Cambios en la actividad física y deportiva de la población escolar española
Los resultados del estudio EnKid ponen de manifiesto que la obesidad en la población española en edad infantil y juvenil es un problema real que precisa atención tanto por parte de la Administración, como de los padres y educadores: no se trata únicamente de intervenir sobre los factores que más están contribuyendo a aumentarla (especialmente la mala alimentación y el sedentarismo) sino, sobre todo, de potenciar aquellos que son clave en su prevención y disminución
Cambios en la actividad física y deportiva de la población escolar española
Introducción
A la hora de abordar un problema como el del sobrepeso y la obesidad infantil y juvenil es necesario comenzar recordando los resultados que el estudio EnKid obtuvo entre los años 1998 y 2000. Los resultados fueron concluyentes: la prevalencia de la obesidad en la población en edad escolar es muy importante, especialmente en los años que preceden al brote puberal.
A modo de resumen podríamos destacar los resultados más significativos de dicho estudio, como punto de partida:
- Sobre la población estudiada (de 2 a 22 años) la obesidad era en torno al 14% y el sobrepeso del 12%, lo que en total supone un 26%. Por género, la obesidad era más elevada en chicos (15,60%) que en las chicas ((12%); y por edad en los chicos sobresalía entre los 6 y los 13 años y en las chicas entre los 6 y los 9 años.
- En el sobrepeso el entorno aparece como determinante: aumenta en las familias de menor nivel de estudios (sobre si el nivel cultural de la madre es bajo especialmente en los niños hasta los 10 años) así como en las familias con un nivel socioeconómico bajo.
- Por Comunidades Autónomas, Canarias y en general, el sur de España presentaba las tasas de prevalencia de obesidad y sobrepeso más elevadas en ambos sexos y en todos los grupos de edad, frente a la zona Noroeste y Norte que tenía las tasas más bajas.
- Es significativa la importancia que tiene el peso al nacer así como la lactancia materna sobre las tasas de prevalencia de obesidad más elevadas, ya que en el estudio EnKid aparecía claramente en la población que al nacer tenía un peso por encima de los 3,5 Kg y en los varones entre 2 y 5 años que al nacer no recibieron lactancia materna, al menos, durante sus 3 primeros meses de vida.
- La alimentación aparece como factor clave en la prevalencia de la obesidad infantil: la ingesta de grasa por encima del 40% kcal es un claro factor de riesgo, así como el consumo de productos azucarados y refrescos, bollería y embutidos, frente a los niños y jóvenes que consumían frutas y verduras, sobre todo en aquellos que consumían cuatro o más raciones al día, así como en los que realizan un desayuno completo.
- Otro factor determinante para el sobrepeso era el tiempo que los niños y jóvenes que dedicaban más tiempo al día a actividades sedentarias (TV, ordenadores, videojuegos, etc.) y, especialmente, entre los que no practicaban habitualmente ningún deporte. La prevalencia de la obesidad también es más elevada en los jóvenes fumadores, tanto chicos como chicas.
Los resultados del estudio EnKid ponen de manifiesto que la obesidad en la población española en edad infantil y juvenil es un problema real que precisa atención tanto por parte de la Administración, como de los padres y educadores: no se trata únicamente de intervenir sobre los factores que más están contribuyendo a aumentarla (especialmente la mala alimentación y el sedentarismo) sino, sobre todo, de potenciar aquellos que son clave en su prevención y disminución: la educación y la práctica físico-deportiva.
Baste con señalar que, según la última “Encuesta Nacional de Ingesta Dietética”, elaborada por la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), el 46% de los españoles lleva una vida sedentaria y un 57% no mantiene una alimentación saludable y adecuada; de hecho, el Eurobarómetro de 2006 señalaba a España como el país con el nivel más alto de sedentarismo de Europa en el conjunto de la población. La Encuesta Nacional de Salud también proporciona información valiosa sobre el sobrepeso y la obesidad, pero sus resultados se obtienen a partir de la declaración de los encuestados y esto conlleva una pérdida de objetividad y precisión en los datos obtenidos.
Para mejorar la situación actual de la obesidad y el sobrepeso en España los expertos recomiendan “moderar el consumo de carnes grasas, embutidos y bollería, mantener una adecuada hidratación, practicar diariamente ejercicio físico moderado y ajustar la ingesta de alimentos de acuerdo al nivel de actividad habitual, así como seguir la alimentación mediterránea, que es un modelo rico, variado y saludable y un patrimonio de la cultura de todos los pueblos de España”, el problema se plantea a la hora de llevar a cabo dicha propuesta.
En cuanto a la práctica de actividad física, un 46% de la población no realiza práctica deportiva alguna y el 47% camina menos de 30 minutos diarios en sus desplazamientos, mientras que los expertos recomiendan que, para llevar una vida sana, se debe realizar algún tipo de deporte durante al menos ese periodo de tiempo, puesto que, además de mantenerse en forma, es un método de prevención contra enfermedades cardiovasculares, entre otras.
Y sobre todo en relación a los más jóvenes y pequeños, todos los estudios vienen señalando desde hace años que la carencia de actividad física durante los primeros años de vida puede aumentar el riesgo de sufrir una enfermedad cardiaca en el futuro y de hecho, se ha corroborado que los factores de enfermedades cardiacas en los adolescentes están relacionados con bajos niveles de actividad y aptitudes físicas en la infancia. Por ello, es importante que los más pequeños adquieran desde sus primeros años hábitos de vida saludables tanto en la alimentación como en la práctica de actividades deportivas que logren mantener a lo largo de su vida y el único camino que conduce hacia dicho desarrollo pasa por una buena educación formativa.
En este sentido, la estrategia NAOS puesta en marcha por el Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad, a través de la AESAN, pretende mejorar la calidad de vida de los españoles y aumentar sus niveles de actividad física y hábitos saludables. Se trata de una iniciativa para revertir la tendencia de la prevalencia de obesidad y es un proyecto donde se involucran y trabajan todos los sectores de la sociedad implicándose en la solución de este gran reto para la salud pública como es la obesidad: padres, educadores y profesionales de la administración.
Por su parte, el Consejo Superior de Deportes ha creado el Plan Integral para la Actividad Física y el Deporte con el objetivo de impulsar el acceso universal a una práctica deportiva de calidad para el conjunto de la población. Este plan ha puesto en marcha una serie de líneas de actuación, objetivos, ejes estratégicos, programas y medidas teniendo en cuenta cuatro principios fundamentales: Salud, Educación, Igualdad y Cohesión Social.
Del nomadismo al sedentarismo: la obesidad como proceso de involución
Numerosos trabajos realizados sobre Actividad Física (AF) y Salud ponen de manifiesto que actividad física y salud son dos conceptos multidimensionales y que, por tanto, pueden entenderse desde perspectivas muy diversas. De hecho, durante los últimos años se está asistiendo a un resurgir de las relaciones entre la actividad física y la salud, debido a la creciente preocupación que han despertado problemas como la obesidad y el sedentarismo en muchos países.
El aumento de las enfermedades propias de las sociedades modernas, cada vez más sedentarias, y el desarrollo de políticas educativas preocupadas por fomentar la medicina preventiva y el deporte saludable con el fin de reducir los costes crecientes de la tradicional medicina curativa, han dado lugar a la evolución de un concepto más abierto y dinámico sobre la salud reorientado a la promoción de ambientes y estilos de vida saludables. Del mismo modo, la práctica de AF se presenta, cada vez más, orientada hacia la salud como uno de los principales motivos de su desarrollo.
Bajo este interés creciente hacia los temas relacionados con la salud y la calidad de vida, las personas e instituciones han intentado promocionar aquellos comportamientos que puedan inducir a un estilo de vida que promueva la salud, siendo responsabilidad de las instituciones públicas, especialmente las responsables de la formación y educación de los jóvenes, el potenciar estilos de vida cada vez más saludables.
El estilo de vida del hombre occidental se viene inscribiendo en un componente que suele considerarse uno de los principales factores de riesgo: el sedentarismo o falta de ejercicio (Blasco, 1994). Esta inactividad física se ha visto incrementada por una serie de cambios significativos en la sociedad actual relacionados con aspectos como: cambios en la jornada laboral que, debido a la actual crisis global, ha supuesto para un gran número de trabajadores una prolongación de su jornada laboral y una clara disminución del tiempo disponible para la AF; en relación a este nuevo horario laboral, el estrés y los cambios en la dieta (comidas más rápidas, congelados, etc.) han aumentado de forma alarmante en los últimos años; la contaminación ambiental y la pérdida de espacios verdes y, sobre todo, de espacios naturales también han contribuido de forma colateral a el empeoramiento de la calidad de vida, sobre todo, en las ciudades; enlazando con la última idea, el proceso de urbanización y la pérdida de los estilos de vida rurales, en mayor consonancia con el entorno natural y la vida saludable son, claramente, un ejemplo del antagonismo que supone para la vida saludable la pérdida de nuestro entorno natural.
Una primera aproximación a la realidad desde los numerosos estudios realizados sobre salud y AF en estas últimas décadas viene a corroborar los beneficios producidos en la salud por la práctica de actividad física regular (Blair, 1992; Fraile y cols., 1996; Tercedor, 1998). Las relaciones entre el ejercicio físico y la salud están ampliamente aceptadas, incluso para niñ@s en edad escolar, hasta el punto de considerar la propia inactividad como un factor de riesgo (Peiró y Devís, 1992). En este sentido, la práctica regular de actividades físicas ayuda a mejorar el estilo de vida personal, reduciendo la demanda de cuidados médicos, lo que supone una importante disminución, a medio y especialmente a largo plazo, de los costes sanitarios (más allá de lo que las políticas de planificación alcanzan a prever) convirtiendo la AF en un importante elemento de prevención.
Sin duda alguna, la evolución tecnológica propia del desarrollo humano ha sido una de las causas principales de este choque frontal entre salud y bienestar. Baste recordar las actividades de antaño donde el esfuerzo físico y el movimiento eran la base del trabajo y que hoy día son un mero recuerdo ancestral. Desde épocas primitivas la actividad física ha sido connatural al hombre, ya que de ella dependía su supervivencia (caza, agricultura, etc.) y de las sociedades nómadas, basadas en el desgaste físico como forma de supervivencia se ha pasado a las escaleras mecánicas, al ascensor y al vehículo dejando atrás el paseo, las escaleras o la bicicleta, o al uso del ordenador y la impresora en detrimento de la libreta y su escritura y ¿qué ha sido de las tertulias en los barios y las reuniones para hablar con los amigos? sustituidas en muchos casos por la televisión, el teléfono móvil, el chat o la videoconferencia, por no hablar del facebook, el whatsApp o el twitter. Como señala Casimiro (1999), vivimos en un estado de regresión motriz dentro de la progresión industrial y tecnológica, cuya factura hace posible la longevidad más allá de los setenta años pero con una calidad de vida que, en determinados grupos de población deja mucho que desear y, en este caso, no son nuestros mayores los peor parados.
El aumento del sedentarismo es uno de los factores desencadenantes de este cambio. En el mundo adulto –que no ancianos- y de forma alarmante cada vez más en el de los más jóvenes, la falta de actividad física hace que nuestros miembros inferiores vean frenada su utilización debido a la incorporación de los medios de locomoción motorizados, al igual que ha sucedido en los miembros superiores con procesos como: la incorporación a las casas de todos los electrodomésticos y demás utensilios mecánicos (aspiradores, lavadoras, lavavajillas, secadoras, etc…), la reducción drástica de los m2 de las viviendas, la pérdida de la práctica de los juegos populares y tradicionales en las calles, sustituyéndose por videoconsolas, televisión y últimamente, el fenómeno de la informática, que ha favorecido de manera alarmante el aumento del sedentarismo de la población, tanto en la jornada laboral-escolar, como en sus desplazamientos y en el tiempo libre.
Este estilo de vida se viene incorporando en el proceso de socialización de los niños desde su infancia y de hecho, constituye la primera etapa de la enfermedad hipocinética debido a una considerable disminución de la movilidad como consecuencia del menor esfuerzo físico y los menores desplazamientos (Blasco, 1994) (Casimiro, 2000). El resultado es un claro aumento del sedentarismo que conlleva riesgos evidentes de obesidad, trastornos cardiovasculares, cáncer y disminución de la esperanza de vida. Los datos del estudio ALADINO señalan una ligera disminución del sobrepeso respecto del estudio EnKid del 14,5% al 13,8% mientras que la obesidad ha aumentado casi dos percentiles a lo largo de los últimos 10 años, pasando del 15,9 al 17,6% en los más jóvenes.
Estas circunstancias nos conducen a una situación en la que predomina la inactividad y, como consecuencia de ella, una serie de patologías y alteraciones derivadas de esta hipocinesis: obesidad, atrofia ósea y muscular, aterosclerosis, alteraciones degenerativas cardiovasculares y del aparato locomotor, broncopatías crónicas, afecciones psíquicas, aumento del consumo de medicamentos, tabaco, alcohol y otras drogas, entre otras (Casimiro, 1999). Para Delgado (1996), los más destacables son el empeoramiento de la alimentación, la disminución del grado de AF desarrollado por las personas, el aumento del consumo de tabaco y alcohol y el estrés de la vida moderna.
Las consecuencias en los países desarrollados son evidentes: un aumento de la mortalidad y un empeoramiento de la calidad de vida, a pesar de las mejoras a nivel médico y farmacológico, y un cada vez mayor aislamiento individual dentro de una sociedad masificada cuya razón se encuentra, probablemente, en el cambio de hábitos de vida citados anteriormente, como consecuencia del mayor desarrollo socio-económico. Un dato muy significativo del estudio de prevalencia de obesidad infantil “Aladino” (2011), en consonancia con los resultados obtenidos en el estudio EnKid, nos señala que si bien en los niveles de ingresos más bajos apenas existen diferencias respecto a la prevalencia o no del sobrepeso (obesidad), a medida que los ingresos por hogar aumentan, los niveles de sobrepeso/obesidad disminuyen significativamente estableciéndose una diferencia del 20% a favor del “normopeso” en los hogares cuyos individuos poseen un mayor nivel de vida.
Es fundamental que la preocupación por el sobrepeso y sus soluciones se planteen desde la prevención a través de la educación, ya que la salud es un bien que suele ser poco apreciado hasta que se pierde, pero muy deseado cuando se carece de él. Su conservación exige grandes esfuerzos, no sólo por parte del individuo, sino también de los poderes públicos (Becerro, 1994) y no únicamente por razones de reducción en los costes que conlleva el sobrepeso, ya que si el esfuerzo se convierte en sacrificio, probablemente no podamos solucionar el problema. En este sentido, vemos como la Ley del deporte (10/1990 de 15 de octubre) destaca en su preámbulo como la práctica de actividad física es importante en el mantenimiento de la salud, al igual que supone un factor corrector de desequilibrios sociales, contribuyendo al desarrollo de la igualdad entre los ciudadanos, creando hábitos favorecedores de la inserción social, y asimismo, fomentando la solidaridad. Pero esta realidad viene precedida de un contexto social, cultural y económico diferente, donde el papel que juega la AF y la Educación Física dentro de la sociedad también han cambiado.
A finales del siglo XIX y principios del XX el ejercicio físico, y en particular la gimnasia, estaba vinculada a la salud por medio de su potencial terapéutico e higiénico; esta vinculación respondía fundamentalmente a los problemas de higiene y salubridad de una sociedad que sufría las consecuencias de la revolución industrial (Devís y Peiró, 1991). Sin embargo esta evolución respecto a la salud es diferente según el contexto de cada país, su problemática social y su realidad económica, y en la actualidad, las diferencias son significativas.
¿Actividad física, ejercicio físico, deporte o salud?
Cuando hablamos de actividad física nos estamos refiriendo a todo tipo de movimiento corporal que realiza el ser humano durante un determinado periodo de tiempo, ya sea en su actividad laboral o en sus momentos de ocio, y que aumenta el consumo de energía considerablemente así como el metabolismo basal. De manera exponencial, el ejercicio físico se entiende como “una serie de movimientos organizados que requieren procesos orgánicos complejos y que están orientados hacia un objetivo” (Grosser et alt, 1991). Según estos autores el ejercicio físico tiene tres componentes básicos: en primer lugar busca siempre un objetivo a alcanzar, en segundo lugar es de mayor complejidad que la actividad física y en tercer lugar considera que el protagonismo de los movimientos están estrechamente relacionados con los músculos fásicos.
Sobre el término deporte la Carta Europea del Deporte del Consejo de Europa (1992) señala “todo tipo de actividades físicas que, mediante una participación, organizada o de otro tipo, tiene por finalidad la expresión o mejora de la condición física y psíquica, el desarrollo de las relaciones sociales y el logro de resultados en competiciones de todos los niveles”. Estas actividades “deportivas” han sufrido un importante proceso de institucionalización en las sociedades modernas y, detrás del deporte, encontramos hoy en día numerosos organismos, entidad deportivas públicas y privadas, clubes, etc.
En cuanto al concepto salud la Organización Mundial de la Salud (OMS) define el término de salud como el “completo estado de bienestar físico, psíquico y social, y no sólo la ausencia de enfermedad”. En este sentido, Salleras (1985) define la salud como el logro más alto de bienestar físico, mental y social, y de capacidad funcional, que permitan los factores sociales en los que vive inmerso el individuo y la colectividad, tal y como aparece en la figura 1.
Figura 1.
En términos generales, el concepto salud es entendido por un gran número de ciudadanos vinculado al concepto de bienestar y su valoración se mide en base al grado en que un individuo juzga globalmente su vida en términos favorables.
Desde la actividad física al deporte-salud, se han realizado numerosas investigaciones con el objetivo de comparar la calidad de vida de personas sedentarias y de aquéllas que practican deporte y de entre todas ellas, nos gustaría señalar la realizada por Jürgens en 2006 por la correlación que establece entre práctica deportiva, calidad de vida y sedentarismo. A partir de una muestra de 133 personas (50% de hombres/mujeres), distingue cuatro grupos: sedentarios, recreativos, alto rendimiento y competitivo, estableciendo las siguientes conclusiones:
- Los sujetos deportistas perciben una calidad de vida mayor que los sedentarios.
- El motivo más señalado por los encuestados a la hora de justificar los motivos de su práctica deportiva giraron en torno a las Relaciones Sociales y el Medio Ambiente.
- La percepción de la calidad de vida crece conforme aumenta el nivel de práctica deportiva.
- Cuanto mayor es el nivel de práctica deportiva, la percepción de la calidad de vida aumenta con referencia a las Relaciones Sociales, el Medio Ambiente y el Funcionamiento Psicológico.
La educación físico-deportiva: clave en el desarrollo saludable de las personas.
La actividad física es una herramienta poderosa que influye en las diferentes facetas en la vida de una persona. Hoy en día, no cabe duda de las múltiples bondades que esconde la práctica regular de actividad física saludable, constatada, a su vez, por el amplio número de artículos científicos publicados anualmente.
A groso modo existen dos paradigmas que tratan de explicar el porqué es tan saludable la práctica de actividad física. Se trata del Paradigma de la Condición Física y del Paradigma de la Actividad Física.
Para el Paradigma de la Condición Física la práctica de actividad física, sólo si aumenta la condición física, proporcionará salud; por lo tanto, si hay salud es debido a un aumento en la condición física. En este sentido, la condición física es la suma ponderada de las diferentes capacidades físicas que tiene una persona y por tanto representa el potencial del organismo para enfrentarse a los retos que se propone, desde el punto de vista físico. De ese modo trabajando las distintas capacidades, podremos incidir en la mejora de la condición física y en consecuencia, proporcionar salud a nuestro organismo.
No es lo mismo la condición física que requiere una persona para mantener una buena calidad de vida, que la que precisa un aficionado para correr pruebas de fondo o un deportista de alto rendimiento. Se pueden distinguir, pues, dos tipos de condición física: la relacionada con la salud y la relacionada con el rendimiento deportivo.
En el ámbito de la salud son tres las capacidades físicas fundamentales: la resistencia aeróbica, la fuerza y la flexibilidad. La resistencia aeróbica o cardiovascular es el pilar de todo programa de actividad física por las adaptaciones que produce: metabólicas, cardiovasculares y cardiorrespiratorias y está directamente vinculada con la salud por los efectos que produce sobre el estado del organismo en general, y muy especialmente en el sistema cardiovascular. Se desarrolla con movimientos cíclicos, de intensidad moderada, en los que intervienen normalmente todos los músculos del cuerpo (andar rápido, correr a baja intensidad, pedalear o nadar, bailar, aeróbic, patinar o esquiar). La fuerza y la flexibilidad son básicas para el buen funcionamiento del aparato locomotor, sin olvidarnos de otras capacidades como la coordinación y el equilibrio
El mantenimiento o desarrollo de estas capacidades va a ser clave en la prevención y mejora de la salud, y por tanto para obtener una buena calidad de vida. Esto se traduce, entre otras ventajas, en:
- Mejorar la eficacia y disminuir la fatiga en nuestras actividades cotidianas.
- Prevenir las enfermedades hipocinéticas.
- Disfrutar de actividades de ocio en el tiempo libre.
- Potenciar la autoestima y las relaciones sociales.
- Mejorar las capacidades mentales.
Los beneficios que se obtienen con la resistencia aeróbica dependen más de la cantidad total de actividad realizada que de la intensidad. Existe un amplio consenso en que 30 minutos de actividad moderada todos, o así todos los días, es suficiente a la hora de obtener mejoras significativas: se trata de apostar por la resistencia aeróbico (con oxígeno) frente a la anaeróbica (sin oxígeno). Estudios recientes revelan que los 30 minutos se pueden fraccionar en dos tandas de 15 minutos o tres de 10, sin apenas merma en los beneficios obtenidos: es preferible una actividad física continuada sin sobreesfuerzos (moderada y prolongada) durante más tiempo (andar una hora) que realizar una actividad muy intensa durante periodos cortos. Como medida de prevención es importante tener en cuenta que la frecuencia cardiaca no debe superar en un principio el 70% de la Frecuencia Cardiaca Máxima (FCM) y con posterioridad podríamos llegar hasta niveles del 80 -85%.
Por lo tanto, la práctica regular de actividades aeróbicas supone una mejora significativa en términos de vida saludable ya que:
- Aumenta el tamaño y capacidad del corazón.
- Desciende la frecuencia cardiaca.
- Disminuye la tensión arterial.
- Aumenta el número de glóbulos rojos.
- Mejora la circulación venosa y previene las varices.
- Incrementa la capacidad pulmonar.
- Aumenta la lipólisis (consumo de grasas).
- Regula el nivel de grasas en la sangre (colesterol, triglicéridos…).
- Incrementa la tonificación muscular
- Aumenta el consumo máximo de oxigeno
- Mejora la función inmunológica
- Previene y mejora, en caso de padecerse, un gran número de enfermedades tales como: las enfermedades cardiovasculares, diabetes, obesidad, determinados tipos de cáncer (colon, mama), enfermedades mentales (depresión, alzheimer).
En cuanto a la fuerza está directamente relacionada con el aparato locomotor. Podemos definirla como la capacidad para generar tensión intramuscular; cuando esta tensión produce cambios en la longitud del músculo se denomina dinámica, en caso contrario se denomina estática o isométrica. Esta tensión puede producir movimiento y se denomina contracción dinámica o no, y se denomina estática o isométrica. Los ejercicios en los que se producen contracciones dinámicas son los más habituales y durante los mismos el músculo se desplaza, normalmente, en toda su amplitud de movimiento. Los ejercicios isométricos, en los que no se produce movimiento (por ejemplo empujar una pared), son más exigentes para el aparato cardiovascular y por tanto pueden ser peligrosos, especialmente para personas que padecen afecciones cardiacas.
De los tipos de fuerza, la denominada fuerza-resistencia es la más recomendable en los programas de actividad física para la salud. Se caracteriza por utilizar cargas ligeras que permitan realizar un elevado número de repeticiones. Aparte de contraerse, la musculatura presenta un estado de tensión constante que mantiene erecto el esqueleto. A este estado de tensión permanente del músculo se le denomina tono muscular y es de vital importancia para las articulaciones.
Con el aumento de fuerza muscular realizaremos con más solvencia nuestras tareas cotidianas, retardaremos la pérdida del tono, y la aparición de lesiones músculo-esqueléticas, además de contribuir a mantener la densidad ósea frenando la pérdida de calcio. Así mismo, nos servirá de colaborador inestimable en la lucha por mantener un peso adecuado, ya que el tejido muscular consume más energía que el tejido graso, por lo que aumentará de forma significativa el metabolismo basal. La fuerza de la musculatura de las piernas es especialmente importante para andar, subir escaleras, y disminuir el riesgo de caídas sobre todo en personas mayores.
Tradicionalmente en los programas de actividad física solo se incluían las actividades aeróbicas, pero hoy en día los programas para la mejora de la condición física saludable no se conciben sin ejercicios de fuerza adecuados al nivel que presenta cada persona, ya que los efectos positivos del entrenamiento de la fuerza son, entre otros:
- Hipertrofia muscular.
- Mayor control de la actitud postural.
- Prevención de la osteoporosis.
- Prevención de patologías articulares.
- Colabora en el control del peso ideal.
Por último nos vamos a referir a la flexibilidad trabajada sobre los estiramientos para desarrollar un mejor movilidad articular (stretching), entendiéndola como la capacidad física que nos permite realizar movimientos en toda su amplitud en las diferentes articulaciones de nuestro cuerpo y poseer una adecuada extensibilidad de la musculatura. Una flexibilidad adecuada permite a la articulación moverse de forma segura en diferentes posiciones y, por tanto, previene lesiones musculares y ligamentosas.
Esta capacidad tiene la particularidad de que al nacer se manifiesta en su máxima expresión, disminuyendo progresivamente hacia la rigidez a medida que envejecemos. En nuestras manos está ralentizar esta tendencia con la práctica regular de los ejercicios adecuados. Hasta los años 90 apenas se consideraba importante para la salud, mientras que en la actualidad nadie duda de la necesidad de su desarrollo, tanto en el ámbito de la salud como en el rendimiento deportivo.
Una persona sedentaria con el paso de los años experimentará una serie de cambios que van, desde el acortamiento y rigidez progresiva de las fibras musculares, a la pérdida de movilidad en las articulaciones. Esto trae consigo molestias que se van a ir convirtiendo en dolores con el paso del tiempo. La columna vertebral y los hombros son las articulaciones más sensibles.
Los ejercicios de flexibilidad apenas producen fatiga, por lo que se pueden realizar todos los días y en cualquier lugar. Es fundamental la correcta ejecución con el fin de obtener los máximos beneficios y evitar posibles lesiones.
Los ejercicios de movilidad articular deben realizarse lentamente, especialmente los del cuello y la columna. Es conveniente movilizar habitualmente todas las articulaciones; ya sea como actividad propia o como parte del calentamiento previo a otra actividad.
En cuanto a los estiramientos, los estáticos introducidos por Bob Anderson en los años 80 son los más indicados en programas de salud, ya que entre los efectos que producen podemos destacar:
- Incrementan la irrigación sanguínea.
- Reducen las contracturas musculares.
- Reducen la inflamación muscular y tendinosa.
- Reducen el riesgo de lesiones.
- Aumentan la relajación mental y física.
- Fomentan el conocimiento del propio cuerpo
- Reducen el dolor en menstruaciones severas.
- Optimizan la realización de los movimientos.
- Contribuyen a mejorar la postura
Existe un cuarto concepto que no podemos olvidar (el equilibrio) referido a la capacidad de mantener o recuperar una posición estática o dinámica del cuerpo con respecto a la fuerza de la gravedad. Se distinguen dos tipos: el estático (capacidad para mantener una postura adecuada sin desplazarse) y el dinámico (capacidad para mantener una postura adecuada en desplazamiento).
El equilibrio, sobre todo el dinámico, empieza a declinar a partir de los 35-40 años y su entrenamiento es adecuado para frenar dicho deterioro. En las personas mayores es absolutamente obligado realizar ejercicios que mejoren el equilibrio, sobre todo el dinámico debido a la gran incidencia que tienen las caídas en esta etapa de la vida. La coordinación, sinónimo de destreza, es el proceso que deriva en una combinación de actividades de una cierta cantidad de músculos y ésta se produce como resultado de la organización de las redes funcionales de neuronas.
Como contraposición a todo lo expuesto y en contra de lo que, a priori, podríamos entender como “deporte de élite”, en el que se busca el máximo rendimiento deportivo, además de estas capacidades hay que sumar otras más específicas según la modalidad deportiva de que se trate y que se alejan claramente del “deporte saludable”, ya que buscan potenciar la resistencia anaeróbica y la agilidad en su concepto de destreza aplicado a términos de velocidad. Así, por ejemplo, para un maratoniano la resistencia aeróbica será la de mayor peso, mientras que para un lanzador será la potencia la cualidad más determinante.
En cuanto al Paradigma de la Actividad Física, éste se fundamenta en que la condición física deja de ser un elemento central y es la actividad física la que genera un doble impacto en la salud:
- Directo: la práctica de actividad física mejora la salud sin que por ello mejore notablemente la condición física.
- Indirecto: la mejora de la condición física tiene un efecto positivo sobre la salud a través del aumento en la práctica de actividad física.
El papel de la actividad física a través de la educación: clave para el desarrollo de la vida saludable
En la sociedad española moderna, los verdaderos impulsores de las políticas deportivas han sido, sin duda alguna, los organismos locales (Ayuntamientos) cuyo papel ha sido clave en el desarrollo de la práctica deportiva escolar actual y en el que ha jugado un papel fundamental el tejido asociativo deportivo.
Es fundamental una visión estratégica de la situación actual teniendo como objetivo (visión) la puesta en marcha un plan real de “educación físico-deportiva saludable en los colegios” que considere los beneficios económicos de la práctica de AF y el deporte, asegurando recursos suficientes para su práctica y formación en los colegios; aumentando, mejorando y, sobre todo, rentabilizando las instalaciones escolares con el propósito no de ganar dinero sino de fomentar su uso. Por esta razón, es clave el apoyo y la financiación de programas y campañas en pro de la AF y para ello se podrían plantear la obtención de fondos a través de impuestos (tabaco, alcohol, quinielas, etc.) u otros sistemas de financiación.
Comparando el sistema educativo europeo con el español es obvio que todas estas medidas resultarían a todas luces insuficientes si no se intensifican las políticas en Educación Física, Actividad Física y Deporte en Escuelas, Centros, etc., aumentando los contenidos de Educación Física, Actividad Física y Deporte con personal profesional y cualificado.
Se echa en falta una política conjunta de las distintas administraciones responsables de la educación de los escolares que aborde de forma integral y coordinada el problema de la obesidad de nuestros escolares y que permita incrementar la práctica de la actividad física en nuestra sociedad desde el deporte saludable, entendido en términos de valor cultural (una forma de vida) y no de ocio (como entretenimiento dentro de mi tiempo libre), lo que a medio y sobre todo, a largo plazo, provocará una disminución de los servicios de asistencia sanitaria, un menor consumo de productos farmacéuticos y, en consecuencia, una importante disminución de la factura sanitaria para con nuestros “futuros mayores” y la sociedad en general.
Cabe señalar que además de los problemas de salud que ocasionan el sobrepeso y la obesidad, estos trastornos y las enfermedades que a ellos se asocian suponen una gran carga económica. Se calcula que, en los países desarrollados, sus costes directos e indirectos alcanzan un 7% del gasto sanitario total.
Una mejora en términos globales de los hábitos deportivos saludables en la educación escolar española exige un compromiso por parte de todos (administraciones, colegios, profesores, padres, alumnos y sociedad) en el desarrollo de una única estrategia que pase por: analizar la situación actual real (práctica, incidencia, consumo, hábitos, etc.); identificar los factores de riesgo (sedentarismo, malnutrición, obesidad, estrés, etc.); tomar medidas paliativas que incrementen y mejoren cuantitativa y sobre todo, cualitativamente la práctica de la actividad física relacionando ésta de una forma directa con la mejora de la nutrición; la definición y puesta en marcha a nivel nacional de una estrategia de intervención en la que participen los distintos sectores sociales; y, por último, una aplicación, seguimiento y evaluación real del programa.
A modo de conclusión-propuesta.
La salud es uno de los temas que más preocupación genera en la sociedad actual. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), máximo organismo internacional que vela por la salud pública mundial, en el año 2001, el 60% de los 56 millones de defunciones anules, fueron causadas por las enfermedades no transmisibles, por ejemplo la obesidad, cardiopatías, cuyos factores de riesgos son en gran medida la mala alimentación y la falta de actividad física entre la población. Diez años después, la propia OMS (2010) informa de la existencia de 42 millones de niños con sobrepeso en el mundo, de los que cerca de 35 millones viven en países en desarrollo, según los estándares marcados por la propia OMS.
En España, la prevalencia media estimada de obesidad en adultos es de un 14,5% y de nada menos que un 37% de sobrepeso, es decir, uno de cada dos adultos pesa más de lo recomendable (Seedo, 1999).
El Ministerio de Sanidad y Consumo a través de la AESAN (2005) establecía la estrategia Naos en la que se determinaba que:
- De los diez factores de riesgo identificados por la OMS como claves para el desarrollo de las enfermedades crónicas, cinco están estrechamente relacionados con la alimentación y el ejercicio físico.
- La obesidad puede llegar a reducir la esperanza de vida de una persona hasta en diez años. Además, suponen una elevada carga económica para los sistemas de salud. Por ejemplo, en nuestro país se calcula que los costes directos e indirectos asociados a la obesidad suponen un 7% del gasto sanitario total, lo que representa unos 2.500 millones de euros anuales.
- Más preocupante es el fenómeno de obesidad en la población infantil y juvenil (2-24 años), situada ya en el 13,9%, y la de sobrepeso, que está en el 26,3% 4. En este grupo de edad la prevalencia de obesidad es superior en varones (15,6%) que en mujeres (12%). Las mayores cifras se detectan en la prepubertad y, en concreto, en el grupo de edad de 6 a 12 años, con una prevalencia del 16,1%.
- En comparación con el resto de países de Europa, España se sitúa en una posición intermedia en el porcentaje de adultos obesos. Sin embargo, en lo que se refiere a la población infantil, nuestro país presenta una de las cifras más altas, sólo comparable a las de otros países mediterráneos. Así, en los niños españoles de 10 años la prevalencia de obesidad es sólo superada en Europa por los niños de Italia, Malta y Grecia.
Pero si la situación es preocupante en el conjunto de la población, aún lo es más en niños y adolescentes donde se alcanzan cifras realmente alarmantes, puesto que en apenas dos décadas se ha triplicado el número de niñ@s obesos. El pico máximo de obesidad en la infancia y juventud ya se encontraba hace un decenio en el estrato de edades comprendido entre los 6 y 12 años donde, como ya hemos visto, en torno al 16% de los niños comenzaban a mostrar índices de obesidad (Enkid, 2000).
La prescripción del ejercicio físico es la mejor receta para la salud. Si se pudieran eliminar los principales factores de riesgo causantes de las enfermedades crónicas, se podría llegar a prevenir el 80 por ciento de todos los casos de cardiopatía, de accidentes cerebro-vasculares y diabetes tipo 2; así como el 40 por ciento de todos los casos de cáncer. Uno de los principales pasos a dar es la promoción de la actividad física y una buena forma de hacerlo es a través de la prescripción, como mejor receta para la salud. Para conseguirlo es fundamental potenciarlo desde la educación y la formación, lo que permitirá impulsar la mejora de la salud a través del deporte y la actividad física.
Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), de los 64 millones de personas que morirán en 2015, la causa del fallecimiento de 41 millones serán las enfermedades crónicas. Entre los principales factores de riesgo de las enfermedades crónicas se encuentran una alimentación inadecuada, el consumo del tabaco y la inactividad física. Si se pudieran eliminar estos principales factores de riesgo, se podría prevenir el 80 por ciento de todos los casos de cardiopatía, accidentes cerebro-vasculares y diabetes tipo 2; así como el 40 por ciento de todos los casos de cáncer. Precisamente, patologías como la diabetes, la hipertensión, las enfermedades cardiovasculares o el síndrome metabólico van a arrastrar un alto porcentaje del gasto sanitario en los próximos 10 años.
En estudios efectuados en Inglaterra y Suiza, respectivamente, se cuantifica entre 150-300 euros por ciudadano/año el coste derivado de la inactividad física. Por ejemplo, el estudio suizo estima que el ahorro que podría suponer un incremento de la práctica física de la población puede llegar a ser de unos 1.7 billones de euros para el país.
De ahí que en el siglo XXI, las políticas comunitarias destinadas a promover el ejercicio físico representen una verdadera prioridad, una inversión social rentable y necesaria. Precisamente, España figura como uno de los países donde menos actividad física se practica, según constata un estudio realizado en 15 países europeos y parara luchar contra la epidemia de sedentarismo y la consecuente obesidad se creó, en 2005, la Estrategia Naos (Estrategia para la Nutrición, Actividad Física y Prevención de la Obesidad) desde el Ministerio de Sanidad y Consumo, a través de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), con el objetivo de sensibilizar a la población del problema que la obesidad representa para la salud, y de impulsar todas las iniciativas que contribuyan a lograr que los ciudadanos, y especialmente los niños y los jóvenes, adopten hábitos de vida saludables, principalmente a través de una alimentación saludable y de la práctica regular de actividad física.
Cuanto antes se inicie en la educación de la práctica deportiva saludable, mayor serán los resultados obtenidos y menor el esfuerzo por mantenerlos y resulta esencial que se elija el tipo de actividad que más se adapte a las preferencias y habilidades de cada uno, en cada etapa de su vida. Para ello, la labor del educador-formador resulta de vital importancia ya que la actividad física debe ser una herramienta terapéutica de utilización en la atención primaria de salud, ya que es fundamental el desarrollo de los conocimientos y habilidades de los profesionales implicados en coordinación con los equipos docentes multidisciplinares, con el objetivo común de proporcionar las herramientas necesarias para desarrollar roles saludables adecuados desde los colegios, estableciendo canales de comunicación dentro de los equipos multidisciplinares e impulsando la colaboración entre los diferentes sectores e instituciones implicados en cada caso.
Por todo lo expuesto consideramos que una de las acciones fundamentales es la promoción de la actividad física saludable desde la educación. Ante la gran diversidad de políticas autonómicas al respecto, existen ejemplos a destacar como el plan para el fomento de la actividad física de Cataluña, con la implantación del programa PASS (Plan Integral para la promoción de la salud mediante actividad física y alimentación saludable) basado en espíritu y contenido en la Guía de Prescripción del Ejercicio Físico para la Salud (Guía PEFs). Según explica al respecto el doctor González Peris, del Hospital de Sant Pau i Santa Tecla de Tarragona, “en Cataluña conseguimos ponernos de acuerdo médicos, enfermeras y licenciados en educación física en cómo utilizar el ejercicio físico como tratamiento de patologías, cuyos resultados fueron plasmados en la citada guía, que ha resultado ser un compendio de 40 pautas médicas para el tratamiento de patologías mediante actividad física”. Es hora ya de que nos pongamos todos en marcha, ahora que aún estamos a tiempo de ganarle la batalla a la obesidad.
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– La Estrategia NAOS a partir del estudio ALADINO -realizado en España entre octubre del 2010 y mayo del 2011 a partir de una muestra de niñ@s de entre 6 y menos de 10 años-, señala que según datos de la OMS, solo un 25% de los estados pertenecientes a la Región europea de la OMS dispone de datos de prevalencia de sobrepeso y obesidad en niños, basados en mediciones objetivas y para corregirlo ha diseñado un plan de vigilancia de la obesidad infantil en 17 países de Europa (WHO European Childhood Obesity Surveillance Initiative, COSI).
– Después de millones de años de evolución de los mamíferos, el hombre actual, que no tiene más de 40.000 ó 50.000 años, posee un sistema muscular muy desarrollado, de considerables dimensiones, ya que cerca del 40% del peso total del cuerpo se halla constituido por tejido magro o muscular, el cual no posee otras funciones conocidas que las de producir movimiento, por medio de su contracción dinámica y mantener el tono postural a través de la estática o isométrica (Becerro, 1994). Como nos señala el mismo autor: “Cuesta mucho creer que la evolución se hubiera equivocado tanto como para dotar al ser humano de una gran cantidad de algo (el músculo) de lo que pudiera prescindir, sin alterar las relaciones entre los diversos órganos y sistemas, y originar, por tanto, algún problema en su salud”.