El papel de la educación física en contextos marginales: cárceles y psiquiátricos
Resumen educación física en contextos marginales
“Un mar sin olas no hace buenos marineros” (frase escrita en la pizarra de la Dirección del Hospital Docente de Atención Psicosocial Dr. José Dolores Fletes Valle de Managua, julio de 2006) La presente aportación analizará las funciones y valores de los programas de Educación Física en dos contextos de intervención socioeducativa: los centros penitenciarios y los centros de salud mental. El denominador común de ambas realidades marginales es que acoge a personas en situación de exclusión social1. Posteriormente se analizarán ambos contextos con el fin de comprender el fenómeno carcelario y psiquiátrico, y cómo la práctica de la Educación Física no puede examinarse al margen del contexto y de las características de la población. Se finalizará la exposición sintetizando dos experiencias de Aprendizaje Servicio (APS) que vincula a la Universidad de Barcelona (UB) con el centro Penitenciario de Hombres Quatre Camins (La Roca del Vallès) y con el Módulo Psiquiátrico del Centro Penitenciario de Hombres de Barcelona (Modelo), en las que se medirán el impacto de los programas de intervención socioeducativa mediante la Educación Física.
1. Justificación de la Educación física en los programas de intervención socioeducativa dirigidos a adultos
Antes de centrarnos en el papel de la Educación física en contextos marginales, creemos necesario clarificar de qué concepto de Educación física partimos. Coincidiendo con las aportaciones de Parlebas (1981) y Vázquez Gómez (1989) entendemos la Educación Física, como la educación que se centra en el desarrollo de las conductas motrices sin olvidar los aspectos cognitivos, comunicativos, expresivos, sociales y afectivos. Una educación basada en la concepción integral de la persona, cuyo objetivo es la búsqueda del autoconocimiento y una mayor adaptación al entorno físico y social. En la línea de lo que apunta Sánchez Bañuelos (1996), la Educación Física no debe limitarse al contexto escolar, sino que forma parte inseparable de la educación continua y permanente del ser humano. Por tanto, es obvio que en programas de rehabilitación psicosocial, reeducación y reinserción social, la Educación Física2 se presente como un recurso de incuestionable valor en la intervención socioeducativa.
2. Los centros penitenciarios y de salud mental: dos hechos sociales.
En el momento de plantearnos una intervención en los ámbitos penitenciarios y de salud mental debe tenerse en cuenta que ambos tipos de centro son microcosmos con sus propias normas, costumbres, hábitos y donde los internos y pacientes están, evidentemente, en contra de su voluntad. Esta última constatación, que puede parecer una obviedad, será determinante cuando nos replanteemos la pregunta inicial: ¿Podemos educar a alguien en contra de su voluntad?. Evidenciaremos la necesidad de estudiar el ambiente penitenciario y de salud mental como un hecho ineluctable cuando nos planteemos programas educativos dirigidos a la reeducación, reinserción y rehabilitación de las personas internas. La pena privativa de libertad y el ingreso en una institución de salud mental, supone una ruptura con el núcleo familiar y el entorno social habitual. Pese a que en el centro se reproduce una microsociedad a imagen del exterior (trabajo, ocio, educación, entre otros), no debe olvidarse que el interno o el paciente, debe adaptarse a un nuevo ritmo de vida que le conduce a una pérdida de autodeterminación y, por tanto, es un individuo con serias dificultades para poderse organizar de forma autónoma. En estos contextos, nos encontraremos tres realidades sociales bien diferenciadas: – La de los funcionarios de vigilancia (centros penitenciarios) y auxiliares clínicos, más personal de seguridad (centros de salud mental). Su misión es llevar a cabo uno de los dos principales objetivos del sistema penitenciario y de la institución psiquiátrica: la custodia de los internos y control de los pacientes. A ello tenemos que sumar: el mantenimiento del orden (horarios, hábitos higiénicos, alimentarios, tomas de medicación, entre otros) y velar por la seguridad del centro. – La realidad de los equipos de tratamiento, formados por: – en centros penitenciarios: psicólogos, juristas, pedagogos, educadores sociales, y trabajadores sociales, los cuales, entre otras funciones, diseñan actividades dirigidas a la consecución de la reeducación, rehabilitación y reinserción social de los internos (el otro gran objetivo de la institución penitenciaria). – en centros de salud mental: psicólogos, psiquiatras, educadores, trabajadores sociales, terapeutas ocupacionales, fisioterapeutas, que desarrollan programas de rehabilitación psicosocial. – La realidad que completa el triángulo, y el más complejo, es el constituido por los internos y pacientes, que crean sus propias normas, valores, lenguaje, relaciones y hábitos, al margen del sistema de vida oficial, el cual disciplina la vida en el interior mediante el reglamento penitenciario o el de la institución psiquiátrica. Esta dicotomía entre personas que controlan y reeducan, y personas que son controladas y deben ser reeducadas y rehabilitadas, y las relaciones recíprocas entre ambas, marcan la idiosincrasia de cada uno de los centros. Como me comentó en cierta ocasión una interna en 1984, “la gente hacemos la cárcel: las funcionarias y las internas. Y es la misma gente la que hace que funcione bien o mal”. Con estas palabras se refleja que cada centro es único, con un ambiente propio, tal y como puede suceder si comparamos entre sí diversos centros educativos. En consecuencia, cuando nos planteamos desarrollar un programa de Educación Física en una de estas instituciones, lo primero que deberemos tener en cuenta es el contexto donde se desarrollan, para entender tanto el comportamiento de los participantes como su respuesta en las sesiones de Educación Física. Y en el caso de la salud mental, añadir, que tenemos que tener muy presentes los efectos, tanto los de la medicación, como los discapacitantes que pueda comportar el trastorno mental severo.
3. El papel de la Educación Física en los programas de reeducación, rehabilitación y reinserción
Los programas de Educación Física en centros penitenciarios se justifican por (Ríos, 2001): – Ser un medio educativo que pueda contribuir al aumento de la calidad de vida y favorecer la reeducación, la rehabilitación y, como consecuencia, la reinserción social, reduciendo de esta forma las diferencias entre el interior y el exterior. – Compensar algunos de los síntomas de la privación de libertad. Respecto a los programas de Educación Física en los centros de salud mental (Ríos 2007) contribuyen a: – Mejorar la calidad de vida de los pacientes, favoreciendo su proceso de rehabilitación y reinserción social, despertando y fomentando sus capacidades cognitivas, motrices, emocionales y sociales, incentivando la comunicación y la expresión. – Reducir y compensar los efectos discapacitantes que comporta el trastorno mental severo. – Facilitar la adaptación al entorno, desarrollando la autonomía funcional (ser capaces de vivir en comunidad). Las características de los programas son las siguientes (Ríos, 1997): 1. Estudio del medio, para poder comprender el fenómeno penitenciario y psiquiátrico, y sus consecuencias en la vida cotidiana. 2. Programación de la práctica teniendo en cuenta el contexto determinado por el régimen penitenciario y psiquiátrico, que regula la vida de los internos y pacientes (horarios, regímenes especiales, grados, permisos, sanciones, entre otros) y las consecuencias anímicas y físicas que la privación de libertad comporta. 3. Análisis de las posibilidades materiales y de espacios para realizar las sesiones de Educación Física (tipo de espacios, material disponible, número máximo de participantes…). 4. Detección de los intereses y necesidades de las personas internas y pacientes mediante fórmulas de participación activa. 5. Trabajo que debe ser interdisciplinario de forma que el programa debe estar totalmente integrado en el tratamiento penitenciario y rehabilitador. Los valores de la Educación Física que pueden actuar positivamente en la realidad penitenciaria y psiquiátrica son los siguientes: – Valor educativo: – reducción de las diferencias entre el mundo libre y el penitenciario/psiquiátrico. – mejor preparación para el momento de la libertad y/o finalización de hospitalización: resocialización, rehabilitación, reeducación. – creación de hábitos de práctica física. – promoción de la iniciativa y posibilidad de que el interno/paciente tenga responsabilidad ocupacional. – adquisición de nuevos aprendizajes tanto motrices, como cognitivos y de valores y normas. – desarrollo de hábitos higiénicos. – fomento del respeto hacia los compañeros. – Valor terapéutico: – facilita las relaciones interpersonales. – potencia el protagonismo de los internos y pacientes. – afirmación de la personalidad: satisfacción de la necesidad de expresión, reencuentro del respeto a uno mismo y de la propia identidad. – aumento de la autoestima: valoración de las capacidades. – Valor recreativo: – ocupación del tiempo libre. – ruptura con la monotonía. – Valor competitivo: – fomento del espíritu de equipo. – respeto a las normas y adversarios (transferencias). – atenúa los efectos del principio de inmediatez mediante el trabajo de un proceso. – Valor emancipador: – mejora del bienestar psíquico: – relajación, actividad libre, diversión. – liberación de la agresividad. – ayuda a “ordenar” la existencia. – fomento de la toma de decisiones. – Valor utilitario: – mayor bienestar físico y prevención de la salud: – desarrollo de la condición física. – desarrollo de las capacidades perceptivo-motrices y las habilidades motrices. – mejora de la actitud postural y del control del tono muscular. – compensación del sedentarismo. – disminución del tabaquismo. Finalmente, me permito insistir en que se debe seguir defendiendo la presencia de los programas de Educación Física en los centros penitenciarios extensibles a ”toda” la población reclusa, sin excepciones, y conseguir su inclusión en los programas de rehabilitación psicosocial de los centros de salud mental, dado que: – Colaboran en la prevención y desarrollo de la salud en todos los ámbitos (físico, psíquico y social). – Fomentan el establecimiento de pautas de organización de la vida cotidiana (orden, puntualidad, rutinas…) tan necesarias en una población mayoritariamente desestructurada. No puedo cerrar esta aportación sin aprovechar esta ocasión para reivindicar la necesidad del reconocimiento de la presencia de profesionales de la Educación Física (diplomados y licenciados) en los centros penitenciarios y de salud mental, ya que hasta el momento, según las comunidades, es frecuente que sean los educadores sociales en centros penitenciarios, fisioterapeutas, educadores sociales, auxiliares clínicos en centros de salud mental, los responsables de llevar a cabo este tipo de programas, independientemente de su formación.
Bibliografía
- Parlebas, P. (1981). Contribution à un lexique commenté en sciencie de l’action motrice. Paris : INSEP.
- Ríos, M. (1984). Memoria del programa de Educación Física en el Centro Penitenciario de mujeres de Barcelona, Wad-ras. Barcelona: documento inédito
- Ríos, M. (1997). L’activitat física i la integració social. Barcelona: Diputación de Barcelona (documento inédito)
- Ríos, M. (2001). “Los programas de Educación Física en los centros penitenciarios”. Hoja Informativa del COPLEFC, nº 36-37, 10-11. Barcelona.
- Ríos, M. (2004). La Educación Física en los establecimientos penitenciarios de Cataluña, Tándem, nº 15, pp. 69-82. Barcelona: Graó
- Ríos, M. (2007). La Educación Física Adaptada a pacientes con trastorno mental severo: un programa de Aprendizaje Servicio, Informaciones Psiquiátricas, nº.187, pp. 69-80. Barcelona: Hermanas Hospitalarias.
- Sánchez Bañuelos, F. (1996). La actividad física orientada hacia la salud. Madrid: Biblioteca Nueva.
- Vázquez Gómez, B. (1989). La educación física en la educación básica. Madrid: Gymnos