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25 Nov 2013

Insatisfacción corporal y conductas alimentarias anómalas en bailarines

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El riesgo de desarrollar trastornos de conducta alimentaria (TCA) es mayor en chicas que en chicos de muestras comunitarias.

Autor(es): Ana García-Dantas, Milagrosa Sánchez-Martín, Carmen Del Río y José C. Jaenes
Entidades(es): Universidad de Sevilla, Metodik. Soluciones Metodológicas, Universidad Pablo de Olavide. Centro Andaluz de Medicina del Deporte
Congreso: XIV Congreso Internacional sobre la Psicología del deporte
Pontevedra, 14 al 16 de Noviembre de 2013
ISBN: 978-84-939424-6-5
Palabras Clave: danza, insatisfacción corporal, TCA, conservatorio, sexo

Resumen insatisfacción corporal y conductas alimentarias anómalas

El riesgo de desarrollar trastornos de conducta alimentaria (TCA) es mayor en chicas que en chicos de muestras comunitarias. Sin embargo, no existen datos suficientes que reflejen que esta diferencia también se mantenga en poblaciones especiales como por ejemplo, los bailarines/as. En este estudio se comparan estudiantes de población general y bailarines de ambos sexos para conocer si existen diferencias entre ellos respecto a sus actitudes alimentarias e insatisfacción con la imagen corporal. Apoyando los estudios previos, se halló que existían diferencias significativas entre chicos y chicas del grupo de estudiantes y entre estos y los varones bailarines, sin embargo, las diferencias por sexo no fueron significativas en el grupo de danza. Estos resultados sugieren que el riesgo de desarrollar TCA (medido a través de la insatisfacción corporal y de las conductas alimentarias anómalas) en bailarines es similar al de las bailarinas, siendo éste superior al que existe respecto a los varones de la población general. Se justifica la necesidad de incluir a los chicos bailarines en los programas de prevención de TCA, así como el estudio futuro de posibles diferencias entre bailarines y bailarinas en el desarrollo de estos trastornos.

Si bien es cierto que la gran mayoría de investigaciones realizadas sobre población general muestra que el riesgo de padecer un Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA) es mucho mayor en las mujeres que en los varones (Francisco, Alarcao, & Narciso, 2012; Palomares, 2011; Thompson & Sherman, 1999; Trujano, et al., 2010), no existen datos cuantitativos suficientes que evalúen la diferencia en la insatisfacción corporal y en los comportamientos alimentarios anómalos entre chicos y chicas que practican danza (Herbrich, Pfeiffer, Lehmkuhl, & Schneider, 2011). Esto puede deberse a diferentes motivos. En primer lugar porque la proporción de bailarinas es mucho mayor que de bailarines (9/1) (García-Dantas & Caracuel, 2011) y, en segundo lugar, porque se presupone que la chicas van a presentar más riesgo que los chicos al igual que ocurre en la población general y los estudios se limitan a incluir únicamente a las chicas (Shlunger, 2009).

En un estudio en el que se comparaban chicos gimnastas con bailarines se encontró que los bailarines parecían más presionados por estar delgados que los gimnastas, quienes a menudo indicaban una ausencia en la falta de control sobre el peso y la comida. Además, se han hallado diferencias en el ideal estético de los chicos de gimnasia y ballet, sugiriendo una mayor vulnerabilidad de estos últimos para desarrollar problemas alimentarios (Francisco, Alarcao, & Narciso, 2012).
El culto al cuerpo es un factor clave en las personas que se dedican a la danza y los factores de riesgo para desarrollar TCA son bastante uniformes entre los dos sexos pues ambos suelen entrenar en el mismo contexto. Hace más de dos décadas se encontró que tanto chicas como chicos tenían igual riesgo para desarrollar TCA en danza (7.5% de probabilidad) (Garner, Olmsted, Bohr, & Garfinkel, 1982). Del mismo modo, en uno de los pocos estudios sobre TCA en chicos y chicas bailarines se encontró que ambos sexos mostraban más actitudes alimentarias patológicas que los controles no bailarines (Neumarker, Bettle, Bettle, & Neumarker, 1998).

Sin embargo, no existen estudios científicos recientes que evalúen cuantitativamente si los bailarines presentan mayor riesgo de desarrollar patología alimentaria que sus iguales no bailarines. De igual modo, no existen estudios que comparen dicha diferencia entre bailarines provenientes de diferentes especialidades de danza (no solo de ballet) con una muestra de estudiantes de edades pareadas.
Es importante saber si tanto los chicos como las chicas presentan problemas similares y, por tanto, podrían formar parte del mismo grupo en un supuesto programa de prevención de TCA en los conservatorios de danza.

De este modo, nos planteamos los siguientes objetivos:

  1. Evaluar si existen diferencias en la insatisfacción corporal y las conductas alimentarias anómalas entre bailarines y bailarinas.
  2. Evaluar si existen diferencias en la insatisfacción corporal y las conductas alimentarias anómalas entre chicos y chicas no bailarines.
  3. Evaluar si existen diferencias en la insatisfacción corporal y las conductas alimentarias anómalas entre chicos bailarines y no bailarines.

Método

Participantes

La muestra original de danza estuvo compuesta por 369 participantes, 44 bailarines y 325 bailarines de las especialidades declásico, español, flamenco y contemporáneo, pertenecientes a dos conservatorios de danza profesionales ubicados en la Comunidad Autónoma Andaluza. Dada la mayor proporción de bailarinas, se estratificó la muestra en función de la edad y se seleccionaron aleatoriamente 44 chicas para que la muestra resultante fuese similar en ambos sexos. Finalmente, la muestra estuvo conformada por 44 chicas (Medad  = 17.11; DTedad  = 3.80) y 39 chicos (Medad  = 16.51; DTedad  = 3.68).

Por otra parte, se dispuso de una muestra de 5.000 estudiantes, pertenecientes a distintos centros educativos de Andalucía evaluados en varios estudios piloto con el objeto de obtener datos para diseño de un Programa de Prevención para los TCA (Borda, del Río, Torres, Avargues, & Pérez-San Gregorio, 2009).
Con objeto de que fuera comparable con la muestra de danza, se estratificó en función del curso y se seleccionaron aleatoriamente 46 chicas (Medad  = 15.3; DTedad  = 1.91) y 46 chicos (Medad  = 15.41; DTedad  = 1.78).

Instrumentos

Los instrumentos utilizados fueron: a) el Test de Actitudes Alimentarias  (EAT-26) (Garner, Olmsted, Bohr, & Garfinkel, 1982; adaptado por Gandarillas et al., 2002), sumando las puntuaciones de las subescalas de dieta, bulimia y control oral; b) el “Body Shape Questionnaire” (BSQ) (Cooper, Taylor, Cooper, & Fairburn, 1987; adaptado por Raich, Mora, Soler, Avila, Clos, & Zapater, 1996). Se utilizó la puntuación total sumando sus 34 ítems).

Procedimiento

Se informó del objetivo del estudio a los/as participantes y a sus padres y madres –en el caso de que fueran menores- y se obtuvo el preceptivo consentimiento informado siguiendo las recomendaciones de Del Río (2005).
Todos los participantes cumplimentaron los cuestionarios de acuerdo a las normas propuestas por sus autores.

Análisis de datos

Para los cálculos estadísticos se ha utilizado el programa estadístico SPSS 20.0. En primer lugar se realizó un análisis descriptivo de las variables estudiadas, así como un análisis de la normalidad mediante el Test de Kolmogorov-Smirnov.
Posteriormente, para comprobar la existencia de diferencias entre las medias de las variables analizadas se utilizó la prueba T de Student para dos muestras independientes (en el caso de que las variables cumplieran el supuesto de normalidad), y pruebas no paramétricas cuando se violó el supuesto de normalidad, concretamente, la prueba de Kruskal-Wallis (diferencias entre k muestras independientes) y la U de  Mann-Whitney (diferencias entre 2 muestras independientes).

Resultados

Respecto al primer objetivo, relacionado con la insatisfacción corporal y los comportamientos alimentarios inadecuados entre bailarines y bailarinas, no se han detectado diferencias estadísticamente significativas en la puntuación del BSQ ni del EAT26 entre los chicos y las chicas (U(1) = 725.500, Z = -0.963, p = .336; U(1) = 775.000, Z = -.759, p = .0.448, respectivamente).

En cuanto al segundo objetivo, que planteaba la desigualdad entre chicos y chicas de la población de escolares, se encontraron diferencias significativas en la puntuación del BSQ y en el EAT26 (U(1) = 489.000, Z = -4.446, p = .000; U(1) = 603.000, Z = -3.573, p = .000, respectivamente).

Finalmente, respecto al objetivo tercero, se han detectado diferencias significativas tanto en la puntuación del BSQ como en la del EAT26 entre los chicos bailarines y los chicos del grupo control “no danza” (U(1) = 529.000, Z = -3.247, p = .001, U(1) = 510.500, Z = -3.428, p = .001, respectivamente.

Completa la información

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Discusión

Los resultados de este estudio sugieren que los chicos bailarines presentan mayor riesgo de desarrollar un TCA que sus iguales no bailarines. Así, es posible que la cultura de la danza ejerza una influencia similar sobre ambos sexos, dando lugar a una menor diferencia entre la probabilidad de desarrollar un TCA entre los chicos y las chicas de esta población.
Aunque estudios recientes como el de Palomares (2011) alerten sobre la alta incidencia de estos problemas en las chicas (24%) en comparación con los chicos (12.46%), los resultados de este estudio muestran que la autoestima corporal en los varones que bailan parece ser más pobre, influyendo posiblemente en la realización de conductas alimentarias perjudiciales no solo para su rendimiento, sino también para su salud.
Existe bastante consenso con la idea de que las alteraciones de la imagen corporal son especialmente relevantes en hombres homosexuales comparados con los heterosexuales (e.g. Beren, Hayden, Wilfrey, & Grilo, 1996; Tiggemann, Martins, & Kirkbride, 2007). En este sentido, en un estudio se encontró que más de la mitad de los bailarines de ballet eran homosexuales y presentaban conductas significativamente más femeninas que los varones heterosexuales (Bailey & Oberschneider, 1997), aunque obviamente se necesitan más estudios que confirmen este hallazgo, esa podría ser una de las posibles razones que expliquen la existencia de menos diferencias entre hombres y mujeres en danza. Por tanto, es posible que los mensajes que se emiten acerca del ideal del peso se introyecten de forma parecida en los chicos y en las chicas, causando escasas diferencias entre ambos sexos (Ravaldi et al., 2006).

Otras posibles causas son que tanto chicos como chicas de conservatorios se enfrentan diariamente a los mismos factores de riesgo para desarrollar insatisfacción corporal. Por ejemplo, ambos sexos se exponen continuamente a los espejos, los cuales promueven la valoración de la figura (Radell, Adame, & Cole, 2004) fomentando el efecto de la auto objetivación propuesto por Fredickson y Robberts (1997). Así mismo, el uniforme o la ropa de ensayo también pueden influir a ambos sexos de forma similar, pues aunque las chicas lleven maillot y medias muy ajustadas a la silueta enfatizando la figura, los chicos también deben vestir mallas estrechas y camisetas ceñidas. En un estudio con chicos y chicas bailarines se encontró que un 99.1% de los participantes puntuaron alto en el factor de riesgo “el uniforme hace que seas más consciente del peso y de la apariencia” (Reel, SooHoo, Jamieson, & Gill, 2005).
Así, estos resultados pueden justificar la inclusión de chicos en programa de prevención de TCA. Mcvey (2003, p.6), en Mental Health and Spiritual Health Care (2006), describe los beneficios de incluir a los chicos dentro de los programas de prevención y educarles sobre aspectos como la imagen corporal positiva. Entre los beneficios destaca: 1) ayudarles a enfrentarse con las dificultades propias sobre su imagen corporal y prácticas alimentarias y de ejercicio compulsivo poco saludables, 2) facilitar la concienciación sobre la presión intensa por la que atraviesan las chicas estudiantes, 3) informar a los chicos, al igual que a las chicas, sobre el papel que desempeña el protocolo alimentario propuesto en el centro.
Sin embargo, y a pesar de que parece haber factores de riesgo compartidos entre sexos, es posible que existan algunas diferencias, justificándose así el desarrollo de estudios futuros que profundicen en esta problemática.

Referencias

Bailey, J. M., & Oberschneider, M. (1997). Sexual orientation and professional dance. Archives of Sexual Behavior, 26(4), 433-444. doi:http://0-dx.doi.org.fama.us.es/10.1023/A:1024595419744
Beren, S. E., Hayden, H. A., Wilfley, D. E., & Grilo, C. M. (1996). The influence of sexual orientation on body dissatisfaction in adult men and women. International Journal of Eating Disorders, 20(2), 135-141. doi:http://0-dx.doi.org.fama.us.es/10.1002/(SICI)1098-108X(199609)20:2<135::AID-EAT3>3.0.CO;2-H
Borda, M., del Río, C., Torres, I., Avargues, M. L., & Pérez.San Gregorio, M. A. (2009). Prevención de los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) en chicas preadolescentes. Psicología Conductual, 3, 499-522
Cooper, P. J., Taylor, M. J., Cooper, Z., & Fairburn, C. G. (1987). The development and validation of the Body Shape Questionnaire. International Journal of Eating Disorders, 6, 485-494.
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