Los Determinantes de la Actividad Físico-Deportiva
Introducción; conceptos y relaciones.
En la 22ª edición del Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua (DRAE, 2004), encontramos que la acepción de ejercicio que se refiere al Ejercicio Físico, la define como: “Conjunto de movimientos corporales que se realizan para mantener o mejorar la forma física”, y Deporte lo define como: “Actividad física, ejercida como juego o competición, cuya práctica supone entrenamiento y sujeción a normas”.
En este mismo sentido, Cantón Chirivela (2001) escoge la definición de Ejercicio Físico (EF) que más nos gusta: “Toda actividad física realizada de forma planificada ordenada, repetida y deliberada, dirigida a la mejora de la condición física” (p. 28), y la diferencia del deporte al entender que en este último se incluyen la existencia de competiciones, el sometimiento a reglas relativamente estables y el amparo de organizaciones estructuradas e institucionalizadas que regulan su práctica. El autor, además, añade que el estrés previo a las competiciones o el malestar que se puede tener al no alcanzar las metas deportivas propuestas, puede, en algunos deportistas, generarles efectos dañinos para su salud y equilibrio emocional que el EF nunca produciría, pues este último está más ligado al tiempo de ocio y diversión. Por ello añade un tercer concepto, el de Actividad Físico-Deportiva(AFD), que conglomera lo mejor de ambos conceptos sin los riesgos potenciales aludidos del deporte, es decir, se trataría de la práctica de deporte sin seguir reglas fijas o haciendo que predomine la diversión antes que la consecución de resultados.
Por su parte, Henry Ramírez-Hoffmann (2002), define Actividad Física (AF) como: “la serie de movimientos corporales producidos por los músculos esqueléticos que requieren consumo energético y que progresivamente producen efectos benéficos en la salud” (p. 3), por lo que está presente las 24 horas del día, excepto al dormir. La mayoría de actividades de la vida cotidiana son comunes a todas las personas sanas excepto dos: la actividad laboral y la del ocio y tiempo libre, que pueden ser de mayor o menor gasto energético, de ahí que pueda haber mucha diferencia de unas a otras personas.
Castillo Garzón (2007), también distingue un nuevo concepto, el de Ejercicio Invisible, que explica como: “una forma de EF que se practica de manera intencional y sistemática y que se basa en la realización de cuantas actividades y tareas se puedan hacer en la vida diaria con un mayor grado de AF e incluso esfuerzo físico” (p. 4). Ejemplos: evitar sistemáticamente los ascensores, escaleras y pasarelas mecánicas, levantar pesos, aparcar lejos, andar deprisa, etc. Este tipo de EF supone un esfuerzo físico que, acumulado, es capaz de influir positivamente sobre la salud.
Por Condición Física (o aptitud física o forma física=CF) entendemos:
Un estado dinámico de energía y vitalidad que permite a las personas llevar a cabo las tareas diarias habituales, disfrutar del tiempo de ocio activo, afrontar las emergencias imprevistas sin una fatiga excesiva, a la vez que ayuda a evitar las enfermedades hipocinéticas y a desarrollar el máximo de la capacidad intelectual y a experimentar plenamente la alegría de vivir (Rodríguez Guisado, 1995, p. 88).
Castillo Garzón (2007) matiza que la CF es un concepto que integra todas las cualidades físicas que una persona necesita para la práctica de EF, pudiéndose decir que el estado de la CF constituye una medida integrada de todas las funciones y estructuras que intervienen en la realización del EF. Estas funciones son la músculo-esquelética, cardio-respiratoria, hemato-circulatoria, psico-neurológica y endocrinometabólica, de manera que un alto nivel de CF implica una buena respuesta fisiológica de todas ellas y, por el contrario, tener una mala CF indica un malfuncionamiento de una o varias de esas funciones.
Por otra parte, el cuerpo humano está diseñado para moverse, no para el sedentarismo o inactividad física, por lo que es fácil comprender que todos los expertos (Mazzeo et al., 1998) recomienden un mínimo de AFD diaria para tener una salud óptima, tanto en la población en general como en los adultos mayores en particular.
La salud es entendida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como un estado de completo bienestar físico, mental y social.Igualmente, Cantón Chirivela (2001) explica que para las personas el concepto de salud es polivalente, pues puede referirse no sólo a factores objetivos básicamente biológicos (esperanza de vida y carencia de enfermedades), sino también las condiciones físicas, psicológicas y sociales de cada persona. Así, explica que la salud física depende principalmente del nivel de AF de esa persona, la salud psicológica del grado de bienestar del que disfrute y la salud social de sus hábitos y estilo de vida. De esta manera, será directamente proporcional este concepto integral de salud a la calidad de vida de la que disfrutemos.
Ahora empezamos a manejar dos conceptos más; Estilo de Vida (EV) y Calidad de Vida (CV).Para EV nos encontramos también muchas definiciones. Henry Ramírez-Hoffmann (2002), lo entiende como:“la forma en que usualmente vivimos de manera cotidiana en diversas esferas del campo vital” (p. 3).Pero la definición que quizá sea más simple, pero clara, es la de Pastor (1999), que lo explica como la forma de vida de las personas o los grupos.
Pero no todos los autores están completamente de acuerdo en matizar lo que sería un Estilo de Vida Saludable, pues ya hay que tener presentes conceptos como la nutrición, ejercicio, ausencia de hábitos nocivos, etc., por lo que nos quedamos con la que parece aglutinar a todas sus definiciones: “conjunto de patrones conductuales o hábitos que guardan una estrecha relación con la salud” (Gómez Puerto, Jurado Rubio, Viana Montaner, Edir Da Silva y Hernández Mendo, 2005, p. 1).
También son pocos autores se ponen completamente de acuerdo en definir exactamente la CV, pues es un concepto también muy polivalente, en el que hay que tener en cuenta el grado de salud, de bienestar, de felicidad, de sociabilidad… Por ello, trataremos de definirla de la manera que nos parece más completa: “Apreciación personal de un individuo de su situación en la vida, considerando el contexto cultural y de valores en que vive y relacionándolo con sus objetivos, expectativas, valores e intereses”.
Entre todos los conceptos vistos hasta ahora, hay una relación directamente proporcional (Garcés de los Fayos Ruíz y García Montalvo, 1997). La AFD practicada de forma adecuada y regular es un componente fundamental de un EV saludable, y este, a su vez, cuanto mayor sea, mayor incidencia tendrá en una alta CV y salud. Por contra, a mayor exigencia en la alta competición deportiva, mayor estrés y menor EV saludable y CV:
Gráfica 1. Relación entre la Salud, CV, EV, AFD, CF, Deporte y Estrés.
Determinantes de la práctica de actividad físico-deportiva.-
Sallis y Owen (1999), encontraron que los factores determinantes para la práctica de AFD son multifactoriales, influyendo en ella desde los más elementales factores demográficos y biológicos, pasando por los psicológicos, conductuales, cognitivos y sociales, hasta los factores propiamente ambientales y las características en sí de la propia AFD, pudiendo incidir en el nivel de AFD de manera positiva o negativa.
Así, tenemos que dentro de los factores demográficos y biológicos (Sallis y Owen, 1999), el ser hombre, joven, con un elevado nivel de estudios, con un estatus socioeconómico y salario elevado, es el perfil más habitual para tener un nivel de práctica de AFD alto. Igualmente, dentro de los factores psicológicos, cognitivos y emocionales, hay una elevada relación con un grado alto de práctica en AFD si se tiene una alta motivación orientada hacia la meta e interés por hacer ejercicio, si se disfruta del mismo, si se esperan beneficios por su práctica, si se perciben los mismos, sintiéndose competentes en ese deporte y a gusto por su práctica.
Dentro de los factores conductuales y hábitos saludables (Sallis y Owen, 1999), el tener un historial importante de AFD durante la adultez, unos hábitos alimenticios de calidad y buena capacidad para superar obstáculos, parecen ser los más favorecedores para la práctica de AFD. Dentro de los factores sociales y culturales, los que más parecen favorecer la práctica en AFD son el apoyo de la pareja, familia, amigos y entorno en general. Por último, dentro de los factores de ambiente físicos, la posibilidad de acceder fácilmente a las instalaciones deportivas, parece ser el que más influye positivamente en la práctica en AFD.
Por el contrario (Sallis y Owen, 1999), el hecho de que el ser de edad avanzada, de etnia no blanca, con obstáculos como la falta de tiempo, estados de ánimo bajos, con una percepción de imagen corporal débil, el estar aislado socialmente, el estar en una estación de año o un clima malo o el tener una percepción de esfuerzo alta, hace que el nivel de práctica en AFD sea bajo.
Henrique Ramos (2000) distingue tres tipos de determinantes o factores que inciden en la práctica de AFD: los personales (características socio-demográficas, la motivación intrínseca, su CF y su salud), los ambientales (disponibilidad de tiempo para la práctica de AFD, la calidad y distancia de las instalaciones y el soporte social de su entorno, especialmente la pareja) y las características en si de la AF, explicando que los primeros tienen más fuerza a la hora de iniciarse en la práctica de AFD y los siguientes a la hora del mantenimiento y supresión. También define el perfil del mayor practicante: varón de menos de 30 años, con un buen nivel de estudios, sueldo y estatus social, prefiriendo los hombres el jogging y los deportes colectivos y las mujeres natación, caminar, ciclismo y gimnasia.
Hernández Mendo (1999) identificaba los factores determinantes de la adherencia a AFD, resumiéndolos en situacionales (distancia a la instalación, tamaño del grupo, aspectos sociales y nivel de salud y CF), de entrenamiento (duración de las sesiones y grado de adecuación a los practicantes), biológicos (edad, género y nivel de salud), personales (grado de satisfacción e interés con la AFD y disponibilidad de tiempo), sociales (apoyo de la pareja y familia) y psicológicos (actitud hacia las AFD).
Si se observan y comparan las clasificaciones que hacen de los Determinantes de la práctica de AFD estos autores en la Tabla 1, podemos ver que en muchos casos coinciden, por lo que nosotros trataremos de unificarlos en una clasificación propia en la Tabla 2:
Tabla 1. Resumen de diferentes autores sobre los factores Determinantes del grado de práctica en AFD.
Tabla 2. Clasificación propuesta de los Determinantes del nivel de práctica en AFD.
Así tenemos que los Personales englobarían todas las características de cada practicante a nivel biológico, psicológico y sociocultural. Los Sociales se refieren al grado de apoyo e influencia de los demás. Los Ambientales tienen que ver con el clima y la instalación deportiva y los Deportivos con todo lo que rodea a las características de las AFD.
Estudios que tratan alguno de los Determinantes del nivel de práctica en AFD.-
Castillo Garzón (2007) encontró que dos tercios de la población adulta no hacen AF alguna, y que la mayoría son mujeres. Moreno Murcia, Martínez Galindo y Alonso Villodre (2006) recogieron resultados similares, matizando que en la actualidad, la práctica de los hombres se ha estabilizado en un 41%, mientras que en las mujeres ha experimentado un significativo avance y ha subido hasta el 26%.
De Oliveira Martins (2000) encontró que hay diferencias entre la práctica de profesores y profesoras universitarios en lo referente a la intensidad de las actividades practicadas habitualmente (los hombres practican AF más vigorosas y combinan diferentes intensidades de práctica), en la regularidad de la práctica (las mujeres son más regularmente activas) y en la adhesión a la práctica programada (las mujeres se adhieren más a programas de AF en el tiempo de ocio).
Además, la mayor parte de esos profesores percibe barreras para la práctica de AF, predominando las barreras de orden personal, especialmente las relacionadas con la falta de tiempo, seguido de barreras de naturaleza psicológica y características ambientales (dentro de las cuales la falta de apoyo social es más influyente que el ambiente físico desestimulante).
Los factores determinantes facilitadores más presentes son los relativos a ciertas normativas, percepción de beneficios de la práctica de la AF, ambiente físico favorable y alta auto-eficacia, siendo los menos facilitadores los relativos al apoyo social. El nivel de conocimiento específico sobre AF fue considerado satisfactorio y, aunque no represente una barrera para la práctica de AF de los varones de su estudio, no es un factor facilitador por si sólo. Las características sociodemográficas influyen considerablemente en la percepción de barreras, y, barreras relacionadas con la profesión, características familiares y la clase económica son los principales determinantes de práctica de AF reducida e irregular en los profesores universitarios. En general, las barreras percibidas se imponen a los factores facilitadores existentes.
Fernández, Vasconcelos-Raposo, Lázaro y Dosil Díaz (2004) también encontraron que a medida que aumenta la edad se incrementa la posibilidad de adoptar un EV sedentario distante de los beneficios de CV que la AFD puede proporcionar. A su vez, afirman que una orientación de la motivación para la tarea y la prevalencia de determinantes motivacionales intrínsecos, promueven una mayor tasa de persistencia en las AFD, reconociendo que en ellos puede influir también la percepción de competencia y el historial deportivo previo.
Podemos concluir, pues, que ser varón de corta o mediana edad, con un estatus socioeconómico y cultural medio o alto, con un amplio historial previo de AFD vividas de forma agradable, sintiéndose a gusto, competente y conocedor del EF, sin problemas de tiempo ni distancia a la instalación, con apoyo de su entorno, motivado intrínsecamente para la práctica de AFD, con un EV saludable y buen estado de ánimo, son los Determinantes que mejor explican un alto grado de práctica en AFD.
Bibliografía.-
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