La actividad deportiva femenina durante el franquismo y sus campeonatos escolares
RESUMEN
La actividad física se ha convertido en los últimos años en un campo destacado en el ámbito de la investigación educativa. Son muchos los productos bibliográficos que se han elaborado abarcando campos relacionados con la didáctica, la metodología, la formación del profesorado o las actividades y juegos alternativos. Sin embargo, creemos importante profundizar en la historia de la actividad física en España, sobre todo en aquella época en la que la mujer sufrió una clara discriminación social. Precisamente se utilizó el propio cuerpo, como elemento esencial para realizar ejercicio físico, para marcar esas diferencias con respecto al hombre.
Desde una reflexión de aquella situación, se quiere dar a conocer los logros que se han conseguido en este sentido durante las últimas tres décadas. La sociedad ha evolucionado tanto que algunas de las cuestiones que se tomaban casi como “dogmas” durante el franquismo, nos parecen ahora irrisorias. El avance principal conseguido se centra en que la mujer ha pasado de no disponer de cuerpo para sí, a retomar el control del mismo, de su motricidad. Sin embargo, todavía la herencia cultural sobre la que se asienta la actividad física de la mujer sigue siendo notable; y aunque ya no nos resulte raro ver a mujeres practicar todo tipo de deportes y que experimenten en cualquier campo, todavía hay que preguntarse por qué el abandono a edades tempranas de estas prácticas, por qué existe una falta de adherencia al entrenamiento o por qué todavía ciertos deportes son considerados masculinos o femeninos. Quizás con este análisis que hemos hecho de la situación se pueda explicar.
Este modelo de Educación Física femenina planteado durante el período franquista también supone hablar de una serie de valores y de supuestos ideológicos que sustentaban todo el entramado social. En éste, la mujer se ve sometida al control de los dictámenes que lanzan personalidades tanto desde el ámbito científico (médicos especialmente), como desde las autoridades religiosas o las políticas. De esta forma, los gobernantes se garantizaban una estabilidad de comportamientos, en cuanto a los roles que cada individuo, en función de su sexo, debía cumplir.
Precisamente, las encargadas de organizar los diferentes campeonatos deportivos, las clases de Educación Física y todas aquellas actividades relacionadas con la motricidad estuvieron dirigidas por un personal que tuvo una formación basada en los principios políticos del régimen. Sección Femenina se marcó como un objetivo básico formar a la mujer, como sujeto diferente al hombre, con unas consignas claras que cumplir en su compromiso patriótico con el Estado. Para ello se valió de la actividad física y el deporte para conseguir esos valores que se creían los válidos a su condición: la sumisión, la dulzura, la fortaleza ante las adversidades, el sacrificio, el recato… Pero por el contrario, también la hizo entrar en conflicto con las jerarquías por proponer una actividad que podía poner en tela de juicio los criterios y normas que creían inalterables.
LA ACTIVIDAD DEPORTIVA FEMENINA
La actividad deportiva, en un primer momento, no se incluyó como parte de los contenidos educativos de Educación Física Femenina (EFF) durante el franquismo. Sin embargo, Sección Femenina (SF), como organismo encargado de organizar y dinamizar la actividad entre las mujeres durante este período, vio con buenos ojos el que se formalizaran una serie de campeonatos deportivos, en los que pudieran encontrarse mujeres de diferentes lugares de España, y así conseguir la transmisión de las excelencias del juego entre sus afiliadas (no podían organizarse clubes al margen de SF). Las normas de comportamiento que se seguían completaban las que oficialmente regían para cada deporte, dictadas por las Delegaciones de Deportes del Frente de Juventudes (FJ) (únicas responsables de organizar las competiciones y concursos deportivos entre Colegios y Centros de Enseñanza). De esta manera se estableció un código ético para todas las competidoras, que se reguló a través de tres preceptos aparecidos en el Plan general para la Educación Física.
“a) El primero de carácter ético que prohibía el comportamiento incorrecto entre las jugadoras o entre éstas y el público.
b) El segundo, de estímulo, que prohíbe el abandono de la competición por desaliento o sin motivo (lo importante es competir y no vencer).
c) El tercero, de orden sanitario, permitiendo en los equipos sustituir una jugadora por otra para evitar que nadie haga esfuerzos más allá del límite de sus fuerzas”.
Atendiendo al punto tercero citado anteriormente, los deportes que se seleccionaron para realizar los oportunos campeonatos obedecían, desde un punto de vista moral, higiénico y técnico, a unas necesidades funcionales y orgánicas que se decían adecuadas a la estructura corporal y mental de la mujer. De ahí que se señalaran la gimnasia, la danza (clásica y regional) y el ritmo como soporte del concepto de competición que se adecuaba a las necesidades femeninas. Además de estas actividades se sumaron los campeonatos en otros seis deportes (la lista se fue ampliando con los años gracias a los estudios que se realizaban con respecto a la adaptación de la mujer al esfuerzo físico y al concepto global que suponía la actividad deportiva): natación (1938), hockey, tenis y baloncesto (1939), balón a mano a 7 y a 11 y esquí (1940). En 1952 se introdujo el balonvolea y el atletismo, excluido deliberadamente por ser poco femenino y masculinizante, en 1961.
A pesar de la importancia que siempre se ha querido dar al deporte, encontramos que en los Programas educativos elaborados durante las dos primeras décadas del régimen franquista, no se profundiza en el desarrollo de esta práctica durante el horario escolar. Más bien se realizaba como una formación complementaria en horario extraescolar y normalmente destinada a las jóvenes afiliadas que competían representando a los equipos de SF de cada localidad. En un principio estaba concebido como algo propio de la Organización política e integrado en el Plan general de actividades. Por esta razón veremos siempre muy unido cualquier acontecimiento deportivo con la exaltación de los valores presuntamente patrióticos. La promoción del régimen a través de las exhibiciones gimnásticas o las movilizaciones que se hacían cada vez que tenían que desplazarse los equipos a competir a una ciudad, eran motivo para que todas las fuerzas políticas locales recibieran los elogios por el espectáculo presenciado.
Ante la dificultad que conllevaba el poner en práctica cualquiera de los deportes aconsejados anteriormente para las chicas, Rafael Chaves (Oficial Instructor, Profesor de EF de la Academia “José Antonio” y de la Universidad Central de Madrid, y una de las autoridades más relevantes en materia de EF durante el período al que nos estamos refiriendo) encontró conveniente que se hiciera una transición a los mismos mediante la aplicación de juegos y predeportes. La razón de este planteamiento hace referencia a que en el deporte se empleaba una gran energía muscular, incluso violenta y de manera prolongada. De manera que las mujeres no estaban en disposición de realizarlo pues, se decía, no estaban preparadas para tal desgaste físico. Las cualidades que se desprenden de la realización de cualquier ejercicio deportivo provocaban un desarrollo de la “virilidad del hombre”. También, la propia Delegación Nacional del FJ, a través de su Asesoría Nacional de EF, explicó en qué consistían los juegos y deportes, destacando cualidades que claramente estaban en contraposición con el ideal propuesto para la mujer, ya que ésta nunca debía llegar al esfuerzo máximo.
En la misma línea, la opinión manifestada por Luis Agosti, asesor de EF para SF, acerca de lo que pensaba sobre la conveniencia del ejercicio físico y el deporte para la mujer; expresaba la clara diferencia que existía en la manera de afrontar el esfuerzo físico los hombres y las mujeres. Corroborando las palabras de Rafael Chaves, Agosti mantenía la idea de que era beneficiosa la práctica deportiva en la mujer, pero en ningún caso debía efectuar las mismas actividades ni con la misma energía. De ahí la selección de deportes adecuados a su condición; sólo se practicarían los que no perjudicaran su función específica: la maternidad.
Estamos dando una serie de nociones sobre el deporte que, cuanto menos, nos hacen reflexionar sobre el carácter marcadamente machista que se quiso imponer. El mismo Agosti creía absurdo el promover deportes como el boxeo, la lucha, el fútbol y el rugby; así como algunos ejercicios gimnásticos: la barra fija, las anillas, las paralelas, etc. Y por encima de todos ellos, se encontraba el atletismo de competición, “que exige unas cualidades completamente opuestas a la constitución femenina”.Esta actividad, decían, hacía destacar a las “menos femeninas” y, según él, se convertirían en antimodelos para la juventud femenina.
Otro compromiso de las dirigentes de la Organización femenina del Movimiento fue la aceptación de un carácter religioso-espiritual del que se quería dotar al deporte, en particular; y a cualquier trabajo corporal, en general. Ya hemos comentado que SF, a través de su Regiduría de EF, se propuso que la mujer se beneficiase de los efectos de la actividad física. Eso sí, considerando siempre que debía tener “un fondo espiritual” que rigiera los destinos del cuerpo. Se dejaba claro que si una mujer realizaba cualquier tipo de deporte estaba contribuyendo a que su cuerpo mejorase, pero no como satisfacción personal, sino porque sería más fácil contribuir a los destinos que sobre ella recaían: la procreación y la familia.
La primacía en el compuesto humano (según el concepto “tomista”) se debía al alma y, por lo tanto, la EF y el deporte se consideraban medios para el perfeccionamiento humano, ya que “aumenta la fuerza moral, desarrolla la voluntad y el deseo de ser útil”. En muchos casos, ante este planteamiento dualista del hombre, la religión católica ha intentado mediatizar el ejercicio físico y la actividad deportiva para que no se convirtiera precisamente en un medio de libertinaje. Se utilizaban, en algunos casos, los momentos de la práctica para romper las normas prescritas por la sociedad y, así, desvincularse del compromiso religioso que estaba tan arraigado durante todo el franquismo en la sociedad.
La actividad deportiva no debía alejar a la mujer de conseguir la mejora de su salud y de crear hábitos y aptitudes según sus cualidades más representativas: “la gracia, la armonía y belleza plásticas”.Si por cualquier razón el deporte supusiera desviarse de los supuestos atribuidos a la mujer, éstos se considerarían alejados de la doctrina cristiana; y, por lo tanto, esta actividad sería rechazada. Incluso el propio Papa Pío XII creía necesario el deporte como fuente de equilibrio en la vida del hombre, de ahí su uso adecuado para que se pudieran cumplir las misiones más elevadas a las que se debía atender. Sin embargo, esta misma autoridad papal, a pesar de difundir las excelencias del ejercicio físico para el hombre, afirmaba que había que diferenciar entre el realizado por el hombre y por la mujer. El que realizaba la mujer nunca se tomaría como exhibición y sí como exaltación de la gracia femenina.
Este debate centrado en el equilibrio que cumplía el deporte con las normas religiosas supuso, en muchos casos, doblegarse ante los preceptos que los asesores religiosos establecieron en cuestiones relacionadas con la actividad física: vestuario, horarios de partidos y competiciones pendientes de la misa dominical, lugares adonde se realizaban las marchas, movimientos físicos acordes a la condición femenina, etc. Durante los primeros años de funcionamiento de los campeonatos deportivos se tuvieron muy presente ese tipo de normas que condicionaron la puesta en marcha de cualquier acontecimiento deportivo. Éstas quedaron expresadas en la Circular número 206, de junio de 1943, que contenía un contenido claramente restrictivo y en el que queda de manifiesto que la Iglesia católica ejercía un poder superior al que podían ofrecer las autoridades del Movimiento. Existía, por parte de las autoridades religiosas, un afán por controlar cualquier actividad social que la mujer practicase. En este caso, la actividad física se supeditaba a los dictados que las éstas establecían. En muchas ocasiones, SF no tuvo más remedio que ofrecer una postura contradictoria. Por un lado, manifestaba su interés por ofrecer a la mujer la posibilidad de realizar unas actividades que le habían sido vedadas tradicionalmente por la sociedad. Pero por otro, la evolución natural que debía llevar la actividad física y deportiva entre las mujeres se restringía por las reglas morales y religiosas que implantó la Iglesia. Muchas de ellas hacían referencia al atuendo deportivo, del cual se decía debía ser femenino, práctico y honesto. Habría que preguntar a las mismas practicantes para comprobar la incomodidad de llevar los famosos “pololos”, tan poco prácticos como antiestéticos, a las jóvenes deportistas.
En la organización de estos campeonatos deportivos se cumplían, como hemos señalado, numerosas normas para su correcta realización. Un factor importante que influyó en el desarrollo posterior de estos acontecimientos, fue la penuria económica con la que se convivía y que condicionó este tipo de movilizaciones. Por ejemplo, se daba una gran trascendencia al puesto ejercido por “la” Jefe de Expedición, que controlaba los gastos de alojamiento (pernoctar, desayunar, comer y cenar), además de restringir el vino en las comidas, el agua mineral, los sifones, el lavado de ropa, etc. También controlaba las salidas por la noche, el billetaje exacto en ferrocarril de segunda clase y la uniformidad de las componentes del equipo: bombacho azul marino cerrado por el lado izquierdo, blusa blanca muy larga para que no se salga, túnica… Se volvía a insistir en la uniformidad, tanto durante el viaje como durante la estancia en la ciudad.
Nos podemos imaginar, aparte de la uniformidad tan pulcramente llevada, el protocolo que se seguía en cualquier acontecimiento deportivo. Los desfiles inaugurales de todos los participantes con sus trajes representativos, los recintos vallados con las autoridades gubernativas presidiendo las diferentes competiciones, los saludos rituales, el respeto hacia las banderas que enarbolaban el estadio, los himnos. Toda una parafernalia que intentaba dar una mayor trascendencia y proyección al propio régimen. Así, además de fomentar el espíritu deportivo, se aprovechaba el momento para contribuir en la formación política de los ciudadanos, tanto deportistas como espectadores. Es otra demostración de que la EF y los deportes eran más una cuestión política que profesional, por lo que estaba sujeta a una burocracia que anquilosaba el progreso normal que deberían haber llevado estas actividades deportivas.
Los recursos económicos destinados a la organización de los campeonatos estaban de cada vez más restringidos. Normalmente los presupuestos con que contaba la Secretaría General del Movimiento eran administrados para otras actividades que creían, fomentaban más el espíritu nacionalsindicalista. De ahí que las concentraciones deportivas promovidas por SF decayeran, puesto que se daba más importancia a la exaltación política del acontecimiento que al intento por promover la práctica física entre las mujeres. Importaban más los datos estadísticos de participación que los grados de satisfacción por la práctica deportiva. Ante esta crisis económica de finales de los años cuarenta se optó por recaudar dinero “concertando las actuaciones de los equipos deportivos y los grupos de Coros y Danzas, o cobrando la entrada”. También se presionó a la Delegación Nacional de Deportes (DND) para que subvencionara el deporte entre las sindicadas, puesto que todas las trabajadoras estaban obligadas a afiliarse, ofertándose competiciones para ellas. Frente a otras actividades que desarrolló SF, “la EF y el deporte se convirtieron en una servidumbre”a causa de las necesidades aludidas.
Además, existía una cierta dejadez por parte de las encargadas de preparar a los equipos en sus provincias correspondientes. Estas instructoras, que desarrollaban una doble labor asistiendo a los Centros educativos y a los Centros propios de SF, se veían desbordadas de trabajo, lo que no permitía obtener unos resultados satisfactorios. Esta es una de las razones más importantes para que no se pudiera cumplir el deseo de las regidoras de EF de difundir las excelencias de esta disciplina entre toda su población de influencia. En 1948 se suprimieron los desplazamientos por falta de apoyo económico, lo que significó privar a aquellas jóvenes, que movidas por el deseo de conocer otros lugares, se afiliaban a SF y practicaban algún deporte.
La consecuencia de estas posturas fue que los campeonatos de balonmano a siete y a once, el de baloncesto, el de balonvolea y el de gimnasia se convocaron cada dos años; y a los de hockey, natación, esquí y tenis se accedía directamente, sin fase previa.
SF en su intento de formar a la mujer de manera integral, vio que el deporte se convertía en un medio muy recomendado para conseguir los objetivos tanto físicos, psíquicos (de carácter), como religiosos que se habían establecido desde la Regiduría de EF. Para tener claro cuáles eran los fines que se proyectaban a través del deporte se prepararon una serie de disposiciones al respecto, que pasaron a denominarse los “12 puntos deportivos de la SF de FET y de las JONS”. En esta especie de declaración de intenciones se conjugaron aspectos de conducta deportiva relacionados con el “Fair Play” instaurados por Arnold en las Islas Británicas, como precursor del deporte moderno; con otros que manifestaban toques patrióticos, como exaltar los principios de disciplina y servicio que se le suponían a cualquier ciudadano español.
EL DEPORTE ESCOLAR FEMENINO
Durante el curso 1949-50 fue el del comienzo de los Juegos Escolares. Primeramente se realizaron con la escasez de medios propia de la época, lo que provocó que la actividad se redujese a los deportes básicos. El planteamiento con el que se quiso dotar a esta competición no estaba de acuerdo con el principio de procurar un deporte para todos, sino que a través de unas pruebas a las que se les sometía a los alumnos, se elegían a los mejores en cada disciplina y, de este modo, poder representar con garantías al centro. En esta selección previa se tenía muy en cuenta la práctica de la gimnasia educativa como medio para evaluar las cualidades físicas del alumno y así, determinar su grado de aptitud para el deporte que quería realizar.
Otra manera de seleccionar y elegir a las más dotadas para el ejercicio físico fue mediante la obtención del “Emblema o Diploma de Aptitud Física”. Para la consecución del mismo se elaboró un reglamento que puso por primera vez en marcha el FJ en 1941 y que, posteriormente, cada rama femenina y masculina preparaba las pruebas y valores a superar para alcanzar los grados que se estimaban para ello. SF los publicó a través de su Regiduría Central de Educación Física, siguiendo el asesoramiento de Luis Agosti y con los vistos buenos de la Regidora Central de EF -María de Miranda- y la Delegada Nacional de SF -Pilar Primo de Rivera-. Las condiciones para la superación de las pruebas eran mínimas, por lo que podían realizarlo incluso las niñas menos dotadas físicamente. Se realizaban estas pruebas cuando el curso iba a finalizar, como parte integrante de su formación en EF y de manera voluntaria.
A pesar de estas iniciales restricciones, la práctica del deporte dentro del marco escolar trataba de involucrar al mayor número de escolares, para que así se aumentara el número de deportistas participantes en los diferentes campeonatos. Sin embargo, el sistema de clasificación y la división de las competiciones en categorías, según la titulación de las profesoras e instructoras, potenció el que se buscara alcanzar un mayor prestigio entre los diferentes centros, así como un reconocimiento de las encargadas de preparar a los diferentes equipos. A las que desarrollaban su actividad en centros públicos, las servía para acumular méritos y poder acceder a mejores destinos. Y las que realizaban su labor profesional en los privados religiosos, justificaban su trabajo mediante una buena clasificación o ganando los campeonatos. De ahí que durante los años sesenta y setenta estos centros privados religiosos pugnasen por tener entre su profesorado de EF a las profesoras que mejor preparasen a las escolares en los diferentes deportes. La matrícula de alumnas aumentaba cuanto mejores resultados se obtuvieran en los campeonatos, de ahí que se construyeran las mejores instalaciones deportivas en estos lugares como reclamo para el futuro alumnado. Ofrecían una calidad muy por encima de los públicos debido a la escasez de presupuesto destinado a este tipo de infraestructuras por parte del MEN. Por el contrario, los colegios religiosos podían disponer de canchas descubiertas, pabellones cubiertos, vestuarios e incluso alguno, piscina. Precisamente SF, en muchas ocasiones, pidió prestadas las instalaciones que estos centros poseían ante el panorama tan sombrío que muchas Delegaciones provinciales ofrecían para que entrenaran sus propios equipos.
Entre todos los campeonatos que se realizaron, los correspondientes a la disciplina de Gimnasia fueron los más consolidados y los que tomaron una personalidad propia. A través de la aplicación de un método exclusivo, sujeto a la eficacia en el desarrollo escolar de esta actividad que tanto auge consiguió y que se consolidó como esencial en la clase de EF, se fueron repitiendo monótonamente la ejecución de las tablas de gimnasia. Éstas eran utilizadas, bien para evaluar el nivel de las alumnas, como también para realizar cualquier acto de clausura de un curso escolar o de cualquier otra actividad organizada por cualquiera de las Secciones del Movimiento.
Cualquier torneo que se realizaba estaba clasificado por categorías: Primera, Segunda o Tercera; no por el nivel técnico que presentaban las gimnastas sino por el nivel de titulación de la Instructora: Instructora o Profesora titulada o Instructora aspirante o elemental. Las del primer nivel podían participar en todas las modalidades: Educativa, Juegos educativos, Rítmica y Bailes populares, mientras que las del segundo y tercer nivel lo hacían en la modalidad de Gimnasia Educativa y en las pruebas de Emblema de Aptitud Física. Los equipos estaban constituidos por una instructora, una pianista y trece deportistas, más una suplente.
La metodología que se siguió en la organización de los Juegos Escolares Nacionales fue prácticamente la misma todos los años. En septiembre se reunían, en régimen de internado, los dirigentes encargados de la DND (más tarde de la Junta Nacional de Educación Física y Deportes –JNEFD-) para decidir las normas, sedes, instrucciones y misiones de cada uno de los deportes convocados; tanto por la rama masculina como la femenina. En octubre y noviembre comenzaban las ligas hasta febrero o marzo. Posteriormente, se disputaban las diferentes fases provinciales, regionales y nacionales que decidían los campeones respectivos. A su vez, se crearon comités de Competiciones para supervisar las irregularidades más comunes: petición del Libro de familia, Partidas de nacimiento, revisión de actas de partidos en los que hubiera alineaciones indebidas, etc.
Los Centros recibieron ayudas económicas según presentaran instalaciones adecuadas para celebrar las competiciones, según el número de alumnas inscritas y el interés que mostrasen por planificar campeonatos internos. Esta situación promovió el que se hincharan los datos de las provincias para recibir mayores subvenciones, así como los datos que proporcionaban los profesores encargados de promover el deporte en su centro, para poder conseguir un mejor destino o acceder a mejores puestos dentro de la Organización.
Según la clasificación que hace Manuel Vizuete de los diferentes centros que participaron en los Juegos Escolares; establece cuatro niveles: a) Las universidades Laborales y la mayoría de colegios religiosos, que tenían como objetivo prioritario el tener un ficha de alumnos muy extensa, así como el conseguir buenos resultados; b) institutos de Enseñanza Media y colegios religiosos, donde su participación se hacía con problemas económicos; c) un grupo de centros que ofrecían una participación forzada, para salvar el trámite, con una implicación mínima por parte del profesorado; y d) el denominado “grupo de trámite”, que sirvieron de relleno para aumentar el número de participantes aunque su presencia efectiva era prácticamente simbólica.
El deporte escolar se fue afianzando en los programas educativos a lo largo de los años. De ser considerado un aspecto lúdico y recreativo, se pasó a un grado de consideración importante dentro del aspecto formativo que éste ofrecía. Sin embargo, en las Escuelas de educación Primaria el contacto con esta actividad fue mínimo, había que esperar a llegar a los Institutos para tener una participación más constante; o bien estar matriculado en un Colegio religioso en que se priorizaba el deporte por encima de otras propuestas. La evolución del deporte escolar fue unida al propio régimen político. A medida que se iba produciendo un aumento en el nivel de vida, la sociedad se fue despolitizando, con lo que el deporte dejó de ser una proyección del régimen para servir de instrumento de concienciación social para realizar una vida más sana y cuidar el cuerpo mediante la práctica del mismo. De ahí que estos Juegos Escolares Nacionales pasaran a denominarse Juegos de la Juventud (curso 1967-68) en los que pudieron participar con carácter abierto: Centros docentes, Clubes, Sociedades, Barrios, Parroquias, etc. Si embargo, por el poco éxito alcanzado, al año siguiente se volvería a la anterior denominación.
Según los datos registrados por la propia SF en el Informe elevado al Consejo Nacional del Movimiento el 12 de febrero de 1969, en el que se hizo una evaluación de los distintos Departamentos; referidos a la divulgación de la práctica deportiva en la organización de las diferentes competiciones a nivel local, provincial y nacional, destaca el número de escolares movilizados mediante la actividad deportiva. En cuanto a los deportes más populares que tenían una mayor aceptación entre las estudiantes hay que destacar que el baloncesto adquirió un éxito importante, hasta tal punto que desbancó a la gimnasia como deporte referencia de las jóvenes deportistas. También podemos apreciar que el atletismo, actividad que estuvo marginada por SF hasta 1961, se convierte en el tercer deporte más practicado, por delante de los tradicionales: balonmano y balonvolea. Como dato significativo, el hockey, deporte considerado inicialmente propicio para su práctica por parte de las mujeres, no aparece como practicado por las escolares.
Este número total de deportistas escolares siguió en aumento en años posteriores, así se confirma de los datos extraídos del curso 1971-72 en los que se citan los mismos deportes ofertados con un número total de practicantes de 110.279 jóvenes repartidas entre las distintas categorías: alevín, infantil, juvenil y mayores. También se aporta el dato de aquellas mujeres que compitieron en los torneos organizados por las distintas federaciones, que fueron más de 150.000; en total fueron 260.000 las registradas, un número que se decía iba a triplicarse a la vuelta de unos años, con lo que el profesorado femenino de EF y entrenadoras sería insuficiente ante la abundante demanda.
Por último, hacemos referencia a los datos extraídos de una encuesta realizada por la Delegación Nacional de Deportes en la que se indicaban los deportes preferidos por ambos sexos, después de poner en funcionamiento en 1973 la campaña nacional denominada: “Deporte para todos”. En ella podemos apreciar que entre los preferidos no se encuentra el deporte estrella de los primeros años de funcionamiento, la gimnasia; aunque se seguía practicando por obligación y costumbre en los Centros de enseñanza. Destaca como actividad preferida la natación que, se decía, se acomodaba perfectamente a la estructura fisiológica femenina. El montañismo se convierte en la segunda más votada, quizás por el hecho de que dentro del plan de actividades que se realizaban en los albergues y círculos de juventudes, las marchas y excursiones a la montaña eran consideradas necesarias para el desarrollo completo de la persona; así como el fomentar en contacto directo con la naturaleza para evitar vicios y hábitos que la sociedad estaba produciendo. El voleibol, el baloncesto y el balonmano sí que seguían siendo considerados deportes convenientes para las mujeres, de ahí que continuaran entre sus preferidos..
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