratorios al dormir (apneas de sueño). – Problemas ortopédicos, especialmente de articulaciones. El mayor riesgo de la obesidad infantil es el hecho de que mientras menor sea el niño obeso, mayor el riesgo de desarrollar las complicaciones arriba señaladas durante el transcurso de su vida.
TRATAMIENTO DE LA OBESIDAD INFANTIL
La obesidad durante la infancia y adolescencia es el resultado de una compleja interacción entre factores biológicos, psicológicos y sociales, por lo que el tratamiento del niño o niña obeso/a debe ser multidisciplinario: endocrino, pediatra, nutricionista, psicólogo y padres, participarán integralmente. Es importante vigilar que el niño/a al bajar de peso no presente alteraciones en su crecimiento y desarrollo, no causarle alteraciones metabólicas, disminuir el apetito y tratar de evitar los problemas psicológicos, objetivos todos ellos que se persiguen durante el tratamiento. Una forma de lograrlos es a través de los siguientes pasos: 1.- Cambiar el hábito alimentario del niño/a y la familia, aunque no es tarea fácil, sin embargo se pueden utilizar diferentes técnicas que lo harán más sencillo: a) Control diario. Consiste en que el niño/a lleve un registro semanal del consumo de alimentos, especificando la cantidad de cada uno de ellos, así como la actividad física que realiza y por cuánto tiempo. Hay que evitar las actividades que condicionan el consumo de alimentos fuera de los horarios de comida, como el ir de compras al supermercado antes de haber comido, consumir alimentos que por costumbre se acompañen de otros hipercalóricos, como hamburguesas con patatas y refrescos, pizzas, hot dogs y en general todo lo que se conoce como “comida rápida”. Comprometer al niño/a en la observación de su dieta y actividad física, lo hará más responsable y consciente de su problema. b) Modificar los hábitos alimenticios: Es la etapa más difícil de lograr ya que se trata de cambiar los hábitos de toda la familia; esta etapa puede conseguirse al reforzar los buenos hábitos, como una correcta masticación de los alimentos, comer despacio, disminuir la cantidad de alimentos, evitar golosinas, tomar agua en lugar de refrescos, ordenar las comidas (tres a cuatro veces al día), no repetir platos, evitar el comer a deshora, no realizar otra actividad simultánea como ver la televisión o distraerlo con juguetes (para que el niño/a tenga mayor control de lo que ingiere), e incrementar la actividad física diaria. Los malos hábitos alimentarios de los padres los aprenden los hijos, añadir sal antes de probar los alimentos, consumir azúcar en exceso, mantequilla, fritos y salsas, son algunos ejemplos que durante las comidas diarias, el niño/a adquiere, inicialmente por imitación y que posteriormente repite, lo que generará un mal hábito para su vida futura. 2.- Dieta adecuada para su etapa de crecimiento y desarrollo: Bajo prescripción médica se aportarán los requerimientos calóricos diarios del niño/a, de acuerdo a su etapa de crecimiento y desarrollo. Es conveniente sugerir los alimentos que habitualmente se consumen y particularmente aquellos que más le agradan al niño/a, así el médico podrá seleccionar aquellos que sean adecuados para la nueva dieta. Las dietas muy bajas en calorías no están indicadas para niño/as ni adolescentes, generalmente son dietas que se emplean por periodos muy cortos y que no modifican la conducta alimentaria, objetivo principal que se persigue, por lo que no se recomienda a estas edades.3.- Ejercicio y actividad física rutinaria.- Este punto es primordial en la vida de cualquier niño/a, ya que favorece el gasto de energía y contribuye a disminuir de peso. El niño o niña debe realizar ejercicio programado, incluyendo el llamado “ejercicio de vida cotidiana”, como acudir al colegio andando siempre que sea posible. Hay que evitar el sedentarismo de los pequeños. Iniciar al niño, niña o adolescente en la actividad física diaria es un principio indispensable. Es recomendable que el ejercicio físico lo realice acompañado de los padres, hermanos o amigos con una frecuencia de 3-5 días por semana, comenzando con una duración de 15 minutos aproximadamente e incrementar paulatinamente hasta una hora completa. Actividades como caminar, patinar, practicar natación, ciclismo, o bien, algún deporte que interese y divierta al niño/a como jugar fútbol, baloncesto o tenis son siempre un ejercicio. No olvidemos que se debe favorecer la actividad física diaria entre todos los miembros de la casa, caminar más, por ejemplo, y evitar realizar pequeños recorridos en coche, subir las escaleras en lugar de utilizar el ascensor, aprovechar los fines de semana o cualquier descanso para pasear en bicicleta, y como no, controlar actividades sedentarias prolongadas, como pueden ser pasar horas delante del televisor, del ordenador o de algún videojuego. 4.- Participación activa de los padres y la familia.- Esta es una parte muy importante del tratamiento. No hay que olvidar que la alimentación es un hábito que se adquiere en el seno familiar. De los padres depende en gran medida el tipo, cantidad y la preparación de los alimentos que comerá el niño/a. Es muy útil modificar los hábitos alimentarios de toda la familia, no comprar alimentos que el niño/a no puede consumir, utilizar platos pequeños, ofrecer porciones pequeñas, mantener los alimentos fuera de la vista del niño/a, y por supuesto, educar con el ejemplo. En ocasiones los padres condicionan indirectamente la obesidad de sus hijos, al ofrecerle alimentos para distraer la atención de los niño/as, les dan golosinas en los momentos en que están “ocupados” y no pueden atenderlos o bien los premian con pasteles, dulces, chocolates y helados.
BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA
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