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1 Feb 2012

Una cenicienta llamada maría

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Contenido disponible en el CD Colección Congresos nº18.

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La educación se ha interesado siempre más por el hacer que por el sentir, pero quizá convenga cambiar ahora la perspectiva; acostumbrarse a sentir es empezar a sentirse, y al verbalizar lo que sentimos se produce el conocimiento; pero conocerse es vivir, y por eso decimos que, ante todo, aprender es aprender a pensar desde el cuerpo.

Autor(es): Isaac José Pérez López
Entidades(es): Universidad de Granada
Congreso: IX Congreso Internacional sobre la Enseñanza de la Educación Física y el Deporte Escolar
Úbeda 8 – 11 de Septiembre de 2011
ISBN: 9788461536665
Palabras claves: Educación Física, imagen de la asignatura, reflexión docente, enfoque educativo

Una cenicienta llamada maría

Resumen

Si hay una opinión arraigada en la población con respecto a la Educación Física es que se trata de una de las asignaturas de menor importancia para la formación del alumnado, llegando a catalogarse como de segunda categoría. Y, además, que no requiere, o no debe hacerlo, un gran esfuerzo para aprobar. En definitiva, lo que habitualmente se conoce como asignatura María.

Esta concepción de la Educación Física, junto a circunstancias como la ausencia de estabilidad en el currículum en los últimos años, no ha ayudado a su profesorado a tener muy claro hacia dónde orientar las prácticas escolares. Es más, algunos de ellos han llegado a convertirse incluso, en ocasiones, en cómplices de la imagen que de esta asignatura se ha generalizado, ya sea por acomodación, desidia, etc.

Sin embargo, y por fortuna, a pesar de todo ello la Educación Física es una cenicienta que, como la del cuento, no es lo que “parece”, sino que está “infrautilizada”, pues no se ha sabido aprovechar, o vender adecuadamente, el enorme potencial que atesora dentro del ámbito escolar.

Por todo ello, en la presente comunicación se presentan 15 pilares fundamentales, avalados por más de una década de experiencia como profesor de Educación Física en E.S.O., a partir de los cuales poder construir propuestas que ayuden a revalorizar la Educación Física en el ámbito escolar desde una perspectiva eminentemente educativa.

Introducció

¿Y quién es María?

Tras la lectura de un título como el que da nombre a esta comunicación es lógico preguntarse: ¿Y quién es María?, ¿una cenicienta? Pero ¿estamos es un cuento o en un Congreso de Educación Física (E.F.)? Pues bien, éstas son preguntas de fácil respuesta. Comenzando por la primera de ellas, decir que lo de María no es más que el apodo o sobrenombre de una asignatura de nombre EDUCACIÓN y primer apellido FÍSICA. De hecho, no hay más que preguntar a cualquiera que haya ido a la escuela por la E.F. (o gimnasia, desgraciadamente aún hoy para una gran mayoría) para obtener una rápida y sencilla respuesta: “Una María”.

En realidad no posee esta calificación en exclusividad, pues se trata de una más dentro de un cajón de sastre en el currículum escolar, pero este hecho no minimiza las graves implicaciones educativas que esta circunstancia provoca en ella. Un hándicap muy importante con el que cuenta la E.F. escolar es que padres, madres, alumnado, profesorado de otras materias, etc., tienen ideas muy precisas y firmes sobre lo que debe hacerse en las clases de E.F. y, dicho sea de paso, no se caracteriza por ser una concepción muy educativa. Ese conjunto de creencias compartidas funciona como una red que intenta atrapar y situar en el lugar que “le corresponde” a todo aquel que trata de hacer las cosas de otra manera (Barbero, 1996). El peso de la tradición, como señala López Pastor (2000:23), “es tal, que el proceso más habitual, fácil y sencillo es asumirlo y reproducirlo sin demasiados cuestionamientos”, lo que acaba dotando a la E.F. de superficialidad y dando pábulo a su condición de María.

Por tanto, el único modo de invertir esa tendencia pasa por estar plenamente convencido de las posibilidades del área y por vivir como una auténtica vocación la labor educativa. En este sentido, el presente trabajo nace como un acto de responsabilidad y compromiso con la E.F. y su alumnado, pues es necesario ser autocríticos con la profesión si verdaderamente se pretende dar un salto de calidad que ayude a mejorar y dignificarla. Pero desde una perspectiva constructiva, como se verá a lo largo de la comunicación.

Como han evidenciado diversos estudios (Bores et al. 1994; Castrillo et al. 1997; Gil y Contreras, 2003; Pérez López, 2007) la imagen que de la E.F. y su profesorado posee gran parte de la comunidad educativa no es muy positiva, a pesar de que existen muchos compañeros que son un verdadero ejemplo en la profesión, y gracias a los cuales ésta se justifica en el currículum escolar. Pero, desgraciadamente, son muchos igualmente los que dan ejemplo de todo lo contrario, dando lugar a los estereotipos que se han originado en torno a ella y su profesorado (González Arévalo, 2006; Pérez López, sometido), así como a las repercusiones que éstos traen consigo.

Hay quien declara, de manera contundente, que “la Educación Física no ha sabido mostrar identidad, si es que la tiene, sino que ha actuado como un espejo al servicio de otros intereses” (Martínez Álvarez, 2000:105). Esto ha provocado, junto a otros motivos, una gran incapacidad para lograr imponerse socialmente como una disciplina escolar relevante, lo que la ha situado en una situación de riesgo en muchos países (Hardman y Marshall, 2000). En el estudio que realizan estos autores a nivel mundial sobre la consideración curricular de la E.F., además, recogen múltiples referencias a la marginación de ésta, al estatus inferior y la imagen de baja estima que existe al respecto por parte de grupos significativos en el ámbito escolar, como directores de los centros, los propios compañeros o los padres de los alumnos.

La celeridad de los cambios que se están produciendo en la sociedad, y la consecuente necesidad de una actualización de la Educación, reabre nuevamente el debate (o, mejor dicho, potencia que siga abierto) sobre la E.F. De hecho, desde hace ya más de una década, se viene abogando por una evolución de la asignatura, en un intento de elevar el potencial educativo con el que evidentemente cuenta (Devís y Peiró, 2001; Fraile, 2003; Fernández Balboa, 2001; Generelo, 1998; López Pastor et al. 2003, entre otros). Y, de este modo, mostrar definitivamente sus posibilidades dentro del currículum escolar.

Gran parte del problema radica en que durante mucho tiempo, cuando se ha tratado de reivindicar un lugar para la E.F., se ha perdido la perspectiva en favor de aquello que la distingue, su “apellido” Física, cuando lo verdaderamente importante debe ser lo que la hace igual al resto, el vocablo Educación. Es decir, no se trataría tanto de educar físicamente a los alumnos como de, físicamente, aprovechando las peculiaridades y oportunidades que brinda este área, contribuir a la construcción de la personalidad de los alumnos y a su formación integral, lo que constituye la principal finalidad de todo acto educativo. En definitiva, como reconocen López Pastor et al. (2003: 24):

“parece obvio que muchas de las razones del bajo estatus que tiene nuestra asignatura nos la hemos ganado a pulso (la EF como un recreo más -partidillos, tiempo libre, recreacionismo-; la permisividad en el incumplimiento de las horas designadas para el área; la utilización del área como premio o castigo para el comportamiento en otras materias, o para el desfogue entre ellas; la utilización de sistemas de evaluación-calificación inadecuados; el sexismo; la ausencia de programaciones sistemáticas y el `todo vale´; la reiteración de contenidos;…)”. 

¿Por qué cenicienta?

A pesar de todo lo comentado hasta el momento, y como se reflejaba en el título de esta comunicación, esta María es una cenicienta que, como la del cuento, no es lo que parece, sino que esconde (atesora) un potencial enorme dentro del ámbito escolar. Por tanto, desde este trabajo no se quiere dar a entender que ya no hay vuelta atrás, que la batalla está perdida, sino todo lo contrario.

Aunque pueda parecer una asignatura “desaliñada”, es decir, descuidada y sin un orden lógico en su vestimenta (o, lo que es lo mismo, en la secuenciación de objetivos y contenidos, supeditada a la “libre” elección del profesor de turno), algo marginada (esto más que una apariencia es una triste realidad) y con escasa autoestima o complejo de inferioridad (en muchos casos), cuando decide aprovechar su oportunidad, pues es innegable el enorme valor que tiene formar parte del currículum escolar (a pesar de las dificultades…) y arreglarse un poquito, por fortuna ha dado muestras de los grandes resultados que puede alcanzar (Chillón, 2005; Pérez López, Delgado y Rivera, 2009a, 2009b, 2010, por ejemplo). De hecho, un atractivo vestido (planificado con criterio y responsabilidad, teniendo como referencia los objetivos y no los contenidos), adornado con unos complementos adecuados y un poquito de maquillaje (contenidos significativos), que llamen la atención y favorezcan los puntos fuertes que esta cenicienta posee, junto a un poquito de desparpajo (metodología) y no habrá príncipe (alumnado, familia, directores, etc.) que se le resista.

Siguiendo con esta metáfora infantil, o cuento de hadas, probablemente muchos de nosotros hayamos vivido ese bonito sueño donde hemos podido encontrar a nuestro príncipe. O, lo que es lo mismo, hemos visto crecer a nuestros alumnos (en el amplio sentido de la palabra) e, incluso, en ocasiones hemos podido descubrir en su ojos un brillo muy especial de agradecimiento hacia nuestro compromiso y preocupación por ellos. Sin embargo, también es cierto que en ocasiones nos hemos quedado con la miel en los labios como consecuencia del hechizo que a las 00.00h nos devolvía dolorosamente a la realidad diaria (por culpa de la falta de apoyo de la dirección del centro, de la incomprensión de determinados compañeros de departamento o de algunas familias, etc.).

Ya es hora de romper ese hechizo, y para ello será de vital importancia comenzar por abandonar totalmente el lastre del complejo de inferioridad que aún arrastran muchos. La E.F. cuenta con argumentos suficientes como para justificar su presencia dentro del currículum actual sin necesidad de venderse mediante una imagen “atractiva” pero vacía, presionados al tratar de cumplir con las expectativas que la sociedad tiene acerca de esta materia. Su profesorado no será visto con otros ojos a los de una simple y haraposa sirvienta hasta que no esté plenamente convencido de su valor, y dé muestras de su voluntad de cambiar el rumbo de su historia. Está en sus manos que la E.F. sea una parte valorada, superando la situación de “marginación” que durante tanto tiempo lleva sufriendo, ya que “sin él, toda posibilidad de cambio, no dejará de ser más que una excelente declaración de buenas intenciones” (Rivera, 2001:625). Es más, la combinación de una mayor dosis de confianza en las posibilidades educativas de la E.F. y de autoestima como educadores serán el añorado zapato que romperá definitivamente el hechizo que nos permitirá cambiar nuestra imagen y, con ello, nuestro futuro, pues como advierte Julio Rogero, en la entrevista con Carbonell (1999:13), al hablar de los profesionales de la enseñanza:

“sólo es posible mejorar nuestra imagen cuando recuperemos nuestra autoestima como educadores, sepamos disfrutar con nuestro trabajo y manifestemos sin ningún complejo que las mayores satisfacciones que se obtienen (…) provienen de las `recompensas psíquicas de la enseñanza´: las alegrías y satisfacciones que se derivan de atender a los alumnos y trabajar con ellos”.

Cómo construir este nuevo futuro…

Los más de 10 de experiencia como profesor de E.F. en Secundaria me han permitido confirmar algo que ya experimenté como alumno, que esta asignatura es la niña bonita de la escuela. Resulta difícil encontrar (por lo general) otra hacia la que gran parte del alumnado demuestre tanto interés y predisposición, y le tenga tanto cariño. Cuántos no habrán tenido que “soportar” las quejas y enfado de los alumnos cuando se pierde alguna hora por cualquier circunstancia (aunque los motivos de este hecho en algunas ocasiones sería un tema de bastante controversia para tratar en otro foro…).

De igual modo, como profesor he podido descubrir también algo que parece más propio del Código Da Vinci (tan de moda en los últimos años), y es que su nombre encierra lo que debería ser su verdadera identidad. Cada una de sus letras se corresponde (como en el mejor de los enigmas) con un concepto clave que da lugar (a modo de puzzle) a la construcción de una E.F. con una orientación realmente educativa. Y que, dicho sea de paso, si se suman el resultado es 15 (Educación + Física = 15), la niña bonita. ¿Coincidencia? En realidad, lo más relevante de este descubrimiento es haber podido comprobar los grandes resultados que ha originado la adecuada combinación de esas 15 palabras una vez que sobre ellas he cimentado mi intervención docente. Lo bonito de estas 15 piezas es que no tienen una única disposición, aunque sí deben estar siempre debidamente interrelacionadas, engarzadas, de tal forma que den lugar a un proyecto integral, significativo para el alumnado y eminentemente educativo.

Como en el juego del Tangram, posibilitan innumerables combinaciones, por lo que su flexibilidad permite que cada cual pueda personalizar su programación en función de su formación, experiencias previas, alumnado y contexto, etc., pero con una base (o pilares fundamentales) que la dotarán de mayor coherencia con el resto de intervenciones.

A continuación se presenta cada una de esas 15 piezas que desde este trabajo se propone que se conviertan en los fundamentos que rijan la construcción de cualquier proyecto educativo en E.F. Se trata solamente un esbozo de la justificación de las mismas y el modo de implementarlas, con la intención de no delimitar en exceso la libertad de aquellos profesionales del área que decidan asumir este planteamiento o enfoque educativo. Y, de este modo, favorecer la necesaria creatividad que origine una gran variedad y riqueza de propuestas adaptadas a las diferentes realidades existentes:

1. Evaluación. Empezar por el final nunca viene mal, pues así se evita que quede en el olvido, y más cuando se trata de un aspecto tan fundamental como éste, pues está claro que lo que no se evalúa acaba perdiendo valor y relevancia, pero claro, debe tratarse de evaluar, no simplemente de calificar. La evaluación debe entenderse, ante todo, como una oportunidad de conocimiento y crecimiento personal, que posibilite la mejora y el cambio para que realmente logre ser formativa. Más que en demostrar deberá consistir en posibilitar el diálogo y la reflexión sobre el proceso de aprendizaje experimentado por el alumnado.

2. Diversión. Es evidente que lo que divierte atrae y lleva a la repetición, y se convierte en el primer paso para la creación de hábitos, por lo que el planteamiento de situaciones jugadas debe adquirir un protagonismo especial en nuestras propuestas. Cuanto más disfrute el alumnado con ellas más motivado estará, con las repercusiones positivas que posee sobre su aprendizaje. Pero sin caer en un “relativismo lúdico” donde todo vale, sino como medio que ayude a propiciar dicho aprendizaje. En este sentido, es importante partir de la realidad cotidiana del alumnado, de aquellas actividades que más les atraen o en las que se consideran más competentes, desde una perspectiva motriz.

3. Utilidad. Si los contenidos (conceptuales, procedimentales y actitudinales) que el alumnado va adquiriendo no tienen una transferencia directa en su vida cotidiana, además de perder significatividad pasarán a ser como las vallas que un atleta debe superar, y que quiere quitarse de encima cuanto antes para llegar a su meta, aprobar la asignatura. Es más, no se trata solamente de obtener una aplicación directa u objetiva sino que también, y fundamentalmente, nuestra intervención deberá favorecer el crecimiento personal del alumnado a través de experiencias que enriquezcan el ámbito afectivo-social, pues qué finalidad más valiosa puede establecerse.

4. Cooperación-competición. Otro elemento de gran valor es potenciar un clima de clase cooperativo que favorezca el aprendizaje entre iguales, lo que no significa que se le cierre la puerta a los entornos competitivos, sino todo lo contrario. De hecho, solamente desde el conflicto se podrá educar para el conflicto, el cual es inherente a las relaciones humanas, por lo que la transferencia es innegable, siempre y cuando se entienda como una oportunidad de dialogar y debatir no sólo desde lo abstracto, sino también desde lo vivido. El planteamiento de retos o desafíos (en grupo e individuales) son un estupendo recurso para ello. Además, la cooperación no deberá limitarse al grupo de clase, sino que habrá que involucrar a todas aquellas personas relevantes en la vida del alumno, haciéndoles consciente y co-responsables de su proceso formativo.

5. Alumnado. La educación no es algo que se les da a los alumnos (como si fuera una pastilla) sino que tiene lugar gracias a ellos, por lo que es obvio que el alumnado debe convertirse en el protagonista principal de su propia formación. Y el profesorado, de esta forma, deberá actuar más como guía, facilitador o mediador de dicho proceso formativo, a través de entornos que estimulen y favorezcan su capacidad de aprender a aprender, así como el compromiso de éstos de extrapolar todo lo experimentado y aprendido en clase a su vida cotidiana. De no ser así resultará imposible fomentar la maduración personal que abra vías de responsabilidad en ellos. Por tanto, es fundamental promover la participación activa de los alumnos en todos y cada uno de los diferentes momentos (planificación, intervención y evaluación) del proceso de enseñanza-aprendizaje.

6. Conocimiento teórico-práctico. Ese carácter educativo que ha de poseer la E.F. no puede obviar la necesidad de propiciar en el alumnado un conocimiento teórico-práctico que favorezca su autonomía y pueda ser integrado con aquel otro que aprende en su vida diaria. Para ello, en lugar de que éstos simplemente acumulen contenidos, se deberá apostar por una metodología que propicie que conozcan el cómo y por qué de lo que se les presenta, que reflexionen, valoren, busquen implicaciones, apliquen lo estudiado, relacionen los contenidos, comparen y pongan ejemplos. De este modo se logrará una mejor comprensión de aquello que previamente se ha vivenciado y así, realmente, los nuevos conocimientos que se les presenten alcanzarán verdadera funcionalidad, al comprobar su utilidad práctica.

7. Implicación afectiva. Si hay una máxima fundamental en cualquier proceso educativo esa es la de educar desde el afecto. Debe ser el sustento de cualquier intervención, para desde él acoger y valorar al alumnado desde su singularidad, pues no se puede actuar como si no tuvieran vida fuera de las cuatro paredes del centro, ni preocupaciones, dudas, responsabilidades, etc. La negación de la subjetividad del alumnado suele desembocar en una de las grandes barreras e impedimentos para el profesorado a la hora de propiciar cualquier tipo de aprendizaje: ser visto como el otro, como alguien ajeno a ellos. Circunstancia que dificultará que el encuentro profesor-alumnos adquiera la necesaria significatividad y, por consiguiente, repercusión.

8. Ocio y tiempo libre. Lo que se haga en clase, como se viene diciendo, no puede quedarse solamente en clase, sino que debe trascender e impregnar su cotidianidad. Y, en especial, su tiempo libre y de ocio, con la finalidad no de ocupar dicho tiempo sino de enriquecerlo y poder disfrutarlo al máximo con actividades que, al mismo tiempo, favorezcan su calidad de vida. En definitiva, una de las finalidades a las que debe aspirar la E.F. escolar.

9. Nuevas tecnologías. Son un aliado de incalculable valor tanto para conectar mejor con el alumnado como para ganarle horas al área, dos aspectos esenciales a la hora de mejorar las posibilidades educativas de cualquier propuesta. Además de ofrecer muchas otras ventajas, como la de su adaptación a la heterogeneidad del alumnado, facilitar la autonomía de aprendizaje, una mayor interacción alumno-alumno y alumno-profesor, etc.

10. Flexible. Una planificación no es una receta que se lleva a cabo sin tener en cuenta los comensales, sino que debe ser flexible y perfilarse en función de las características y necesidades del alumnado y del contexto en el que se lleva a cabo. Y, además, para poder adaptarse a la gran variedad de situaciones e imprevistos que pueden originarse en el día a día, sin que esto condicione la consecución de los objetivos previamente planificados.

11. Inclusiva. No se puede seguir cometiendo durante más tiempo el grave error de que la E.F. sea exclusivamente para los mejores dotados físicamente. Es obligatorio atender a la diversidad de nuestro alumnado, para lo que es de gran ayuda plantear actividades muy diversas y que no tengan una única forma de realizarse o resolverse. De esta forma todos tendrán la posibilidad en algún momento de experimentar satisfacción (o éxito), independientemente del nivel de destreza que posean, sin verse excluidos o eliminados. Esto (junto a otra serie de factores) ayudará a mejorar su autoconcepto, que es la génesis de la autoestima, aumentando la seguridad en uno mismo y, con ello, la iniciativa a la hora de emprender nuevos proyectos y su capacidad para afrontar las adversidades.

12. Salud. La idoneidad de los centros educativos así como el impacto que pueden suponer los programas de E.F. sobre la promoción de hábitos saludables de vida y actividad físico-deportiva es una cuestión ampliamente reconocida. Es más, la E.F. presenta una amplia fuente de recursos que pueden dar respuesta a las demandas contemporáneas relacionadas con la salud (de graves consecuencias para la población infantil y adolescente). Por tanto, esta finalidad se convierte en otra de las grandes aportaciones, si no la más importante, del área en el ámbito escolar.

13. Imaginación. Sin la estimulación de esta característica tan valiosa nunca se conseguirá formar ciudadanos capaces de ver las cosas desde otra perspectiva diferente a la convencional, de generar nuevas ideas o proyectos. De ahí la importancia de potenciar el pensamiento divergente y la creatividad en las diferentes propuestas desarrolladas (junto a la conciencia crítica, como se verá a continuación), para que no se dejen arrastrar por la costumbre, o por aquello que socialmente se asume como cierto o normal, sin cuestionamiento alguno ni posibilidad de construir nuevas alternativas.

14. Conciencia crítica. Precisamente en la sociedad actual se hace imprescindible desarrollar una conciencia crítica en el alumnado (y más en temas de salud), ante la enorme cantidad de información escasamente contrastada y bajo intereses comerciales que van a encontrar en entornos tan significativos y habituales para ellos como Internet. En este sentido el profesorado deberá estimular la reflexión y la conciencia crítica que ayude a transformar la información en conocimiento. Y, de este modo, favorecer que el alumnado sea más libre y autónomo y, por tanto, menos manipulable.

15. Actividad (física). Y, por supuesto, como no podía ser de otro modo, la actividad física, el movimiento, deberá ser el eje vertebrador de cualquier propuesta y el motor que vehicule su puesta en práctica, además de porque se trata de nuestra principal seña de identidad por las enormes posibilidades educativas que atesora. Sin olvidar los beneficios que genera relacionados con la salud.

Bibliografía

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