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22 Sep 2011

la activdad físca en las clases de educación física

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Parece ser comúnmente aceptado en la sociedad del siglo XXI, el hecho de que parte de un sector de la población tenga problemas de salud provocados, entre otros factores de riesgo, por el sedentarismo o inactividad, y que exista un cierto paralelismo entre las actuaciones llevadas a cabo desde las diferentes administraciones y organismos.

Autor(es): Dr. Onofre Ricardo Contreras Jordán
ISBN: 978-84-614-9945-8
Congreso: VII Congreso Nacional De Ciencias Del Deporte y la Educación Física
Pontevedra: 5 – 7 de Mayo del 2011

 

LA ACTIVIDAD FÍSICA EN LAS CLASES DE EDUCACIÓN FÍSICA

INTRODUCCIÓN

Parece ser comúnmente aceptado en la sociedad del siglo XXI, el hecho de que parte de un sector de la población tenga problemas de salud provocados, entre otros factores de riesgo, por el sedentarismo o inactividad, y que exista un cierto paralelismo entre las actuaciones llevadas a cabo desde las diferentes administraciones y organismos. Todo esto no deja de estar presente en las edades escolares y de ahí que la comunidad científica y política esté centrando su atención en dicho momento evolutivo. Si las edades infantiles y adolescentes resultan de especial interés para un cambio de conducta en la población adulta, la escuela y las familias parecen adquirir especial significado como motor de cambio en todo este entramado.

La escuela, y concretamente la sesión de educación física, ha sido y es motivo de estudio como parte responsable de ese proceso de mantenimiento y mejora de los niveles de actividad física para poder satisfacer las necesidades, provocar beneficios, y evitar riesgos para la salud. A la luz de los tiempos se da fe de los programas escolares de Educación Física, sin embargo, su calidad y aplicación ha sido cuestionada por muchas organizaciones y expertos, de ahí que mientras que las recomendaciones han sido aceptadas por las comunidades médicas para la mejora de la salud pública, no han sido incorporados de forma amplia a la escuela.

Aunque la importancia del área de Educación Física es ampliamente reconocida, varios estudios sugieren que está en declive debido al mayor peso de las denominadas “áreas fundamentales” (Sibley y Etnier, 2003) unido a la falta de pruebas que evidencien su grado de eficacia, por lo que existe un amplio sector de la comunidad docente y científica preocupada por reforzar los programas de intervención con la finalidad de hacerlos más eficientes.

  • EL PROBLEMA DEL SEDENTARISMO EN LA SOCIEDAD ACTUAL.

En los últimos años están surgiendo numerosos trabajos en los que se muestra el importante crecimiento del sedentarismo entre todos los sectores de población y cómo, consecuentemente, repercute en problemas para la salud (Blasco, 1994; Mendoza, Sagrera y Batista, 1994; Ponseti, Pili, Palou y Borrás, 1998, Lasheras, Aznar, Merino y Gil, 2001; Ministerio de Sanidad y Consumo (MSC), 1999, 2003, 2006, 2009; Pate, Davis, Robinson, Stone, Mckenzie y Young, 2006; Katzmarzyk, Baur, Blair, Lambert, Oppert y Riddoch, 2008; Jean, 2005; Boraita, 2008). En la 57ª Asamblea Mundial de la Salud celebrada en el año 2004 se aprobó la Estrategia Mundial de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre Régimen Alimentario, Actividad Física y Salud, en donde se detallaba, de acuerdo con el informe sobre la salud en el mundo del 2002, que en la mayor parte de los países unos pocos factores de riesgo muy importantes son responsables de gran parte de la morbilidad y mortalidad. En el caso de las enfermedades no transmisibles, los factores de riesgo más importantes eran los siguientes: hipertensión arterial, hipercolesterolemia, escasa ingesta de frutas y hortalizas, exceso de peso u obesidad, falta de actividad física y consumo de tabaco. Cinco de estos factores de riesgo están estrechamente asociados a la mala alimentación y la falta de actividad física. La alimentación poco saludable y la falta de actividad física son pues, las principales causas de las enfermedades no transmisibles más importantes, como las cardiovasculares, la diabetes de tipo 2 y determinados tipos de cáncer (WHO, 2004; Boraita, 2008).

En las actas de la Conferencia Internacional de actividad física y obesidad infantil celebrada en Toronto (Canada) en el 2008 y redactadas por Katzmarzyk et al. (2008) se citaba que la OMS en el 2005 había estimado que todos los años morían 1,9 millones de personas como resultado de la inactividad y que 2,6 millones morían como resultado del sobrepeso y la obesidad. Los datos de la Encuesta Nacional de Salud (MSC, 2006) indicaban que la prevalencia media de obesidad en adultos era de un 15,25% y de un 37,43% de sobrepeso. Esto quiere decir que uno de cada dos adultos pesaba más de lo que es recomendable. La última encuesta de salud realizada por este mismo organismo en el 2009 concluye que más de la mitad de las personas de 18 y más años está por encima del peso considerado como normal, este problema afecta en mayor medida a los hombres (62,8%) que a las mujeres (44,6%), el porcentaje de personas con obesidad alcanza el 16,0% y el de sobrepeso el 37,7%. Vemos por consiguiente como la obesidad se acrecienta con la edad en ambos sexos (afecta al 22,7% de hombres y al 23,7% de las mujeres mayores de 54 años) y es más frecuente en hombres que en mujeres, salvo en los mayores de 65 años.

La actual situación de sedentarismo entre la población adulta se está trasladando hacia las edades más tempranas por lo que parte del problema reside en estas últimas. Resulta evidente observar como las actividades ocio-recreativas y deportivas entre los niños/as ha cambiado en los últimos años, entre otras causas posibles por los avances tecnológicos de la información: videoconsolas, ordenadores, telefonía móvil, internet… (MSC, 2006; Ekelund, Sardinha, Anderssen, Harro, Franks et al., 2004; FISCAM, 2006); por variables socioeconómicas (Lasheras et al., 2001; Ekelund et al., 2004; Roman, Serra, Ribas, Pérez-Rodrigo y Aranceta, 2006; Ridgers, Stratton, Fairclough y Twisk, 2007), que han llevado a los niños/as a desarrollar otros hábitos de vida relacionados con la inactividad física.

 

  • RECOMENDACIONES INTERNACIONALES DE ACTIVIDAD FÍSICA PARA LA INFANCIA.

Las recomendaciones de actividad física propuestas por grupos de expertos a nivel internacional vienen a cubrir el vacío existente en cuanto a los requisitos necesarios para conseguir efectos beneficiosos saludables, con las consiguientes implicaciones para la promoción de la actividad física en niños y adolescentes (American College of Sports Medicine, 1990 y 2000; Sallis y Patrick, 1994; Pate, Pratt, Blair, Haskell, Macera, Bouchard, Bucher, Ettinger et al., 1995; Biddle Sallis, y Cavill, 1998; Cavill, Biddle, y Sallis, 2001).

Aznar y Webster (2006) basándose en Cavill et al. (2001) sintetizan las actuales recomendaciones internacionales de la actividad física presentadas por expertos a nivel mundial en el campo de la actividad física y la salud sobre la actividad física para la infancia y la adolescencia del siguiente modo:

1. Los niños, niñas y adolescentes deben realizar al menos 60 minutos (y hasta varias horas) de actividad física de intensidad moderada a vigorosa todos o la mayoría de los días de la semana.
2. Al menos dos días a la semana, esta actividad debe incluir ejercicios para mejorar la salud ósea, la fuerza muscular y la flexibilidad.

 

El conjunto de la literatura científica que destaca las relaciones positivas de la actividad física con la salud señala que estos beneficios se obtienen con la realización habitual y frecuente de práctica, con una intensidad concreta y con unos determinados tipos de prácticas. Es por tanto necesario establecer qué para conseguir dichos beneficios la actividad física requiere una intensidad determinada, para que se vea incrementado el gasto de energía en el metabolismo basal. Cavill et al. (2001) de acuerdo con el Departamento de salud de Estados Unidos definen nuevos términos como: actividad física de intensidad moderada (AFM) (Ejemplo: caminar rápido, cuyas sensaciones fueran de aumento de calor y de la respiración) y actividad física de intensidad vigorosa (AFV) como podría ser correr rápido en la que se note mucho la sensación de calor, o el aumento de la respiración y sudoración. De esta manera se acuña el término actividad física de moderada a vigorosa (AFMV) que será el utilizado en toda la literatura específica para hacer referencia al tipo de actividad necesaria para lograr efectos beneficiosos en la salud.

 

  • ACTIVIDAD FÍSICA EN NIÑOS Y ADOLESCENTES Y ESTADO DE SALUD EN LA EDAD ADULTA.

Veíamos al comienzo del capítulo como existen numerosos estudios en los que se constata la falta de actividad física en las edades mas tempranas y como consecuentemente repercutía en problemas para la salud. Podemos leer conclusiones de trabajos en los que se muestran datos dónde se evidencia que la práctica de actividad física saludable conlleva efectos beneficiosos para el organismo y que estos perduran en el tiempo o retrasan determinadas causas de mortalidad (Paffenbarger, Kampert, Lee, Hyde, Leung y Wing, 1994; Warburton, Nicol y Bredin, 2006), podemos analizar también estudios de carácter conductual donde se muestra que la falta de práctica deportiva y la no pertenencia a clubes deportivos aumenta con la edad (Zimmermann-Sloutskis, Wanner, Zimmermann y Martin, (2010), así como otros como Raitakari, Porkka, Taimela, Telama, Rasanen y Viikari, (1994) que estudiaron la estabilidad de las conductas de actividad física entre los 12 y los 18 años y vieron como un sector de la población que era activo en un primer momento lo era posteriormente, mientras que otro sector mayoritario no lo era.

La investigación en España en cuanto a la actividad física y la salud ha sido limitada en las pasadas décadas, pero es a partir de las Encuestas de salud del Ministerio de Sanidad y Consumo desde el año 1993 desde dónde podemos establecer un antes y un después. Los distintos resultados obtenidos mediante los cuestionarios destinados a la población adulta han ido estableciendo diferentes patrones de actividad física entre los distintos sectores de población así como los factores de riesgo y /o estilos de vida.  Se desprende de la última encuesta de salud de 2009 que la realización de actividad física ha ido en decadencia con el consiguiente aumento de los problemas para la salud que conlleva.

García (2001)  al analizar las encuestas llevadas a cabo sobre la práctica y comportamiento hacia la actividad física y el deporte nos reflejaba como el porcentaje de los españoles que practicaban un deporte descendía ligeramente en el tiempo. Es en el año 2005 cuando este mismo autor y por medio del centro de Investigaciones Sociológicas nos muestra como solo el 37 % de la población realizaba actividad física de manera regular reflejando así la tendencia negativa hacia la práctica deportiva.

Aznar, Naylor, Silva, Pérez, Angulo, Laguna, Lara, y López-Chicharro (2010), muestran en un estudio realizado entre escolares de la comunidad de Madrid como los niveles de actividad física de intensidad moderada a vigorosa desciende de los nueve a los quince años, aumentándose el tiempo dedicado a actividades de carácter sedentario.

Meseguer, Galán, Herruzo y Rodríguez (2011) en su estudio sobre las tendencias de actividad física en el tiempo libre y en el trabajo en la Comunidad de Madrid entre los años 1995 a 2008 con datos procedentes de encuestas anuales representativas de población de 18-64 años  observaron como se ha producido un descenso en la actividad física en el tiempo libre y laboral en todas las edades, principalmente en actividades ligeras y moderadas.

En definitiva, de los planteamientos expuestos podemos extraer que en un amplio sector de la población la práctica de actividad física se reduce con la edad y que existe un problema de fondo que va mas allá del simple hecho de un pequeño sector se mantenga activo mientras que otro no, es por ello por lo que resulta necesaria una reflexión conjunta acerca del estado de la cuestión y hacia dónde debe dirigirse el trabajo, pudiendo llegar a ser planteado como uno de los desafíos más importantes para la salud pública en el siglo XXI.

  • EL DEBATE SOBRE LA SALUD COMO CONTENIDO DE LA EDUCACIÓN FÍSICA

 

La promoción de la salud dentro de los programas escolares y concretamente dentro del área de educación física comenzó a finales del siglo XIX y comienzos del XX.  En estos primeros momentos se destacaba el papel terapéutico e higienista de la gimnasia como barrera ante los problemas de salud en una sociedad industrial caracterizada por las aglomeraciones urbanas.  La escuela se ve acogida por este “movimiento” y se establecen controles de las condiciones higiénicas de los mismos (aulas, ventilación, inmobiliario, iluminación, calefacción, cocinas y comedores, instalaciones sanitarias, etc.) y aparecen las primeras inspecciones escolares. La higiene corporal se convierte en el factor principal de la salud, además se hace preciso tal y como señala Pate (1995) una atención directa a los beneficios orgánicos derivados de las actividades físicas y el cuidado de la postura corporal. Con este planteamiento se hace necesario en la escuela una consideración especial hacia la salud, generando hábitos saludables que contribuyan a mejorar la calidad de vida. Así parece claro que, dentro del curriculum, es la Educación Física la asignatura que mejor responde al tratamiento de la salud. Sin embargo, es preciso tener en cuenta que el ámbito de la salud va más allá y engloba un amplio abanico de acciones que es preceptivo considerar y atajar desde diversos ámbitos para lograr un adecuado tratamiento.

Existen pruebas científicas que demuestran que un incremento significativo del tiempo escolar dedicado a la educación física relacionada con la salud tiene efectos beneficiosos para la misma (Sallis, McKenzie, Kolody, Lewis, Marshall y Rosengard, 1999). En esta línea de trabajo destacan autores como Fairclough y Stratton (2006) que realizan una revisión de los trabajos más relevantes sobre la medición de la actividad física durante la sesión de educación física escolar y los métodos que han utilizado, destacando la importancia de la educación física dentro de la promoción de actividades físicas saludables. Corbin, 2002 también refuerza el papel de la educación física dentro de la sociedad como agente de cambio y propone distintas actuaciones para diversos niveles. Ahrabi-Fard y Matvienko (2005) nos describen la promoción de una educación de la actividad física orientada a la salud en las clases de educación física y parten del hecho que a la vista de los problemas de sedentarismo entre los niños se debe comenzar un cambio que se dirija hacia una educación más activa, entendiéndose como educación activa a la implicación de los alumnos/as en al menos dos horas de práctica físicamente más dinámica en el marco de los colegios, reconduciendo por consiguiente aquellos momentos más inactivos de la sesión de educación física y del periodo escolar.

Parece ser que en los últimos tiempos se le otorga a la Educación Física cierta responsabilidad para lograr determinados objetivos de salud lo cual nos lleva a un análisis pormenorizado, a la vista de los hechos, de si las clases de éste área sirven a éste propósito. En este sentido tendríamos que reflexionar sobre los distintos enfoques: por un lado aquellos sectores que parecen orientarse hacia la idea de que éste área se deba orientar exclusivamente hacia la salud y adquisición de hábitos saludables para toda la vida, y aquellos otros que defienden firmemente el hecho de que toda la responsabilidad no puede recaer en éste área cuyo campo de estudio va más allá y que además incluye el desarrollo de todas las dimensiones del movimiento.  

La Educación Física ha resistido a las críticas en cuanto a la opinión generalizada que la situaba en una actividad que había consistido más en dar balones o dejar jugar libremente que a desarrollar unos programas concretos con una finalidad concreta de mejora de la salud, adquisición de hábitos, y desarrollo de los distintos contenidos que la componen. En todos aquellos países donde éste área está sujeta a un currículum, como es el caso de España, cuyo planteamiento en muchas ocasiones pasa por un carácter teórico-práctico tiende a ser escaso el tiempo real de clase, con la consiguiente falta de actividad durante la sesión, ocasionándose multitud de pérdidas de tiempo dedicadas a las explicaciones teóricas, demostración de habilidades, disciplina del aula, reuniones del grupo y otras competencias asociadas a la misma, por lo que queda patente que el problema va más allá del simple hecho de que sea la Educación Física la clave que resuelva el problema y que es un debate que hay que retomar y clarificar con la finalidad de guiar en una orientación única que mejore los niveles de salud pública, desarrolle todos los contenidos que la componen y garantice la práctica de actividad física para toda la vida.

  • NIVEL DE ACTIVIDAD FÍSICA DURANTE LAS CLASES DE EDUCACIÓN FÍSICA.

 

En relación a la cantidad de actividad física realizada dentro del entorno escolar, existen diversos estudios. Simons-Morton, Taylor, Zinder y Huang (1993) observaron sistemáticamente la cantidad de actividad física que realizaban los escolares de 10-11 años durante cinco sesiones de Educación Física en veinte escuelas americanas. Los resultados indicaron que los niños/as gastaron de media 8.5% del tiempo de la clase de Educación Física en actividad física de moderada a vigorosa; el 23.3% en actividad física ligera o mínima; y el 68.1% lo dedicaron a actividades sedentarias. Por otro lado, otros estudios establecieron la cantidad aproximada de AFMV realizada dentro de la clase de Educación Física y concluyeron que la clase de Educación Física aportaba aproximadamente entre 25 y  29.4 minutos de actividad física de intensidad moderada a vigorosa semanalmente (McKenzie, Feldman y Woods, 1995; McKenzie, Marshall, Sallis y Conway, 2000; Nader, 2003).

Martinez, Contreras, y Aznar (en prensa) llevaron a cabo un estudio piloto en escolares españoles de 11-12 años en el cual cuantificaban la actividad física semanal y durante las sesiones de Educación Física con acelerómetros, donde obtuvieron entre otros resultados datos inferiores a los anteriormente citados: 9.25% (16.66 minutos/sesión) de AFMV, un 7.98% (14.38 minutos/sesión) de AFLIG y 82.77% (28.96 minutos/sesión) de actividades sedentarias.

Según un estudio de  Hardman y Marshall (2000) el 26% de las clases de Educación Física en Estados Unidos no cumplen las regulaciones estatales, e incluso en aquellas que si lo hacen, dichas clases pueden hacer muy poco para promover el ejercicio. El Departamento estadounidense de Educación ha criticado la Educación Física porque demasiado a menudo consiste en dar balones y dejar jugar, con una ausencia de estructura del tiempo de clase, una baja motivación y una escasa actividad vigorosa.

En los estudios citados se constata la insuficiencia de la Educación Física para alcanzar los objetivos de salud pública relacionados con la cantidad y calidad de actividad física, se atribuye a que parecen más enfocadas a los deportes de equipo que al fomento de la actividad física permanente a lo largo de toda la vida, argumentándose, que los profesores de Educación Física tienden a enseñar elementos del currículo que se escapan de la realidad, más centrados en la realización por ejemplo de deportes individuales y colectivos que muy pocos adultos realizan, obviando otro tipo de actividades que pudieran ser más accesibles en las edades futuras y para un sector más amplio de población.

De igual modo, como señalábamos anteriormente, los planteamientos de la materia van más allá y abarcan distintas posibilidades de acción, por lo que tratar de responsabilizar al área resultaría impropio, haciéndose necesario un planteamiento curricular diferente para poder abordar dichos objetivos con mayor posibilidad de logro. Esta hipótesis se ve reforzada por estudios como el llevado a cabo por Hardman (2008) donde a través de una revisión de la situación de la Educación Física escolar en Europa se muestra como se ha ido reduciendo el tiempo dedicado a la misma y como las diferentes reformas educativas han ido plasmando dicha reducción dentro del currículo, además del decremento de la financiación con respecto al área. Esta situación contrasta con las recomendaciones sobre actividad física a nivel internacional y sobre aquellos planteamientos que sitúan el ambiente escolar como uno de los principales focos de promoción de la misma.

 

  • LA INTERVENCIÓN DIDÁCTICA.

La labor del docente en la puesta en práctica de los planteamientos didácticos dentro del área se encuentra limitada en muchos aspectos, a saber: intrínsecos a la práctica, como el tiempo real de la sesión, perfil del docente, características del alumnado…; y extrínsecos, haciendo referencia a las dificultades ambientales y contextuales para la práctica de actividad física. Estos factores, entre otros, realzan la necesidad de contar con una actitud de especial motivación para poder superarlas, lo que nos coloca en una estrecha interrelación con los anteriormente denominados contenidos actitudinales o recientemente con el desarrollo de las competencias, vinculándose a aquellos aprendizajes que tienen que ver con la toma de posiciones con respecto a un problema concreto, que concretándolo seria que los alumnos adquiriesen gusto por la práctica continuada de actividad física en cualquiera de sus orientaciones.

Entre los factores que hemos citado se encuentra el horario escolar en relación al área, constatando que la dedicación actual a la motricidad no puede producir por si misma los beneficios esperados, atendiendo a las recomendaciones internacionales de actividad física, razón por la cual se encumbran con más fuerza las actitudes positivas ante el ejercicio físico que permitirán que este se realice fuera del horario escolar y con la dedicación suficiente que produzca los reconocidos beneficios.

En otro sentido, se ha escrito mucho sobre la necesidad de implementar programas escolares orientados hacia la salud, pero tal y como Contreras, Gonzalez, Pastor y Martínez (2007) sugieren estos deben ser evaluados con el fin de que no queden solo en simples propuestas de buenas intenciones sin constatación alguna. A la vista de los datos conocidos se evidencia que los programas escolares de Educación Física en relación a la salud han supuesto un rotundo fracaso por lo que debemos plantearnos como deben de aplicarse sabiendo que los tradicionales, inspirados en la producción de cambios a corto plazo en la condición física han fracasado y deben ser sustituidos por aquellos otros cuyo objeto sea la incorporación de la actividad física saludable para toda la vida. Estos autores nos proponen un conjunto de consideraciones extraídas del análisis de aquellos programas más relevantes y qué deben incluir los mismos, fruto de la inexistencia de un programa único que garantice el éxito. En todo este entramado no debemos dejar pasar el hecho de que la actitud hacia el propósito es clave, por lo que ofrecer la posibilidad de que los alumnos sean más activos en el futuro vendrá determinado por la percepción, creencias y sentimientos que tengan hacia la asignatura, el profesor y las actividades que se enseñan, de ahí la importancia del trabajo.

 

La educación física que dé respuesta a este problema debe asegurar los siguientes extremos:

– El tiempo de práctica debe ser lo suficientemente activo durante las clases.
– Las clases semanales deben ser adecuadas a los propósitos.
– La participación en las clases debe conducir al gusto por la actividad física que pueda perdurar a lo largo de la vida.
– Que los profesores puedan implementar programas que incluyan actividades fuera de la escuela a fin de aumentar el tiempo de práctica.

Siguiendo a estos mismos autores, los puntos a los que debe prestar atención todo programa parten de:

  • El marco teórico: tomando como punto de partida la teoría del aprendizaje social. No centrarse solo en el estímulo-respuesta sino en la observación e interacción con los demás. De ahí la importancia de que toda la comunidad educativa sea partícipe de la educación y lleve a cabo conductas saludables que puedan ser imitadas.

 

  • Inicio: se debería comenzar al comienzo de la educación primaria para así garantizar la adherencia.
  •  Duración del programa: no se puede poner un comienzo y un final predeterminado que garantice el éxito, sin embargo es recomendable que el programa se establezca entre los tres meses y los dos años como máximo.
  • Profesorado: es necesario que los docentes sean especialistas en Educación Física.
  • Objetivos: pese a que la diversidad de opiniones es amplia, la tendencia es  que se orienten las clases hacia un tipo de actividad de intensidad moderada a vigorosa que trate de cumplir con las recomendaciones internacionales de actividad física. A su vez se hace necesario mejorar aquellos aspectos relacionados con la adquisición de hábitos saludables vinculados con la alimentación y el tabaquismo entre otros.

 

  • Contenidos: es recomendable que se lleven a cabo aquellos contenidos que se orienten hacia la práctica sin excluir aquellos otros que garanticen el aprendizaje de conceptos propios de la materia, así como los que se dirigen hacía el fomento de una actitud favorable por la actividad física que permita al alumnado iniciar o mantener una vida físicamente activa.
  • La evaluación: debe ir orientada a evidenciar la mejora de los objetivos propuestos en el programa. Para ello emplearemos listas de observación directa y auto-observación, cuestionarios y medidas mas objetivas, como el Fitness Test.

 

  • Las sesiones: deben tratar de aumentar el tiempo real de práctica sin excluir la adquisición de conocimientos teóricos en movimiento. La duración de las mismas deberá estar entre 40 y 45 minutos, con una temporalidad de 3 veces por semana.
  • El espacio: se debe buscar la accesibilidad a los mismos y pretender que sea un espacio abierto supervisado donde se ofrezcan diferentes posibilidades de ser físicamente activo.

 

Podríamos añadir que se debe enseñar en estas edades a “aprender a aprender”, aún con ayuda del profesor, aquellas competencias que guían un estilo de vida saludable. Es preciso también cambiar la anterior tendencia de búsqueda del producto final como elemento de calificación, para pasar a poner el acento en el esfuerzo individual y conducta positiva, de tal forma que la participación y superación personales sean la clave de la evaluación.
Veamos a continuación algunos consejos didácticos que nos pueden ayudar a los planteamientos expresados.

7.  MOTIVACIÓN.

En las últimas décadas se ha enfatizado dentro del contexto de la actividad física lo que desde el ámbito de la psicología educativa se denomina  “teoría de las metas de logro”. Estas pueden estar determinadas de dos maneras:

– Orientación al ego: donde el éxito es fruto de la comparación con el resto de compañeros, realzando así si se es mejor o peor que otro en la ejecución de una tarea.

– Orientación a la tarea: donde la referencia es tomada en base a la propia mejora personal o progreso en una habilidad. La competencia se valora por la mejora personal obtenida comparándola tan sólo con el progreso efectuado por uno mismo sin comparación con los demás.

Parece ser que la orientación a la tarea facilita una mayor motivación pues es la propia mejora personal la que interviene. A su vez, se relaciona de forma positiva con el disfrute e interés por la actividad física. Por lo tanto, un programa de Educación Física orientado a la salud debería estar alejado del rendimiento y orientado a los aspectos cualitativos de movimiento en relación a la participación, autoestima o disfrute de la actividad física.

  • ESTRATEGIAS PARA LA CLASE DE EDUCACIÓN FÍSICA. TARGET.

Entre las cuestiones fundamentales para los docentes de Educación Física recae el hecho de cómo aumentar la motivación de los alumnos tal y como hemos visto. Según Eptein (1988), el profesor juega un papel activo en la construcción de la percepción del clima motivacional y, por consiguiente, en la calidad de la motivación. Sostiene además, que el clima motivacional de un contexto de logro está definido por un conjunto de variables interdependientes: la tarea (task), la autoridad (authority), el premio (reward), el agrupamiento (grouping), la evaluación (evaluation) y el ritmo (timing), todas ellas agrupadas en el término TARGET. A continuación se muestran alguna de las estrategias propuestas así como algunas actividades planteadas por Cecchini y Echavarría (2001) en un programa de intervención.

– Tarea.

  Las tareas que implican variedad y diversidad facilitan con mayor probabilidad el interés en el aprendizaje y la implicación en la tarea. Las tareas deben ser lo más individualizadas posibles, ya que deben suponer un reto personal para el alumno. Las tareas deben ser también de conocimientos teórico-prácticos que faciliten información al alumno del por qué de las actividades que realiza estableciendo así un aprendizaje de carácter significativo La utilización de tareas abiertas o predominantemente perceptivas y presentadas de manera global, obligaría a los alumnos a resolver problemas en un contexto cambiante, de este modo centrarían su esfuerzo en la consecución de sus propias metas teniendo menos oportunidades o necesidades de comparar su ejecución con la de los demás. La seguridad es otra de las características que deben adornar este tipo de tareas, tanto desde el punto de vista del propio contenido, pues si la esencia del mismo es la salud no debemos proponer actividades que la pudieran menoscabar, como desde el punto de vista de la realización para lo que se deben tomar las precauciones necesarias para evitar todo tipo de accidentes.

 

– Autoridad.

El profesor debe tener en cuenta los intereses de los estudiantes y su participación activa en la toma de decisiones de cara a aumentar la implicación en la tarea. En este sentido, el trabajo debería estar orientado a fomentar la responsabilidad y autonomía para lo que se podría permitir que el alumno eligiera entre diferentes opciones de trabajo, estableciendo sus propias prioridades en cuanto a las tareas o el ritmo de trabajo, de tal forma que pudiera realizar una autentica planificación y gestión de su propia práctica, siempre bajo la tutela del propio profesor. Asimismo, los niños deben controlar la intensidad de su propio trabajo, por lo que se precisa una buena comunicación entre profesor y alumno. En todo caso, la atención, el afecto, el refuerzo y la retroalimentación son esenciales para la formación y el cambio de actitudes del alumno.

– Premios.

En la práctica docente los premios e incentivos pueden tener distintos efectos beneficiosos o perjudiciales cuando están aplicados a un grupo entero de niños con habilidades y niveles de interés diferentes. Para crear un clima de implicación en la tarea deberíamos premiar o reconocer de forma privada los progresos individuales, o las mejores personales, al objeto de proporcionar percepciones autoreferenciadas.

– Agrupación.

El trabajo de manera grupal conlleva unas connotaciones asociadas a las emociones que contribuye a ampliar el rango de amistades y de crear mayores vínculos de cooperación. Por lo tanto se debe alentar un clima motivacional de implicación en la tarea mediante pequeños grupos, procurando la no rivalidad entre sí. Será tarea del docente plantear tareas que implique un aprendizaje cooperativo para así en la medida de lo posible asegurar que los niños que podrían no hacerlo bien de otra manera, tengan éxito en situación grupal.

– Evaluación.

Las prácticas de evaluación pueden tener efectos no deseados en la motivación cuando están basados en la norma, son públicos y van unidos a la evaluación de la habilidad (Nicholls, 1989), sin embargo, la evaluación que contemple el progreso hacia metas individuales, la participación y el esfuerzo (evaluación criterial), favorece un clima motivacional de implicación en la tarea.

  • Ritmo.

 

Dado el efecto de maduración física y psicológica en la ejecución de la actividad física durante la niñez y la adolescencia, el tiempo asignado para completar las tareas influye significativamente en la motivación de los niños. Para generar un clima motivacional implicado en la tarea, el profesor debería permitir que los alumnos participaran en la toma de decisiones referidas al ritmo de enseñanza-aprendizaje y al tiempo asignado a cada actividad. En suma, se sugiere que para alentar esfuerzos adaptativos de logro, el profesor debería estar más interesado en guiar a los niños a la mejora y al esfuerzo personal, en lugar de a la inmediata ejecución normativa.

 

  1. ADHERENCIA.

El término de adherencia se acuña a la idea de incorporar la actividad física a nuestro estilo de vida con un carácter permanente, sin embargo cambiar hábitos resulta complejo e incorporarlos como tal dificultoso, mas si cabe atendiendo a que las diferencias individuales juegan un papel decisivo en su adquisición. La adherencia tiene que ver con diversos factores que inciden en la persona, así podemos hablar de factores biológicos como son el sobrepeso; factores psicológicos como puedan ser aquellos relacionados con la autoestima, imagen corporal, etc.; comportamentales, como son el tipo de ocio y recreación activo del sujeto, así como la personalidad; sociales, apoyo familiar o conflictos laborales; o ambientales, como son la influencia del profesor, o las características del programa. De igual modo, todos estos factores son cambiantes en tiempo y espacio, por lo que su estudio parte de planteamientos dinámicos que caminan desde la no actividad hacia la actividad, entendiendo que ser activo no es un valor absoluto sino que admite gradaciones. Consideraremos por tanto que el ser activo no es un acontecimiento del “todo o nada”, sino que existe un proceso hasta llegar a serlo.

El modelo de los estados de cambio de Prochaska y DiClemente (1983) es un modelo teórico utilizado para el estudio de la adherencia al ejercicio físico en adultos, donde se expone que ésta es un curso dinámico que representa la dimensión temporal dentro del proceso. Así se establece que los individuos que realizan una modificación en su comportamiento pueden ser categorizados  en alguno de estos cinco estadios siguientes:

 

 


La aportación del modelo es precisamente identificar en que momento de práctica de actividad física se encuentran las personas y de ahí que la intervención podría expresarse en preguntas dentro de cada estadio, donde a partir de la respuesta del sujeto seríamos capaces de situarnos en un antes y un después, lo cual nos permitiría orientar la actividad en un sentido o en otro consiguiendo así una mayor individualización del programa. Así podemos hablar de:

 

 


Del análisis de la figura 2 podemos extraer cómo en una sucesión en el tiempo cada sujeto caminaría en función de la respuesta a cada planteamiento. Conforme las preguntas van perdiendo validez para el sujeto y se cuestionan las siguientes podemos decir que se pasaría de un estado de cambio a otro. Debiéramos considerar a su vez que desde el momento que un sujeto se plantea las cuestiones del primer estadio hasta que llega a la fase de mantenimiento de la actividad física en un periodo estable, contribuye de algún modo al cambio en los hábitos de vida, pues ya supone una reflexión acerca de los mismos de cada sujeto.

REFERENCIAS

  • Ahrabi-Fard, I. y Matvienko, A.O. (2005). Promoción de una educación activa de la actividad física orientada a la salud en las clases de educación física. Cultura, Ciencia y Deporte, 1(3), 163-170.
  • American College of Sports Medicine (1990). The Recommended Quantity and Quality of Exercise for Developing and Maintaining Cardiorespiratory and Muscular Fitnes in Health adults. Medicine and Science in Sports and Exercise, 22, 265-274.
  • American College of Sports Medicine (2000). Manual ACSM para la valoración y prescripción del ejercicio. Barcelona: Paidotribo.
  • Aznar, S. y Webster, T. (2006). Actividad física y salud en la infancia y adolescencia: guía para todas las personas que participan en su educación. Madrid: Ed. MSC-MEC.
  • Aznar, S., Naylor, P. J., Silva, P., Pérez, M., Angulo, T., Laguna, M., Lara, M. T. & López-Chicharro, J. (2010). Patterns of physical activity in Spanish children: a descriptive pilot study. Child: Care, Health and Development, no. doi: 10.1111/j.1365-2214.2010.01175.x
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