Salud física y mental en la tercera edad y su relación con los índices de depresión
Salud física y mental en la tercera edad y su relación con los índices de depresión
Resumen
El objetivo de este estudio es evaluar los estados de salud física y mental (SF-36; Alonso y Caballero, Prieto, y Antó, 1995) en personas mayores, en función del género y su relación con los índices de depresión (GDS, Brink y cols., 1982; Yesavage y cols., 1983) antes y después de un entrenamiento con vibraciones de cuerpo completo (WBV). Han participado 12 sujetos, 8 hombres y 4 mujeres, con edades comprendidas entre los 73 y 86 años, habitantes de Castilla y León, institucionalizados y sin complicaciones en su estado de salud que pudieran agravarse por la realización de sesiones de entrenamiento de vibraciones, formaron parte voluntariamente de la muestra de estudio. Todos ellos fueron sometidos a un programa de 9 semanas de entrenamiento con vibraciones de cuerpo completo o Whole Body Vibration (WBV), en las que realizaban 12 ejercicios diferentes. Administrando el cuestionario en la evaluación inicial, previa a las sesiones de entrenamiento, y en la evaluación final, al finalizar dicho entrenamiento a las 9 semanas. Los resultados muestran que se producen modificaciones en los hombres en las dos administraciones, en la escala de Salud Mental (p=,003* y p=,007* respectivamente), y en la Dimensión Física (p=,008* y p=,034* respectivamente). En la primera administración obtenemos resultados significativos para los hombres en las escalas de Dolor corporal (p=,009*), Vitalidad (p=,026*), Función social (p=,020*), Rol emocional (p=,062*), y Dimensión Mental (p=,002*).
En la segunda administración obtenemos resultados significativos para los hombres en las escalas de Función Física (p=,091*), y Salud general (p=,021*), en relación a las dimensiones medidas por el SF-36. En relación a los índices de Depresión, obtenemos resultados significativos en sentido inverso para la primera administración, en las escalas de Dolor Corporal (p= -,715**), Salud General (p= -,629*), Vitalidad (p= -,764**), Rol Emocional (p= -,658*), Salud Mental (p= -,863**), y las dimensiones Física (p= -,893**), y Mental (p= -,796**). En la segunda administración, correlacionan negativamente las escalas de Salud General (p= -,689*), y Salud Mental (p= -,662*). Al estudiar los valores que asignan ambos géneros a los factores de la salud, observamos que son los varones los que tiene valores más elevados casi en la totalidad de los factores de salud, indicio de una mejor calidad de vida. Si hacemos referencia a los valores medios de las dimensiones de salud en función del género destacamos que las diferencias de los hombres con las mujeres son significativas a favor de ellos. Estas diferencias pueden deberse a que las mujeres tienden a vivir con más enfermedades crónicas y mayores problemas en la función física. Ante las correlaciones entre las dimensiones del SF-36 y la media de depresión obtenida a través del GDS, los resultados se muestran inversamente significativos. Podemos concluir que a mayor puntuación en los componentes Físico y Mental o psicosocial de la salud, menor es la probabilidad de padecer síntomas depresivos y viceversa. En cuanto a la dimensión mental está demostrado que unos niveles óptimos en las relaciones sociales de las personas contribuyen al descenso en los síntomas depresivos (Cervilla y Prince, 1997). En cuanto a la dimensión Física, está demostrado que las personas que sufren dolor poseen niveles más elevados de depresión. Una óptima calidad de vida en la tercera edad conlleva una disminución de los índices de depresión. Es necesario prestar más atención a la influencia del programa de vibraciones en los estados de salud física y mental en personas mayores.
El envejecimiento demográfico es una realidad en gran parte del mundo, que adquiere una especial relevancia en los países desarrollados. Las tendencias actuales se centran en reducir la morbilidad y hacer frente a la invalidez, cuyos objetivos son el desarrollo de tratamientos y tecnologías destinadas a prevenir las enfermedades que crean minusvalías, prolongar la calidad de vida y reforzar la independencia funcional.
Muchas personas mayores con estilos de vida sedentarios, están peligrosamente cerca de su nivel de capacidad máxima durante actividades normales de la vida diaria. Levantarse de una silla o subir las escaleras requieren de esfuerzos máximos en aquellos ancianos que tienen una pobre capacidad funcional. Una pequeña disminución del nivel de actividad física en estas personas podría provocar el paso desde un estado de independencia a un estado de discapacidad que se caracteriza por la necesidad de asistencia para la realización de las actividades cotidianas.
Tradicionalmente se ha considerado que la discapacidad tenía el origen en una enfermedad o en una patología, actuales evidencias hacen pensar que los estilos de vida sedentarios también pueden ser una causa de debilidad en los últimos años de vida, especialmente en los octogenarios y nonagenarios (Chandler y Handley, 1996; Dipietro, 1996; Morey, Pieper y Cornoni-Huntley, 1998). Sin embargo, a pesar de que muchos declives son inevitables con la edad, existen pruebas que indican que las personas mayores activas mantienen un funcionamiento más saludable que aquellas que son sedentarias (Landi y cols., 2007).
Por lo tanto, la discapacidad y la debilidad podrían ser en gran medida el resultado de no utilizar los músculos y no del proceso de envejecimiento (Wagner, LaCroix, Buchner y Larson, 1992). Junto con el tabaco y una dieta poco saludable, la inactividad física es un factor de riesgo significativo, común y previsible, de enfermedades no transmisibles, ya que contribuye a un gran número de muertes por año, y es generalmente reconocida como un problema grave de salud pública (Tessier y cols., 2007). Otra de las principales razones que justifica la importancia de la actividad física para la salud de los individuos es el incremento del sedentarismo como componente del estilo de vida de la población occidental, provocado por la evolución tecnológica e industrial en el transcurso de este último siglo (Tomás, 1996). De esta manera, la actividad física ha sido identificada como un área prioritaria en la promoción de la salud.
Una gran cantidad de investigaciones apoyan que la actividad física regular se asocia con un menor riesgo de mortalidad y las principales enfermedades crónicas (Garatachea y cols., 2009; Wheat y cols., 1996; Huang y cols., 1998; Paffenbarger y cols., 1992), aumentando la expectativa de vida algo más para aquellos que mantienen un estilo de vida activo. Aseguran a personas de todas las edades, hombres y mujeres, beneficios evidentes para la salud física, social y mental, así como para su bienestar general (Stewart y King, 1991).
Los efectos beneficiosos del ejercicio sobre la salud física en las personas ancianas están claramente establecidos en la literatura científica (Jiménez Torres, Martínez Narváez-Cabeza de Vaca, Miró y Sánchez, 2008; Miller, Rejeski, Reboussin, Ten Have, y Ettinger, 2000). Según la investigadora Dipietro (1996), la actividad física regular es importante para incrementar o mantener sus capacidades físicas y, en consecuencia, para mantener una vida independiente. La actividad física de intensidad moderada se ha recomendado en adultos como una estrategia efectiva para prevenir las enfermedades crónicas asociadas al estilo de vida tales como hipertensión, enfermedad cardiovascular, diabetes y obesidad. Además, el ejercicio regular mejora la función y decrece la morbilidad (Fries, Singh, Morfeld, O’Driscoll, y Hubert, 1996) y mortalidad (Paffenbarger y cols. 1993) en ancianos. En general, los estudios epidemiológicos han asociado el ejercicio aeróbico, a una mejora del perfil de los factores de riesgo cardiovascular, a una mayor movilidad y capacidad para llevar a cabo las funciones diarias, a menores tasas de fracturas y mayor densidad mineral ósea, a mejores habilidades cognitivas y a menor depresión (Wagner y cols., 1992).
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se define el Estado del Bienestar (“Well-being”) como aquél en el que se produce un equilibrio entre la dimensión física, psíquica y social del individuo (Meléndez, 2000). Así pues, desde una vertiente más psicosocial, se reconoce que la actividad física realizada de forma regular es importante para la salud no sólo física sino también mental, ya que produce beneficios a corto y largo plazo sobre el funcionamiento emocional, haciendo que la gente se sienta bien en general o se sienta mejor tras realizar la actividad (Tabernero y Márquez, 1996). Entre los beneficios a largo plazo, tenemos mejoras en el grado de satisfacción con la vida, en la autoestima y la autoeficacia y asociado un marcado descenso en la aparición de estados emocionales negativos, como la ansiedad o la depresión (Hernández Martos, 2001). Aunque hay algunos informes de que el riesgo de desarrollar síntomas depresivos no se asocia con el nivel de actividad física (Lampinen y Heikkinen, 2003), la evidencia actual de la investigación epidemiológica sugiere que la actividad física puede ser eficaz en el alivio de los síntomas depresivos (Lampinen y Heikkinen, 2002; Kerse y cols., 2010).
En la vejez por tanto, el ejercicio mantiene a las personas desde un punto de vista funcional, mejorando así la calidad de vida y permitiéndoles realizar las tareas de la vida cotidiana y conservar la independencia (Ferrando, 1984; Hernández-Vázquez, 1995). Mediante la realización de programas de ejercicio encuentran también apoyo social que les permite enfrentarse a los cambios que se producen en sus circunstancias personales. En lo que se refiere a capacidades cognitivas, se ha comprobado que el ejercicio produce efectos directos e debido primordialmente al aspecto motivacional (Molloy, Beerschoten, Borrie, Crilly, y Cape, 1998).Al mismo tiempo que ocurre esta mejoría en la función cognitiva, también se aprecia una sensación de bienestar físico y emocional, mejorando globalmente algunos aspectos como el autoconcepto, la autoestima y la imagen corporal (Márquez, 1995).
El propósito de este estudio fue investigar en una muestra de ancianos españoles si la exposición a un entrenamiento de vibraciones está relacionado con la calidad de vida relacionada con la salud (CVRS) y los síntomas de la depresión.
Método
Sujetos y procedimiento
La muestra está constituida por 12 sujetos, con una edad comprendida entre los 73 y 86 años y una media de edad de la muestra de 80,81(±3,68) años. El grupo de los hombres cuenta con una media de edad de 81 años y el de las mujeres de 80 años, con una desviación típica de (±3,78) y (±3,89) años respectivamente.
La diferencia existente entre el número de personas de género masculino y el de género femenino, se debe principalmente a las exclusiones llevadas a cabo para la aplicación del entrenamiento con vibraciones.
Se entendió como criterio de exclusión la presencia de condiciones como: trombosis, marcapasos, operaciones recientes, implantes de cadera o de rodilla, hernia, discopatía, espondilosis, diabetes aguda, epilepsia, infecciones recientes, migraña severa o tumores. Dichas exclusiones se llevaron a cabo por el médico del centro.
Se obtuvo un consentimiento firmado por escrito durante la fase de familiarización con el estudio y este fue aprobado por el Comité de ética de la Universidad de León. Todos los participantes estaban física y mentalmente capacitados para participar en el estudio, y todos ellos dieron su consentimiento informado.
Previo a la administración de la batería de cuestionarios, se tomaron una serie de decisiones teniendo en cuenta la franja de edad de los sujetos de la muestra:
- La recopilación de la información se llevó a cabo mediante entrevistas individualizadas, debido a las dificultades que poseían para leer, escribir, y comprender las preguntas.
- Los sujetos fueron divididos en grupos de entrenamiento según el protocolo de vibración al que eran sometidos, y según estos grupos, se llevaban a cabo las entrevistas.
- La administración de los cuestionarios se dividió en tres sesiones. En la primera sesión se completaba el Cuestionario sociodemográfico y el Cuestionario de salud SF-36, cuyas preguntas están fuertemente relacionadas. En la segunda sesión, se administraban la Escala de Depresión Geriatrica
- Se decidió no estipular un tiempo máximo de cumplimentación de los cuestionarios.
Las características físicas de los participantes del estudio de acuerdo el género se presentan en la Tabla 1.
Tabla 1. Características físicas de los sujetos, n, ± (Desviación Típica)
Evaluación de la calidad de vida relacionada con la salud (cvrs)
CVRS se evaluó mediante el SF-36 (Ware, Snow, Kosinski y Gandek, 1993.). La versión española del SF-36 es un instrumento validado (Alonso y Caballero, Prieto, y Antó, 1995). Cuenta con un total de 36 items que evaluan ocho dimensiones o escalas de salud física y mental: función física, rol físico, dolor corporal, salud general, vitalidad, función social, rol emocional y salud mental. Las puntuaciones van de 0 a 100 y las puntuaciones más altas indican una mejor CVRS. Por otra parte, el instrumento permite calcular dos componentes mediante la combinación de las puntuaciones de las diferentes escalas: el Componente Físico de la salud, compuesto por la Función Física, el Rol Físico y el Dolor Corporal, y el Componente Mental o Psicosocial formado por la Función Social, el Rol Emocional y la Salud Mental. Las escalas de Vitalidad y Salud General están asociadas tanto a los aspectos físicos como mentales.
Evaluación de los síntomas depresivos
Los síntomas de depresión se midieron por el GDS (Brink y cols., 1982; Yesavage y cols., 1983). La versión española validada de la escala GDS (Fernández-San Martín y cols., 2002) se compone de 30 preguntas con una dicotómica sí / no respuesta que se evalúa como 1 o 0. Una respuesta con un valor de 1 indica la presencia de un síntoma depresivo. Hay 10 items que deben ser decodificados siendo la respuesta No la que puntúa con 1. Una vez obtenida la puntuación cuantitativa, y siguiendo las pautas de los autores de la escala, clasificamos los síntomas depresivos de los sujetos con una puntuación entre cero y diez como normales, con valores entre 11 y 20 como síntomas depresivos suaves y de 21 puntos en adelante como depresión de moderada a severa.
Programa de estimulación vibratoria
Se utilizó una Plataforma de vibraciones FitVibe (Fitvibe, GymnaUniphy NV, Bélgica).
El programa de estimulación vibratoria duraba 9 semanas y consistía en 12 ejercicios, realizados 3 veces por semana. Las frecuencias utilizadas oscilaban entre 30-45 Hz y una amplitud constante de 2 mm. La duración del ejercicio iba de 30 a 50 segundos y el tiempo de descanso era de 3 minutos.
Durante las primeras dos semanas realizaban los 6 primeros ejercicios de manera estática:
A: Sentado en una silla con ambos pies sobre la plataforma (Estático)
B: Sentado en una silla y de puntillas (Estático).
C: De pie fuera de la plataforma y con una pierna sobre ella (alternado) (Estático).
D: De pie fuera de la plataforma, tomando las correas y ejerciendo fuerza de bíceps (Estático).
E: De pie fuera de la plataforma, tomando las correas y ejerciendo fuerza de hombros (Estático).
F: De pie fuera de la plataforma, separado 1 metro, ejerciendo fuerza con las correas por el costado del cuerpo y hacia atrás
Y las siete posteriores los otros 6, de forma dinámica:
G: Squat (120º – 130º) (Dinámico).
H: Squat profundo (90º), (Dinámico)., (Estático).
I: Squat amplio, (Dinámico).
J: Gemelos
K: Bíceps con correa, (Estático).
L: Hombros con correa, (Estático).
Análisis estadístico
Todos los análisis se realizaron utilizando el programa SPSS para Windows, versión 17.0 (SPSS Inc., Chicago, IL, EE.UU.), y nivel de significación estadística se estableció en p <0,05. En primer lugar, y para obtener los resultados generales del estudio, se llevó a cabo una estadística descriptiva con el fin de hallar la media aritmética, desviación típica y frecuencias para la muestra total, así como en función de su distribución atendiendo a las distintas variables estudiadas.
Posteriormente, se realizó un análisis de varianza a una vía (ANOVA) nos permitió determinar la existencia o no de diferencias entre grupos así como la significación estadística de las mismas. Analizamos las diferencias significativas existentes entre los factores, dimensiones, subescalas e índices de los cuestionarios utilizados entre los sujetos. Las variables tomadas en cuenta para dicho análisis han sido el género, y el momento de la administración de los cuestionarios, anterior al trabajo con plataforma vibratoria y posterior tras 12 semanas de entrenamiento.
La asociación de la CVRS y los síntomas de la depresión se evaluó mediante análisis de correlación de Pearson.
Resultados
Los resultados ANOVA para el SF-36 son significativamente mayores para los hombres que para las mujeres. Como podemos observar se producen modificaciones en los hombres en las dos administraciones, en la escala de Salud Mental (p=,003* y p=,007* respectivamente), y en la Dimensión Física (p=,008* y p=,034* respectivamente). Se observaron también diferencias significativas en los síntomas depresivos en las mujeres en las dos administraciones. En la primera administración obtenemos resultados significativos para los hombres en las escalas de Dolor corporal (p=,009*), Vitalidad (p=,026*), Función social (p=,020*), Rol emocional (p=,062*), y Dimensión Mental (p=,002*). En la segunda administración obtenemos resultados significativos para los hombres en las escalas de Función Física (p=,091*), y Salud general (p=,021*). La Tabla 2 muestra las puntuaciones en los factores y dimensiones del SF-36 y en los síntomas depresivos, agrupados de acuerdo al momento de administración, y el sexo.
Tabla 2. Análisis entre los factores del Cuestionario SF-36, y los síntomas depresivos con respecto al momento de la administración y el género. *Diferencia significativa.
La asociación de la CVRS y los síntomas de la depresión se evaluó mediante análisis de correlación de Pearson.
Los resultados de la primera administración, ver Tabla 3, en relación a los índices de Depresión, correlacionan significativamente en sentido inverso, las escalas de Dolor Corporal (p= -,715**), Salud General (p= -,629*), Vitalidad (p= -,764**), Rol Emocional (p= -,658*), Salud Mental (p= -,863**), y las dimensiones Física (p= -,893**), y Mental (p= -,796**).
En la segunda administración, ver Tabla 4, correlacionan significativamente en sentido inverso las escalas de Salud General (p= -,689*), y Salud Mental (p= -,662*). Algunas de las correlaciones entre los factores y dimensiones del SF-36 y los síntomas de depresión también fueron observados para ambas administraciones.
Tabla 3. Correlaciones entre los factores de la CVRS y los síntomas depresivos en la primera administración.
Tabla 4. Correlaciones entre los factores de la CVRS y los síntomas depresivos en la segunda administración
En cuanto al género, solo se observaron correlaciones negativas con diferencias significativas en la primera administración en relación a los índices de depresión, para las mujeres en la Dimensión Física (p= -,956*), y en los hombres en la Salud General (p= -,739*).
Discusión
Hay pocos estudios que analicen los efectos del entrenamiento VIB en personas mayores (Runge, Rehfeld, y Resnicek, 2000; Iwamoto y cols., 2004; Miyamoto y cols., 2003; Russo y cols. 2003; Roelants, Delecluse y Verschueren, 2004), pero no se hemos encontrado estudios que hagan referencia al entrenamiento con vibraciones relacionado con la CVRS.
En la primera administración, hombres y mujeres valoran los mismos factores pero en diferente orden. Las mujeres puntúan en mayor medida los factores: Rol físico, Función Física y Función Social, sin embargo, el orden de los hombres es, Función Física, Rol Físico y Función Social. Las mejores puntuaciones obtenidas para las escalas de Función Social y Rol Emocional son resultados similares a los de otros estudios que trabajan tanto con población anciana española (Alonso y Caballero y cols., 1998a, 1998b; Gené y cols., 1997; López-García y cols., 2003) como internacional (Jureša y cols. 2000; Mishra y Schofield, 1998; Persson, Karlsson, Bengtsson, Steen y Sullivan, 1998). El hecho que el Factor Función Física sea de los más valorados puede ser debido a que el proceso de envejecimiento, suele ir acompañado de un descenso en la capacidad de trabajo y de un aumento de los problemas crónicos de salud que limitan a las personas a realizar esfuerzos intensos e incluso moderados necesarios para los movimientos de la vida cotidiana como llevar la bolsa de la compra, subir escaleras, agacharse o arrodillarse, bañarse o vestirse, etc. (Fone, y Lundgren-Lindquist, 2003).
Los valores medios de todos los factores de salud, a excepción del Dolor Corporal en la segunda administración, fueron mayores en los hombres que en las mujeres, las diferencias se muestran significativas a favor de la población masculina. Los valores en los hombres más elevados en casi la totalidad de los factores de salud, son un indicio de una mejor calidad de vida. Estos resultados, coinciden con los obtenidos en otras investigaciones con características similares (Alonso y Caballero, 1998b; Deck, Kohlmann, y Jordan, 2002; Kaplan, Anderson, y Wingard, 1991; López-García y cols., 2003; Meléndez, Montero y Jiménez-Sánchez, 2001; Walters, Munro y Brazier, 2001). Según señalan Alonso y Caballero y cols., (1998b), el peor estado de la salud percibida en las mujeres, es obtenido de manera similar en la mayoría de indicadores de salud general y de limitación funcional de las encuestas de salud (Alonso y Caballero y cols., 1990).
En los resultados obtenidos por Deck, Kohlmann y Jordan (2002), indican que los hombres con buen estado de salud y una edad entre 50 y 85 años, poseen mejores niveles de bienestar en la mayoría de los factores de la calidad de vida comparados con los de las mujeres de la misma edad.
A nivel general, el Factor Salud General es el menos valorado. Las puntuaciones obtenidas se muestran significativas para los hombres en la segunda administración. Sin lugar a duda, generalmente la salud se deteriora tanto a nivel mental como a nivel físico a medida que nos hacemos mayores, por lo que estos resultados guardan una lógica al reflejar que la percepción de la salud empeora con los años. La década de los 80 ha sido identificada como un periodo crítico en el que el riesgo de discapacidad o muerte es sustancial (Lundgren-Lindquist y Jette, 1990), por lo que las perspectivas futuras y de resistencia a enfermar valoradas para este factor son pesimistas.
Si hacemos referencia a los valores medios de las Dimensiones de Salud en función del género, los hombres puntúan en mayor medida la Dimensión Física en ambas administraciones, además de la Mental o Psicosocial en la segunda administración. Destacando en todas ellas diferencias significativas con respecto a las mujeres. Estas diferencias pueden deberse a que las mujeres tienden a vivir con más enfermedades crónicas, con mayores problemas en la función física y superiores índices de discapacidad comparado con los varones (Deck y cols., 2002; Kaplan y cols., 1991; Noro y Aro, 1996; Wood y cols., 2005).
Como hemos señalado a lo largo del trabajo, la depresión es el problema psiquiátrico más frecuente a medida que nos hacemos mayores (Alcalá, Camacho, y Giner, 2007). En nuestro estudio, obtenemos resultados significativos para las mujeres en las dos administraciones, en la puntuación media observamos que hay un descenso aunque no era significativo. Existen numerosos autores que también demuestran que las personas ancianas deprimidas sufren una disminución de los síntomas depresivos como resultado de la realización de actividad física (Baker, Cahalin, Gerst, y Burr, 2005; Camacho, Roberts, Lazarus, Kaplan y Cohen, 1991; Guillén, Castro y Guillén, 1997; Lampinen y Heikkinen, 2002; Piccinelli y Wilkinson, 2000; Ruuskanen y Ruoppila, 1995). La práctica de ejercicio físico intenso se relaciona con una mejor percepción de la salud y una menor incidencia de los síntomas depresivos (Blumenthal y cols., 1999; Dunn, Trivedi, Kampert, Clark, y Chambliss, 2005; Singh, Clements y Fiatarone, 1997). Investigaciones como la de Peri y cols. (2007); Ruuskanen y Ruoppila (1995); y Piccinelli y Wilkinson (2000) muestran que las mujeres sufren síntomas depresivos con mayor frecuencia, o que son más propensas a ello. Nuestros resultados muestran puntuaciones significativamente más elevadas en la depresión por parte de las mujeres que en los varones en los dos momentos de administración. Los estudios de Kessler y cols., 1994, indican que existe mayor vulnerabilidad de las mujeres a padecer depresión y a la prevalencia de sus síntomas. En los hombres sucede todo lo contrario, las puntuaciones medias se vieron incrementadas tras la exposición al entrenamiento con vibraciones.
Como podemos observar, los resultados en la correlación entre los factores y dimensiones de la salud muestran que correlacionan entre sí de manera significativa. Estos resultados podrían anunciar que, para gozar de una buena calidad de vida en las últimas etapas de la vida, es necesario mantener unos niveles de salud tanto físicos como mentales, puesto que unos están directamente relacionados con los otros (Wolinsky y cols., 2006).
Ante las correlaciones entre las dimensiones del SF-36 y la media de depresión obtenida a través del GDS en la primera administración, podemos decir que las correlaciones se muestran altamente significativas y en sentido inverso en los factores de Dolor Corporal, Salud General, Vitalidad, Rol Emocional, Salud Mental y en la Dimensión Física y la Dimensión Mental. En cuanto a la Dimensión Mental está demostrado que unos niveles óptimos en las relaciones sociales de las personas contribuyen al descenso en los síntomas depresivos (Cervilla y Prince, 1997). En cuanto a la dimensión Física, está demostrado que las personas que sufren dolor poseen niveles más elevados de depresión. Podemos concluir entonces, que a mayor puntuación en dichas dimensiones, menor es la probabilidad de padecer síntomas depresivos, y viceversa.
En la segunda administración obtenemos también correlaciones significativas en sentido inverso pero solo en los factores de Salud General y la Salud Mental. El hecho de que el factor Salud General se haya mantenido en las dos administraciones puede ser debido a que los síntomas depresivos han sido correlacionados con una disminución de la capacidad funcional (Crystal, Sambamoorthi, Walkup y Akincigil, 2003). Una posible explicación a porque el resto de factores no se mantuvo significativamente correlacionado en la segunda administración puede ser debida a que el entrenamiento con vibraciones se realizaba dentro de la instalación en la que los ancianos residían, nada parecido a la actividad física que solían realizar, y posiblemente dicho entrenamiento no resultaba excitante para ellos.
Los resultados de este estudio muestran que el protocolo de entrenamiento de vibraciones administrado a los ancianos no produce o mantiene la CVRS previa a dicho entrenamiento. Ahora bien, el hecho de que el entrenamiento llevado a cabo en nuestro estudio no haya mantenido la CVRS previa al entrenamiento de vibraciones, es evidentemente una confirmación de la necesaria especificidad del entrenamiento y sus adaptaciones. Es necesario prestar más atención a la influencia del programa de vibraciones en los estados de salud física y mental en personas mayores.
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