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28 Feb 2012

Relaciones entre frecuencia y experiencia de práctica física con el bienestar psicológico.

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Este trabajo examina las relaciones existentes entre la frecuencia de práctica física y la experiencia en este tipo de actividades con variables vinculadas al bienestar psicológico.

Autor(es): Rafael E. Reigal Garrido*; Antonio Videra García
Entidades(es): De Santa María de la Victoria, Málaga
Congreso: XIII Congreso Andaluz de Psicología de la Actividad Física y el Deporte
Sevilla España, 17-19 de Noviembre de 2011
ISBN:978-84-939424-1-0
Palabras claves: actividad físico-deportiva, adolescencia, autoeficacia, percepción de salud, satisfacción vital.

Relaciones entre frecuencia y experiencia de práctica física con el bienestar psicológico.

Resumen

Este trabajo examina las relaciones existentes entre la frecuencia de práctica física y la experiencia en este tipo de actividades con variables vinculadas al bienestar psicológico. La muestra estuvo compuesta por 1648 adolescentes de Málaga capital, en edades entre los 14 y 16 años (M=15.26; DT=.72). Se trata de un estudio transversal y correlacional, en el que se ha usado la encuesta como medio para obtener los datos. Los instrumentos utilizados fueron la Escala de Autoeficacia General (AEG), la Escala de Satisfacción con la Vida (SWLS) y el cuestionario de Salud General (GHQ). Los resultados obtenidos indican que la frecuencia de práctica física genera diferencias entre grupos en autoeficacia general (F[3,1644]= 29.60, p< .001), satisfacción vital (F[3,1644]= 22.34, p< .001) y percepción de salud (F[3,1644]= 24.58, p< .001). Por sexo, el efecto fue similar, aunque en chicas las frecuencias medias fueron más positivas que las altas para la satisfacción vital y percepción de salud. Por otro lado, el tiempo que llevaban practicando actividad física ocasionaba también diferencias significativas, tanto en autoeficacia general (F[4,1643]= 16.08, p< .001), como satisfacción vital (F[4,1643]= 12.57, p< .001) y salud (F[4,1643]= 11.94, p< .001), tanto para la muestra total como por sexo. Los resultados indican que la frecuencia de práctica física es una variable a tener en cuenta al valorar las autopercepciones estudiadas, actuando de diferente manera en chicos y en chicas. Por otro lado, nuestro trabajo indica que a mayor experiencia de práctica física mejores evaluaciones de autoeficacia, satisfacción vital y percepción de salud.

Como ya sabemos, son múltiples los estudios que han abordado la relación entre actividad física y la salud, tanto en su dimensión física, psicológica como social (Capdevila, 2005; Castillo y Sáenz, 2007; Candel, Olmedilla y Blas, 2008). En concreto, ha proliferado el interés de los investigadores por indagar en aquellos beneficios que pueden tener este tipo de tareas sobre el bienestar psicológico (Lyubomirsky y Dickerhoof, 2005; Macone, Baldari, Zelli y Guidetti, 2006; Steel, Schmidt y Shultz, 2008). Además, en los últimos años ha ido extendiéndose el uso de variables de carácter positivo como el autoconcepto, la satisfacción vital, la percepción de salud, la autoeficacia, apartándose de otras tradicionales como depresión o ansiedad (Oliva et al., 2010; Reina, Oliva y Parra, 2010).

En etapas como la adolescencia, el interés por plantear estas cuestiones es de suma importancia, dado que nos encontramos en un periodo de la vida sujeto a cambios y situaciones complejas que pueden afectar al desarrollo y bienestar. Por eso, examinar autopercepciones como la autoeficacia, percepción de salud o satisfacción vital, nos permite valorar aspectos personales de los individuos y nos acercan al proceso vital en el que están inmersos (Laca, Verdugo y Guzmán, 2005). Para los adolescentes, estos años son esenciales para su futuro, dado que consolidan su identidad, promocionan hábitos que serán elementos de su estilo de vida futura y evolucionan de manera determinante, tanto a nivel físico como psicosocial (Esnaola, 2005; Mendoza, Batista y Rubio, 2005).

La autoeficacia, que nació en el seno de la Teoría Cognitivo Social de Bandura (1977, 1982), supuso otorgar la merecida importancia que los procesos de reflexión personal tienen en la determinación de la conducta. Básicamente, podemos definirla como los juicios que tienen los individuos sobre sus capacidades, mediante los cuales organizarán y ejecutarán sus acciones (Bandura, 1986). La importancia de este constructo radica en que una persona puede tener las capacidades necesarias para afrontar una situación, pero si no cree que puede tener éxito, no la llevará a cabo (Navarro, Bueno, Buz y Mayoral, 2006; Casis y Zumalabe, 2008). Diversos autores han defendido su uso en circunstancias específicas, sin embargo, otros consideran que las personas tenemos una percepción general de lo capacitados que estamos para llevar a cabo un conjunto amplio de tareas, lo que se ha venido a llamar autoeficacia general (Schwarzer, 1992; González y Landero, 2008).

La satisfacción vital es el componente cognitivo de la calidad de vida gracias al cual las personas evalúan conscientemente si les gusta o no la vida que llevan (Arita, 2005). Criterios personales son los que llevan a establecer juicios de este tipo, de tal forma que se establecen comparaciones con aquellos objetivos que se habían marcado y la situación real en la que viven. También, en este proceso, se consideran aspectos como el estado de salud, las capacidades que se poseen para afrontar retos cotidianos o la red social que les rodea. En cualquier caso, las autoevaluaciones, como el autoconcepto o la percepción de competencia personal, están íntimamente relacionadas con la satisfacción vital, encontrándose en los factores internos a la persona una mejor explicación del fenómeno que en los externos (Castro y Díaz, 2002; Laca et al., 2005; Nuñez, Martín-Albo y Domínguez, 2010).

Por otro lado, la percepción de salud supone la interpretación íntima y personal del estado de salud real que tiene la persona, no siempre coincidiendo ambas realidades (Barrientos, 2005). De hecho, dos personas pueden tener una situación parecida pero la evaluación subjetiva de la salud puede ser muy diferente entre ambas, dado que median factores como la educación, el contexto en el que vivan, las circunstancias personales o rasgos de personalidad, siendo las personas constructivas más propensas a relativizar los problemas que las patológicas e inflexibles. Esto indica que hay que tener en cuenta diversas variables que median entre los indicadores objetivos y subjetivos de salud, y que tienen su importancia, dado que hará que una personas sean más felices con sus vidas que otras (Abellán, 2003; Castro, Espinosa, Rodríguez y Santos, 2007).

Diversos estudios han profundizado en las relaciones entre actividad física y estas variables, encontrando conexiones positivas entre unas y otras. Estos datos, permiten considerar que los estilos de vida activos están asociados con mayores niveles de bienestar en las personas, lo que redundará en su percepción de calidad de vida. En concreto se han hallado mejores niveles de autoeficacia en aquellas personas que realizaban actividad física regular, tanto en población adolescente como adulta (Kimiecik, Horn y Shurin, 1996; Ortega, 2005; Olivari y Urra, 2007), mejores niveles de satisfacción vital (Menec, 2003; Stubbe, Moor, Boomsma y Geus, 2007; Castillo y Molina-García, 2009), así como mayores índices de percepción de salud (Biddle, Fox y Boutcher, 2000).

El objetivo de este trabajo es poner de manifiesto las relaciones entre actividad física y diversas variables relacionadas con el bienestar subjetivo. Además, hemos querido concretar algunos aspectos de la práctica física, dado que es importante focalizar la atención sobre elementos concretos de la práctica física. Así pues, la hipótesis que da lugar a esta investigación es que aquellos adolescentes que practican con más frecuencia y llevan más tiempo desarrollando este tipo de tareas tendrán mejores niveles de autoeficacia, satisfacción vital y percepción de salud.

Método

Muestra

Los participantes de este estudio fueron 1648 adolescentes de la ciudad de Málaga (España), siendo el 46.18% chicos (n=761) y el 53.82% chicas (n=887), en edades comprendidas entre los 14 y 16 años (M=15.26; DT= .72). La muestra se obtuvo del conjunto de adolescentes que estudiaban los cursos de 3º y 4º de ESO y 1º de Bachillerato en la ciudad de Málaga, siendo seleccionados mediante proceso aleatorio por conglomerados, polietápico estratificado (Cubo, 2011). Las unidades de primera etapa fueron los centros escolares, las de segunda etapa las aulas y las de tercera etapa los alumnos. El error para el conjunto de la muestra, utilizando la fórmula de poblaciones finitas y asumiendo la hipótesis de máxima varianza poblacional (p=q=50) fue de 2.27% al nivel de confianza del 95%.

Instrumentos

a) Cuestionario sociodemográfico y práctica física. Mediante varios ítems recogimos información sobre su edad y sexo, además de conocer si realizaban actividad física en su tiempo de ocio, la frecuencia con la que la desarrollaban y el tiempo que llevaban haciéndola.

b) La percepción de eficacia personal se midió a través de la Escala de Autoeficacia General (AEG) de Schwarzer y Jerusalem (1995), en concreto la versión en castellano desarrollada por Baessler y Schwarzer (1996). Esta escala, formada por 10 ítems, mide el sentimiento estable de competencia para manejar situaciones en la vida y ha sido analizada en población española en diversas ocasiones, siendo sus propiedades psicométricas adecuadas para su uso (Martín et al., 2002). En el estudio realizado por Sanjuán, Pérez y Bermúdez(2000) se obtuvo una consistencia interna de .87 (Alfa de Cronbach, 1951) y una correlación entre dos mitades de .88 (Spearman-Brown). Se respondía con una escala de respuesta tipo Likert con 4 posibilidades, desde muy en desacuerdo (puntuación= 1) hasta muy de acuerdo (puntuación= 4) respecto a las indicaciones de cada ítem.

c) La satisfacción con la vida se midió con la Escala de Satisfacción con la Vida (SWLS, Diener, Emmons, Larsen, y Griffin, 1985). En el estudio original, realizado sobre población universitaria, el instrumento alcanzó una buena consistencia interna (?= .87) y un coeficiente de correlación test-retest alto (r= .82). Los participantes del estudio utilizaron para responder una escala tipo Likert con 4 posibles respuestas, desde muy en desacuerdo (puntuación= 1) hasta muy de acuerdo (puntuación= 4) respecto a las indicaciones de cada ítem. Esta escala tuvo su correspondiente adaptación y validación al castellano gracias a Atienza, Pons, Balaguer y García-Merita (2000), precisamente en población adolescente. Se han realizado estudios en diversas poblaciones españolas donde ha demostrado buenas propiedades para medir el constructo (Tarazona, 2005; Martínez, Buelga y Cava, 2007; Nuñez, et al., 2010).

d) La percepción de salud se midió con el Cuestionario de Salud General (GHQ-30; General Health Questionnaire – Goldberg, 1972, 1978; Muñoz, Vázquez-Barquero, Rodríguez, Pastrana y Varo; 1979). Este cuestionario fue diseñado inicialmente para detectar trastornos psíquicos en un ámbito comunitario y en medios clínicos no psiquiátricos, y se centra en los componentes psicológicos que identifican una salud negativa (Goldberg y Williams, 1996). Nosotros hemos utilizado una versión corta de 30 ítems, aunque existen otras como las de 12, 28, 36, 60 o 140 (Godoy-Izquierdo, Godoy, López-Torrecillas y Sánchez-Barrera, 2002). Hay cuatro posibles respuestas para cada ítem y, como indica Veiga (2004), los modos de respuesta pueden ser varios: puntuación GHQ (0-0-1-1), puntuación Likert simple (0-1-2-3) y puntuación Likert modificada (0-0-1-2). En nuestro estudio hemos utilizado una puntuación de 1 a 4, en la que 4 que significa ausencia de problemas, es decir, buena salud, y 1 indica la presencia de problemas de salud. El GHQ-30 ha sido utilizado en diversos estudios, como el realizado por Lobo y Gimeno (1981) en población española con valores de consistencia interna del mismo de .91 (Alfa de Cronbach).

Procedimiento

La información se recogió en los centros escolares, pidiendo permiso previamente, tanto a las familias como a la dirección del centro, para que se pudiera llevar a cabo la investigación. Se explicó a los alumnos que la participación era voluntaria y que los datos serían confidenciales, para animar así a que colaboraran en el mismo. Los cuestionarios fueron auto-administrados, aunque se explicaron adecuadamente y se estuvo presente para resolver posibles dudas. Se rellenaron en el aula, siendo la duración media de 30 minutos. Tras desechar algunas respuestas por carecer de la formalidad mínima exigible, la muestra total quedó compuesta por 1648.

Análisis de los datos

Se han realizado en este trabajo análisis descriptivos e inferenciales. Para evaluar las diferencias en función de la frecuencia de práctica y el tiempo que llevaban practicando, se realizaron varios análisis de la varianza (ANOVA). Para el tratamiento informático se ha usado el paquete estadístico SPSS en su versión 15.0.

Completa la información

Contenido disponible en el CD Colección Congresos nº20.

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Resultados

Análisis descriptivo y fiabilidad de los instrumentos

Como se puede observar, los valores de asimetría y curtosis cumplen con el criterio de normalidad propuesto por Curran, West and Finch (1996). Los análisis de fiabilidad realizados para nuestro estudio (Alfa de Cronbach) mostraron unos niveles de consistencia interna adecuados, que oscilaban entre los valores .83 y .91 (tabla 1).

Tabla 1. Estadísticos descriptivos y análisis de la fiabilidad de los instrumentos

Contenido disponible en el CD Colección Congresos nº 20

Análisis de la autoeficacia, satisfacción vital y percepción de salud en función de la frecuencia de práctica y la experiencia en estas actividades

Los diferentes ANOVAs realizados indicaron que, para la muestra total, existían diferencias significativas en función de la frecuencia de práctica en las puntuaciones obtenidas para los cuestionarios AEG (F[3,1644]= 29.60; p< .001), SWLS (F[3,1644]= 22.34; p< .001) y GHQ (F[3,1644]= 24.58; p< .001) (tabla 2). Para realizar las comparaciones múltiples (post hoc), utilizamos la prueba Games-Howell dado el rechazo a la homogeneidad de varianza tras la prueba de Levene tanto para los resultados en el cuestionario AEG (F[3,1644]= 3.05; p< .05), como SWLS (F[3,1644]= 5.25; p< .01) y QHQ (F[3,1644]= 10.23; p< .001). Los resultados pusieron de manifiesto que aquellos adolescentes que practicaban con una frecuencia semanal media o alta, obtuvieron mejores puntuaciones en las variables objeto de estudio (tabla 3).

Para los chicos, los resultados indicaron que existían diferencias significativas en función de la frecuencia de práctica en las puntuaciones obtenidas para los cuestionarios AEG (F[3,757]= 18.51; p< .001), SWLS (F[3,757]= 19.82; p< .001) y GHQ (F[3,757]= 18.40; p< .001) (tabla 2). Para realizar las comparaciones múltiples (post hoc), utilizamos la prueba Scheffe, dada la igualdad de varianza para AEG tras la prueba de Levene (F[3,757]= 2.27; p> .05), y Games-Howell, dado el rechazo a la homogeneidad de varianza, para los resultados en el cuestionario SWLS (F[3,757]= 3.22; p< .05) y QHQ (F[3,757]= 5.87; p< .01). En estos casos, tal y como describimos anteriormente, las diferencias más notables y significativas se encontraban cuando la práctica era media o alta, especialmente en las frecuencias mayores (tabla 4).

Para las chicas, los resultados indicaron que existían diferencias significativas en función de la frecuencia de práctica en las puntuaciones obtenidas para los cuestionarios AEG (F[3,883]= 7.32; p< .001), SWLS (F[3,883]= 8.75; p< .001) y GHQ (F[3,883]= 3.93; p< .01) (tabla 2). Para realizar las comparaciones múltiples (post hoc), utilizamos la prueba Scheffe, dada la igualdad de varianza para AEG tras la prueba de Levene (F[3,883]= .60; p> .05), y Games-Howell, dado el rechazo a la homogeneidad de varianza, para los resultados en el cuestionario SWLS (F[3,883]= 3.05; p< .05) y QHQ (F[3,883]= 4.32; p< .01). En estos casos ocurrió un fenómeno curioso. La percepción de autoeficacia era mejor a medida que se comparaban adolescentes con mayor frecuencia de práctica semanal, siendo los resultados significativos, aunque la percepción de satisfacción vital y salud era más positiva en el grupo que practicaba de forma moderada, siendo las diferencias significativas respecto a los que no practicaban o lo hacían con una frecuencia baja, y sin serlo respecto a las que lo hacían con una frecuencia alta (tabla 5).

Tabla 2. Medias obtenidas en función de la frecuencia de práctica física

Contenido disponible en el CD Colección Congresos nº 20

Tabla 3. Comparación de medias en función de la frecuencia de práctica semanal para la muestra total

Contenido disponible en el CD Colección Congresos nº 20

(* p< .05; ** p< .01; *** p< .001)

Tabla 4. Comparación de medias en función de la frecuencia de práctica semanal para los chicos

Contenido disponible en el CD Colección Congresos nº 20

Tabla 5. Comparación de medias en función de la frecuencia de práctica semanal para las chicas

Contenido disponible en el CD Colección Congresos nº 20

Para la muestra total, los diferentes ANOVAs realizados indicaron que existían diferencias significativas en función de la experiencia que se tenía en la práctica física, tanto en el cuestionario AEG (F[4,1643]= 16.08; p< .001), como SWLS (F[4,1643]= 12.57; p< .001) y GHQ (F[4,1643]= 11.94; p< .001) (tabla 6). Para realizar las comparaciones múltiples (post hoc), utilizamos la prueba Scheffe dada la homogeneidad de varianza tras la prueba de Levene tanto para los resultados en el cuestionario AEG (F[4,1643]= .59; p> .05), como SWLS (F[4,1643]= 1.33; p> .05) y QHQ (F[4,1643]= .43; p> .05). En general, se observa que aquellos adolescentes que llevaban más tiempo practicando tenían mejores autoevaluaciones que los que llevaban menos tiempo o no lo hacían, sobre todo cuando se llevaba practicando tres o más años (tabla 7).

Para los chicos, los diferentes ANOVAs realizados indicaron que existían diferencias significativas en función de la experiencia que se tenía en la práctica física, tanto en el cuestionario AEG (F[4,756]= 11.39; p<.001), como SWLS (F[4,756]= 11.51; p<.001) y GHQ (F[4,756]= 4.88; p<.01) (tabla 6). Para realizar las comparaciones múltiples (post hoc), utilizamos la prueba Scheffe dada la homogeneidad de varianza tras la prueba de Levene tanto para los resultados en el cuestionario AEG (F[4,756]= .22; p> .05), como SWLS (F[4,756]= .53; p> .05) y QHQ (F[4,756]= 1.75; p> .05) (tabla 6). Al igual que en el caso anterior, a mayor experiencia de práctica, la percepción de autoeficacia, satisfacción vital y percepción de salud fueron mejores (tabla 8).

En chicas, los diferentes ANOVAs realizados indicaron que existían diferencias significativas en función de la experiencia que se tenía en la práctica física, tanto en el cuestionario AEG (F[4,882]= 2.85; p< .05), como SWLS (F[4,882]= 4.79; p< .01) y GHQ (F[4,882]= 4.01; p< .01) (tabla 6). Para realizar las comparaciones múltiples (post hoc), utilizamos la prueba Scheffe dada la homogeneidad de varianza tras la prueba de Levene tanto para los resultados en el cuestionario AEG (F[4,882]= .35; p> .05), como SWLS (F[4,882]= .71; p> .05) y QHQ (F[4,882]= .58; p>.05). Igual que en los casos anteriores, a medida que la experiencia de práctica era mayor, las diferencias sobre los grupos que llevaban menos tiempo practicando aumentaban (tabla 9).

Tabla 6. Medias obtenidas en función de la experiencia de práctica física

Contenido disponible en el CD Colección Congresos nº 20

 

Tabla 7. Comparación de medias en función de experiencia de práctica para la muestra total

Contenido disponible en el CD Colección Congresos nº 20

 

(* p< .05; ** p< .01; *** p< .001)

Tabla 8. Comparación de medias en función de experiencia de práctica para los chicos

Contenido disponible en el CD Colección Congresos nº 20

 

(* p< .05; ** p< .01; *** p< .001)

Tabla 9. Comparación de medias en función de experiencia de práctica para las chicas

Contenido disponible en el CD Colección Congresos nº 20

 

(* p< .05; ** p< .01; *** p< .001)

Discución

Los resultados encontrados en este trabajo contribuyen a consolidar las conclusiones señaladas en otros y que asocian la práctica física a la mejora de variables psicológicas implicadas en el bienestar. Específicamente, los datos nos dicen que la práctica física ha estado vinculada a mejores percepciones de autoeficacia general, satisfacción vital y percepción de salud (Ortega, 2005; Stubbe et al., 2007; Candel et al., 2008). Además, hemos intentado concretar varios aspectos para seguir aportando y concretando el tipo de práctica que debemos llevar a cabo para obtener los resultados deseados. La frecuencia y experiencia de práctica física son dos factores que nos hablan de la cantidad de actividad que se ha llevado a cabo, lo que nos ofrece una aproximación a la relación que nuestros participantes han tenido en sus vidas con este tipo de tareas.

La práctica de actividad física, sobre todo si se convierte en un hábito, genera a largo plazo mayores beneficios, teniendo su origen en la modificación de ciertos aspectos orgánicos o psicológicos de las personas que la llevan a cabo. La actividad continuada repercute en una mayor adquisición de competencias y destrezas, lo que genera mayor confianza en la realización de ciertas tareas. Mejores percepciones del esquema corporal, de la imagen personal o ese aumento de la seguridad personal, ayuda a creer más en las posibilidades personales, percibirse con mayor salud y, por lo tanto, estar más felices con la vida que se tiene. Además, el conjunto de interrelaciones que se crean y la sensación de participar, siendo protagonista, de una actividad en la que se comparte la sensación de pertenecer a algo, ayuda a mejorar la sensación de que nuestra vida es más completa (Capdevila, 2005; Olivari y Urra, 2007; León, Medina y Munduate, 2008).

Cuando practicamos con cierta frecuencia y provocamos una adaptación de nuestro cuerpo al esfuerzo que estamos realizando, mejoramos nuestro estado de forma física. Esto hace que exista, siempre que se realice con un adecuado control y con el descanso necesario, un mayor bienestar fisiológico que influye en mejores percepciones como del estado de ánimo y de salud. Además, a medida que una persona crea un estilo de vida activo, indirectamente mejora otros aspectos de sus vidas, tanto higiénicos, como alimenticios, de descanso e incluso de relaciones sociales, aumentando, mejorando y consolidando su red social (Abril y Musitu, 2000; Ortega, 2005). Por lo tanto, cuando las personas llevan varios años realizando este tipo de actividades, se han fortalecido sus percepciones sobre una mejor calidad de vida.

En la adolescencia, crear estilos de vida debe ser un compromiso para educadores, organismos públicos y, en general, toda la población adulta. En estos años se sientan las bases de la vida futura y es el espacio en el que se originan conductas que pueden ser más o menos saludables para las personas. Elegir entre el consumo de tabaco, alcohol, alimentarse bien, descansar adecuadamente, etc., inciden decisivamente en la salud y el progreso del adolescentes (García y Carrasco, 2002). Por eso conducirlos hacia hábitos saludables y alejarlos de aquellos que pueden ser perjudiciales es un reto que debemos asumir (Sallis et al., 2007).

Para medir la percepción de eficacia, hemos utilizado una herramienta que valora de manera general dicho constructo. Aunque diversos autores han teorizado sobre la necesidad de utilizarlo en situaciones específicas, consideramos, estando de acuerdo con autores como Schwarzer (1992) o González y Landero (2008), que podemos utilizar esta medida general. En nuestro trabajo se ha podido comprobar que nos ha servido para discriminar los resultados entre los diversos grupos, encontrándose diferencias significativas y coherentes entre ellos. La autoeficacia implica un grado de seguridad determinado con el que vamos a afrontar diferentes tareas, basado en la interiorización de información, que posteriormente se utilizará, y la mejora de diferentes destrezas. Por lo tanto, serán aspectos que pueden tener una transferencia positiva sobre otros desafíos, dado que no sólo aumenta el repertorio de posibles soluciones, sino la confianza que tenemos para afrontarlos (Bandura, 1986; Devellis y Devellis, 2000).

Aunque las tendencias descritas se han reproducido tanto en chicos como en chicas, debemos llamar la atención sobre varios aspectos. El primero, que la práctica física afecta de forma desigual a chicos y chicas. Aquellas chicas que participaban con una frecuencia media obtuvieron, en general, los mejores resultados. Esto indica que existen factores que habría que controlar y que hacen que la balanza se decante hacia ese lado. En segundo lugar, se aprecia, en algunos casos, que los adolescentes que habían practicado antes y ahora no lo hacían tenían peores puntuaciones que los que nunca lo habían hecho. De hecho, las diferencias más significativas se encontraron entre los que llevaban practicando tres o más años y los que no practicaban, pero lo habían hecho antes. Esto puede deberse a un efecto rebote que pueda haber provocado el cese de este tipo de actividades, de tal forma que al pasar de un estilo de vida a activo a otro más sedentario se haya producido un descenso en la valoración de su bienestar. En ambos casos habrá que seguir profundizando para obtener conclusiones precisas, ya que nos resulta interesando profundizar en estos hechos.

Para terminar, podemos decir, en primer lugar, que nuestro trabajo pone de manifiesto la repercusión de la cantidad de práctica semanal sobre la percepción de autoeficacia, satisfacción vital y salud, obteniendo mejores valoraciones aquellos que practicaban con mayor frecuencia. Por otro lado, a medida que se consolidan hábitos de práctica física, los adolescentes participantes en nuestro estudio valoraban mejor estas autopercepciones, lo que indica la necesidad de convertir estas prácticas en verdaderos hábitos de vida.

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