LA NECESIDAD DEL ENTRENAMIENTO PERSONAL
¿Es posible que un cliente se convierta en adicto al entrenamiento personal?
Os puedo asegurar que sí pues, a lo largo de los muchos años que llevo dedicado, entre otros campos del ejercicio físico, a esta disciplina, he podido darme cuenta de que, para mucha gente que contrata los servicios de un entrenamiento personal, la dependencia que llega a tener de el entrenador personal es más que considerable.
Llevo un tiempo planteándome la posibilidad de dejar de ejercer como entrenador personal y centrarme, exclusivamente, en la enseñanza y en la formación de futuros entrenadores aquí en Alto Rendimiento, además de para dedicarme un poco más de tiempo a mí mismo, a mi familia y a mis amigos. Pero cuando le comento esto a mis clientes, escucho comentarios del tipo: “es que si tú no me entrenas, seguro que acabaré dejándome el ejercicio” o “¿y tú que vas a hacer, si disfrutas machacándonos?”. En lo segundo les doy toda la razón, pues me encanta entrenar a “mis chicas” y a “mis chicos”. Pero lo que más me hace recapacitar sobre el vínculo que se ha creado entre algunos de ellos y yo, es el primer comentario.
Hay personas que, al principio, ven la posibilidad de contratar a un entrenador personal como algo “pasajero”, para que les ayudemos a perder peso, lo pongamos en forma o, incluso, para que les enseñemos a entrenar. Después, ya veremos. Sin embargo, cuando se percatan de que están invirtiendo su dinero y su tiempo en salud y en bienestar y de que no sabrán alcanzar solos esa calidad de vida si no es con nuestra ayuda, la cosa cambia.
Pero para que un cliente se dé cuenta de eso, los entrenadores personales tenemos que hacer todo lo posible para marcar la diferencia como profesionales y nunca revelarle, al 100%, el “secreto de su éxito”.
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Variedad: el antídoto contra el aburrimiento.
Dice el dicho que todos los caminos conducen a Roma; pues enseñémosle a nuestros clientes todos los caminos posibles para alcanzar sus objetivos, sin que pase por el mismo dos veces.
Esto último hace referencia a un principio que recalco, especialmente, a mis alumnos de los cursos de Entrenador Personal que imparto en Alto Rendimiento: el de variedad. Un buen entrenador personal ha de ser capaz de no repetir, nunca, un mismo entrenamiento personal con el mismo cliente. Cuando uno de ellos, después de 8 años entrenándolo, te dice que cada vez que asiste a una sesión contigo, está en un “sinvivir” porque no sabe qué se va a encontrar ese día, es muy satisfactorio y te hace pensar que las cosas se están haciendo correctamente.
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El cliente es consciente de que existe un planteamiento y unos objetivos marcados a alcanzar, pues es nuestra obligación explicárselo al principio del planning o de cada mesociclo. No obstante el procedimiento, es decir, las sesiones de entrenamiento personal, es lo que va a descubrir a diario (de ahí a lo que me refería antes con lo del “secreto de su éxito”).
La variedad evitará que al cliente le resulte un enorme sacrificio tener que ir a entrenar. Ofrécele entrenamientos dinámicos, integrales, alternativos…; enséñale a utilizar materiales diversos (plataformas inestables, elementos de suspensión, elásticos, etc.); aplícale sistemas diferentes, ya sean clásicos o de última generación; entrénalo en cualquier lugar además de en el clásico gimnasio o sala de fitness (parque, playa, montaña…); demuéstrale qué es capaz de hacer con su propio cuerpo sin necesidad de utilizar resistencia externa alguna; etcétera.
[Tweet “La variedad evita que al cliente le resulte un enorme sacrificio tener que ir a entrenar @juanfran_ar”]
Esta es la parte del entrenador personal que pone de manifiesto sus aptitudes, es decir la suma de los conocimientos asimilados con el constante e ilimitado estudio (teoría) y de las destrezas y las competencias adquiridas con la práctica, con la experiencia y con la formación.
Motivación: la clave para que el cliente sea constante.
Todo lo anterior, sumado a una buena actitud por nuestra parte, mantendrá al cliente motivado e ilusionado por seguir nuestros consejos y nuestras directrices. Se encontrará mucho mejor, no solo física, sino también psicológica y socialmente. Descubrirá que lo que él pretendía al contratar nuestros servicios, ha ido más allá de lo que se podía imaginar y que ha alcanzado una calidad de vida que le permite disfrutar, sobremanera, de cualquier cosa que haga. Se habrá automotivado.
Nuestra actitud es muy importante para mantener ese interés mucho más alto. Debemos ser atentos con las necesidades de cada cliente; reforzarle cuando las cosas que pensaba que no podía hacer, las hace; reconfortarle cuando no salgan y buscar el camino más corto y sencillo para que pueda hacerlas; ser empático y saber estar a la altura del momento anímico por el que esté pasando, intentando animarle en los malos momentos y compartiendo su alegría en los buenos; en definitiva, hacerle sentir que su esfuerzo da sus frutos a diario, tanto dentro como fuera del contexto puramente deportivo.
Y todo eso, por supuesto, acompañado de una constante atención, explicándole cómo se hacen los ejercicios que va a hacer a continuación, mostrándole la técnica correcta, corrigiéndole y ayudándole si lo necesita.
Comunicación: imprescindible para potenciar la relación cliente-entrenador.
Este aspecto también es muy importante y viene estrechamente ligado a la motivación, pues el cliente debe entender, en todo momento, lo que le decimos y gustarle cómo se lo comunicamos.
Un entrenador personal debe ser un buen comunicador, pero no solo en lo referente a la comunicación verbal, sino también a la no verbal (aspecto, vestimenta, higiene…).
Además, recomiendo que tenga una mínima formación cultural general que facilite la interrelación con el cliente. Con esto no quiero decir que tengamos que ser unos eruditos, simplemente que debemos estar al corriente, al menos, de la actualidad en cuestión de temas que, nos gusten o no, nos afectan de una manera tanto directa como indirecta (panorama político y económico, deportes, cine…). Durante el entrenamiento personal, hay pausas donde el cliente tiene que descansar y reponerse y en las que se puede hablar de cualquier tema que no tenga que ver con lo que estamos haciendo en ese momento.
A mis alumnos les recomiendo que, durante la entrevista inicial que les hagan a sus nuevos clientes, anoten las aficiones y gustos que éstos puedan tener, con el fin de poder mantener conversaciones de su interés durante momentos concretos de la sesión en los que el ejercicio físico puede quedar, durante un breve espacio de tiempo, relegado a un segundo plano. Si tengo un cliente aficionado al automovilismo, a la gastronomía internacional o a la música clásica y esos temas no son mi fuerte, haré lo posible para tener nociones básicas al respecto y poder mantener una mínima conversación con él sobre esos temas. Además, estaremos más receptivos a la hora de recibir información por su parte, convirtiéndose en una relación de enseñanza-aprendizaje recíproco.
Por supuesto, también debemos saber escuchar. De nada sirve transmitir si no somos capaces de recibir. Eso optimizará el proceso comunicativo y habrá un óptimo feedback.
Muchas veces, el entrenador personal se convierte en una figura confidente sobre la que poder abrirse y sincerarse. Ahí es cuando nuestro papel de “improvisado psicólogo” toma especial relevancia.
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Improvisación: eficiencia a la hora de reajustar el entrenamiento personal.
Habrá días (o periodos) en los que el cliente, por motivos personales, totalmente ajenos a nosotros, estará en baja predisposición para practicar ejercicio físico. Debemos ser capaces de readaptar, en cuestión de minutos, la sesión de entrenamiento personal y ajustarla a sus nuevas necesidades anímicas.
[Tweet “Los entrenadores personales debemos ser capaces de readaptar, en cuestión de minutos, la sesión de entrenamiento personal @juanfran_ar”]
Además, a veces se da el caso que hemos escogido ejercicios que pensábamos que el cliente podría hacer y, sin embargo, no puede hacerlos, bien porque ese día no está a pleno rendimiento (cansancio, enfermedad, deficiencias en la alimentación…) o bien porque, simplemente, hemos errado en la elección de los mismos. En ese momento debemos ser capaces de proponer una alternativa sin que el cliente se disguste al no poder hacerlos. Con mucho tacto, cambiaremos la estrategia sin hacer que se sienta mal.
El cliente podrá comprobar que el programa de entrenamiento personal diseñado para él no es cerrado y que el entrenador personal está preparado para hacer las variaciones pertinentes exigidas en que cada momento y sin previo aviso. Además, esos cambios han de producirse de forma natural y desenfadada.
Aquí hablamos de una suma entre una buena aptitud y una mejor actitud.
Efectos del cliente sobre el entrenador personal.
Pero no todo lo bueno es para el cliente. Lógicamente, cuando una relación humana funciona, ambas partes salen beneficiadas.
En mi experiencia, puedo asegurar que existe un elevadísimo porcentaje de buenos momentos como entrenador, en los que la satisfacción personal del cliente se hace extensible en nosotros. Comprobamos que el entrenamiento personal funciona, que nuestro cliente mejora a todos los niveles y se crea un vínculo especial (amistad). Eso es muy positivo y motivante para el entrenador personal, el cual seguirá trabajando con ilusión y especial interés con sus clientes.
Por lo tanto, una buena actitud, por parte del cliente, ayudará mucho a alcanzar los objetivos deseados.
El entrenador personal, un espejo sobre el que reflejarse.
El cliente busca, en la mayoría de los casos, parecerse a su entrenador personal en la medida de lo posible. Eso no significa que quiera parecerse físicamente a nosotros, claro está, pero sí en lo referente a condición física, alimentación, disciplina, etc.
Por tanto, es importante que nuestro estilo de vida sea el adecuado y vaya acorde con la profesión que desempeñamos. Imaginaos a un entrenador personal incapaz de hacer una dominada, asiduo a las mecas de las hamburguesas precocinadas, aficionado al alcohol o con un aspecto desaliñado, con sobrepeso y desgarbado. Os garantizo que nadie quiere mirarse en ese espejo.
Existe un momento en el que el cliente llega a ser capaz de hacer muchas de las cosas que nosotros hacemos y que él pensaba que jamás alcanzaría. Recuerdo un comentario de uno de mis clientes, al principio de entrenarlo, hace unos 3 años: “(…). En la vida podré coger esas mancuernas de 30 Kg. ¡Si las de 10 Kg. ya me cuestan la vida!”. A fecha de hoy, muchas veces entrenamos juntos y esas mancuernas de 30 Kg. las utiliza para hacer series de 10 repeticiones en press inclinado.
En resumen, si queremos crear, en un cliente, la necesidad de tener y mantener un entrenador personal, trabajemos a conciencia sobre los aspectos que os he comentado y veréis como, en poco tiempo, estaréis trabajando con auténticos adeptos al entrenamiento personal, que no dudarán en seguir invirtiendo su dinero y su tiempo en vosotros.
Claro está que, a veces y debido a circunstancias “especiales” o “inesperadas”, esa relación entre cliente y entrenador personal se puede romper. Al fin y al cabo, no deja de ser como cualquier otra relación humana o comercial. A mí me ha pasado varias veces y no conozco a ningún otro entrenador personal que no haya experimentado eso.
Para sintetizar todo lo que os he comentado en este artículo, he diseñado el siguiente diagrama. Tenedlo, siempre, muy presente:
Fuentes
- www.prevention.com
- www.keepingcurrentmatters.com
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