FRACTURAS DE ESTRES (II)
Fracturas de Estrés (1ª parte)
1ª Parte: https://altorendimiento.com/fracturas-de-estres-1/
Factores biomecánicos:
El entrenador debería evidenciar si el atleta tiene alineaciones anómalas de los miembros inferiores como rodillas varas o valgas, pies planos o excesivamente arqueados.
Zapatos Deportivos:
- ¿El zapato del atleta le da un buen soporte al arco del atleta?
- ¿Tiene el zapato una buena capacidad de absorción de impacto?
- ¿Fija el calzado adecuadamente el talón?
- Cuándo el atleta corre, ¿supina o prona el pie?
Programa de entrenamiento:
- ¿Toma en cuenta el programa de entrenamiento la progresión adecuada de las cargas?
- ¿Incluye el programa de entrenamiento actividades distintas para reducir las cargas excesivas?
Hábitos nutricionales e historia ginecológica:
- ¿Se sabe si los ingresos nutricionales de calcio son los correctos y suficientes?
- ¿Se lleva control de la presencia de menstruación así como de sus características?
Síntomas:
El deportista manifiesta dolor difuso que se agrava con la actividad y cede con el reposo, y cuando acude a consultar han pasado días o semanas, lo que retrasará consecuentemente el tratamiento. Puede tener hinchazón y hematomas. El diagnóstico clínico puede ser difícil, ya que los que los síntomas son a menudo vagos y las lesiones de las partes blandas pueden imitar enfermedades o anormalidades del hueso. Consecuentemente, el diagnóstico por imágenes juega un papel fundamental en el estudio y seguimiento de un paciente en que se sospecha lesiones relacionadas a actividad. La evaluación clínica es difícil, ya que los síntomas son a menudo insidiosos y por lo tanto se necesita un alto grado de sospecha clínica para un correcto diagnóstico. Hay un amplio espectro de manifestaciones clínicas, por ejemplo, aquellas que ocurren en el cuello femoral tienden a permanecer asintomáticas hasta que se encuentran en una etapa avanzada. Con la actividad continua y la acumulación del microdaño, el dolor usualmente se vuelve constante. Los síntomas a menudo se presentan por dos a tres semanas pero pueden evolucionar desde veinticuatro horas hasta cinco semanas o aún más.
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Los hallazgos del examen físico incluyen dolor localizado, edema, aumento de temperatura y eritema. El engrosamiento periostal localizado puede ser palpable. La percusión del hueso puede ser dolorosa en un sitio alejado. La localización de la lesión afecta la detección clínica, el diagnóstico es especialmente difícil en el tarso, fémur, columna, sesamoídeos, pelvis y platillo tibial, sin embargo las lesiones que comprometen el resto de la tibia, peroné y metatarsos puede ser diagnosticada con una certeza clínica razonable.
La localización de la lesión es también de importancia pronóstica, ya que algunas lesiones que comprometen el cuello femoral o la diáfisis tibial anterior son más susceptibles de desplazamientos y complicaciones serias que aquellas que ocurren en otros lugares. Si algo caracteriza la fractura de estrés es una clínica con ausencia de manifestaciones claras en los primeros estadios. Los síntomas comienzan de forma insidiosa en el 50% de los casos y de forma aguda sin causa aparente en el otro 50%. El dolor se manifiesta en la primera semana, durante el entrenamiento, aumentando con el endurecimiento del mismo y persistiendo eventualmente tras el ejercicio, pues suele ceder con el reposo.
El deportista por lo general no puede atribuir el dolor a ninguna causa determinada, pero la anamnesis puede relacionarlo con un esfuerzo previo o actividad física concreta en los días previos, e incluso revelar que ya existía un dolor discreto previamente que no le inquietaba y que se atribuye a una fractura parcial (unicortal) completa. En los días sucesivos el dolor sobreviene cada vez más precozmente durante la realización del esfuerzo, hasta que termina por aparecer al margen de la actividad deportiva. Suele aparecer entre la segunda y la cuarta semana, siendo excepcional antes de la primera o después de la cuarta. En los casos en que el dolor en la pierna se ha diagnosticado como periostitis y persisten los síntomas, a pesar del reposo, durante más de dos semanas, deberá sospecharse una fractura de esfuerzo y realizarse la radiografía de la extremidad.
En la exploración se comprueba tumefacción y el edema (no constantes) en el dorso del antepié, que después de varias semanas se endurecerá pudiéndose apreciar una tumoración en el sitio de la formación del callo óseo, con una sensibilidad acentuada sobre el metatarsiano afecto localizado, y cursa sin fiebre. Desde el punto de vista clínico se caracterizan por una historia de microtrauma repetitivo determinado por el ejercicio, caracterizado por un incremento súbito de la intensidad, frecuencia y duración.
El primer aviso de que podemos tener una fractura de estrés es el dolor. Puede ser punzante y agudo o sordo y angustioso. El dolor también tiende a seguir el modelo de nuestro entrenamiento -a medida que se incrementa la intensidad del ejercicio también lo hace la molestia-. Sin embargo, el signo más evidente de la fractura debida al estrés se produce cuando el área afectada está sensible al tacto, limitación del intervalo de recorrido y dolor en descanso, pero sólo habitualmente en casos muy graves. Si el deportista ignora el dolor puede agravar la fractura de estrés y alargar la recuperación.
Si se deja sin tratamiento, una pequeña fractura de estrés puede convertirse en una fractura completa o llegar a no repararse totalmente, dejando el hueso sin unión y más susceptible a los daños futuros. El dolor puede también hacerse más obvio e incluso producirse durante los entrenamientos convencionales. Sin embargo, los beneficios del entrenamiento con pesas pueden llegar al punto de los retornos disminuidos. Si incrementamos la intensidad demasiado rápido, la mantenemos durante un tiempo excesivo o trabajamos a un nivel muy elevado sin permitir el tiempo idóneo para el descanso y la recuperación, la velocidad de ruptura de tejido puede exceder a la de su formación. Ese es el momento en que colocamos al hueso ante el riesgo de padecer una fractura de estrés. Por ejemplo, el exceso de utilización del press de banca, press de hombro o elevación lateral se ha unido a las fracturas por estrés del húmero, pasarse haciendo flexiones de brazo o extensiones de triceps puede ser uno de los culpables de las fracturas de cúbito; y correr durante mucho tiempo o practicar ejercicio aeróbico de alto impacto podría causar fracturas en la tibia y el peroné. Con frecuencia, algo tan inocente como cambiar el ángulo de ejercicio o incrementar la frecuencia de entrenamiento de un grupo muscular cualquiera es suficiente para producir una respuesta de fractura de estrés.
Próximamente: Fracturas de Estés (3ª parte)
Servicios de Apoyo al Deportista del Centro de Tecnificación de Alicante
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