Cambios en marcadores de fatiga muscular inducida por el entrenamiento en tenistas aficionados.
Resumen cambios en marcadores de fatiga muscular
PROBLEMA: El objetivo de este estudio es comprobar si la realización de un trabajo de acondicionamiento físico general combinado con un trabajo técnico de tenis, de intensidad media, tiene efectos sobre marcadores biológicos de fatiga muscular y si estos cambios en los indicadores de fatiga se manifiestan en disminuciones sobre el rendimiento físico y/o deportivo. MATERIAL Y MÉTODO: El trabajo fue llevado a cabo por una muestra de 31 sujetos sanos; edad: 22.13±1.71 años, peso 75.83±10.46 kg. Se sometieron a un programa de entrenamiento de condición física general, así como un trabajo de raqueta en cancha, durante cuatro semanas a razón de tres sesiones semanales. Se hicieron medidas pre y postratamiento de CK, LDH, e índice Testosterona/Cortisol, así como de variables de rendimiento físico-deportivo, Fuerza muscular, Interval Training y test de Tenis en cancha con máquina lanzapelotas, basado en el Test de Vann Damm. RESULTADOS: Se obtuvieron cambios significativos al comparar los Promedios ± Desviaciones Estándar de los tres indicadores de fatiga muscular analizados: aumentos en las enzimas: CK: pretest 166.3±67.8, postest 227±90, p<0.01); LDH: pretest 295.8±63.5, postest 329.1±54.2, p<0.05 (t de Student), Y una disminución significativa del índice Testosterona/Coritsol (InT/C): pretest 1.65±1.16, postest 0.74±0.38, p<0.0001 (t de Student). Asimismo se obtuvieron mejoras en las medias de todas las variables de rendimiento físico-deportivo. Fuerza Máxima (en Kilogramos) de Pectorales: pretest 41.47±12.65, postest 46.68±11.17, p<0.001 (t de Student); Dorsales: pretest 47.77±12.73, postest 54.36±13.88, p<0.000001 (t de Student) y Hombros: pretest 19.79±5.84 postest 25.87±7.96 p<0.000001 (t de Student). En cuanto a la resistencia evaluada a través de las series efectuadas en un Interval Vann Damm) fueron: pretest 69.68±49.86, postest 114.16±60.18 p<0.000001 (t de Student). DISCUSIÓN: Los resultados obtenidos dejan en evidencia que a pesar de que los sujetos sometidos a un programa de entrenamiento de intensidad media-alta, manifiestan mejoras en los parámetros físicos y técnicos evaluados, se observan signos objetivos indicadores de la inminente instauración de un cuadro de fatiga muscular subaguda, es decir podemos hablar de una situación de sobresolicitación y overreaching. CONCLUSIONES: • Un programa de entrenamiento de intensidad media con una frecuencia de tres días en semana, durante cuatro semanas, mejora el rendimiento físico en sujetos no entrenados. • Cargas de trabajo físico, aparentemente saludables o inocuas, no provocan en los sujetos percepciones subjetivas de alteraciones en su estado físico. No obstante podemos afirmar, que éstas provocan adaptaciones fisiológicas y bioquímicas subyacentes que son preíndices objetivos de una situación de fatiga muscular subaguda u overreaching..
1. Introducción
La fatiga muscular se caracteriza por la disminución de la capacidad de trabajo, disminución de resistencia al mismo o disminución de fuerza. Si lo enfocamos desde el punto de vista de la actividad físico – deportiva, podríamos hablar de una disminución de la capacidad de rendimiento como reacción a las cargas de entrenamiento, esta situación se conoce como fatiga física o muscular (Asmussen, 1979). Podemos hablar de fatiga como de un rendimiento disminuido frente a un excesivo trabajo, o a veces, es la propia inactividad la que acompaña y determina la fatiga. Se puede definir fatiga muscular como “la disminución de la capacidad de generar fuerza” (Vollestad y Sejersted 1988), o “el fallo para mantener la fuerza o potencia externa requerida o esperada” (Edwards 1986). Aunque la fatiga es un concepto asociado a rendimientos inferiores a los que potencialmente es capaz de realizar un deportista, o a mecanismos de defensa que se activan ante el deterioro de determinadas funciones orgánicas y celulares. No podemos olvidar que en el entrenamiento deportivo, la fatiga es un estado imprescindible para poder conseguir respuestas de adaptación y de supercompensación, siempre que éstas cargas no lleven a estados de sobreentrenamiento. En sí misma, la fatiga es un indicador de umbrales máximo y mínimo que debe alcanzar la carga de trabajo para garantizar la mejora del rendimiento y la eficacia del proceso de entrenamiento (García Manso 1999). Cuando hablamos de fatiga no nos debemos limitar a la clásica distinción entre fatiga central y periférica, sino que también existe una fatiga sensorial, psíquica o mental, que aunque inicialmente no se relaciona con el aparato neuromuscular, en la práctica encontramos una clara interdependencia con el síndrome general de fatiga (Bougard, P. (1989). En general, la fatiga se caracteriza por una serie de signos y síntomas que no son nada más que la expresión clínica de la apreciación subjetiva que tiene el deportista de cansancio generalizado. Esta es una situación reversible, pues tras un periodo de descanso adecuado el sujeto se recupera y regresa a su estado de forma inicial. Aunque la fatiga suponga una pérdida de capacidad de trabajo físico temporal, el objetivo principal de la aparición de la fatiga es su función protectora. La sensación de cansancio es un indicador de que se empiezan a disminuir las reservas energéticas y que empieza a instaurarse una incapacidad funcional del organismo. Una situación de agotamiento o de fatiga extenuante puede tener consecuencias negativas para el metabolismo del sujeto, que puede tener como consecuencia problemas de salud para el deportista y llegar a padecer síndrome de sobreentrenamiento (Foster y Lehmann, 1997). El paso del entrenamiento adecuado al sobreentrenamiento es gradual, resulta bastante difícil de diagnosticarlo en sus etapas iniciales, siendo necesario hacer uso de forma periódica de indicadores que puedan encender la señal de alarma ante situaciones no deseadas en el proceso de entrenamiento (Kuipers,(1994) Son muchos los síntomas que pueden ayudar al entrenador a detectar la fatiga de su deportista. Según Fry (1991), podemos definir cuatro niveles de síntomas para caracterizar el estado de sobreentrenamiento: síntomas fisiológicos, síntomas psicológicos, síntomas biomecánicos y síntomas inmunológicos.
2. Material y método
2.1. SUJETOS: Se trabajó con una muestra de 31 adultos jóvenes, edad: 22.13±1.71 años, peso 75.83±10.46 kg Se sometieron a un programa de entrenamiento de condición física general, así como un trabajo de raqueta en cancha, durante cuatro semanas a razón de tres sesiones semanales. Se hicieron medidas pre y postratamiento de CK, LDH, e índice Testosterona/Cortisol, así como de variables de rendimiento físico-deportivo, Fuerza muscular, Interval Training y test de Tenis en cancha con máquina lanzapelotas, basado en el Test de Vann Damm. 2.2. VARIABLES INDEPENDIENTES: El programa de entrenamiento de tres sesiones semanales consistía en: 1º. Golpeos de tenis. Trabajando por parejas, cada sujeto ejecutará 500 golpeos. Drive paralelo: 125, Drive cruzado: 125; Revés paralelo: 125; Revés cruzado: 125 2º Entrenamiento de fuerza dinámica. Consistió en trabajar tres grupos musculares: pectoral, dorsal ancho y deltoides. Se trabajó a una intensidad del 55% – 60%, entre 15 y 20 RM (repeticiones máximas) en cada serie. Tres series las dos primeras semanas, cuatro la 3ª y 4ª semana. Recuperación entre series 2 minutos. 3º Entrenamiento de resistencia consistió en un interval-training, mediante un recorrido de ida y vuelta a máxima intensidad sobre una distancia de 8 metros hasta completar 160 metros. La pausa hasta que la FC de se esté entre 125-130. Se repetirá durante 20 min. las dos primeras y durante 25 min. la tercera y cuarta semana y durante 30 minutos la primera y la última sesión. Esta investigación se realizó durante 30 días. Aunque una semana antes a comenzar con el protocolo específico del estudio los sujetos acudieron a las instalaciones para familiarizarse con las mismas, así como para aprender a realizar todos los ejercicios a efectuar durante el entrenamiento. 2.3. VARIABLES DEPENDIENTES Se obtuvieron muestras de sangre a través de punción endovenosa antes de la primera sesión y 48 después de la última sesión de entrenamiento para medir Niveles plasmáticos de CK, Niveles plasmáticos de LDH y el Índice testosterona/cortisol en sangre. Resultados de rendimiento físico-deportivo a través de los siguientes test: Test de fuerza máxima dinámica. Se realizaron los test con el mismo ejercicio con el que se entrenó durante el periodo de estudio: Pectoral: press de banca. Dorsal: jalones tras nuca y Hombros: press sentado con mancuernas. Para valorar el rendimiento referido al entrenamiento de Interval – training, se registró el número de series completadas en cada entrenamiento, utilizándose los resultados obtenidos en la primera y en la última sesión. Puntuación obtenida en test de tenis en cancha con máquina lanzapelotas, basado en el test de Vann Damm (Van Dam, B., Pruimboom, L. 1992).
3. Resultados
Los datos se han tratado con el paquete estadístico SPSS 11.0. Para cada variable se ha hallado los valores descriptivos de tendencia central y de dispersión más habituales (media, desviación estándar). En cuanto a la estadística inferencial, el procedimiento seguido para el análisis y realización de los contrastes de hipótesis ha sido el siguiente. En primer lugar se han realizado pruebas de valoración de la Normalidad de cada variable estudiada. Es decir, para comparar los resultados obtenidos en EL grupo en los tests iniciales (pretest) con respecto a los resultados obtenidos en los tests finales (postest). La prueba de Normalidad realizada, atendiendo a las características de la muestra, ha sido Shapiro-Wilk. Este test nos indica que todas las variables siguen una distribución normal, por consiguiente el contraste de hipótesis realizado ha sido un prueba parámetrica, concretamente la prueba t de Student. En la Figura 1, se presentan los resultados obtenidos en los niveles sanguíneos de Testosterona Libre y Cortisol, así como los valores del índice Testosterona/Cortisol. Se aprecian disminuciones significativas en dicho índice tras el entrenamiento. Disminuyen los niveles de Testosterona y aumentan los de Cortisol tras el periodo de entrenamiento.
Figura 1.
En la Figura 2, se muestran los niveles plasmáticos de CPK y LDH. Se observan aumentos estadísticamente significativos en ambos parámetros antes y después del periodo de entrenamiento.
Figura 2.
En la Figura 3, se exponen los resultados obtenidos en el test de tenis en cancha,. Se producen mejoras manifiestas en las puntuaciones obtenidas en dicha prueba. En la Figura 4, asimismo aparecen los resultados referidos al test de carrera ida y vuelta, en la que se aprecian mejoras significativas.
Figura 3.
Figura 4.
En la Figura 5, se muestran los resultados obtenidos en los test de fuerza máxima dinámica, donde podemos apreciar mejoras en todos los grupos musculares valorados.
Figura 5.
4. Discusión
Podemos afirmar que la respuesta más frecuentemente informada respecto a las concentraciones plasmáticas de cortisol, consiste en que tras la práctica física regular durante periodos de tiempo de corta o media duración, se suele producir un aumento de los niveles sanguíneos de cortisol (junto con otros glucocorticoides) (Glesson 2002, Kraemer 1995, Häkkinen 1991, Jacks 2002, Raastad 2000). Mientras que tras la ejecución regular de ejercicio durante un periodo prolongado y de intensidad elevada, la respuesta es contraria, detectándose un decremento de los niveles de esta hormona (Lehmann 1998, Fry 1998, Feldmann 1992, Urhausen 2002, Viru 2001). Los niveles plasmáticos de cortisol aumentan durante el ejercicio y su incremento y retorno a niveles basales dependen de la intensidad y la duración del ejercicio (Brenner 98). Tanto en el ejercicio intenso como moderado el cortisol plasmático permanece elevado hasta aproximadamente 90 minutos después del término del ejercicio(Woods 2000). En nuestro estudio hemos obtenido resultados acordes con la mayoría de la documentación revisada, es decir, hemos detectado aumentos significativos en el cortisol entre el pretest y el postest). Similares resultados se muestran en un estudio realizado por Viru y col.(2001), donde informan sobre la respuesta del cortisol y testosterona (entre otras hormonas), tras la realización del de entrenamiento de intensidad media (ver figura 1). En algunas publicaciones se ha informado que el cortisol sufre una disminución de los niveles plasmáticos. Pero esta situación se disminución de cortisol como respuesta al estrés físico sucede en situaciones de exceso de trabajo físico, es decir, en los estados de sobreentrenamiento más cronificados (Lehmann 1998; Kirwan 1998; Kraemer 1989; Urhausen 1998c, Urhauen 2002, Glesson 2002; Fry 1998). Estos mismo autores afirman que un incremento del cortisol podría representar la respuesta ante un aumento del estrés fisiológico. La testosterona es la principal hormona esteroidea anabolizante y andrógenica en el hombre, ejerce numerosos efectos en los procesos metabólicos fisiológicos. Tiene una doble acción, anabolizante y androgénica, y contrarresta el efecto provocado por el cortisol durante la práctica de ejercicio físico. Los niveles circulantes de testosterona evolucionan hacia dos caminos diferentes durante el esfuerzo físico. Se produce siempre un incremento al inicio del ejercicio, seguido de una recuperación de los niveles normales durante el transcurso de la actividad. Esta adaptación endocrina supone una adaptación esencia a nivel muscular. Esto permite mantener el ejercicio físico, promoviendo la glucogenolisis y facilitando los procesos de gluconeogénesis (Bricout, 2000). La relación entre la testosterona libre y el cortisol se ha sugerido como indicador de una aproximación al estado anabólico/catabólico de un individuo. Incrementos del estrés provocado por el entrenamiento se ha relacionado con disminuciones en el índice testosterona/cortisol (Fry 2000). Podemos leer publicaciones recientes que plantean que el ejercicio físico no produce cambios significativos en las concentraciones plasmáticas de esta hormona (Jurimae y col. 2001; Bosco y col.(2000). Sin embargo, parece ser que la mayoría de los estudios efectuados sobre este problema, informan de una disminución de la testosterona cuando sometemos al sujeto a un estrés físico al cual su estado de forma no está capacitado para responder. (Consitt. y col.2002; Slowinska-Lisowska y col. 2001; Kraemer y col. 2001). Los resultados que hemos obtenido referentes a estas variables coinciden con lo reportado en la documentación anteriormente citada. Se registró una considerable disminución de los niveles de testosterona libre, como consecuencia de este importante descenso en los niveles de testosterona libre, la relación testosterona/cortisol también sufrió decrementos que fueron estadísticamente significativos. Por consiguiente si nos atenemos a la interpretación de estos valores podemos afirmar que la muestra se sometió a un trabajo físico de considerable vigor en función de su condición física previa (ver figura 1). Está totalmente admitido y en la literatura existen infinidad de publicaciones que informan a cerca de la liberación de proteínas enzimáticas al torrente circulatorio (como la CK y LDH entre otras), causada por lesiones transitorias en las fibras musculares inducida por la práctica de ejercicio físico (Hartmann 2000,, Chen 2001, Knitter 2000, Itoh 2000, Nosaka 2002, Lee 2002). Se considera la elevación de los niveles plasmáticos de estas enzimas como un signo objetivo del daño muscular inducido por el ejercicio físico. Incluso si sus niveles se mantienen elevados en el tiempo, se ha informado de su utilidad como indicador de aproximación hacia una situación de sobresolicitacón (overreaching) e incluso de sobreentrenamiento (overtraining) (Urhausen 2002, Gleeson 2002, Hartmann 2000). Lee, J y col. (2002), informaron del aumento de CK en sangre como marcador que aparece elevado en el tiempo de demora antes de la aparición de daño muscular, es decir, como indicador precoz de daño y fatiga muscular. Neumayer y col. (2001), en pruebas ciclistas de ultrafondo observó una elevación de CK tras la actividad física, que según este autor es el indicador de aparición de daño muscular esquelético. Hemos encontrado diferencias significativas en la evolución de la CK y la LDH a lo largo del experimento. Este aumento de las enzimas se podría considerar previsible, ya que ésta es la situación descrita en la mayoría de los estudios referenciados anteriormente (Ver figura 2). En cuanto a las variables de rendimiento físico-deportivo, respecto al test de tenis en cancha, comenzaremos haciendo referencia a como distintos autores han intentado clasificar aquellas cualidades físicas más importantes para un óptimo desarrollo del tenis. De este modo, Yessis (1986), considera que la potencia, la resistencia muscular, la flexibilidad, la coordinación y la agilidad son las que tienen mayor influencia en el rendimiento de un tenista. Sin embargo, Leach y Abramowitz (1991), creen que la rapidez de brazos para ejecutar los golpes y la rapidez de piernas para desplazarse, son más determinantes del rendimiento, si bien considera que la flexibilidad, la fuerza y la coordinación neuromuscular y óculo-manual, son también importantes en el tenis. Aunque un buen nivel de condición física general que podría favorecer el rendimiento deportivo en tenis, no podemos afirma tajantemente que las cualidades física básicas predicen directamente el rendimiento deportivo en este deporte (Roetert 1991). Es evidente que tras un periodo de entrenamiento se mejora aquella cualidad que se haya trabajado. Este hecho es reflejo de que la planificación y prescripción han sido adecuadas. En nuestro estudio hemos podido comprobar como la muestra evaluada ha mejorado significativamente sus resultados en el test de tenis en pista al cual se sometieron al comienzo (pretest) y al final (postest) de esta investigación (ver figura 3). En cualquier caso lo que parece incuestionable es que el trabajo físico continuado y regular sobre una capacidad física sea cual sea producirá mejoras en el rendimiento de esa cualidad. Nuestros sujetos tras un mes de entrenamiento mostraron patentes mejoras en expresadas en el número de series completadas en el entrenamiento interválico (ver figura 4). Podríamos esperar a tenor de lo expuesto anteriormente, que los sujetos que realizaron el protocolo de trabajo planificado para este estudio concluyeron con mejoras en los tres grupos musculares entrenados, mostrando una alta significatividad estadística (ver figura 5). Los resultados obtenidos en los parámetros bioquímicos, tanto enzimáticos como hormonales nos indican que, a pesar de que el periodo de entrenamiento no ha sido excesivamente prolongado, sí fue lo suficientemente intenso para provocar cierto nivel de daño muscular. Estos resultados nos revelan que no es necesario que la práctica físico – deportiva sea desmesurada en cuanto a su volumen y/o intensidad para generar signos evidentes y objetivos de deterioro tisular. La sintomatología subjetiva expresada por los sujetos de nuestra investigación se limitó a dolores musculares (DOMS: delayed onset muscular soreness) y sensación de fatiga que se iba acumulando a medida que pasaban las semanas. Sin embargo, con los resultados obtenidos en estas enzimas, junto con los que venimos discutiendo en este estudio, podemos afirmar que existen evidencias de que una actividad física moderada, sin un control adecuado, podría a medio y/o largo plazo, ser nociva para la salud de los sujetos. Con este estudio se ponen de manifiesto, algunas consecuencias negativas del ejercicio físico mal controlado o planificado, asimismo encontramos publicaciones que defienden el efecto beneficioso del entrenamiento cuando éste es adecuado y balanceado en cuanto a cargas y descansos. El protocolo de ejercicios ejecutado por nuestra muestra, si bien, fue lo suficiente intenso para provocar evidente signos de estrés físico, daño muscular, en ningún caso fue lo bastante exigente en duración y/o intensidad como para llevar a los deportistas a un estado de sobreentrenamiento. De hecho los resultados en los test físicos fueron de mejora evidente, sin embargo tal vez sí podríamos hablar del inicio de la instauración de una situación de fatiga subaguda o sobresolicitación (overreaching).
5. Conclusiones
– Un programa de entrenamiento de intensidad media con una frecuencia de tres días en semana, durante cuatro semanas, mejora el rendimiento físico en sujetos no entrenados. – Cargas de trabajo físico, aparentemente saludables o inocuas, no provocan en los sujetos percepciones subjetivas de alteraciones en su estado físico. No obstante podemos afirmar, que éstas provocan adaptaciones fisiológicas y bioquímicas subyacentes que son preíndices objetivos de una situación de fatiga muscular subaguda u overreaching.
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