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15 May 2012

Competencia Motriz y Coordinación en la adolescencia: Estado de la cuestión.

La literatura científica ha prestado un escaso interés al estudio de la competencia y de la coordinación motriz en la etapa de la adolescencia (Skinner y Piek, 2001). Sin embargo, en la última década han aumentado las investigaciones centradas en estas edades, revelando datos alarmantes sobre las dificultades detectadas en la coordinación de movimientos (Cantell, Smyth y Ahonen, 1994; Gómez, 2004; Ruiz, Graupera, Gutiérrez y Miyahara, 2003; Sudgen y Chambers, 2005).

Autor(es):Irene Ramón Otero1, Luis Miguel Ruiz Pérez1 y José Luis Graupera Sanz2
Entidades(es): 1Universidad de Castilla La Mancha. 2Universidad de Alcalá

Congreso: IV Congreso Internacional de Ciencias del Deporte y la Educación Física. (VIII Seminario Nacional de Nutrición, Medicina y Rendimiento Deportivo)
Pontevedra, España, 10-12 Mayo 2012
ISBN: 978-84-939424-2-7
Palabras Clave: Competencia motriz, desarrollo motor, evaluación, coordinación motriz, adolescencia.

Competencia Motriz y Coordinación en la adolescencia: Estado de la cuestión.

RESUMEN COMUNICACIÓN/PÓSTER

En los últimos 10 años han aumentado las investigaciones preocupadas por el estudio de la coordinación motriz en los escolares. Dichos estudios ponen al descubierto los problemas de coordinación motriz que están surgiendo en la población adolescente y las consecuencias que ello provoca. Esta comunicación realiza un breve recorrido sobre las investigaciones que se han centrado en el estudio de la competencia y coordinación motriz en los adolescentes, así como su relación con las distintas dimensiones del desarrollo motor. Especialmente, se hará hincapié en los instrumentos de evaluación empleados para la detección de este problema y sus dificultades asociadas. Estas cuestiones serán claves para recuperar el interés por la evaluación de la coordinación motriz en una etapa tan crítica como es la adolescencia.

Introducción

La literatura científica ha prestado un escaso interés al estudio de la competencia y de la coordinación motriz en la etapa de la adolescencia (Skinner y Piek, 2001). Sin embargo, en la última década han aumentado las investigaciones centradas en estas edades, revelando datos alarmantes sobre las dificultades detectadas en la coordinación de movimientos (Cantell, Smyth y Ahonen, 1994; Gómez, 2004; Ruiz, Graupera, Gutiérrez y Miyahara, 2003; Sudgen y Chambers, 2005). Como consecuencia de ello, se está investigando los problemas asociados con estas dificultades, relacionados con otras dimensiones de la competencia motriz en el adolescente.

La adolescencia ha sido definida por variedad de autores llegando al consenso que es una etapa crítica y sensible del desarrollo (Steinberg, 2005). Es el periodo de transición que abarca desde la niñez a la etapa adulta caracterizada por transformaciones biológicas, psicosociales y cognitivas (Gallahue, Ozmun y Goodway, 2011; Stang y Story, 2005). Nuestro interés se centra en las cuestiones motrices y más concretamente en el estudio de la coordinación motriz y en las relaciones que se establecen entre las dimensiones de la competencia motriz, fundamentales para conocer el estado actual del desarrollo motor de los adolescentes.

El interés por el estudio del desarrollo de la coordinación motriz en esta etapa se está extendiendo a nivel internacional. Las principales aportaciones provienen principalmente de Australia, Canadá, EEUU y Europa, contribuyendo distintas áreas del conocimiento como son la psicología (Skinner y Piek, 2001; Piek, Baynam y Barret, 2006), terapia ocupacional (Davis y Rose, 2000), ciencias de la salud y actividad física (Carney, Haugh, Wade, Corna, y Flours, 2005; Barnett, Morgan, van Beurden y Beard, 2008; Hands, Larkin, Parker, Straker y Perry, 2009), y ciencias del deporte y del movimiento humano (Ruiz y Graupera, 2003; Planinsec y Pisot, 2006; Gómez, Ruiz y Mata, 2006; Cantell, Crawford y Doyle-Baker, 2008; Tsiotra, Nevill, Lane, y Koutekadis, 2009). Todas las áreas muy relacionadas entre sí.

De esta forma, se han llevado a cabo numerosas publicaciones que relacionan la coordinación motriz con distintas dimensiones de la competencia motriz. Especialmente, se ha centrado en la detección de los problemas de coordinación motriz (PECM: Problemas Evolutivos de la Coordinación Motriz) o trastornos del desarrollo de la coordinación (TDC), y en las repercusiones que tiene sobre el adolescente.

Es habitual que estos trastornos se relacionen con aspectos psicosociales como la competencia motriz percibida, autoestima, habilidades sociales (Skinner y Piek, 2001; Gómez, 2004; Piek, Baynam y Barrett, 2006; Barnett, Morgan, van Beurden y Beard, 2008); desarrollo cognitivo, nivel de inteligencia, rendimiento académico (Planinsec y Pisot, 2006; Ruiz, 1992); nivel de condición física, estilo de vida y práctica de actividades física (Cairney, Hay, Faught, Wade, Corna y Flours, 2005; Cantell, Crawford y Doyle-Baker, 2008;  Tsiotra, Nevill, Lane y Koutekadis, 2009; Hands, Larkin, Parker, Straker y Perry, 2009) y desarrollo físico, todo ello relacionado con las distintas fases de la adolescencia, pubertad y maduración (Visser, Geuze, y Kalverboer, 1998; Davies y Rose, 2000; Saraiva y Rodrigues, 2010).

Los propósitos de este estudio han sido por un lado, revisar y analizar los estudios realizados sobre la coordinación motriz en adolescentes en los últimos doce años y por otro, analizar su relación con las distintas dimensiones de la competencia motriz.

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Contenido disponible en el CD Colección Congresos nº21.

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Método

Criterios de revisión Las investigaciones que se recogen en esta revisión bibliográfica son estudios que evalúan la coordinación motriz de adolescentes. El criterio de selección de la edad de los participantes es de los 13 a los 17 años. Asimismo, este criterio se estableció en los niveles académicos que incluyen la Educación Secundaria Obligatoria y 1º de bachillerato, así como los equivalentes al sistema internacional que corresponden al grado 7 y 8 de la escuela media, y grado 9, 10 y 11 de la escuela superior.

Otro de los criterios empleados incluyen que la muestra no debía poseer problemas de discapacidad intelectual y/o física diagnosticada. Por último, indicar que esta revisión bibliográfica recoge las investigaciones más relevantes publicadas en los últimos 12 años.

Selección de fuentes primarias
Se utilizaron las bases de datos PsycINFO, Medline, Pubmed, Educational Resources Information Center (ERIC), E-Journals y SPORT Discus. Para disminuir la probabilidad de sesgo de publicación o falta de información publicada, se consultaron manuales de  referencia para conocer las publicaciones relevantes.

Selección del método
Se introdujo una serie de conceptos claves que conducían de lo más general a lo más específico. Estos conceptos se interrelacionaban y se cruzaban para conducir a la revisión de aquellos estudios que reunían los criterios de selección establecidos. Los conceptos claves que utilizamos fueron: motor competence, motor coordination, motor development and adolescent, motor coordination and adolescent, motor ability and adolescent, assessment motor coordination, motor ability.

La estructura de la revisión se establece en función de las dimensiones de la competencia motriz del adolescente. Las investigaciones se presentan de forma cronológica y siguiendo un orden cronológico para facilitar su comprensión. A su vez, los estudios se presentan resumiendo los objetivos de la investigación, el método utilizado y las conclusiones obtenidas.

Revisión  y Análisis

Desarrollo Evolutivo de la Coordinación Motriz en la Adolescencia
El estudio del desarrollo motor de la etapa adolescente se ha centrado en el estudio de los procesos madurativos de crecimiento y cómo afectan sobre el desarrollo de la coordinación motriz en las distintas fases que conforman esta etapa de la vida. En esta línea, Davis y Rose (2000) se propusieron identificar las diferencias de género y de las tendencias del desarrollo en las distintas fases de la adolescencia: prepubertad, pubertad y post-pubertad. Para ello utilizaron el test motor Bruininks-Oseretsky (BTOMP: Bruininks-Oseretsky Test of Motor Proficiency) y una escala de observación del adolescente (POMS: Pubertal Maturation Observational Scale), para conocer el nivel madurativo de los participantes y clasificarlos en función del estado madurativo del desarrollo.  Los resultados mostraron que existía una mejora progresiva a lo largo de la adolescencia y que esto sucedía en ambos sexos; sin embargo, se constataban diferencias de género en cuanto al rendimiento motor.

Indagando sobre las diferencias entre mujeres y hombres adolescentes, en el año 2003, Ruiz y Graupera, evaluaron la coordinación motriz de una muestra elevada de escolares españoles englobando la etapa infantil y adolescente. Aplicaron la batería de movimiento desarrollada por Henderson y Sugden en 1992 (M-ABC: Movement Assessment Batery for Children) en su versión primera, y encontraron que las diferencias coordinativas entre chicos y chicas no se producían hasta los 7 y 8 años, concretamente en tareas de destreza manual, habilidades de balón y equilibrio. Este estudio tiene un carácter transcultural ya que los resultados se compararon con otras investigaciones procedentes de otras culturas y países (Japón y EEUU), encontrando diferencias causadas por elementos de índole externa como la cultura, el entorno y la sociedad.

Otra de las aportaciones relevantes en este apartado es la de Rodrigues et al. (2007) que realizaron un estudio longitudinal con una amplia muestra abarcando, como el estudio anterior, la etapa infantil y la etapa adolescente. Se utilizó la batería motriz de Lincoln-Oseretsky, adaptada por Sloan, con el propósito de calcular la edad motora y su relación con la edad cronológica. Los resultados corroboraron los anteriores, demostrando una progresión de las competencias motrices a medida que avanzaba la edad y las diferencias en función del género que aumentaban por la influencia de factores biológicos y de carácter ambiental. Asimismo, del análisis realizado, se obtuvo que la edad motora fue significativamente inferior a la edad cronológica en todas las franjas de edad.

Con esta última aportación los autores proponen una reflexión sobre la necesidad de mejorar los procesos de desarrollo motor ofreciendo mayores oportunidades de práctica en estas edades. Para finalizar este apartado, cabe destacar otro estudio realizado por Milojevic y Stankovic en el 2010, en el que constataron un desarrollo constante y gradual de las habilidades motrices en la etapa de la adolescencia hasta los 18 y 19 años de edad.

 

Coordinación Motriz y Desarrollo Psicosocial
La dimensión psicosocial es un aspecto fundamental en esta etapa tan crítica del desarrollo. Es por ello que en este apartado se encuentren estudios que relacionen y analicen la influencia del desarrollo de la coordinación motriz sobre aspectos de la personalidad como la autoestima, autopercepción y ansiedad, así como otros tan importantes como es el apoyo social. En el año 2001, Skinner y Piek compararon dos intervalos de edad, uno correspondiente a la etapa infantil y el otro perteneciente a la etapa adolescente para lo cual evaluaron la coordinación motriz utilizando la batería M-ABC-1 (Henderson y Sugden, 1992), aplicando también una serie de cuestionarios para conocer niveles de ansiedad (STAI: State-Trait Anxiety Inventory; Spielberg 1973 y 1983), niveles de autoestima y autopercepción (perfil de Harter 1985 y 1988), una escala de apoyo social (Harter y Robinson 1988); y por último, una escala de inteligencia (WISC-III: Wechsler Intelligence Scale; Wechsler, 1991).

Por un lado, los datos revelaron que a mayor nivel de competencia motriz, mayor era la autoestima y menor el nivel de ansiedad. Y por otro lado, aquellos participantes detectados con problemas de coordinación obtuvieron peores resultados en autopercepción y autoestima que sus compañeros, mostrando menores niveles de apoyo social y mayores síntomas de ansiedad.

Siguiendo esta línea, y preocupada por el ámbito de la Educación Física, Gómez (2004) realizó un estudio para evaluar la coordinación motriz de una muestra de adolescentes y, detectar a aquellos participantes con dificultades de coordinación motriz. Asimismo, analizó la influencia que tenían estos problemas sobre los aspectos psicosociales. Para ello empleó numerosos instrumentos, el test de coordinación (KKTK: Körperkoordinations Test für Kinder deKiphard y Schilling, 1974); varios cuestionarios y escalas, tales como la Escala GR de participación social en las clases de educación física (Ruiz, Graupera, Rico y Moreno, 2010), la Escala ECOMI dirigida a la la observación de la competencia motriz de los alumnos en las clases de educación física (Ruiz, Graupera, Gutiérrez y Mayoral, 1997), la Escala de Desesperanza, adaptada a la Educación Física (Kazdin, Rodgers y Colbus, 1986); el Test AMPET (Nishida 1988) en su versión española (Ruiz, Graupera, Gutiérrez y Mayoral, 1997) para conocer la motivación del logro en las clases de educación física, un cuestionario sobre Educación Física para detectar los problema de alienación en el gimnasio de Carlson  (1995) y por último, la quinta sección del Checklist de la Batería Movement ABC-1 (Henderson y Sugden, 1992; Ruiz, Gómez, Graupera, Gutiérrez y Linaza, 2007).

Los datos obtenidos revelaron un alto porcentaje de problemas de coordinación motriz partiendo del baremo original del test KKTK, llegando a detectar problemas severos y existiendo grandes diferencias de género, siendo las chicas las que mostraban peores resultados en el test motor. Asimismo, los cuestionarios revelaron información sobre el impacto que tiene la baja competencia motriz sobre la dimensión psicológica y social de los adolescentes. Se encontró que los alumnos con problemas de coordinación rechazaban la asignatura de Educación Física, desarrollando una conducta pasiva, disminuyendo el deseo de logro y aumentando el rechazo y aislamiento social, con claros síntomas de alineación en el gimnasio.

Otros estudios científicos se han ocupado en analizar y comparar la competencia en habilidades motrices finas y globales, y su relación con la percepción de competencia. Piek, Baynam y Barret (2006) evaluaron a un grupo de niños y a un grupo de adolescentes utilizando un test motor de desarrollo neuromuscular MAND         (McCarron Assesment of Neuromuscular Developmet; McCarron, 1982), test muy utilizado por los investigadores australianos con el fin de evaluar las habilidades motrices finas y globales. Para explorar los aspectos psicosociales se aplicó el cuestionario de autopercepción SPPC y SPPA (Self-Perception Profile Children/Adolescent deHarter, 1985 y 1988). Los resultados obtenidos constataron que el conjunto de participantes con problemas de coordinación en los dos tramos de edad, se autoperciben en menor grado, que sus compañeros sin problemas de coordinación. Asimismo, comparando las dos etapas de desarrollo, el grupo más joven obtuvo mayores niveles de autopercepción que el grupo de adolescentes. 

Dos años más tarde, se publicó un estudio que relacionaba la competencia percibida con los niveles de condición física y actividad física. Este tema despierta una gran preocupación por el aumento del sedentarismo y de la obesidad en la sociedad actual. Barnett, Morgan, van Beurden, y Beard (2008) lideraron la investigación en dos momentos. Primero, se realizó una evaluación de la coordinación motriz cuando la muestra se encontraba en su etapa infantil. Posteriormente, se realizó un seguimiento hasta la etapa adolescente para conocer la percepción de competencia, los niveles de actividad física y la capacidad cardiorrespiratoria.

Los instrumentos utilizados fueron, por un lado, 8 tareas motrices para la evaluación de la coordinación; un cuestionario sobre la retirada de práctica dirigida a adolescentes (APARQ: Adolescent Physical Activity Recall Questionnaire); dos pruebas tradicionales de resistencia cardiorrespiratoria (test de ida y vuelta, y el PACER); y por último, el cuestionario diseñado por Harter para conocer la percepción de la competencia deportiva. Los resultados mostraron que los participantes con mejores resultados coordinativos en la etapa de la niñez, eran aquellos que se relacionaban con una autopercepción positiva en la etapa adolescente. Asimismo, esta percepción de competencia estaba directamente relacionada con los niveles de condición física y práctica de actividad física deportiva.

Coordinación Motriz, Actividad Física y Condición Física
Hilando con el punto anterior, se han llevado a cabo varios estudios que muestran relaciones directas entre la coordinación motriz y los niveles de condición física y actividad física. Carney, Hay, Faught, Wade, Corna y Flours (2005) realizaron un estudio transversal en el que encontraron nexos de unión entre los adolescentes con problemas de coordinación (PECM) y la disminución de práctica de actividad física. Se aplicó el  BTOMP (Bruininks-Ozerestky) en su versión corta para la evaluación de la coordinación motriz. Asimismo, se utilizó  una escala de de autopercepción, preferencias y disfrute en las clases de Educación Física (CSAPPA: Children’s Self-Perceptions of Adequacy in and Predilection for Physical Activity); se recogieron datos sobre los niveles de actividad física mediante un cuestionario de participación en actividades no organizadas y organizadas.

El análisis de los resultados mostró una relación estrecha entre los PECM y la disminución de la práctica de actividades físicas. Finalmente, los bajos niveles de práctica se relacionaron con bajos niveles de percepción de autoeficacia.
El estilo de vida se ha analizado para comprobar su relación con esta problemática. Tsiotra, Nevill, Lane y Koutekadis (2009) investigaron la relación entre la baja competencia motriz, los niveles de condición física, la práctica de actividades físicas y el estilo de vida de escolares griegos y canadienses al inicio de la adolescencia. Se utilizó el BTOMP (Bruininks-Ozerestky) en su versión corta para valorar la coordinación motriz, se tomaron valores antropométricos y por último, se aplicó la prueba de carrera ida y vuelta para conocer la condición física aeróbica.

Los datos revelaron que los adolescentes griegos obtuvieron puntuaciones más elevadas en porcentaje de masa grasa y menores niveles de condición física y coordinación motriz que los canadienses. Asimismo, se constató la existencia de un mayor  porcentaje de problemas de coordinación en el grupo de escolares griegos que en el de canadienses, una mayor presencia de obesidad y menores niveles de condición física. Estos resultados se relacionaron con los datos obtenidos del estudio del estilo de vida de ambos grupos, lo que mostró que los griegos eran menos activos que el grupo de canadienses.

Cantell, Crawford y Doyle-Baker (2008) se interesaron por cuestiones de condición física y salud relacionadas con el desarrollo de la coordinación motriz. Compararon 3 grupos de edad correspondientes a la etapa infantil, adolescente y adulta. Se evaluó la competencia motriz mediante un cuestionario dirigido a cada tramo de edad (Wilson, Kaplan, Crawford, Campbell, y Dewey, 2000); para la coordinación motriz se aplicó la batería Movement ABC-1 (Henderson y Sugden, 1992) en el grupo de niños, y el Movement ABC-2 (Henderson, Sugden, y Barnett, 2007) para los grupos de adolescentes y adultos; se aplicó un test de inteligencia para descartar problemas intelectuales en niños y adolescentes (WISC-III y WAIS-R; Wechsler, 1991, 1997); se tomaron datos de pruebas físicas para conocer los niveles de condición física; y por último se recogieron valores fisiológicos como la presión sanguínea, composición corporal, adiposidad y densidad mineral ósea.

De nuevo, los resultados que se obtuvieron mostraron que los participantes con problemas de coordinación motriz tenían menores niveles de condición física-salud. Este estudio revela los posibles riesgos que provocan los problemas de coordinación motriz en el desarrollo de problemas cardiorrespiratorios, obesidad, y porcentajes de densidad ósea. Estos resultados coinciden con otros estudios que, destacan la importancia que juega la coordinación y competencia motriz en los niveles de condición física y práctica de actividades física. Siendo estos factores determinantes para el estado de salud (Cairney et al 2005).

Para finalizar este apartado, destacamos un estudio longitudinal llevado a cabo por Hands, Larkin, Parker, Straker y Perry (2009) donde se relacionban muchos de los aspectos relacionados entre la competencia motriz, la condición física, la práctica de actividades físicas y la influencia de los estilos de vida. Los instrumentos utilizados fueron un podómetro para valorar la actividad física diaria; una serie de pruebas de condición física junto con medidas de composición corporal (ACHPER: Australian Fitness Education Award) y el test motor de desarrollo neuromuscular MAND (McCarron Assesment of Neuromuscular Developmet; McCarron, 1982). Las conclusiones de este estudio coinciden con los anteriores puesto que se encontró que la baja competencia motriz y los problemas de coordinación se relacionaban con riesgos sobre la salud (Kantomaa, Purtsi, Taanila, Remes, Viholainen, Rintala, Ahonen, y Tammelin, 2011).

Coordinación motriz y Competencia cognitiva
Por último, destacaremos los estudios que, siguiendo la tradición científica, se han interesado por analizar la relaciones existentes entre la competencia motriz y la competencia cognitiva (Ruiz, 1992; Mora, 1997), estableciendo distintas líneas de investigación que han indagado sobre la relación entre inteligencia, rendimiento motor y éxito académico (Cratty, 1972; Ismail y Gruber, 1967).

 Planinsec y Pisot (2006) realizaron un estudio para analizar la relación entre los niveles de coordinación motriz y los niveles de inteligencia. Se empleó una batería compuesta por 8 tests de coordinación y se aplicó el test de inteligencia TN20. Los datos obtenidos concluyeron que los adolescentes más coordinados eran los que se encontraban en el nivel promedio de inteligencia del grupo. Sin embargo, aquellos adolescentes con menos puntuaciones en los resultados de coordinación coincidían con aquellos que no habían alcanzado el promedio. Estos resultados mostraban la interdependencia entre los procesos coordinativos y los procesos perceptivo-cognitivos que incluyen el procesamiento visual, procesamiento visuoespacial, memoria de trabajo y procesamiento rápido de la información para la resolución de problemas.

Conclusión

En esta última década han aumentado los estudios centrados en la coordinación motriz del adolescente, revelando su influencia y repercusión sobre las distintas dimensiones de la competencia motriz y de su persona. Estos aspectos deberían ser claves para profesionales como los profesores y profesoras de educación física dedicados al estudio e intervención del desarrollo motor de los adolescentes. 

En este estudio se ha destacado la importancia de evaluar la coordinación motriz de los adolescentes así como favorecer unos niveles de competencia motriz adecuados para interactuar con éxito en el entorno cultural en el que se desarrollan los adolescentes. Se han puesto al descubierto los problemas de coordinación motriz que existen en una sociedad cada vez más sedentaria, y cómo repercuten en el desarrollo personal, social y cognitivo de los adolescentes. Asimismo, el desarrollo de la competencia y de la coordinación motriz también van a tener consecuencias sobre la salud actual y futura de los adolescentes.

Los resultados de las diversas investigaciones que se han explicado en este documento relacionan los problemas de coordinación motriz con problemas de atención, baja autoestima y autoconcepto, además de problemas emocionales (Skinner y Piek, 2001; Piek, Baynam y Barrett, 2006). Todo estos aspectos deberían llevar a la reflexión. La mayor parte de éstos estudios se han basado en la teoría de S. Harter (1987) que indica que si los individuos se perciben competentes continuarán participando en las actividades físicas mientras que los escolares con baja competencia rechazarán todo lo que suponga la práctica de actividades físicas y deportivas, dentro y fuera del contexto escolar.

La investigación ha demostrado que la coordinación motriz evoluciona de la etapa de la niñez a la etapa de la adolescencia, y que esta evolución no está exenta del influjo cultural que afecta a chicos y chicas de manera diferente (Davies y Rose, 2000; Ruiz y Graupera, 2003; Rodrigues et al. 2007). Los datos alarmantes del estudio de Gómez (2004) con escolares españoles manifiesta el descenso que se está dando en la competencia motriz de los adolescentes españoles y su impacto en otros aspectos de su conducta, incluyendo la adopción de estilos de vida nada saludables.

Los resultados de estos estudios han demostrado que los adolescentes con PECM se perciben con baja competencia en el ámbito físico como consecuencia de sus repetidos fracasos en las habilidades de movimiento, limitando su participación y pudiendo entrar en un verdadero proceso de incompetencia aprendida (Ruiz, 1995; 2000), este fracaso continuado incrementa la desesperanza y los niveles de ansiedad.

Por otro lado, los resultados analizados revelan que la competencia motriz fina es fundamental para el desarrollo académico y la relación social, y que la competencia motriz global es esencial para la obtención de una aptitud física y participación en actividades físicas y deportivas. Finalmente, los problemas de coordinación motriz pueden conllevar un descenso en el rendimiento académico, bajos niveles de relación social, teniendo amplias repercusiones a nivel social y emocional, lo cual afectará a la autoestima del adolescente (Skinner y Piek, 2001; Piek, Baynam y Barrett, 2006) limitando las posibilidades de participación en actividades deportivas y recreativas.

Como se ha demostrado, el efecto de estos problemas repercute en la participación de actividades físicas, condición física y aumento de la obesidad en los adolescentes (Carney et al., 2006). Los escolares con estas dificultades entran en un círculo pernicioso que provocan una menor motivación hacia las actividades físicas y deportivas, lo que desciende los niveles saludables de actividad necesarios para mantener una condición física saludable y una percepción de competencia favorable (Cantell et al. 2003; Piek, Baynam y Barrett, 2006).

En definitiva, atender a los escolares con trastornos en la coordinación, y el desarrollo de la competencia motriz en la adolescencia debieran ser objetivos prioritarios junto con los programas de nutrición en las escuelas. El déficit de práctica que manifiestan los escolares españoles es alarmante, y sus efectos negativos van siendo manifiestos. Se hacen necesario estudios amplios y de carácter longitudinal que permitan conocer más y mejor a los adolescentes españoles.

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