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21 Sep 2006

La toma de decisión experta del entrenador: cerrando el bucle de dominios específicos del entrenador en los deportes colectivos

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Debido al carácter eminentemente táctico de los deportes colectivos, el análisis del comportamiento del jugador es uno de los núcleos centrales de la investigación actual en las Ciencias del Deporte.

 
Autor(es): Luis Casáis Martínez
Entidades(es): Facultad de Ciencias de la Educación y el Deporte de Pontevedra. Departamento de Didácticas Especiales
Congreso: II Congreso Internacional de Deportes de Equipo
Pontevedra: 21-23 de Septiembre de 2006
ISBN: 978-84-613-1660-1
Palabras claves:

La toma de decisión en el deporte: jugador versus entrenador

Debido al carácter eminentemente táctico de los deportes colectivos, el análisis del comportamiento del jugador es uno de los núcleos centrales de la investigación actual en las Ciencias del Deporte. Vinculado a ello, la toma de decisiones se erige como uno de los aspectos decisivos del proceso. Tradicionalmente, el protagonista sobre el que giraban los estudios de investigación y experiencias de entrenamiento era el jugador. En los últimos años, a este escenario se ha incorporado la figura del entrenador, bajo numerosos trabajos que podrían ubicarse bajo el epígrafe del Modelo del coaching (Coté, Salmela y Rusell, 1995; Coté el al, 1995; Abraham y Collins, 1998; Cushion y Jones, 2001; Lyle, 2002; Gilbert y Trudel, 2000, 2004; Jones, Armour y Potrac, 2004; Abraham, Collins y Martindale, 2006). Este abordaje busca trasladar experiencias y conocimientos adquiridos para optimizar las habilidades de los entrenadores. En todo caso, a pesar de que los avances son esperanzadores, se requieren una serie de medidas para implementar estas experiencias a nivel práctico, en especial, en los programas de formación de entrenadores, o en los programas de asesoramiento a entrenadores. En los deportes colectivos, tanto jugadores como entrenadores están en continuo proceso de emisión de conductas. Están actuando permanentemente. Una acción es una interacción funcional entre el individuo y su ambiente con un determinado propósito, una manera de utilizar recursos para un fin dado, por lo que no puede ser entendida sin estar íntimamente ligada a la decisión. En esta perspectiva, tomar decisiones es permitir y desencadenar cambios en un curso de interacción con el contexto, buscando un objetivo (Araújo, 2006). El estudio de los procesos de toma de decisión en el deporte se ha abordado desde distintos enfoques, resaltando procesos y variables que operan de diferente manera. Fuera de discusiones epistemológicas, la importancia de estas divergencias radica en las implicaciones que ello tiene de cara al entrenamiento, puesto que las condiciones de las tareas y contextos de práctica debieran hacer énfasis en unos núcleos de interés determinados. Según el abordaje cognitivo, la toma de decisión se explicaría según el modelo del procesamiento de la información (identificación del estimulo, selección de la respuesta,  programación  y ejecución de la respuesta). El Modelo de Rendimiento Humano (Welford, 1968) ha guiado la investigación y estudio de los procesos generales que explican como los individuos toman decisiones y actúan en su medio. Se propone al individuo como un ser racional que conscientemente selecciona las opciones que le permitan alcanzar un objetivo concreto, en un contexto específico de rendimiento, como el deporte. Pioneramente, el término fue utilizado por Fitts y Posner (1967) refiriéndose al estudio de la habilidad humana para detectar, atender, almacenar y transmitir información. Un comando para iniciar la acción tal como un estimulo externo o una intención autogenerada iniciaría el proceso, a través de la identificación del medio externo, seguida de la selección de la respuesta, llegando finalmente a evocar los comandos necesarios para ejecutar la respuesta. La información, para ser procesada, queda almacenada en las estructuras de memoria. Si la acción o movimiento es lento, se genera una referencia de corrección que servirá como patrón de comparación con la información de la ejecución, lo que puede ser visto como una representación del movimiento correcto. El sistema compara ambos elementos y calcula las posibles desviaciones (errores), que son enviadas al sistema efector (músculos) para reafinar la respuesta, generando así cambios en el contexto (Schmidt y Lee, 1999). En la ejecución, se genera un feedback de los sistemas receptores (extero y propioceptores) que es comparado y puede ser utilizado para futuros ajustes. En este modelo, la decisión es siempre anterior a la acción, en un momento que Magill (1998) denomina “preparación a la acción”. El éxito de la decisión se ha explicado por la calidad de los juicios perceptivos anteriores, por el conocimiento de los costes y beneficios asociados a cada opción particular, y por el tiempo total disponible para tomar decisiones (Abernethy et al, 1997). A medida que aumentan las alternativas aumenta también la cantidad de tiempo necesario para preparar el movimiento adecuado. Existen, sin embargo, algunos procesos que los sujetos utilizan para limitar el tiempo de decisión como sacar ventaja de la previsibilidad de la información contextual para organizar los patrones de movimiento anticipadamente o las relaciones establecidas entre determinados estímulos y determinadas respuestas, de forma que determinadas condiciones de la tarea sean más naturales o directos para el individuo, lo que facilitaría su proceso de decisión (Schmidt y Lee, 1999). En este ámbito, la teoría del sistema de producciones ACT (Anderson, 1983) explica como se toman decisiones a través de vínculos condiciones-acción (producciones). Estas producciones son responsables de la selección de determinadas acciones apropiadas, en base a determinadas condiciones del ambiente. Si las condiciones satisfacen algún patrón sensorial concreto, pueden activar más rápidamente una respuesta apropiada que ya esté almacenada en la memoria y haya sido testada con éxito por el individuo. Para Anderson, al inicio de la experiencia del sujeto, todo el conocimiento entra en la memoria declarativa y con la práctica exitosa algunas informaciones pasan a actuar automáticamente. Cuando la decisión para actuar está tomada, se desencadena el desarrollo de un plan de acción. Se trata de una representación que actúa en la memoria, a modo de programa motor, que es la base para iniciar y llevar a cabo las acciones pretendidas. En la explicación de este concepto se ha recurrido más frecuentemente a la teoría del esquema (Schmidt, 1975). Según esta teoría, los movimientos lentos se realizan teniendo en cuenta la información de retorno (circuito cerrado), mientras que las acciones muy rápidas son programadas de antemano y no pueden variarse (circuito abierto). Así, un importante condicionante de la ejecución para seleccionar adecuadamente el movimiento es su duración. Resumiendo, los procesos cognitivos como la toma de decisión han sido estudiados en el deporte como elaboraciones mentales (software) basadas en las estructuras de memoria, que, posteriormente, son implementadas por las estructuras ejecutivas (sistema motor) (hardware), siguiendo la metáfora del ordenador y del procesamiento de la información (Schmidt y Lee, 1999). Sin embargo muchas acciones deportivas en contextos cambiantes y complejos, y algunas producciones creativas en el deporte no pueden ser explicadas según este modelo (Araújo, 2006). Este modelo tiene una serie de cuestiones todavía pendientes para explicar el proceso de toma de decisión y que suponen una crítica importante de su viabilidad paradigmática: – un énfasis excesivo en la analogía persona-máquina, lo que no considera debidamente la facilidad con que el ser humano adapta su comportamiento a contextos ambientales cambiantes – la fundamentación de estos modelos en una forma artificial de inteligencia que se basa en que la información que utiliza el sujeto para la planificación y la acción deber ser explícitamente representada – una caracterización conceptual que refleja la toma de decisión como un proceso normativo y racional Frente a este abordaje, el proceso de toma de decisión puede analizarse bajo otros enfoques, como el ecológico, entendiendo la toma de decisión como un modelo emergente. El modelo cognitivista se enfrenta en sus postulados a la explicación del problema de espacio necesario para la memoria de los eventos deportivos, así como al problema del tiempo necesario para los procesos mentales en muchas acciones deportivas, que impliquen detectar estimulos, identificar, asociar, comparar, seleccionar, programar y ejecutar una respuesta. El abordaje ecológico ha demostrado como la información disponible en el ambiente, y no sólo la que posee el sujeto en su memoria, condiciona sus acciones, mostrando propiedades emergentes, de auto-organización (Williams, Davids y Williams, 1999; Van der Kamp, Oudejans y Savelsbergh, 2003; Araújo, 2006) Desde las aportaciones de Gibson (1966,1979) se realza el énfasis en comprender la naturaleza de la información utilizada por los sistemas biológicos para dar soporte a los comportamientos adaptativos. Según Gibson, las personas pueden percibir directamente las propiedades del ambiente sin tener que utilizar inferencias mediadoras, siempre que su proporcionador (el elemento que permite describir la estructura distal, o características del ambiente) esté activamente afinado en el sujeto. Complementando esta visión, la teoría de los sistemas dinámicos concibe el comportamiento humano como un fenómeno dinámico originado por la constante necesidad del sujeto de adaptarse al ambiente. Bajo esta perspectiva, el sujeto se encuentra en una necesidad constante de auto-organización, manifestada como la transición entre distintos estados organizacionales que emergen por condicionantes internos y externos al sujeto, y que presionan a los componentes del sistema para cambiar su estado actual (Davids, Williams, Button y Court, 2001). Los condicionantes son impuestos por distintos parámetros a nivel macro (interacción persona-ambiente) e imponen una regulación del sistema. Cuando alguno de estos condicionantes externos cambia, obliga a una modificación, con objeto de encontrar una solución de adaptación (Thelen y Smith, 1994; Araújo, Davids, Bennett, Button y Chapman, 2004) La concepción teórica que aúna estos nuevos planteamientos conceptuales es el Abordaje Basado en los Condicionantes (ABC), que defiende que el comportamiento emerge debido a la interacción entre condicionantes pertenecientes a tres categorías: individuo, tarea, y ambiente (Newell, 1986; Davids et al, 2001; Araújo, 2006)

Fig.1. Modelo de Newell (1986) que indica como emerge el comportamiento a partir de la interacción de los condicionantes

Contenido disponible en el CD Colección Congresos nº 9

El conocimiento experto y la toma de decisión en contextos dinámicos

Analizar como deciden con éxito los sujetos permite avanzar enormemente para conocer el proceso de toma de decisión. Si se quiere conocer la excelencia de un proceso tendremos que estudiar a los mejores (¿cómo lo hacen?) para poder favorecer que otros puedan llegar a serlo (Hemery, 1991). Los estudios sobre la excelencia o el conocimiento experto han permitido ahondar en procesos como la toma de decisión (Bloom, 1985; Abernethy y Russell, 1987; Ericsson, Krampe y Tesch-Romer, 1993; Ericsson y Charness, 1994; Ericsson, 1996). Junto a ello, el paradigma experto-novato ha puesto de manifiesto los procesos y diferencias de procesamiento y ejecución, centrándose especialmente en la perspectiva del jugador (Abernethy y Russell, 1987; Abernethy, Thomas, y Thomas, 1993; Sanchez, 2002; Baker y Coté, 2003). El interés por la figura del entrenador ha ido incrementándose, siendo una excelente oportunidad para entender su labor, y por añadidura, para orientar sus planes de formación o perfeccionamiento (Salmela,1995; Bloom, 2002; Abraham, Collins y Martindale, 2006) El desarrollo del conocimiento experto es la base para una toma de decisiones exitosa. La crítica al modelo analítico de la toma de decisión, en especial para hacer frente a decisiones en contextos dinámicos, sometidos además a fuerte presión temporal, ha llevado a la irrupción de paradigmas como el que ejemplifica la Toma de Decisión Naturalista (Klein, Orasanu, Calderwood y Zsambok, 1993; Zsambok y Klein, 1997). Esos contextos difieren enormemente a una toma de decisión en laboratorio. Los contextos reales, como la competición en los deportes colectivos, suponen marcos en los que se dan ciclos de percepción-acción continuos, difíciles de separar, y donde los problemas están muy poco definidos, cargados de ambigüedad e incertidumbre. Dentro de este enfoque, la toma de decisión experta es profundamente inconsciente y requiere un bagaje muy rico de experiencias para hacerlas operar con éxito (Klein, 1989, 1998). La manera de hacer visibles estas estrategias para comprender en qué se basa el conocimiento experto y cómo puede ser desarrollado y estimulado es un aspecto clave para avanzar en el ámbito de la toma de decisión. Los procesos cognitivos que fundamentan el modelo son intuitivos e inconscientes, y por tanto los expertos raramente pueden elicitarlos de manera exhaustiva. Los expertos son capaces de integrar rápidamente la información contenida en una situación compleja gracias a sus experiencias acumuladas en el pasado en contextos similares, seleccionando un curso de acción, que prueban mentalmente antes de aplicar una respuesta de éxito. La interacción dinámica con el ambiente y el uso de la experiencia en este reconocimiento de la situación capacitan al experto, desde la visión de este modelo, para procesar fundamentalmente los “puntos fuertes” de la situación, frente al análisis secuencial y deliberado de las alternativas posibles antes de tomar una respuesta definitiva, como postulan los modelos cognitivos del procesamiento de la información. Según el modelo, el primer paso en este proceso es el reconocimiento, que consiste en cuatro operaciones mentales: – identificación de índices o claves de la situación. Se trata de un aspecto clave de la situación, altamente informativo y característico. Los expertos saben qué otros elementos pueden darse si se presenta esta clave en la situación. Si aparece tal característica en la situación es muy posible que suceda tal cosa. – elaboración de expectativas: para un patrón determinado, se supone que las cosas van a seguir un camino concreto – determinar los objetivos principales, aquellos que es importante hacer en una situación como esa – reconocer las acciones típicas, conocer cómo pueden suceder las cosas en ese tipo de escenarios Todo ello se integra en un modelo mental gracias a la experiencia acumulada en situaciones similares en el pasado, y se realiza de manera inconsciente. Todo lo contrario a las explicaciones cognitivas clásicas que plantean estos procesos como secuenciales, de paso a paso. Si así fuese, los expertos podrían explicitar la forma de abordar estas situaciones y cada uno de los factores tenidos en cuenta. Este modelo mental incluye el conocimiento técnico de la situación y las relaciones de causa-efecto contenidas en ella. Con toda esta información, el experto elabora una especie de dibujo de la situación, con los elementos relevantes de la misma y plantea un curso de acción para resolver o afrontar esa situación. Este plan se somete a una simulación mental para analizar su viabilidad, para luego ser llevado a la práctica por el sujeto. Por el contrario, los sujetos más novatos no son capaces de obtener toda la información relevante, analizar los aspectos claves de la situación y su posible curso, e invierten demasiado tiempo en generar posibles planes alternativos para resolver la situación. El desarrollo de estas habilidades a través de práctica deliberada permitiría mejorar las capacidades de los sujetos en este tipo de contexto, tal como se ha puesto de manifiesto en numerosas experiencias (Pliske, Mc Closkey y Klein, 2001). Dado que la información se manifiesta en la situación de manera natural, el sujeto debe descodificarla de manera casi inmediata, algo que resulta bastante difícil para los sujetos novatos, por lo que una parte del entrenamiento de estas habilidades debería ir enfocado al reconocimiento de las situaciones complejas. De esta manera, el novato debe practicar la identificación de elementos relevantes, aspectos altamente informativos, puntos claves, estudiar la probabilidad de ocurrencia de tales o cuales eventos en esa situación, y siempre en condiciones y contextos de práctica reales, naturales. Esto es así porque conocer los patrones y usar los patrones son dominios, conocimientos diferentes. El conocimiento factual no proporciona por si sólo una garantía para afrontar una situación, sino que debe ser integrado en contextos realistas. Esta es una de las mayores implicaciones de cara a la formación de entrenadores, como se señalará más adelante. Los expertos no pueden enseñar a utilizar sus habilidades porque es difícil hablar de ellas. Hay que practicarlas, desarrollarlas en la práctica real. Uno debe practicar tomando decisiones. Esta es la forma de generar conocimiento experto. Al aprender de esta manera, el conocimiento es indexado durante la ejecución y podrá estar disponible como una herramienta más en la toma de decisiones ante futuras situaciones. El desarrollo de conocimiento contextualizado en situaciones prácticas permite a los expertos acceder de manera más profunda y rápida a lo esencial de un evento, a través de estructuras de conocimiento que representan mejor la realidad. Los expertos realizan valoraciones más rápidas, profundas y ricas de lo que están viendo que los novatos. Pero ello no es sólo generado a través de la práctica sin más. Se requiere haber ejercitado todas estas habilidades con la experiencia previa, haber reflexionado sobre ella, y si es posible someterlas a discusión con otros. “Aprender a ver lo que ve un experto”, “poner todas las piezas” juntas para elaborar el mapa de la situación y ejercitarse en contextos desafiantes y reales, con la reflexión y discusión necesaria, son las vías para convertirse en un experto.

El entrenamiento en toma de decisiones: aprendiendo a ser entrenador

Desarrollar el conocimiento experto en un dominio, en este caso para ser entrenador, es una de las condiciones previas para una adecuada toma de decisión, y con ello de un buen ejercicio profesional. El entrenador rinde en el entrenamiento y la competición si es capaz de tomar buenas decisiones (modificar una tarea, introducir una nueva premisa o condicionante, cambiar la táctica, realizar una sustitución, variar un sistema de juego,…). Para ello tendrá que avanzarse en las siguientes cuestiones: ¿Qué impulsa a un entrenador a tomar una determinada decisión?, ¿Qué elementos, factores o variables ha tenido en cuenta?, ¿Cómo ha conseguido saber que tales circunstancias llevarán a unas determinadas consecuencias?, ¿De qué manera ha aprendido a realizarlos? El aspecto crítico es ¿Cuándo y cómo desarrolla el entrenador novato estas habilidades?¿Es la mera experiencia el camino más adecuado para desarrollar estos dominios?. Numerosos trabajos (Coté, Salmela y Russell, 1995; Lyle, 1999; Gilbert y Trudel, 2001, 2005; Horton, Baker y Deakin, 2005; Nash y Collins, 2006; Lemyre, Trudel y Durand-Bush, 2007) han puesto de manifiesto que, por regla general (esto es, sin entrenamiento específico o intencional), es el propio itinerario personal del entrenador, la práctica repetida, la reflexión sobre su ejercicio profesional la vía para adquirir tales habilidades. Pero, ¿sería posible acelerar este proceso con un entrenamiento específico? El rendimiento de los sujetos expertos en contextos dinámicos sometidos a presión temporal como el caso del entrenador se caracteriza por un comportamiento automático, activando habilidades cognitivas como respuesta a la situación, y que permite responder de manera adecuada. Últimamente se han propuesto interesantes metodologías de entrenamiento de estas habilidades (Pliske, Mc Closkey y Klein, 2001) que se fundamentaría en que: – los expertos han desarrollado un buen conocimiento conceptual, aunque ello no es un elemento suficiente para abordar con éxito las situaciones complejas – la practica repetida provoca la automatización de los procesos cognitivos necesarios, lo que hace que actúen más rápidamente, con menor esfuerzo mental – cuanto más automáticas sean estas habilidades más complejos serán los modelos mentales que puede utilizar el sujeto, pudiendo usar su capacidad de manera más flexible y creativa Este programa de entrenamiento de habilidades de decisión se basa en gran cantidad de experiencias y aplicaciones a ámbitos en los que el conocimiento experto en ambientes dinámicos y naturales es decisivo. Se fundamenta en: – mostrar y explorar los limites de los modelos mentales de los sujetos, incluyendo la información factual que poseen – practicar el análisis de los eventos y situaciones, para mejorar la identificación de claves, índices, patrones, objetivos y actuaciones típicas – visualizar los modelos mentales elaborados por los sujetos ante situaciones reales y ponerlos en práctica – recibir feedback sobre aspectos que se han pasado por alto en el manejo de las situaciones – comparar las decisiones con otros sujetos, a través de actividades de discusión que permitan estudiar otras alternativas o enfoques El entrenamiento proporciona la oportunidad de activar estos procesos a través de la práctica en situaciones reales o muy similares a ellas (escenarios simulados). A partir de este escenario se desarrollan una serie de actividades que intentan poner en práctica las herramientas necesarias para los procesos de toma de decisión. Se incluyen ejercicios orientados al reconocimiento de la información clave y la inferencia de patrones en la situación, se enfatiza en la búsqueda de los posibles cursos de acción, se simulan mentalmente posibles soluciones, se prevén las consecuencias de las decisiones, etc… Estas herramientas facilitadoras se basan en estrategias que los expertos utilizan para aprender de manera más rápida y eficaz (Chi, Glaser y Farr, 1988: Ericsson, 1996; Klein y Hoffman, 1993): – Aprovechar cada práctica deliberada para reflexionar y evaluar sobre ella – Obtener feedback de cada ejecución – Construir modelos mentales – Desarrollar habilidades metacognitivas

El comportamiento del entrenador: para una buena toma de decisión también se necesita…

Para ser experto hay que poder serlo (emociones que permitan demostrar la excelencia). En el proceso de entrenamiento-competición en los deportes colectivos la conducta del entrenador tiene un efecto importante en el rendimiento del equipo. En general, parece obvio que un comportamiento adecuado del entrenador puede ser un factor más de éxito a incluir en el cóctel de medidas y acciones para aumentar en el rendimiento de jugadores y equipos. Por ello, se hace necesario que el entrenador explote determinadas capacidades para rendir en su quehacer profesional, siendo así un facilitador del rendimiento de su equipo. La responsabilidad que el entrenador adquiere al realizar todas sus funciones (planificación del entrenamiento, diseño de estrategias y tácticas, instrucciones a los jugadores, etc.), implica que el rendimiento del grupo dependa también de su acierto en su cometido, es decir, de su rendimiento personal como entrenador. El dominio de habilidades como el control y ajuste del nivel de activación y las habilidades atencionales permite desarrollar la habilidad compleja de autorregular el estado psicológico y controlar la propia conducta, y finalmente, ejercer la tarea de mayor complejidad, la toma de decisiones. La base del nivel de funcionamiento psicológico en el trabajo del entrenador, desde este punto de vista, sería el control del nivel de activación. Ésta variable psicológica, determina e influye en las variables de atención, la autocofianza, el control del pensamiento y en el manejo de las habilidades psicosociales. Este proceso de influencia puede ser reversible o mutuo, de forma que la relación entre los conceptos es bidireccional. Así, el control del nivel de activación sería la variable según la cual el entrenador puede identificar su nivel de activación psicofisiológico en una situación determinada y es capaz de regularlo según convenga empleando diversas estrategias o técnicas para activar, relajar o mantener dicho nivel. Otra de las variables psicológicas que el entrenador debe dominar es el control de los pensamientos, de forma que sea capaz de detectar la irrupción de cualquier pensamiento negativo o distractor durante el ejercicio de sus funciones con el objetivo de cambiarlo o eliminarlo. La motivación, en el modelo que se presenta, tiene un papel importante ya que es una variable relativamente independiente que puede ejercer su influencia sobre las anteriores aumentando o disminuyendo el efecto sobre el rendimiento psicológico. Estos procesos y variables psicológicas conforman el denominado nivel de funcionamiento psicológico, y determinan la calidad de la respuesta entendida como rendimiento psicológico propiamente dicho. La tarea última, la función principal, el trabajo del entrenador se puede resumir en la toma de decisiones. Así pues, esta se verá determinada por la calidad de los procesos perceptivos y por la calidad de los procesos incluidos en el funcionamiento psicológico que determinarán una selección adecuada de los estímulos relevantes del medio para la elección de alguna alternativa correcta y coherente para cada situación determinada. Sin embargo, la toma de decisiones no es el último eslabón de la cadena que conforma el trabajo del entrenador, sino que para finalizar, éste tendrá que hacer patente la decisión adoptada con hechos, lo cual se transforma en conducta. El componente conductual es una de las variables más fácilmente mensurables y, por lo tanto, una de las que más se ha estudiado en la literatura científica psicológica. La conducta es el resultado último del rendimiento psicológico, si la toma de decisiones representaría el qué hacer, la conducta representa el cómo hacer. Y este cómo hacer las cosas tiene una gran importancia, porque la conducta de las personas y, concretamente la del entrenador, es determinantemente influyente en la conducta de sus jugadores.

Fig 2. Modelo funcionamiento psicológico del entrenador de futbol (Parra y Casáis, inédito)

Contenido disponible en el CD Colección Congresos nº 9

Los entrenadores expertos serán capaces de manejar el nivel de activación óptimo en cada tarea o situación, han desarrollado una capacidad de extraer la información relevante del juego, podrán integrar rápidamente la información contenida en una situación compleja gracias a sus experiencias acumuladas en el pasado en contextos similares, seleccionando un curso de acción, que prueban mentalmente antes de aplicar una respuesta de éxito. La interacción dinámica con el ambiente y el uso de la experiencia en este reconocimiento de la situación capacitan al experto, desde la visión de este modelo, para procesar fundamentalmente los “puntos fuertes” de la situación, frente al análisis secuencial y deliberado de las alternativas posibles antes de tomar una respuesta definitiva, como postulan los modelos cognitivos del procesamiento de la información. El reto del futuro es poder insertar todas estas habilidades en programas de formación o asesoramiento, entendiendo que no sólo la experiencia repetida puede ser el único camino para llegar a la excelencia (Cushion, Armour y Jones, 2003 ; Gilbert, Côté y Mallett, 2006).

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