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8 May 2006

Bases del entrenamiento individualizado en el alto rendimiento

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El entrenamiento deportivo es un proceso que lleva a adquirir las habilidades necesarias para rendir en competición. El reto del deportista es prepararse para las mismas, alcanzando un rendimiento particularmente elevado, superando los límites a través del proceso de entrenamiento, mediante la optimización de todos los factores que lo conforman.

Autor(es): Dr. D. Luis Casáis Martínez
Entidades(es): Universidad de Vigo
Congreso: II Congreso Internacional de las Ciencias del Deporte
Pontevedra– 08-10 de Mayo de 2006
ISBN: 978-84-612-3518-6
Palabras claves: Bases, entrenamiento individualizado, alto rendimiento

Resumen

El entrenamiento deportivo es un proceso que lleva a adquirir las habilidades necesarias para rendir en competición. El reto del deportista es prepararse para las mismas, alcanzando un rendimiento particularmente elevado, superando los límites a través del proceso de entrenamiento, mediante la optimización de todos los factores que lo conforman. Paralelamente, la labor del entrenador sería preparar al deportista para las competiciones, por medio de la ejecución de los ejercicios y la sucesión de las cargas de entrenamiento. En excesivas ocasiones, el entrenador aborda el proceso de entrenamiento como un modelo cercano a la certeza matemática, de forma que planifica una serie de cargas y estímulos de entrenamiento, prevee unas adaptaciones a nivel orgánico y funcional en sus deportistas y estima un plazo en el que van a manifestar sus efectos (estado de forma). Evidentemente, no todos los deportistas responden igual a las cargas, no todos requieren los mismos estímulos, como han puesto de manifiesto Matveiev (1983) y Bondarchuk (1988a, 1988b), entre otros, y por tanto, deberán aplicarse procesos de entrenamiento individualizados (Colwin, 1992). Así, no se puede defender el entrenamiento como un modelo único, sino adaptativo, cambiante, en el que el protagonista es el deportista. La pretensión del futuro en la Metodología del Rendimeinto es que el entrenador interaccione más con el deportista, se preocupe de su individualidad y ajuste de manera más eficaz el proceso de entrenamiento. En este contexto, los últimos años han sido protagonistas de revisiones de aspectos prácticos, teóricos y científicos en el marco del entrenamiento deportivo (Martín Acero, 1997a). Se pueden destacar nuevas propuestas de planificación y periodización, a veces con escasa consistencia metodológica y científica, que conviven, cuando no ocupan, el lugar de modelos precedentes. Aparecen o se mantienen viejos debates acerca de la conveniencia del entrenamiento global o integrador versus el entrenamiento aislado de las capacidades condicionales, coordinativas y cognitivas, de la especialización precoz versus prematura, etc…

1.- El concepto de entrenamiento deportivo

En un principio, la mayoría de las propuestas que definían el entrenamiento deportivo se centraban en enfatizar el proceso eminentemente de adaptación biológica frente a estímulos físicos. Así lo entendieron, entre otros, autores como Ozolin (1983), Weineck (1994), Platonov (1999) o García Manso (1999). El término entrenamiento se viene utilizando en diversos ámbitos referido al conocimiento de las adaptaciones y como explicación de toda serie de cambios y evoluciones, siendo sinónimo de ejercicio repetido, de acción, y de experiencia. Suele entenderse como entrenamiento todas las cargas físicas que desencadenan una adaptación morfológica o funcional, provocando de esa manera cambios en el organismo, y por lo tanto, aumento del rendimiento (Martín Acero y Vittori, 1997a). Al conceptualizar el estado de forma, Matveev (1977,1983), se preocupó de encontrar una replicación de las leyes generales de la adaptación de Selye (1936,1976) al campo deportivo. La adaptación psicobiológica a las cargas de entrenamiento es la base del proceso de entrenamiento y, por tanto, de la mejora del rendimiento deportivo. Esta perspectiva de Matveev se circunscribe a un aspecto restringido, pues mediante las cargas físicas que provocan los ejercicios corporales pretende alcanzar todos los objetivos del proceso, desarrollando métodos para la mejora de las cualidades físicas, o técnicas. Frente al modelo restringido de adaptación basado en el fortalecimiento del ciclo estímulo-respuesta, diversos autores apuestan por un modelo más abierto y complejo de la adaptación y el entrenamiento. Este tipo de planteamientos llevaría a la necesidad de adoptar nuevos modelos de entrenamiento enfocados a respetar la globalidad de los deportistas. Esa integridad se fundamenta en la obligatoriedad de dotar de margen de desarrollo y mejora a todos los factores/estructuras que forman parte del modelo de prestación deportiva (físicas, técnicas, tácticas, psicológicas,…), planteando un modelo de formación y preparación del deportista verdaderamente amplio. Esa es la opción asumida por Martín (1977), Bompa (1983), Grosser, Starischka y Zimmermann (1983), Harre (1984), Verjoshanski (1990) o Navarro (1999). Harre (1984) aboga por un entrenamiento en sentido más amplio, definiéndolo como un proceso de perfeccionamiento deportivo a través de principios científicos y particularmente pedagógicos, los cuales, mediante influencia metódica y sistemáticas desde la posibilidad y capacidad de rendimiento tienden a conducir al deportista hacia elevados y máximos rendimientos en una especialidad deportiva. Para Martín Acero y Vittori (1997a) es posible reconocer propuestas de organización del entrenamiento en su sentido más amplio, como el ejemplo de la escuela italiana de velocidad. Vittori (1969) considera el entrenamiento como un proceso pedagógico-educativo complejo, que se concretiza en la organización del ejercicio físico repetido suficientemente número de veces y con la intensidad tal que, aplicada de forma creciente, estimulen el proceso fisiológico de supercompensación del organismo, favoreciendo el aumento de la capacidad física, psíquica, técnica y táctica del atleta con la finalidad de mejorar y consolidar el rendimiento en la competición, donde a la relación entrenador-deportista se le exige una dedicación psicosocial, forjando el carácter, la voluntad y el comportamiento autónomo. En cualquier caso, actualmente un sentido restringido del entrenamiento como organización de ejercicios o cargas sólo tiene cabida para el desarrollo de capacidades con gran dependencia bioenergética, y ni siquiera en las especialidades individuales, cerradas o estandarizadas dan respuesta global a todas las necesidades para el incremento del rendimiento del deportista en competición. El sistema psicomotor humano es un sistema abierto y complejo (Da Fonseca, 1992), aunque la actividad del entrenamiento y la competición lo sea, predominantemente cerrada (Martín Acero, 1993). Muchas de estas definiciones siguen siendo, a nuestro entender, insuficientes, por cuanto restringen el proceso de entrenamiento deportivo a una organización fundamentalmente centrada en el ejercicio. Para ser verdaderamente comprensivo con la preparación del deportista tendríamos que incluir “ejercicios” y tareas de toda índole que influyan en su rendimiento y competición y sean susceptibles de someterse a preparación, y, por tanto, concretables en tareas para optimizar dicho rendimiento. El entrenamiento debe entenderse entonces como un proceso de naturaleza psicopedagógica, estructurado en términos de aprendizaje y adaptaciones progresivas en los deportistas para llevarlos a su mejor nivel de prestación deportiva. En consonancia, la planificación debe encaminarse a una previsión del itinerario a cursar por el deportistas para prepararlo de forma óptima, más a modo de secuencias de contenidos a cursar que de una simple exposición a cargas físicas. En este abordaje del entrenamiento, la prioridad no debe ser biológica, sino pedagógica (Zanon, 2000).

2.- El estado de forma como base para la individualización.

El concepto de forma deportiva ha sido definido por Matveev (1977) como el estado de capacidad de rendimiento óptimo que el deportista alcanza en cada fase de su desarrollo deportivo gracias a una formación adecuada. El autor llama la atención sobre tres elementos fundamentales de esta definición: – En primer lugar, no se trata de los rendimientos máximos que el deportista logra en toda su carrera deportiva, sino de rendimientos que puede alcanzar en cada etapa de su formación deportiva. – En segundo lugar, se entienden por fases del desarrollo deportivo a los ciclos consecutivos de los que se compone el camino para llegar hasta las cimas del rendimiento y que se distinguen porque en cada una de ellas el nivel de posibilidades del deportista es cualitativa y cuantitativamente nuevo. – En tercer lugar, la forma deportiva es un estado de capacidad óptimo. La pérdida periódica de la forma y su recuperación, también cíclica, constituyen una ley del desarrollo deportivo. Conforme se va pasando de un nivel a otro, el grado de lo óptimo va cambiando, y la forma deportiva adoptará un carácter superior. Más adelante, Matveiev (1983), define el estado de forma como el mejor estado para la realización de los logros deportivos, adquirido a través del proceso de entrenamiento, es decir, la unidad de todos los aspectos para la predisposición óptima, tanto física como técnica, táctica y psicológica para la consecución del éxito deportivo. En definitiva, se podría decir que la forma deportiva es la consecuencia de los grados de adaptación que el organismo alcanza por acción de las cargas específicas o globales de entrenamiento. Se caracteriza por ser un fenómeno plural, que abarca todos los aspectos de la capacidad o disposición de rendimiento del deportista: físicos, tácticos, técnicos y psicológicos. Manno (1991) la define como un “estado de gracia”, la mejor predisposición para el rendimiento deportivo. Es un estado relativo en el que factores biológicos, técnicotácticos y psicológicos tienen una interacción armónica. Al respecto, Bandura (1977, 1986, 1997) tras definir el concepto de autoeficacia percibida, orientó a muchos estudiosos del ámbito deportivo para asimilarla al concepto de estado de forma deportiva específica, como proceso y como producto (Martín Acero, 1993). En el origen de esta conceptualización en el campo del entrenamiento deportivo, Bondarchuck (1988) ya fue capaz de percibir e intentar registrar empíricamente la problemática surgida entre los distintos deportistas para adecuar la conjunción del estado de forma “previsto” y el estado de forma real o “percibido” (a través de sensaciones y creencias del propio deportista). Así llegó a concluir que no todos los deportistas responden igual al entrenamiento, ni, consecuentemente, se adaptan del mismo modo, sino que existen patrones diferentes e individuales, lo que hace que el plan de entrenamiento no sea un modelo de certeza matemática. De esta forma presentó varios perfiles genéricos de tipos de adaptación de los deportistas, que ante un mismo estímulo de entrenamiento requieren un patrón temporal distinto para adaptarse o encontrar su mejor forma.

Fig. 1.- Diferentes patrones de adaptación individual a las mismas cargas de entrenamiento (Bondarchuk, 1985).

Contenido disponible en el CD Colección Congresos nº 8

Este planteamiento es una de las mayores aportaciones a los modelos contemporáneos de planificación deportiva (Seirulo, 1987; Navarro, 1999). El Modelo individual de Bondarchuck (1985) se basa en reconocer que el deportista es una unidad de adaptación biológica con diferentes respuestas individuales, por lo que el entrenamiento y la carga han de ser personalizadas y especificas de cada deportista. Se sabe que no todos responden igual al entrenamiento, que unos necesitan más tiempo para ponerse en forma que otros. Aquí se trabajan al mismo tiempo todas las capacidades y aspectos del entrenamiento, estructurando la carga en función del comportamiento del deportista por lo que se requiere de un gran conocimiento del deportista y de sus respuestas, además de un alto nivel deportivo y de maestría deportiva. Por ese motivo, sería el modelo de presentación de la carga a seguir en la etapa de maestría deportiva, una vez se cuentan con datos suficientes de los ritmos de adaptación individual de los deportistas.

3.- La individualización como principio y necesidad del entrenamiento

La relevancia de la individualización del entrenamiento para optimizar el rendimiento deportivo se destaca en la teoría del entrenamiento y en la literatura aplicada por medio de la referencia a un número importante de principios. El principio de la individualización es uno de los siete principios del entrenamiento que señala Bompa (1999) o Rushall (1995). De la misma manera se han pronunciado Grosser, Starischka y Zimmermann (1983), Matveiev (1983), Bompa (1999), Thiess, Tschiene y Nickel (2004) o Vrijens (2006). Además, la individualización ha sido descripta como un elemento esencial dentro del proceso de entrenamiento (Cross 1999) y como un concepto clave (Lyle 2002). Todo ello pone de manifiesto la necesidad de un nuevo enfoque del entrenamiento centrado en el deportista. Así, el entrenador ha de capacitarse para conocer los ritmos de adaptación, recuperación y mejora de sus deportistas, con objeto de adecuar la presentación de cargas, la estructuración de la preparación y el tipo de contenidos a la idiosincrasia personal y potencial de la cada deportista. De esta manera, por un lado se conseguirá optimizar el proceso de entrenamiento desde el punto de vista psicopedagógico, en el que el entrenador debe ser un auténtico gestor de las necesidades de sus deportistas (Lyle, 2002; Jones, 2006), y por otro lado se tenderá a un respeto de la naturaleza individual de las respuestas biológicas al entrenamiento (Houmard y Jones, 1994; Banister, Carter y Zarkadas, 1999; Kellman, 2002) La expresión de esta individualización ha de seguir entonces un doble camino, con expresiones particulares en cada grupo de disciplinas deportivas. Desde el punto de vista biológico, sean en deportes individuales de predominio bioenergético o neuromuscular, el entrenador deberá pautar estímulos y estructuras de entrenamiento adaptados a las características de cada deportista. En este sentido tiene poca cabida una prescripción de entrenamiento estándar a un grupo de deportistas. En algunas de estas disciplinas (p.e. la natación, el atletismo,…), esto representa un problema crucial, por cuanto existen limitaciones importantes a nivel físico (instalaciones) o humano (ratio técnicos/deportistas). Desde el punto de vista más psicopedagógico tampoco tendría mucho sentido pautar estimulos de entrenamiento (tareas) de la misma naturaleza, objetivo y complejidad a todos los deportistas, ya que éstos difieren no sólo en sus posibilidades biológicas de adaptación, sino en sus características técnicas, tácticas o ritmos de aprendizaje. Siendo un factor tremendamente relevante en muchas disciplinas, esta problemática llega a toda su expresión en los deportes situacionales.

4.- Modelos de intervención con el deportista: El entrenador como gestor de la individualización.

En una revisión al respecto, García Manso, Navarro y Ruiz (1996b) plantean la evolución de los modelos de planificación del entrenamiento. Un modelo implica un esquema teórico de una realidad compleja, el cual se elabora para facilitar su compresión, estudio u organización. En el fondo de cada modelo, podemos apreciar una forma de entender el proceso de entrenamiento, y por tanto, una relación psicopedagógica con el deportista. Esta relación ha ido variando desde modelos en los que se tienen en cuenta de forma exclusiva principios biológicos o leyes de la adaptación a los estímulos de entrenamiento, a otros modelos más comprensivos en los que comienzan a plantearse la importancia de aspectos que superan al mero estímulo biológico. El avance en los modelos de planificación del entrenamiento lleva a superar la presunción de que el modelo por sí sólo podría ser un instrumento de certeza matemática para provocar el rendimiento deportivo, y con ello el estado de forma en el momento elegido. Como se ha visto, el estado de forma es un concepto multifactorial y complejo, y está en estrecha dependencia con factores que superan lo meramente biológico. Habrá que plantearse nuevos modelos que permitan aprehender de forma abarcadora toda la problemática que se refiere al estado de forma. García Manso, Navarro y Ruiz (1996b) definen estas propuestas como modelos contemporáneos (Navarro, 1999), versus modelos tradicionales (Matveiev, 1978), planteando una serie de aspectos diferenciadores que podrían resumirse de la siguiente forma: – la duración de cada una de las etapas de construcción de la forma es uno de los aspectos más rebatidos dentro de la Teoría del entrenamiento. – se impone la aplicación de las teorías de sistemas y las leyes biológicas de la adaptación para crear estructuras menos rígidas y más individualizadas. Bondarchuk (1988, 1991, 1994) lanzó una propuesta crucial e innovadora, tras recoger numerosos datos de su experiencia diaria con deportistas de alto nivel. Comprobó que no todos los deportistas asimilan de la misma manera y al mismo ritmo las cargas de entrenamiento, mostrando por tanto, patrones de adaptación y puesta en forma muy diferentes. Concluyó que existían perfiles de adaptación típicos y diferenciados que hacían obligado el determinar de forma individual los volúmenes, cargas y tiempos de trabajo para cada deportista. Cada deportista tiene unas características propias de adaptación individual. Sólo al conocer la dinámica específica de cada deportista podremos establecer una propuesta para su preparación. De ello se deriva la necesaria implicación del deportista en el proceso de planificación del entrenamiento. Así pues, es el binomio entrenador-deportista el núcleo que determina la preparación, siendo ésta un modelo específico y personalizado para cada caso. El deportista con su feedback al entrenador informa de cómo va asimilando las cargas y las sensaciones que va teniendo, y el entrenador comprueba esas informaciones con los datos de las observaciones y medidas que realiza a lo largo del proceso de entrenamiento. Es evidente que tras varias décadas de desarrollo de los programas de control del entrenamiento se puede concluir que cada deportista, en función de sus características (condicionales, fisiológicas, psicológicas, técnicas, de maestría y experiencia deportiva,…) (Marion, 2000; Terrados, Mora y Padilla, 2004), va a tener un ritmo propio de asimilación de las cargas de entrenamiento. Si esto es así, se reconocerá, como Bondarchuk, la necesidad de implementar planes individualizados para cada deportista. De esta manera, lejos del entrenamiento con planes masivos y universales, se erige la necesidad de crear “planes a la carta”, absolutamente especificos para cada deportista, en virtud de su excepcionalidad como individuo y deportista. Sólo partiendo de modelos con esta dirección se podrán implementar programas de entrenamiento que realmente se ajusten al deportista, y no exigir la adaptación del deportista al plan de entrenamiento. Se defiende que no tiene excesivo sentido proponer “planes a prueba de deportistas”, creyendo que son modelos de fiabilidad y certeza reconocidas e indudables. El plan de entrenamiento ha de estipularse como herramienta específica y personalizada, que atienda a las características y necesidades del deportista, sometido entonces a criterios psicopedagógicos.

5.- Condicionantes del entrenamiento para establecer un proceso de entrenamiento individualizado

Desde un punto de vista genérico que pueda atender mínimamente a un gran número de disciplinas deportivas pueden considerarse una serie de factores que determinarán las exigencias de individualización en los programas y acciones de entrenamiento. – Condicionantes físico-condicionales: Seguramente, por la cantidad de evidencia empírica acumulada, este sea el aspecto que con mayor frecuencia se enarbola para exigir un tratamiento diferenciado en los planes de preparación de los deportistas (Willmore y Costill, 2004; Roth, 2007). Es evidente que la edad y el género son las dos variables que exigen primeramente un direccionamiento específico del proceso de preparación. La etapa de la vida deportiva condiciona no solo las posibilidades y márgenes de adaptación, sino especialmente el ritmo y sucesión de los contenidos de entrenamiento, con el fin de conseguir una planificación coherente a medio y largo plazo. Por ello, un joven deportista en fase de especialización ha de diferir mucho en su preparación de un deportista maduro en su fase de maestría deportiva (Matveiev, 2001; Frohner, 2003; Bruggemann, 2004; Vittori, 2006). Igualmente, el género condiciona desde el punto de vista biológico la capacidad de adaptación de los deportistas, lo que provoca un tratamiento necesariamente especifico en caso del deporte femenino (Marín, 1996). A ello han de unirse las características biológicas de cada deportista (aspectos antropométricos, tipología fibrilar, capacidad enzimática, etc..) que determinarán unas posibilidades de adaptación únicas, y por ello, unas necesidades de entrenamiento específicas (Viru, 2003). Dado que ello permite expresar el éxito deportivo de manera muy diferente, es evidente que las cargas de entrenamiento de resistencia, fuerza o velocidad han de ser prescritas “a la carta”. De esta manera, el entrenamiento de un deportista de especialidades de velocidad tendría que diferir de otro orientado a especialidades de medio fondo o fondo (p.e. atletismo, natación, ciclismo, remo,……). En los deportes situacionales, aunque su gestión en el día a día se antoja más difícil de operativizar debería actuarse igualmente, de manera que jugadores con distintos niveles y características condicionales no “compartan” el mismo estimulo de entrenamiento y la misma normativa de la carga que sus compañeros (series, repeticiones, pausas, intensidad,….). – Condicionantes técnico-coordinativos: los niveles de ejecución motriz, el grado de aprendizaje y dominio motor, y las cualidades técnicas de cada deportista también deberían ser factores para reconducir de manera personal los planes de entrenamiento (Nistch, 2002). En las disciplinas de carácter acíclico, dependientes altamente de la técnica, cada deportista expresa un modelo técnico individual, que no sólo exige un tipo concreto de tareas. Además, por su grado de dominio y maestría, su “estilo” estará en un momento que precise de ejercicios altamente especializados (Ruiz Pérez y Sánchez bañuelos, 1999). Por ello, el entrenamiento técnico de dos deportistas de la misma especialidad puede tener derivas complemente diferentes. En los deportes situacionales este hecho se acrecenta enormemente. No tendría mucha plausibilidad ver a judokas con técnicas de éxito distintas llevar a cabo los mismos ejercicios de técnica, o tenistas intentando pulir los mismos defectos técnicos, o un lateral de balonmano que se empeñe en dominar los mismos elementos técnicos que un pivote. – Condicionantes táctico-cognitivos: el rol o misión táctica a desempeñar, relacionado con el estilo o sistema de juego del equipo es un factor que debería condicionar fuertemente los ejercicios de entrenamiento, en especial en los deportes situacionales. Bajo este prisma, no tendría mucho sentido uniformizar las cargas de entrenamiento sin considerar las misiones tácticas. En estos deportes hay infinidad de roles tácticos tremendamente especificos: especialistas en defensa, especialistas en la distribución del juego, finalizadores….En voleibol, por ejemplo, existen jugadores expertos en el remate por una determinada zona, receptores que apenas participan del juego ofensivo, etc… En el balonmano, el juego actual permite observar a jugadores que sólo participan en la fase defensiva u ofensiva, descansando una vez que finalizan su cometido. Por ello, en el entrenamiento técnico-táctico en estos deportes se debería considerar esta especialización en el juego como factor diferenciador de las tareas de entrenamiento, lo que implicaría el entrenamiento con subgrupos de jugadores. Aunque, de nuevo, su operativización en el entrenamiento es compleja, ya que ello exige la presencia de varios técnicos, pueden observarse estas estrategias como una tendencia clara en la metodología de entrenamiento en dichas especialidades. A ello habría que añadir otros factores peculiares como las diferentes planificaciones para los jugadores que participan más asiduamente (titulares/suplentes). Por ejemplo, en el fútbol es ya común observar como dichos jugadores difieren en las cargas de entrenamiento al inicio y al final del microciclo semanal. – Condicionantes psicológicos: Por último, parece más que evidente que cada deportista cuenta con unas características psicológicas propias, que deberían exigir una planificación y entrenamientos psicológicos también individualizados (Williams, 2001; Anshel, 2003; Dosil, 2004). Raramente se podrán encontrar dos deportistas que posean el mismo estilo atencional, persigan los mismos objetivos, o compartan similares niveles de autoconfianza, lo que orienta a un tratamiento estrictamente personal de sus necesidades (Orlick, 2003). La individualización ha mostrado ser un concepto crítico en la planificación de moderna del entrenamiento. Los deportistas son individuos únicos, con diferentes características fisiológicas, tolerancias al ambiente y a las cargas de entrenamiento, tasas de recuperación a partir de un estímulo, estilos de vida, presiones sociales, rasgos psicológicos y objetivos de entrenamiento. Esto se aplica a todas las disciplinas y a todas las edades. Consecuentemente, la adaptación del proceso de entrenamiento a las necesidades individuales de los deportistas es una de las exigencias más evidentes para el entrenador actual, considerándose uno de los retos claves del futuro de la Metodología del Rendimiento.

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